Nada que ver James, mi profesión esta muy lejana, en características, de la del periodista. Pero es simple, me pareció increíble que una zona con tanta gente pensante (y uno que otro intruso por ahí 
)
estuviera dejando pasar por alto un tema de tanta trascendencia. Y me dedique a recolectar datos de aquí y de allá. Si alguna manía tengo es al de investigar y leer. El único merito es haber ordenado y clasificado la info para que los lectores de la zona estén al tanto de los detalles básicos de esta contienda que tanto nos incumbe.
A continuación, un recuento de hechos y personajes protagonistas que nos han puesto en esta antesala trascendental.
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El Embajador Juan Miguel Bakula, quien diera inicio, formalmente, al proceso que llevo al Perú al contencioso con Chile, fue un diplomático de trayectoria ejemplar y extraordinaria personalidad, con una notable contribución al desarrollo de la política internacional del país, cuya lista de condecoraciones, grados académicos, pero especialmente experiencia profesional fue larguísima y muy admirada por tirios y troyanos.
En mayo de 1986, poco después de que Alan García asumiera por primera vez la presidencia de Perú, el entonces canciller chileno Jaime del Valle recibió por primera vez un reclamo oficial peruano por el límite marítimo. El mensajero fue Bákula. El embajador dijo a Del Valle que no existía un tratado, que su ausencia crearía tensión y que era necesario iniciar un diálogo para resolver el problema. Al final de la cita, el canciller le pidió enviar el planteamiento por escrito. Días después, el Ministerio de RR.EE. chileno emitió una declaración, dando cuenta de que se “tomó nota” de la postura limeña. Hoy, varios diplomáticos chilenos son críticos de que Del Valle no rechazara -también por escrito- la pretensión limeña. El silencio de Del Valle -presentado como aceptación del diferendo- es uno de los argumentos de Perú en La Haya.
En 2007, cuando Lima ya había definido su itinerario para ir a La Haya, el canciller José García Belaunde se contactó con Bákula y le ofreció asesorar al equipo peruano. El embajador desechó la oferta, pues quería dedicarse a escribir, pero colaboró con opiniones a través de correos.
Su muerte se dio tres años después, en Octubre de 2010 y fue una noticia que, concordante con su encomiable estilo de vida, pasó casi desapercibida al punto que los medios de comunicación se enteraron de esta por una casual llamada de un reportero interesado en obtener sus declaraciones acerca de un convenio firmado por esos días entre Alan García y Evo Morales.
Dicen que estuvo lúcido, en su casa, hasta el último día de sus 96 años. Tanto, que habría pedido a Laura, su esposa, que el funeral fuera lo más privado posible, Sus amigos, aunque menores todos, también estaban viejitos. Y para qué molestarlos, pues. Típico gesto final de un gran señor y gran intelectual.
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El otro pionero de la demanda peruana contra Chile fue el Almirante Guillermo Faura Gaig, experto en inteligencia, geopolítica, guerra antisubmarina, diplomacia y Derecho internacional Marítimo. Integró la delegación peruana a las conferencias de la ONU sobre Derecho del Mar, que culminaron con la Convención de Mar (CONVEMAR) en 1982. Su jefe diplomático era el embajador Juan Miguel Bákula. Juntos impulsaron la tesis de los derechos de los países con espacios marítimos colindantes que se percibían perjudicados en el reparto de las aguas. A falta de acuerdo previo, éstos podrían impugnar el statu quo invocando la equidad. Gran parte de sus tesis, contenidas en su libro El mar peruano y sus límites (1977) serán asumidos como alegatos por los juristas peruanos ante La Haya.
¿Porque es hoy su nombre desconocido en nuestro país, que le ha negado el reconocimiento que le corresponde?
El Almirante Faura Gaig cometió un gran e imperdonable pecado: fue el principal de los poquísimos jefes de su arma que se comprometieron con la revolución militar socialista de Velasco Alvarado. Su nombramiento en 1974 como Comandante General de la Marina provoco una seria desestabilización en el gobierno que, a esas alturas, ya presentaba serias fisuras sobre todo por las pugnas entre el Ejército y la Marina que se encontraba alineada con Morales Bermúdez, gestor del posterior derrocamiento de Velasco. Este, Morales Bermúdez, era un enemigo declarado de Faura Gaig, quien a su vez se convirtió en el principal critico de su gestión al punto de considerarlo un traidor al Perú a causa de la supuesta complicidad de Morales Bermudez con sus homólogos Pinochet y Banzer durante las negociaciones que estos hicieran en 1976 sobre la salida de Bolivia al mar por Arica. Para Faura era insólito que existieran conversaciones entre los vecinos países mientras el Perú no hubiera resuelto el tema de sus fronteras marítimas con Chile (recordemos que la actual tesis peruana de la equidistancia reserva para el Perú parte del territorio marítimo que se encuentra frente a Arica) y mucho más aun, que estas gozaran de la aquiescencia del mandatario peruano. Finalmente esas negociaciones no prosperaron y el tiempo terminaría dándole la razón a Faura Gaig.
Pero el daño ya estaba hecho y hoy en día Faura Gaig es poco menos que un desconocido. Morales Bermudez nunca siquiera considero sus tesis que, años más tarde, serian acogidas por los sucesivos gobiernos que encaminaron la demanda ante La Haya.
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El año 1997 la Armada chilena elaboró su Carta de Navegación en la que trazó el que, a su criterio, era el límite marítimo con el Perú mencionando el paralelo como frontera. Dicha cartografía fue inscrita en Setiembre del 2000 por la Moneda en la ONU motivando una nota de protesta peruana desconociendo ese límite marítimo.
El mapa, enviado por la administración de Ricardo Lagos a la ONU, molestó al gobierno provisorio de Valentín Paniagua, que reclamó ante la ONU por la cartografía. La disputa continuó en los meses subsiguientes y se materializo en un intercambio reservado de notas de cancillería a cancillería. En marzo de 2001 la Armada chilena trasladó al oeste, y acercándose hacia la línea de frontera, una caseta de vigilancia. La decisión provocó marchas desde Tacna y una nota de protesta limeña, en la que planteaba que no se había cumplido el acuerdo de avisar al país vecino, en este caso el Perú, de maniobras a 100 metros del límite.
La Armada chilena había llevado a cabo esta maniobra de motu propio en medio del reservado intercambio de notas con Perú, incluso sorprendiendo a Lagos y sin respetar una cartilla negociada cinco años antes por los comités de inteligencia de los Estados Mayores de las FF.AA. de ambos países con un protocolo para actuar en los 100 metros adyacentes a la frontera. En medio de la tensión, Lagos presionó a la Armada para retirar la caseta a 400 metros del límite e instruyó que la seguridad en la zona quedara a cargo de Carabineros. En paralelo, ambas cancillerías dieron carácter oficial a la cartilla desconocida por la marina chilena. Nada de lo negociado, sin embargo, quedó por escrito. Semanas después, ya resuelto el problema de la caseta, se supo de la existencia de micrófonos en la embajada de Chile en Lima. La filtración del caso se atribuyó -en círculos diplomáticos- a la Armada chilena.
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Al asumir la presidencia de la República en el 2001, Alejandro Toledo se aboco a la necesaria tarea de someter a las FF AA al poder civil, tras la década de dictadura cívico militar fujimorista. Para facilitar esa tarea, una de sus principales preocupaciones fue la de lograr un acuerdo con Chile para congelar el gasto en armamentos y evitar así alguna figuración excesiva de los mandos militares durante su gestión.
Toledo le propuso a Lagos postergar la compra de aviones F-16 durante la visita de este a su asunción al mando y también durante una gira oficial realizada a Chile. También transmitió su preocupación a través de emisarios oficiales.
En setiembre de 2001, el yerno de Lagos y encargado de la negociación del offset por la compra de los F-16 había viajado a Lima por motivos de trabajo y tuvo una reunión familiar en casa de una prima suya, esposa de Esteban Silva, dirigente socialista chileno y entonces asesor directo de Toledo. Cercanos al ex mandatario peruano afirman que Silva avisó a Toledo que Rivas estaba en su casa. A los pocos minutos llegó a la residencia de su asesor y le planteó al ejecutivo chileno su preocupación por la compra de armamento chileno. Rivas le respondió que él no estaba a cargo de las adquisiciones, sino sólo de la compensación que implicaba la compra. También le dijo que se trataba sólo de renovación de material.
Toledo resintió la falta de apoyo del gobierno chileno. Ese habría sido el punto de partida del enfriamiento en la relación bilateral y del protagonismo del grupo de diplomáticos y funcionarios ligados a la Armada que desde la Cancillería peruana impulsaba el tema de los límites. García Sayan, primer canciller de Toledo, no habría sido partidario hasta entonces de la demanda. El 12 de julio de 2002, García-Sayán dejó la cancillería y llegó Wagner, el mismo que en 1986 envió a Bákula a Chile y que hoy es agente en La Haya.
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Un hecho significativo tuvo lugar en setiembre de 2001 y se convirtió, junto a la negativa de postergar la compra de los F16 por parte de Lagos, en factor clave en el deterioro de la relación peruano-chilena y el ascenso político de los sectores que apoyaban la demanda marítima contra Chile. El canciller boliviano Gustavo Fernández, anunció que La Paz decidiría en seis meses cuál sería el puerto de salida para la exportación del gas boliviano: Perú o Chile.
El entonces presidente chileno Ricardo Lagos había iniciado una negociación con La Paz para exportar el gas por Chile a través de la entrega de un enclave, que permitiera además solucionar la histórica reivindicación marítima boliviana.
En diciembre de 2001, ya con Toledo convencido del fracaso de sus negociaciones de desarme, designó en La Paz al experimentado embajador Hernán Couturier con la misión de ofrecer a Bolivia la alternativa de un puerto peruano para el negocio del gas y bloquear los acercamientos entre Santiago y La Paz. La embajada peruana en Bolivia llegó a contar, entonces, con más de 30 funcionarios.
En medio de movilizaciones sociales, el gobierno boliviano congeló las negociaciones por el gas con Chile el 5 de agosto de 2002.
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Cuando en junio de 2006, Alan García viajo como mandatario electo a Chile, fue recibido con honores por la presidenta chilena Bachelet. El voluminoso nuevo mandatario era considerado entonces gran amigo de Chile y llamado a desacelerar, y por qué no, detener la movilización de la diplomacia peruana en torno al diferendo marítimo.
“Michelle, ten la certeza de que el tema no saldrá de la gaveta del escritorio” habría dicho levantando una mano en uno de los salones de La Moneda, según testigos, Alan García a una satisfecha Bachelet.
García se refería, al mencionar la gaveta de su escritorio, a 11 informes jurídicos destinados a demandar a Chile ante La Haya que permanecían a la espera de su activación por parte del nuevo gobierno.
El libreto se repitió al mes siguiente cuando la ex Mandataria viajó a Lima a la asunción de García. Ahí, viendo la parada militar, ambos cantaron el himno peruano.
Los chilenos tuvieron que pagar también ellos, aunque esta vez con resultados favorables al Perú, el desconocimiento de la famosa escopeta de dos cañones que el Apra, y sobre todo su indiscutido líder, han patentado.
Y es que la postura de Alan García tenía un matiz que no fue calculado en Santiago: mantendría congelada la demanda, si, pero aspiraba a negociar bilateralmente los límites marítimos. Nada más acorde con la personalidad del recién reestrenado mandatario. García seguramente soñaba con ser el gestor personal del último acuerdo de trascendencia nacional referido a nuestras fronteras.
Fue así que, en reuniones con su par chileno Foxley, José García Belaunde, el nuevo canciller peruano, deslizó la idea de abrir conversaciones sobre el asunto. Incluso sugirió tomar como ejemplo acuerdos para compartir zonas de pesca suscritos por Noruega. La idea era abordar el tema limítrofe “por encima”, sin hablar estrictamente de límites. La respuesta de Foxley fue contundente: “temas del siglo XXI, todos; del siglo XIX, ninguno”.
Pocos meses después, en enero de 2007, el congreso chileno aprobaba la ley que creaba la provincia de Arica Parinacota y que fijaba su límite norte en el Hito 1. ¿Respuesta chilena ante la presión peruana para resolver el tema limítrofe bilateralmente? Tal vez. Lo cierto es que el hecho genero una fuerte reacción en nuestro país.
La advertencia peruana no se hizo esperar e incluía la posibilidad de dejar en manos del Presidente de EE.UU. la controversia tal y como lo estipula el Tratado de 1929.
Tras la aprobación de la ley, el canciller peruano llamó en consulta a su embajador en Chile, Hugo Otero para dejar de manifiesto la molestia peruana. También le pidió que realizara gestiones para poder viajar en secreto a Chile provocando la alarma de su par chileno que de inmediato llamó a García Belaunde para ofrecerle una alternativa. La carta fue un viaje a Lima del ex senador PS Ricardo Núñez, antiguo amigo de Alan García. Se trataba de un emisario personal de Bachelet. El senador chileno, quien además era el presidente de la comisión de la Cámara Alta que había aprobado la ley, le explicó cómo había sido todo el proceso y le anunció que Chile se comprometía a resolver el tema a través del Tribunal Constitucional. También le transmitió el mensaje de que, a cambio, Perú desistiera de la idea de demandar a Chile en La Haya. La jugada chilena quedaba de esa forma desnudada por ellos mismos.
Pocos días después, Alan García llamó a García Belaunde a Palacio y concluyeron en que las protestas, cada vez mayores, eran un indicativo real de que la situación no daba para más.
A mediados de marzo, García Belaunde viajó a París a entrevistar al abogado francés Alaine Pellet. Perú contrataba así al primer jurista del equipo que llevaría la demanda ante la Corte Internacional.
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En junio del 2007 Chile fue oficialmente notificado de la decisión peruana de demandarlos ante La Haya. Diez días después, en la cumbre de la Comunidad Andina de Naciones en Tarija, Bolivia, Bachelet se reunió con Alan García, quien le ratificó su decisión.
La ruta estaba definida.
En agosto de ese año, Perú publicó su carta náutica, teniendo como referencia la Ley de Líneas de Base aprobada por Toledo en 2005. El nuevo mapa definía el límite con Chile 260 metros al suroeste del Hito 1 y demarcaba un triángulo en el mar llamado “área en controversia”. El documento generó una fuerte protesta chilena. Hubo otra cuando Lima inscribió el mapa en la ONU.
De ahí en adelante no hubo más que tensión entre Lima y Santiago. La demanda se interpuso en enero de 2008 y Chile congeló la agenda política. En noviembre de ese año se filtró un diálogo privado del entonces jefe del Ejército peruano, Edwin Donayre, en el que dice que los chilenos saldrán “en bolsas plásticas” de Perú. El caso abrió una fuerte pelea Bachelet-García. En abril de 2009, en una cita de ambos presidentes en Trinidad y Tobago, el canciller chileno Mariano Fernández -quien acompañaba a la ex Mandataria- encaró a García por el tono duro contra Chile de la memoria entregada por Lima en La Haya. En noviembre de ese año, el ex jefe de Estado calificó de “republiqueta” a Chile por una denuncia de espionaje.
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Históricamente, Quito había sido un aliado de Chile. Daban por descontado el respaldo ecuatoriano ante la Corte de la Haya. Como tercer firmante de los acuerdos limítrofes de 1952 y 1954 siempre refrendó su validez.
Sin embargo, en una reunión de 2009 durante la Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago el mandatario ecuatoriano sorprendió a Bachelet. Le informo que su país mantenía su postura sobre los tratados limítrofes, pero que debía cautelar sus intereses y que Perú le había ofrecido un “curso de salida” sobre el límite marítimo que encontraba interesante.
Perú había iniciado un intenso trabajo diplomático en Quito casi desde 1998, después del tratado que puso fin a la Guerra del Cenepa, mientras que la embajada chilena se fue descuidando y recién a partir del 2009 se dio inicio a un fuerte lobby chileno sobre Correa. El objetivo era que Ecuador respaldara ante la Corte de La Haya la postura chilena. Perú también hizo una fuerte presión en contrario. El mandatario quiteño optó por lo suyo: en 2010 elaboró una carta náutica con un gesto a Chile, señalando que dicho mapa se basaba en los acuerdos del 52 y 54.
De esta manera, Correa emplazó a García a reconocer el mapa. O, de lo contrario, iría a La Haya. Lima reaccionó negociando un entendimiento con Quito: fijó por primera vez las coordenadas de la frontera marítima entre ambos países. García presentó el acuerdo como el primer tratado limítrofe y el Presidente Correa, al conseguir su propio objetivo, anunció que no iría a la corte. Punto para Perú.
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Al asumir el mando en 2010, Sebastián Piñera asumió también el llamado diseño de las “cuerdas separadas” en sus relaciones bilaterales con el Perú. “Que la agenda del pasado, que nos divide, y la agenda del futuro, que nos une, corran por carriles separados” había dicho antes, como candidato, en una visita a Lima durante el 2008, solo dos meses después de que el Perú interpusiera la demanda ante La Haya, ocasionando la molestia de Bachelet.
Tras vencer a Frei en las elecciones chilenas, Piñera se reafirmó en su posición. La idea, acogida de buen talante por un García saliente, era asegurar el buen clima para las crecientes inversiones en ambos países. La misma disposición ha sido mostrada por el actual presidente peruano Ollanta Humala: favorecer en la mayor medida de lo posible la distención de la relación bilateral.
Los resultados de dicha estrategia se verán al iniciarse la etapa crítica del litigio, a partir de la próxima semana, durante los alegatos de ambos países, cuando el tono de las acusaciones suba y se muestren pruebas para debilitar la postura contraria.
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Salud.