Darth Plagueis
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18 Years of Service
No sé dónde compartir esta experiencia pero creo que este es el lugar más apropiado.
Hace como cinco años ya había desarrollado yo ese gusto que hasta ahora tengo por las kines de lujo (A1) y cuanto más jovencitas mejor. Acostumbraba llamar a las agencias más exclusivas y les pedía chicas 'de 18... máximo 19' y por lo general acostumbraba a pedir que me envíen dos o tres para elegir (era práctica común en esa época, no sé si todavía lo será), yo elegía a la que me gustaba y a la(s) otra(s), simplemente, le(s) daba para su taxi. Nunca se me cruzó por la cabeza que pudiera pasarme lo que me pasó.
Me había alojado en un hotel de tres estrellas en San Isidro que me gustaba particularmente por su limpieza y comodidad, su ubicación discreta y, sobre todo, su cochera en el sótano y llamé a una de mis agencias favoritas de ese entonces. La mami ya me conocía los gustos y me recomendó una chica 'nuevecita', a la que llamó Laura (todos los nombres están cambiados), según ella una gringuita flaquita de 18 años recién cumplidos como las que me gustan, una chica super exclusiva que sólo trabajaría los sábados, me dijo que se estrenaría de kine conmigo, que yo sería su primer cliente; pero aunque me aseguró que la nueva chica me encantaría, de todos modos aceptó enviar junto con ella a Lucía, otra chica con la que ya me había atendido antes y que me había gustado, para que yo eligiera. Hasta allí todo era normal, como siempre, 30 minutos más tarde me llamaron de la recepción del hotel, también como siempre, para avisarme que tenía visitas; un minuto después de pedirle al recepcionista que las dejara subir, tocaron a la puerta de mi habitación y a partir de ese instante las cosas habrían de cambiar radicalmente.
Abrí la puerta y me dí de cara con una mocosa bellísima con un escote impactante y una minifalda de infarto, una figura menuda, una piel blanquísima, un cabello lacio de color rubio oscuro que le caía hasta más abajo de los hombros y unos enormes ojos grises que destacaban en un rostro precioso casi sin maquillar... ¡Un rostro que yo reconocí inmediatamente! Nos quedamos pálidos los dos, frente a frente, sin saber qué hacer ni qué decir, casi sin poder respirar...
- ¡Claudia...!
- ¡Tío...!
Yo reaccioné primero..
- Pasa rápido... ¡Pasa..!
Y a la otra chica...
- Gracias, Lucy, aquí tienes para tu taxi, otro día te busco.
No, no era mi sobrina, no de verdad. Era la hermana mayor de una compañera de salón de mi hija. Conocía a su mamá (una viuda con tres hijas), conocía a sus dos hermanas, las había recibido a las cuatro en mi casa para las fiestas de cumpleaños de mi hija, había compartido con ellas excursiones y otras actividades programadas por el colegio. Yo las llamaba por su nombre y ellas me llamaban, como a todos los otros papás de sus compañeritas de colegio, 'Tìo Fulano'.
Cuando cerré la puerta y entré al dormitorio de la suite me la encontré sentada en la cama, cubriéndose el rostro con las manos, llorando.
- ¡Por favor, no le digas a mi mamá! ¡Por favor no se lo digas!
- ¿Pero tú estás loca? ¡Cómo se te ocurre! ¿Sabes lo que te puede pasar? ¡Ni siquiera eres mayor de edad, por amor de Dios! ¡Todavía estás en el colegio! (Yo sabía que ella estaba en 5º de secundaria)
- ¡Sí soy mayor de edad! se defendió, ¡Tengo 18 y 3 meses... te mostraría mi DNI pero se lo han quedado en la recepción!
Sí era posible que tuviera 18, yo sabía que había perdido un año de colegio cuando su papá murió, pero no quise arriesgarme y llamé a la recepción. Le dije al recepcionista que la chica me parecía demasiado joven y que me subiera el DNI con un botones para revisarlo y ver si no era falso. El DNI no era falso, hasta donde yo pude ver, el nombre era su verdadero nombre así como la foto y la dirección de su casa. La fecha de nacimiento indicaba, más o menos, 18 años y tres meses y la adrenalina en mi sangre producto del susto inicial empezó a transformarse en una arrechura feroz.
Luego de despedir al botones con un agradecimiento y una propina me senté en la cama junto a ella; la abracé y ella, sollozando, se dejó abrazar. Le besé los ojos llorosos y ella se dejó besar.
- Bueno bebé, tranquila, yo no voy a contarle nada a nadie; pero comprenderás que tú tampoco puedes contarle nada a nadie... ¿O.K.? Será nuestro secreto... ¿O.K.?
...
Continuará...
Hace como cinco años ya había desarrollado yo ese gusto que hasta ahora tengo por las kines de lujo (A1) y cuanto más jovencitas mejor. Acostumbraba llamar a las agencias más exclusivas y les pedía chicas 'de 18... máximo 19' y por lo general acostumbraba a pedir que me envíen dos o tres para elegir (era práctica común en esa época, no sé si todavía lo será), yo elegía a la que me gustaba y a la(s) otra(s), simplemente, le(s) daba para su taxi. Nunca se me cruzó por la cabeza que pudiera pasarme lo que me pasó.
Me había alojado en un hotel de tres estrellas en San Isidro que me gustaba particularmente por su limpieza y comodidad, su ubicación discreta y, sobre todo, su cochera en el sótano y llamé a una de mis agencias favoritas de ese entonces. La mami ya me conocía los gustos y me recomendó una chica 'nuevecita', a la que llamó Laura (todos los nombres están cambiados), según ella una gringuita flaquita de 18 años recién cumplidos como las que me gustan, una chica super exclusiva que sólo trabajaría los sábados, me dijo que se estrenaría de kine conmigo, que yo sería su primer cliente; pero aunque me aseguró que la nueva chica me encantaría, de todos modos aceptó enviar junto con ella a Lucía, otra chica con la que ya me había atendido antes y que me había gustado, para que yo eligiera. Hasta allí todo era normal, como siempre, 30 minutos más tarde me llamaron de la recepción del hotel, también como siempre, para avisarme que tenía visitas; un minuto después de pedirle al recepcionista que las dejara subir, tocaron a la puerta de mi habitación y a partir de ese instante las cosas habrían de cambiar radicalmente.
Abrí la puerta y me dí de cara con una mocosa bellísima con un escote impactante y una minifalda de infarto, una figura menuda, una piel blanquísima, un cabello lacio de color rubio oscuro que le caía hasta más abajo de los hombros y unos enormes ojos grises que destacaban en un rostro precioso casi sin maquillar... ¡Un rostro que yo reconocí inmediatamente! Nos quedamos pálidos los dos, frente a frente, sin saber qué hacer ni qué decir, casi sin poder respirar...
- ¡Claudia...!
- ¡Tío...!
Yo reaccioné primero..
- Pasa rápido... ¡Pasa..!
Y a la otra chica...
- Gracias, Lucy, aquí tienes para tu taxi, otro día te busco.
No, no era mi sobrina, no de verdad. Era la hermana mayor de una compañera de salón de mi hija. Conocía a su mamá (una viuda con tres hijas), conocía a sus dos hermanas, las había recibido a las cuatro en mi casa para las fiestas de cumpleaños de mi hija, había compartido con ellas excursiones y otras actividades programadas por el colegio. Yo las llamaba por su nombre y ellas me llamaban, como a todos los otros papás de sus compañeritas de colegio, 'Tìo Fulano'.
Cuando cerré la puerta y entré al dormitorio de la suite me la encontré sentada en la cama, cubriéndose el rostro con las manos, llorando.
- ¡Por favor, no le digas a mi mamá! ¡Por favor no se lo digas!
- ¿Pero tú estás loca? ¡Cómo se te ocurre! ¿Sabes lo que te puede pasar? ¡Ni siquiera eres mayor de edad, por amor de Dios! ¡Todavía estás en el colegio! (Yo sabía que ella estaba en 5º de secundaria)
- ¡Sí soy mayor de edad! se defendió, ¡Tengo 18 y 3 meses... te mostraría mi DNI pero se lo han quedado en la recepción!
Sí era posible que tuviera 18, yo sabía que había perdido un año de colegio cuando su papá murió, pero no quise arriesgarme y llamé a la recepción. Le dije al recepcionista que la chica me parecía demasiado joven y que me subiera el DNI con un botones para revisarlo y ver si no era falso. El DNI no era falso, hasta donde yo pude ver, el nombre era su verdadero nombre así como la foto y la dirección de su casa. La fecha de nacimiento indicaba, más o menos, 18 años y tres meses y la adrenalina en mi sangre producto del susto inicial empezó a transformarse en una arrechura feroz.
Luego de despedir al botones con un agradecimiento y una propina me senté en la cama junto a ella; la abracé y ella, sollozando, se dejó abrazar. Le besé los ojos llorosos y ella se dejó besar.
- Bueno bebé, tranquila, yo no voy a contarle nada a nadie; pero comprenderás que tú tampoco puedes contarle nada a nadie... ¿O.K.? Será nuestro secreto... ¿O.K.?
...
Continuará...