Srdestroyer
Sargento
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Esta es una anécdota que me pasó últimamente, trataré de ser lo más detallista posible para que la historia sea lo más rica posible.
Antes de la semana de exámenes finales en mi universidad, yo y mi grupo de trabajo quedamos en preparar el último trabajo, por lo tanto tuvimos que reunirnos en una casa. Para darles a entender la situación, en mi grupo solo somos 3 personas, dos de las cuales son mujeres y yo, el único hombre. Ellas son dos pituquitas muy bonitas, una de ellas es castaña y la otra morena. Ambas claras.
Quedamos con anticipación hacer este trabajo, por lo que Alejandra puso su casa para juntarnos. Todo allí iba sin problemas. Yo solo estaba deseoso de terminar de una vez por todas esa asignación y seguir avanzando con los otros cursos, por lo que otras intenciones o fantasías casi ni rondaron por mi mente. Hasta que llegué a su departamento, el cual era grande y muy bonito (ficho, de hecho cuesta mucha $$). Llegué un poco antes, pero eso no fue problema. La primera excitación me la llevé cuando Andrea me recibió solo en short, polo y medias, blancas de por cierto. Me invitó a entrar a su casa y caminé detrás de ella, mientras que me guiaba a dónde ir. Al comienzo no quise mirarla detalladamente, puesto que podría haber alguien en casa y me pillaría, así que me aseguré primero de que no haya nadie. La casa estaba sola. Andando detrás de ella no evitaba ver la silueta de su cuerpo y, obviamente, esas mediecitas blancas que le llegaban apenas al tobillo. No es que sea fetichista de pies, pero realmente eso me gustó mucho. Ver esos pies me llevaron a pensar en qué otras prendas íntimas traía ella, a parte de esas medias que me mostraba.
Nos sentamos en un sofá y ella estuvo a mi costado por un momento. Ella se sentó con las piernas cruzadas, moviendo de un lado hacia otro la pierna que tenía encima de la otra, meciendo ese piecito. Hablamos normal y vimos qué era lo que teníamos que hacer esa tarde. Allí todo ocurrió normalmente, y yo viendo de reojo esos pies y piernas.
Pasados 20 minutos aproximadamente llegó Mafer, la morena (pelo negro). Ella si vestía normal, nada destacable sensualmente. Y así, comenzamos a hacer nuestro trabajo de la forma más normal posible, cada uno concentrado en su parte. Como yo ya estaba un poco excitado por ver a Andrea ir y venir descalza, me vinieron las ganas de interactuar más con ella, vacilándola. En verdad a ambas, pero mi atención más se fijaba en ella. En fin "long story, short"... luego de un rato todos ya hablábamos más relajadamente. Hacíamos bromas con mayor soltura y de vez en cuando se soltaban algunas en doble sentido, las cuales eran graciosas. Pasaron tres horas desde que llegué al depa y pudimos avanzar con un 90% del trabajo, así que Mafer llamó a un taxi y luego de un rato vino por ella. Se fue.
A sabiendas de que yo con Andrea podíamos terminar con el resto, Mafer se fue tranquilamente. Y yo me quedé sentado junto con ella frente a la laptop. Aquí comenzó el momento de tensión. Cuando Mafer estaba presente, todos hablábamos de lo más normal, pero ahora que ella no estaba, parecía que nuestra magia estaba desapareciendo poco a poco. Tenía que hacer algo antes de que se apague todo y se eche a perder. Seguí conversando de temas X, para no crear momentos silenciosos que puedan llegar a ser incómodos. Me tomó media hora en llegar al punto de confianza nuevamente, felizmente. Luego de ese lapso de tiempo nos desviamos del tema del que hablábamos para llegar a uno más personal. Las relaciones. Pero como es bien sabido, hablar de las relaciones es como caer en un agujero negro, uno entra y no sale con tanta facilidad. Así que llevé el tema al ámbito más sensual.
Lo que yo hacía era hacerle preguntas en las que ella pueda explayarse. Comencé con qué era lo que más le gustaba, en general; luego, le pregunté qué era lo que más le gustaba que le hagan o dieran. Luego de un pequeño interrogatorio muy sutil, llevé el tema de conversación hacia qué era lo que hacía sentir sexy, o qué a ella le parecía sexy. Ahora el tópico estaba centrado en aquello que era lo físico. Cuando pude pasar ese umbral, pude notar un interés y curiosidad muy grande por parte de ella. Ahora ella reía más y la sentía más abierta. Noté que poco a poco ella lograba sentir algún tipo de cosquilleo especial cuando me preguntaba sobre lo mismo que a ella le preguntaba. Su forma de sentar denotaba interés hacia mi, puesto que sus rodillas flexionadas apuntaban hacia mi persona. Cada vez más trataba de acercarme más a ella para poder explicarle mis respuestas. De forma intencionada, trataba de rozar yo con alguna parte de ella, muy sutilmente. En algunas ocasiones, a modo de juego, tocaba su pierna con mis dedos para llamar su atención. Ya estábamos entrando a la parte cinestésica.
Luego de seguir con el proceso, decidí ir un poco más de avanzada y, con precaución, le dije que me agradaban sus medias. Me parecían bonitas y que perfilaban bien sus pies, eso le dije. Con una sonrisa y un "¿Ah, sí?", ella siguió jugando mi juego. Hablamos en ese momento de sus medias, tema que me pareció picante, puesto que cada vez que se refería a ellas, alzaba la pierna para que ambos podamos observarla bien. Muy bien jugado por parte de ella. En un punto ella, adelantándose en mi propio juego, posa sobre mi rodilla su pie, mientras me decía: "Ah, sí, entonces te gusta". No desaprovechando el momento toqué su pie con mi mano y le di una suave caricia por la planta hasta los dedos y dije, con picardía, "No está mal, me gusta". -¿Qué otras medias tienes?- Mirándola fijamente solté esas palabras. Entonces ella, respondiéndome con una sonrisa, mencionó que tenía varias, de distintos colores y tamaños. Con mi mano, otra vez en su planta, mientras le hablaba, comencé a presionar contra las partes blandas de su planta, de forma intencionada, para masajearla relajadamente. Ella no podía contener ciertas risas, era claro. No detuvo el movimiento de mis dedos y, al tratar de hablar, mordía una parte lateral de su labio inferior. Supe que el momento había llegado, pero era cuestión de seguir jugando de forma sutil para no ahuyentar los deseos.
Yo seguía con mi ronda de preguntas medias juguetonas y muy curiosas, mientras que con más confianza masajeaba su pie. Me acomodé mejor para darle cara casi directamente e, interrumpiéndola un poco, le ofrecí seguir con masajes pero en ambos pies. Ella no se negó en nada. Inmediatamente se sentó de tal manera que ambos pies se posen sobre mis muslos. Y así comenzó el masajeo más profundo de sus pies. Las yemas de mis dedos paseaban por cada rincón de sus pies, desde las plantas hasta el dedo gordito. Apretaba con moderación para que ella pueda sentir relajación.
En ciertos momentos me salía de los pies para rozar sus tobillos y canillas, pero siempre prestándole atención a los pies. Logré estar en esa posición cerca de 20 minutos, un tiempo considerable, contando ciertos espacios en los que no hablábamos. Para poder avanzar aún más, me vinieron en mente dos ideas: uno que sería mejor ir a una cama para que ella estuviera más cómoda y la otra, a modo de conocer más, sugerirle que me muestre qué otras medias usa. La primera idea me pareció muy tosca, por lo que no sería lo ideal; así que me incliné por la segunda.
A manera de salir de esa rutina, con la sonrisa más pícara y con un tono curioso, le pregunté que otras medias usaba. La pregunta le pareció un tanto extraña, pero no alejada de gracia. Me dijo qué otras medias usaba, mientras yo tocaba sus pies. -Creo que con medias celestes se verían bien- Dije como comentario al azar, luego de combinar colores a modo de comentario. Mientras que con mis manos modelaba la forma en cómo ella posicionaba sus piernas, a veces las alzaba, en otras las estiraba completamente. Así, mediante ese juego de preguntas y los movimientos que hacía con sus pies, parecía que ella entraba en una especie de relajación profunda. Tenía que cambiar eso por algo más picante. -Mis manos ya se acaban de cansar, dame un rato-. Le dije -Ay no, ya pues... Sigue, se siente rico.- Me dijo ella estirándose. -Seguiré si me muestras tus otras medias.- Ella se rió al oír eso, fue algo raro, de hecho. -Ay, ya, pero voy y te las traigo para que las veas.- Puede ser, pero mejor enséñamelas todas donde están.- Que roche-.
-Para nada- Dije yo, -Vamos y te sigo haciendo masajes a los pies media hora más, ¿Qué dices?-. Con mucha más tranquilidad que antes, ella asintió. -Ya está bien, sígueme-. Ese sígueme fue la palabra clave que quería escuchar. Ahora me encontraba detrás de ella observando bien sus nalgas bien formadas moverse de un lado para otro al caminar. Entramos al cuarto y este estaba bien ordenado, era espacioso y muy limpio. -Ya, en este cajón están mis medias.- Dijo ella. Pero luego añadió -También están mis calzones, así que no los mires mucho.- "No los mires mucho" Esas palabras retumbaron por mi cabeza y me puse a descifrar su contenido. No los mires mucho. Eso quiere decir sí los voy a ver, y puedo verlos, pero no centrarme mucho en ellos. Ahora tenía una razón más para asomar mi cabeza hacia ese cajón.
Maldito suertudo de , me dije a mi mismo. "Estoy a punto de verle los calzoncitos a una flaca demasiado rica, y no solo eso, le he estado tocando los pies un buen rato." Cuando ella me mostró su ropero, abrió un cajón, donde, según ella, guarda todas sus medias (y también sus calzones). Me aliste mentalmente para lo que estaba a punto de ver. Cuando ella abrió el cajón, lentamente, vi primero una suerte de prendas que no podía identificar qué eran, puesto que estaban todas revueltas, pero observando bien, noté mediecillas de varios colores (negras, blancas, de puntos, rayadas). Pero ajustando mejor la vista, noté una prendita muy bonita que identifiqué casi inmediatamente, era un calzoncito blanco con bordes celestes, no era tanto como una tanga porque la parte trasera no estaba tan lineal, pero igual tenía una forma idónea. -Bonitas medias-. Dije.
Ella, con una mirada sonriente me dijo que si notaba algo de mi interés, y yo le dije que una que otras cosas. Jugando ya más de avanzada, dije que iba a sacar unas medias interesantes, que tal vez ella podía ponerse. Cogí un par con mis manos y luego, para jugar, saqué ese calzón blanco y, en mis manos, lo estiré para mostrárselo. -Este me gusta más-. Ella rió y me dijo imbécil, yo reí también con ella, aún sosteniendo esa prenda. -A ver, que otros tienes.- Dije e inmediatamente me puse a rebuscar más prendas íntimas. Para mi gusto, encontré muchísimas que fueron de mi agrado, como dos tangas blancas, tres negras, un boxer rojo con bordados y una truza de encaje con tela transparente de color rosado. Ella, como dándome licencia para seguir rebuscando más, se sentó en la cama mientras reía.
-¿Cuál de esos te gusta más?
-Hum (aparenté pensar un poco, pero ya tenía las respuestas en mi mente). Creo que estas dos.
Sostuve una tanga blanca y la truza rosada transparente.
-Sí, esas me gustan mucho. Creo que las uso a cada rato.
-Veo que te gustan las tangas.
-¡Sí! Me gustan mucho, se ven bien.
- Y de hecho que se te ve bien con eso, ¿No?
- ¡Obvio que sí!
Al notar que ella, al hablarme, tenía las piernas separadas, me pregunté cuál estaría usando.
-Y, dime. ¿Qué usas ahora?
-Curiosito estás. ¿Por qué quieres saber?
-Solo para dejar de ser ignorante. Me reí y ella también.
-Adivina pues.
En ese momento comenzó el juego de adivinar qué prenda ella estaba usando en ese momento. Todo eso me tenía muy caliente, y estoy seguro que ella usaba eso para controlarme. Luego de un divertido conteo de ideas, las cosas cambiaron y se fueron por un lado distinto. Ella ya estaba lista, al igual que yo, para entrar a la siguiente fase. "Ven y descúbrelo"
Como un perro fiel yo avancé hacia ella, que yacía sentada en la cama con las piernas abiertas. Sin decir palabra alguna me arrodillé y cogí sus muslos, para seguir la trayectoria con mis manos hacia su cadera, por donde se sujetaba el short. Mi rostro solo apuntaba a la dirección de su cintura, a punto de descubrir qué calzón ella traía en ese preciso instante. -Ahora sí, ¿No? Tanto que querías verme-. Dijo ella, mientras se acomodaba con sus manos apoyando su cuerpo en la cama. Suavemente me dirigí hacia en botón que sujetaba el short y con mis dedos desajusté el seguro,para luego bajar un poco el cierre y notar, que aquello que sobresalía, era una tela muy bonita que hacía juego con su clara piel. Supe el color instintivamente, era un negro serio. Ya que sabía el color, ahora era cuestión de bajar el short para saber qué forma tenía. Bajé el cierre completamente, rozando esa fina telita negra que cubría la zona púbica. Abrí el short y descubrí las alas de la truza que traía. Las alas (o la parte elástica por donde se sujeta la prenda), no eran muy gruesas, eran, más bien, delgadas pero no tanto como para ser un hilo. No había bordes especiales ni decorados, toda la prenda era negra, así que no hay mayor descripción. Cuando sujeté el short por los costados para bajarlos, ella me miró sonriente, sin decir nada, entonces jalé con mis manos hacia la parte de abajo para dejar notar la totalidad de una prenda muy bonita que hacía juego con su piel muy clara. Cuando bajé el short en su totalidad, ella solo traía puesto su tanga, sus medias y polo blanco. Era la combinación perfecta para una mujer hermosa. De esa forma yo la admiré un buen rato. Suspiré y sonreí al ver tanta belleza delante de mi. Así, estando ella semi calata, me senté a su costado y, tomando su cuello con mi mano derecha, besé el otro extremo de su cuello, justo por debajo de las orejas.
Mis manos rozaban todo su cuerpo, desde sus pechos hasta sus glúteos. Mis manos entraban y salían de esa tanga y, en repetidas ocasiones, mis dedos jalaban el elástico que se pegaba a su piel. La voltee en la cama, boca abajo, y vislumbré su cuerpo un buen momento, antes de echarme a su costado y continuar con los masajes en los pies que le había prometido. Ella ya gemía de placer y yo estaba encantado por hacer esos masajes, teniendo delante mío un paisaje tan hermoso. Al aumentar la intensidad de mis tocamientos, mi vista no se movía de otro lado que sea el interior de entre sus glúteos, ahí por donde esa pequeña tela negra se perdía entre los músculos y las sombras. Continué dándole esa relajación por unos minutos más hasta que me animé a seguir por el resto del cuerpo. Mis manos subían, primero, por sus pantorrillas, luego sus muslos y finalmente, apretándolas, terminé en esas blancas nalgas. Aquí comencé a jugar. Ubiqué mi rostro muy cerca, a tal punto que ella podía notar mi respiración, la cual le agradaba por los suspiros que emitía. Olí toda su esencia antes de ponerme a jugar con mi boca. Mordía su piel y también la besaba. Me acercaba a la tela y con mis dientes intentaba jalar todo lo posible, para que esta se pegue rápidamente donde estaba. Me divertí mucho en esa área, realmente, hasta que ella ya pedía por algo más. No sé si realmente le gustó o solo quería que le haga el amor, pero me pidió que no me detenga y que siga con otra cosa. Obedeciendo a la capitana, asentí, y decidí pasar mi lengua por donde la tanga cubría sus labios vaginales. Esa zona se mojaba poco a poco, cosa que también ayudó mi saliva. Mientras más rápido mi lengua se movía por esa zona, ella daba respiraciones más hondas, arqueando muchas veces la espalda. Yo sentía ya cómo sus labios estaban hinchados por el placer. Toda esa zona se estaba poniendo muy, pero muy sensible. Ella se movía casi violentamente, sus piernas no paraban de moverse y abrirse. Y yo, estaba tomando del elixir de la vida.
.....Ya es tarde para mí, esta historia continuará.....
Antes de la semana de exámenes finales en mi universidad, yo y mi grupo de trabajo quedamos en preparar el último trabajo, por lo tanto tuvimos que reunirnos en una casa. Para darles a entender la situación, en mi grupo solo somos 3 personas, dos de las cuales son mujeres y yo, el único hombre. Ellas son dos pituquitas muy bonitas, una de ellas es castaña y la otra morena. Ambas claras.
Quedamos con anticipación hacer este trabajo, por lo que Alejandra puso su casa para juntarnos. Todo allí iba sin problemas. Yo solo estaba deseoso de terminar de una vez por todas esa asignación y seguir avanzando con los otros cursos, por lo que otras intenciones o fantasías casi ni rondaron por mi mente. Hasta que llegué a su departamento, el cual era grande y muy bonito (ficho, de hecho cuesta mucha $$). Llegué un poco antes, pero eso no fue problema. La primera excitación me la llevé cuando Andrea me recibió solo en short, polo y medias, blancas de por cierto. Me invitó a entrar a su casa y caminé detrás de ella, mientras que me guiaba a dónde ir. Al comienzo no quise mirarla detalladamente, puesto que podría haber alguien en casa y me pillaría, así que me aseguré primero de que no haya nadie. La casa estaba sola. Andando detrás de ella no evitaba ver la silueta de su cuerpo y, obviamente, esas mediecitas blancas que le llegaban apenas al tobillo. No es que sea fetichista de pies, pero realmente eso me gustó mucho. Ver esos pies me llevaron a pensar en qué otras prendas íntimas traía ella, a parte de esas medias que me mostraba.
Nos sentamos en un sofá y ella estuvo a mi costado por un momento. Ella se sentó con las piernas cruzadas, moviendo de un lado hacia otro la pierna que tenía encima de la otra, meciendo ese piecito. Hablamos normal y vimos qué era lo que teníamos que hacer esa tarde. Allí todo ocurrió normalmente, y yo viendo de reojo esos pies y piernas.
Pasados 20 minutos aproximadamente llegó Mafer, la morena (pelo negro). Ella si vestía normal, nada destacable sensualmente. Y así, comenzamos a hacer nuestro trabajo de la forma más normal posible, cada uno concentrado en su parte. Como yo ya estaba un poco excitado por ver a Andrea ir y venir descalza, me vinieron las ganas de interactuar más con ella, vacilándola. En verdad a ambas, pero mi atención más se fijaba en ella. En fin "long story, short"... luego de un rato todos ya hablábamos más relajadamente. Hacíamos bromas con mayor soltura y de vez en cuando se soltaban algunas en doble sentido, las cuales eran graciosas. Pasaron tres horas desde que llegué al depa y pudimos avanzar con un 90% del trabajo, así que Mafer llamó a un taxi y luego de un rato vino por ella. Se fue.
A sabiendas de que yo con Andrea podíamos terminar con el resto, Mafer se fue tranquilamente. Y yo me quedé sentado junto con ella frente a la laptop. Aquí comenzó el momento de tensión. Cuando Mafer estaba presente, todos hablábamos de lo más normal, pero ahora que ella no estaba, parecía que nuestra magia estaba desapareciendo poco a poco. Tenía que hacer algo antes de que se apague todo y se eche a perder. Seguí conversando de temas X, para no crear momentos silenciosos que puedan llegar a ser incómodos. Me tomó media hora en llegar al punto de confianza nuevamente, felizmente. Luego de ese lapso de tiempo nos desviamos del tema del que hablábamos para llegar a uno más personal. Las relaciones. Pero como es bien sabido, hablar de las relaciones es como caer en un agujero negro, uno entra y no sale con tanta facilidad. Así que llevé el tema al ámbito más sensual.
Lo que yo hacía era hacerle preguntas en las que ella pueda explayarse. Comencé con qué era lo que más le gustaba, en general; luego, le pregunté qué era lo que más le gustaba que le hagan o dieran. Luego de un pequeño interrogatorio muy sutil, llevé el tema de conversación hacia qué era lo que hacía sentir sexy, o qué a ella le parecía sexy. Ahora el tópico estaba centrado en aquello que era lo físico. Cuando pude pasar ese umbral, pude notar un interés y curiosidad muy grande por parte de ella. Ahora ella reía más y la sentía más abierta. Noté que poco a poco ella lograba sentir algún tipo de cosquilleo especial cuando me preguntaba sobre lo mismo que a ella le preguntaba. Su forma de sentar denotaba interés hacia mi, puesto que sus rodillas flexionadas apuntaban hacia mi persona. Cada vez más trataba de acercarme más a ella para poder explicarle mis respuestas. De forma intencionada, trataba de rozar yo con alguna parte de ella, muy sutilmente. En algunas ocasiones, a modo de juego, tocaba su pierna con mis dedos para llamar su atención. Ya estábamos entrando a la parte cinestésica.
Luego de seguir con el proceso, decidí ir un poco más de avanzada y, con precaución, le dije que me agradaban sus medias. Me parecían bonitas y que perfilaban bien sus pies, eso le dije. Con una sonrisa y un "¿Ah, sí?", ella siguió jugando mi juego. Hablamos en ese momento de sus medias, tema que me pareció picante, puesto que cada vez que se refería a ellas, alzaba la pierna para que ambos podamos observarla bien. Muy bien jugado por parte de ella. En un punto ella, adelantándose en mi propio juego, posa sobre mi rodilla su pie, mientras me decía: "Ah, sí, entonces te gusta". No desaprovechando el momento toqué su pie con mi mano y le di una suave caricia por la planta hasta los dedos y dije, con picardía, "No está mal, me gusta". -¿Qué otras medias tienes?- Mirándola fijamente solté esas palabras. Entonces ella, respondiéndome con una sonrisa, mencionó que tenía varias, de distintos colores y tamaños. Con mi mano, otra vez en su planta, mientras le hablaba, comencé a presionar contra las partes blandas de su planta, de forma intencionada, para masajearla relajadamente. Ella no podía contener ciertas risas, era claro. No detuvo el movimiento de mis dedos y, al tratar de hablar, mordía una parte lateral de su labio inferior. Supe que el momento había llegado, pero era cuestión de seguir jugando de forma sutil para no ahuyentar los deseos.
Yo seguía con mi ronda de preguntas medias juguetonas y muy curiosas, mientras que con más confianza masajeaba su pie. Me acomodé mejor para darle cara casi directamente e, interrumpiéndola un poco, le ofrecí seguir con masajes pero en ambos pies. Ella no se negó en nada. Inmediatamente se sentó de tal manera que ambos pies se posen sobre mis muslos. Y así comenzó el masajeo más profundo de sus pies. Las yemas de mis dedos paseaban por cada rincón de sus pies, desde las plantas hasta el dedo gordito. Apretaba con moderación para que ella pueda sentir relajación.
En ciertos momentos me salía de los pies para rozar sus tobillos y canillas, pero siempre prestándole atención a los pies. Logré estar en esa posición cerca de 20 minutos, un tiempo considerable, contando ciertos espacios en los que no hablábamos. Para poder avanzar aún más, me vinieron en mente dos ideas: uno que sería mejor ir a una cama para que ella estuviera más cómoda y la otra, a modo de conocer más, sugerirle que me muestre qué otras medias usa. La primera idea me pareció muy tosca, por lo que no sería lo ideal; así que me incliné por la segunda.
A manera de salir de esa rutina, con la sonrisa más pícara y con un tono curioso, le pregunté que otras medias usaba. La pregunta le pareció un tanto extraña, pero no alejada de gracia. Me dijo qué otras medias usaba, mientras yo tocaba sus pies. -Creo que con medias celestes se verían bien- Dije como comentario al azar, luego de combinar colores a modo de comentario. Mientras que con mis manos modelaba la forma en cómo ella posicionaba sus piernas, a veces las alzaba, en otras las estiraba completamente. Así, mediante ese juego de preguntas y los movimientos que hacía con sus pies, parecía que ella entraba en una especie de relajación profunda. Tenía que cambiar eso por algo más picante. -Mis manos ya se acaban de cansar, dame un rato-. Le dije -Ay no, ya pues... Sigue, se siente rico.- Me dijo ella estirándose. -Seguiré si me muestras tus otras medias.- Ella se rió al oír eso, fue algo raro, de hecho. -Ay, ya, pero voy y te las traigo para que las veas.- Puede ser, pero mejor enséñamelas todas donde están.- Que roche-.
-Para nada- Dije yo, -Vamos y te sigo haciendo masajes a los pies media hora más, ¿Qué dices?-. Con mucha más tranquilidad que antes, ella asintió. -Ya está bien, sígueme-. Ese sígueme fue la palabra clave que quería escuchar. Ahora me encontraba detrás de ella observando bien sus nalgas bien formadas moverse de un lado para otro al caminar. Entramos al cuarto y este estaba bien ordenado, era espacioso y muy limpio. -Ya, en este cajón están mis medias.- Dijo ella. Pero luego añadió -También están mis calzones, así que no los mires mucho.- "No los mires mucho" Esas palabras retumbaron por mi cabeza y me puse a descifrar su contenido. No los mires mucho. Eso quiere decir sí los voy a ver, y puedo verlos, pero no centrarme mucho en ellos. Ahora tenía una razón más para asomar mi cabeza hacia ese cajón.
Maldito suertudo de , me dije a mi mismo. "Estoy a punto de verle los calzoncitos a una flaca demasiado rica, y no solo eso, le he estado tocando los pies un buen rato." Cuando ella me mostró su ropero, abrió un cajón, donde, según ella, guarda todas sus medias (y también sus calzones). Me aliste mentalmente para lo que estaba a punto de ver. Cuando ella abrió el cajón, lentamente, vi primero una suerte de prendas que no podía identificar qué eran, puesto que estaban todas revueltas, pero observando bien, noté mediecillas de varios colores (negras, blancas, de puntos, rayadas). Pero ajustando mejor la vista, noté una prendita muy bonita que identifiqué casi inmediatamente, era un calzoncito blanco con bordes celestes, no era tanto como una tanga porque la parte trasera no estaba tan lineal, pero igual tenía una forma idónea. -Bonitas medias-. Dije.
Ella, con una mirada sonriente me dijo que si notaba algo de mi interés, y yo le dije que una que otras cosas. Jugando ya más de avanzada, dije que iba a sacar unas medias interesantes, que tal vez ella podía ponerse. Cogí un par con mis manos y luego, para jugar, saqué ese calzón blanco y, en mis manos, lo estiré para mostrárselo. -Este me gusta más-. Ella rió y me dijo imbécil, yo reí también con ella, aún sosteniendo esa prenda. -A ver, que otros tienes.- Dije e inmediatamente me puse a rebuscar más prendas íntimas. Para mi gusto, encontré muchísimas que fueron de mi agrado, como dos tangas blancas, tres negras, un boxer rojo con bordados y una truza de encaje con tela transparente de color rosado. Ella, como dándome licencia para seguir rebuscando más, se sentó en la cama mientras reía.
-¿Cuál de esos te gusta más?
-Hum (aparenté pensar un poco, pero ya tenía las respuestas en mi mente). Creo que estas dos.
Sostuve una tanga blanca y la truza rosada transparente.
-Sí, esas me gustan mucho. Creo que las uso a cada rato.
-Veo que te gustan las tangas.
-¡Sí! Me gustan mucho, se ven bien.
- Y de hecho que se te ve bien con eso, ¿No?
- ¡Obvio que sí!
Al notar que ella, al hablarme, tenía las piernas separadas, me pregunté cuál estaría usando.
-Y, dime. ¿Qué usas ahora?
-Curiosito estás. ¿Por qué quieres saber?
-Solo para dejar de ser ignorante. Me reí y ella también.
-Adivina pues.
En ese momento comenzó el juego de adivinar qué prenda ella estaba usando en ese momento. Todo eso me tenía muy caliente, y estoy seguro que ella usaba eso para controlarme. Luego de un divertido conteo de ideas, las cosas cambiaron y se fueron por un lado distinto. Ella ya estaba lista, al igual que yo, para entrar a la siguiente fase. "Ven y descúbrelo"
Como un perro fiel yo avancé hacia ella, que yacía sentada en la cama con las piernas abiertas. Sin decir palabra alguna me arrodillé y cogí sus muslos, para seguir la trayectoria con mis manos hacia su cadera, por donde se sujetaba el short. Mi rostro solo apuntaba a la dirección de su cintura, a punto de descubrir qué calzón ella traía en ese preciso instante. -Ahora sí, ¿No? Tanto que querías verme-. Dijo ella, mientras se acomodaba con sus manos apoyando su cuerpo en la cama. Suavemente me dirigí hacia en botón que sujetaba el short y con mis dedos desajusté el seguro,para luego bajar un poco el cierre y notar, que aquello que sobresalía, era una tela muy bonita que hacía juego con su clara piel. Supe el color instintivamente, era un negro serio. Ya que sabía el color, ahora era cuestión de bajar el short para saber qué forma tenía. Bajé el cierre completamente, rozando esa fina telita negra que cubría la zona púbica. Abrí el short y descubrí las alas de la truza que traía. Las alas (o la parte elástica por donde se sujeta la prenda), no eran muy gruesas, eran, más bien, delgadas pero no tanto como para ser un hilo. No había bordes especiales ni decorados, toda la prenda era negra, así que no hay mayor descripción. Cuando sujeté el short por los costados para bajarlos, ella me miró sonriente, sin decir nada, entonces jalé con mis manos hacia la parte de abajo para dejar notar la totalidad de una prenda muy bonita que hacía juego con su piel muy clara. Cuando bajé el short en su totalidad, ella solo traía puesto su tanga, sus medias y polo blanco. Era la combinación perfecta para una mujer hermosa. De esa forma yo la admiré un buen rato. Suspiré y sonreí al ver tanta belleza delante de mi. Así, estando ella semi calata, me senté a su costado y, tomando su cuello con mi mano derecha, besé el otro extremo de su cuello, justo por debajo de las orejas.
Mis manos rozaban todo su cuerpo, desde sus pechos hasta sus glúteos. Mis manos entraban y salían de esa tanga y, en repetidas ocasiones, mis dedos jalaban el elástico que se pegaba a su piel. La voltee en la cama, boca abajo, y vislumbré su cuerpo un buen momento, antes de echarme a su costado y continuar con los masajes en los pies que le había prometido. Ella ya gemía de placer y yo estaba encantado por hacer esos masajes, teniendo delante mío un paisaje tan hermoso. Al aumentar la intensidad de mis tocamientos, mi vista no se movía de otro lado que sea el interior de entre sus glúteos, ahí por donde esa pequeña tela negra se perdía entre los músculos y las sombras. Continué dándole esa relajación por unos minutos más hasta que me animé a seguir por el resto del cuerpo. Mis manos subían, primero, por sus pantorrillas, luego sus muslos y finalmente, apretándolas, terminé en esas blancas nalgas. Aquí comencé a jugar. Ubiqué mi rostro muy cerca, a tal punto que ella podía notar mi respiración, la cual le agradaba por los suspiros que emitía. Olí toda su esencia antes de ponerme a jugar con mi boca. Mordía su piel y también la besaba. Me acercaba a la tela y con mis dientes intentaba jalar todo lo posible, para que esta se pegue rápidamente donde estaba. Me divertí mucho en esa área, realmente, hasta que ella ya pedía por algo más. No sé si realmente le gustó o solo quería que le haga el amor, pero me pidió que no me detenga y que siga con otra cosa. Obedeciendo a la capitana, asentí, y decidí pasar mi lengua por donde la tanga cubría sus labios vaginales. Esa zona se mojaba poco a poco, cosa que también ayudó mi saliva. Mientras más rápido mi lengua se movía por esa zona, ella daba respiraciones más hondas, arqueando muchas veces la espalda. Yo sentía ya cómo sus labios estaban hinchados por el placer. Toda esa zona se estaba poniendo muy, pero muy sensible. Ella se movía casi violentamente, sus piernas no paraban de moverse y abrirse. Y yo, estaba tomando del elixir de la vida.
.....Ya es tarde para mí, esta historia continuará.....