User504
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Ayer...
Ajeno a todo mi mundo, decidió mi lado mío, de mí. No miré mi saldo.
No miré atrás.
Abiertas la puertas de para en par, me colé.
Me senté en mi silla-sillón acostumbrado, levanté la pierna derecha sobre la rodilla izquierda, prendí el undecimo cigarrillo, bebí la cerveza heladísima, siempre sordo y ajeno al bullicio del inefable público presente y ávido de perdición y no perderse la desnudez, baile y buen trato, de nuestras chicas, mirándolos por sobre el hombro, negándome a mí mismo y negándo a mi mancha, dejándolos ser. Yo sólo con la mirada tunelizada en mí mismo. Sonriéndome ante las ocurrencias de la mancha de tipos ebrios y alegrones por efecto ólico, tendría q comenzar mi reporte describiendo al borrachín que se subió a la tarima a ritmo de una canción ochentera, pero ya, a estas alturas, tan bajo caer pos no!
Grato fue ver a mi Kelly, mas llena de vida y alegre y cachetoncita, fichando. Ojalá la hubiera encontrado sola. Reencontrarme con mi Valentina, que por supuesto, siempre olvida a los amigos, tambien a mi Tracy, ya no tan gorda, y cerrando el show, buena hembra. Lo que me pareció ver a una Yesenia, de buen cuerpito, danzar incitante, pero regularón
Había más material, chicas nuevas, pero totalmente desconocidas para mí, llamó mi atención una fémina de llavero, bien, pero bien menudita, que sólo fichaba, curiosa de caramelo y figura de mujer. Me causó curiosidad.
La noche prometía. Mi ánimo distímico llegó a salir de la Gruta y se quedó sentadito en la plaza F. Elguera.
La devacle total para mí fue la rubia debilidad, que salió del privado casi amaneciendo, llevada por algún cofrade que no salió nunca, que se quedó allí, a vivir, esperando que algún día lo vuelva a sacar
Mientras me divertía con unos glúteos firmes que se me ofrecían dentro del pv y a ritmo de una maldita canción que no recuerdo, como molestaba el jeans azul, carajo. Enredando mis dedos en los rubios rizos, aromáticos y acercando mis labios a la nuca perfumada y sueve Caí en cuenta que no tenía licencia para matar. Así que sólo disparé balas de salva.
Cuando todo parecía estar de lo mejor, mi cofradía decidió irse, y yo, ausente a toda decisión, sólo los seguí, con los bolsillos hechos pedazos.
Nadie ganó la batalla, pues se quedó allí y yo acá.
Torceré el tiempo.
Bye
Ajeno a todo mi mundo, decidió mi lado mío, de mí. No miré mi saldo.
No miré atrás.
Abiertas la puertas de para en par, me colé.
Me senté en mi silla-sillón acostumbrado, levanté la pierna derecha sobre la rodilla izquierda, prendí el undecimo cigarrillo, bebí la cerveza heladísima, siempre sordo y ajeno al bullicio del inefable público presente y ávido de perdición y no perderse la desnudez, baile y buen trato, de nuestras chicas, mirándolos por sobre el hombro, negándome a mí mismo y negándo a mi mancha, dejándolos ser. Yo sólo con la mirada tunelizada en mí mismo. Sonriéndome ante las ocurrencias de la mancha de tipos ebrios y alegrones por efecto ólico, tendría q comenzar mi reporte describiendo al borrachín que se subió a la tarima a ritmo de una canción ochentera, pero ya, a estas alturas, tan bajo caer pos no!
Grato fue ver a mi Kelly, mas llena de vida y alegre y cachetoncita, fichando. Ojalá la hubiera encontrado sola. Reencontrarme con mi Valentina, que por supuesto, siempre olvida a los amigos, tambien a mi Tracy, ya no tan gorda, y cerrando el show, buena hembra. Lo que me pareció ver a una Yesenia, de buen cuerpito, danzar incitante, pero regularón
Había más material, chicas nuevas, pero totalmente desconocidas para mí, llamó mi atención una fémina de llavero, bien, pero bien menudita, que sólo fichaba, curiosa de caramelo y figura de mujer. Me causó curiosidad.
La noche prometía. Mi ánimo distímico llegó a salir de la Gruta y se quedó sentadito en la plaza F. Elguera.
La devacle total para mí fue la rubia debilidad, que salió del privado casi amaneciendo, llevada por algún cofrade que no salió nunca, que se quedó allí, a vivir, esperando que algún día lo vuelva a sacar
Mientras me divertía con unos glúteos firmes que se me ofrecían dentro del pv y a ritmo de una maldita canción que no recuerdo, como molestaba el jeans azul, carajo. Enredando mis dedos en los rubios rizos, aromáticos y acercando mis labios a la nuca perfumada y sueve Caí en cuenta que no tenía licencia para matar. Así que sólo disparé balas de salva.
Cuando todo parecía estar de lo mejor, mi cofradía decidió irse, y yo, ausente a toda decisión, sólo los seguí, con los bolsillos hechos pedazos.
Nadie ganó la batalla, pues se quedó allí y yo acá.
Torceré el tiempo.
Bye