Esa clase de amoresRöhm era abiertamente homosexual -éste no es un detalle menor-. Llegó acompañado de un mancebo, pintor, de 19 años, muniqués, llamado Martin Schätzl. Mientras residió en La Paz, Röhm vivió primero en la casa de un tal Cipriano del Carpio. Más tarde ocuparía un pequeño departamento en la casa de Franz Tamayo, en la calle Loayza. Tomó un profesor de español. A Röhm le pesaba no encontrar esa clase de amores en Bolivia y le escribía cartas con esa clase de lamentos íntimos a su confidente, un psiquiatra berlinés de apellido Heimsoth.En Bolivia, su ascenso inmediato, y el aprecio que encontró entre sus camaradas bolivianos por sus evidentes dotes militares le despertaron la ambición. Algunos oficiales bolivianos lo creían sin duda más capaz que Kundt. En los juegos de guerra de 1929 comandó una de las facciones del Ejército, que se alzó con la victoria.
Empezó a codiciar el cargo de su jefe. Röhm era el militar alemán con el mayor rango después de Kundt en Bolivia. Éste se dio cuenta de las ambiciones y maniobras de aquél y fue el segundo paso de una mala relación. A Kundt le incomodó desde el primer momento la presencia del rudo capitán nazi. Pronto ejerció su jerarquía y desplazó a Röhm a revistar en guarniciones lejos de La Paz: Oruro, Challapata, Uyuni, Sucre, el Chaco. Mientras estuvo en La Paz, Röhm se consiguió como amante a un joven recluta, de apellido Llanque. Desde todos sus destinos militares bolivianos Röhm le escribía a Heimsoth con todo detalle sobre su añoranza por los placeres sensuales berlineses.Como casi siempre, la política boliviana era turbulenta. El éxito diplomático del presidente Hernando Siles en la resolución pacífica -y satisfactoria para Bolivia- del incidente de fortín Vanguardia no fue suficiente para paliar la agitación reinante. Para colmo, contra todo consejo y prudencia, Siles -en general un buen presidente- decidió prorrogarse en el poder mediante una truculencia. Ello desató una ola de protestas que abarcarían mayo y junio de 1930 y que desembocarían en una sangrienta revolución que lo derrocaría.Kundt y el puñado de oficiales alemanes que servían en el Ejército boliviano permanecieron leales al Gobierno de Siles. Röhm fue la excepción y su rol fue importante en la caída del régimen. Las manifestaciones en La Paz (que produjeron un par de muertos) se mantuvieron bajo el control de la Policía (el Ejército permaneció acuartelado) durante varias semanas.

Lo que inclinó decisivamente la balanza fue el pronunciamiento militar, el 25 de junio de 1930, de la Primera División del Ejército, con asiento en Oruro, que desconocía al Gobierno de Siles. El manifiesto está firmado por un teniente coronel de nombre José Luis Serrano, comandante del Regimiento Camacho 1º de Artillería, parte de la Primera División. Varios otros oficiales firman el manifiesto, pero no Röhm. Otra vez: ¿cuál fue el papel de Röhm? En ausencia del comandante de la división, general Carlos de Gumucio, Röhm era el Jefe de Estado Mayor de dicha unidad militar. Sin su consentimiento, la división no podría haberse pronunciado, ni mucho menos movilizado. Sólo con el consentimiento de Röhm pudo haber hecho ambas cosas, y las hizo. Los hechos de Oruro fueron particularmente sangrientos y la violencia se contagió al resto del país.El Gobierno de Siles cayó y él tuvo que exiliarse. Kundt también, junto con todos los oficiales alemanes, menos, obviamente, Röhm. El fundador de la SA todavía se quedó en Bolivia algunos meses. Existe una versión no confirmada de que el jefe de la insurrección, el general Carlos Blanco Galindo, o alguno de los miembros de la junta de gobierno que asumió el mando de la nación -posiblemente el general Filiberto Osorio-, le ofrecieron a Röhm el puesto de Kundt. El hecho es que la oferta, si existió, no se concretó. Permaneció un tiempo en el mando de la división en Oruro. Regresó a La Paz, a la casa de Tamayo, con Schätzl. El ministro Marckwald informaba a Berlín que las autoridades bolivianas deseaban intensamente mantener aquí al coronel Röhm.

El ex jefe de la SA puso como condición que lo nombrasen subjefe del Estado Mayor. Es en este momento cuando Röhm recibe el telegrama de Hitler, llamándolo urgentemente a sofocar la rebelión parda. En septiembre telegrafió a un camarada que regresaría en noviembre, que le avisaran a su madre y a Hitler. Röhm y Schätzl partieron de Bolivia a mediados de octubre y llegaron a Múnich el 6 de noviembre.Hitler nombró a Röhm Stabschef (Jefe de Estado Mayor) de la SA. Röhm eligió como el símbolo de su rango el emblema del Ejército boliviano en las solapas o el cuello: la estrella de seis puntas rodeado por una corona de laureles. En las fotos se distingue al Röhm de antes y después de Bolivia por ese emblema.En Alemania se encontró con las recriminaciones de sus camaradas alemanes expulsados de Bolivia tras la caída de Siles. En su respuesta publicada en el semanario Illustierte Beobachter escribió que a mi regreso traje los más gratos recuerdos acerca de los bolivianos. Siento y sentiré la más íntima unión con mis camaradas bolivianos, tanto con la tropa como con el Estado Mayor. Ya fuera tras un escritorio en el Estado Mayor, o bien en maniobras en el campo de ejercicios con algún regimiento, o en juegos de guerra, en reuniones de análisis y crítica, siempre encontré buena voluntad y alegría para el trabajo, tanto entre la tropa como entre la oficialidad. Se siente uno en su patria cuando se vive y trabaja con esa tropa y ese comando, educados en la escuela y sistema alemanes. Solamente necesitaba traducir mi pensamiento al español para que lo demás marche por sí mismo, tal como se enseña en el mejor ejército del mundo. Luego saludó a sus amigos, todos miembros de la nueva Junta de Gobierno: Antes que a mis amigos y superiores, debo resaltar al señor ministro de Guerra, coronel José L. Lanza, oficial de gran nobleza, tanto de pensamiento como de sentimiento. Dignos de no mejor estima y atención son el señor ministro de Relaciones Exteriores, coronel Filiberto Osorio; el de Hacienda, teniente coronel Emilio González Quint; el Ayudante General del Ministro de Guerra, teniente coronel Melitón Brito, todos ellos fieles y apreciados camaradas míos. Yo deseo para mi segunda patria que en el futuro estos hombres continúen sirviendo en su conducción, cuando las elecciones de enero le den a Bolivia un nuevo gobierno. En otra ocasión admitiría: Prefiero hacer revoluciones, que celebrarlas.Como el asombroso organizador que era, ya en Alemania convirtió a la SA en un cuerpo de (dependiendo de la fuente que se consulte) entre dos y cuatro millones de miembros, uniformados y con disciplina militar. En comparación, por las restricciones del Tratado de Versalles, la Reichswehr contaba con apenas 100 mil efectivos. La idea de Röhm era remplazar al Ejército, conservador y aristócrata, con su milicia popular.Resurgió la vieja pugna con Hitler, pero Röhm no colocaría a su SA bajo el mando político del NSDAP.
El tema sólo se resolvería con la muerte de uno de ambos.Röhm se ocupó de cultivar sus relaciones bolivianas. Louis P. Lochner, corresponsal de la Associated Press en Berlín, recuerda una charla que sostuve en 1930 con Ernst Röhm, el único hombre de la jerarquía nazi que tuteaba a Hitler. Lo trajo a mi despacho un diplomático boliviano, Federico Nielsen Reyes, quien entendía que ya era hora de que un representante de la Associated Press conociera personalmente a los dirigentes del futuro régimen alemán. Röhm, a su vez, me presentó a Hitler unos meses después. En efecto, Röhm visitaba ocasionalmente la Legación de Bolivia en Berlín y la casa de Nielsen Reyes, con quien hizo amistad. Röhm amaba extraordinariamente a Bolivia, explicó Nielsen Reyes. Solía venir alguna vez a mi casa y tocaba en el piano el himno nacional boliviano, que conocía de memoria. Era un hombre culto, muy inteligente y leal a Hitler hasta donde yo estaba en posición de saber, diría el diplomático boliviano.Röhm mantuvo sus lazos con Bolivia a través de la misión en Berlín. En la edición revisada de sus memorias, publicada en 1933, Röhm anotó que permaneció como oficial en servicio activo en licencia prolongada del Ejército boliviano en Alemania. Y mantuvo sus opciones bolivianas abiertas hasta el último momento. En 1931 y 1932 explicó detalladamente a la Legación Boliviana que no podía regresar a Bolivia. Al parecer hubo un intento de llamarlo, en febrero de 1932, por parte de su amigo Filiberto Osorio.En enero de 1932 habría elecciones presidenciales. Hitler le disputaría el puesto al venerado mariscal Paul von Hindenburg, con pocas probabilidades de éxito. Para colmo, las cartas íntimas que Röhm le había escrito al psiquiatra Heimsoth desde Bolivia acerca de su homosexualidad encontraron su camino hasta la prensa socialdemócrata. La publicación de las cartas bolivianas de Röhm causaría un irreparable estrago en las posibilidades electorales de Hitler y causó un importante y escandaloso remezón en la política alemana.En el desgraciado año de 1932, cuando estalló la Guerra del Chaco, Röhm hizo saber su apoyo personal a la causa boliviana, a pesar de la neutralidad oficial germana.Por todo aquello, Röhm cayó en profunda desgracia, pero en un año había remontado, con habilidad, la tormenta. Para cuando los nazis tomaron el poder -elecciones mediante- en enero de 1933, Röhm fue ministro sin cartera y sin duda alguna el nacionalsocialista más poderoso -incluido Hitler, pues contaba con un verdadero ejército a sus órdenes-.Hitler insistió sin éxito en su pedido de subordinación. Röhm no sólo se negó, sino que alzó la apuesta: la SA debía convertirse en la base del Ejército. Pero no quería imponerse. Le dijo a Hitler que si no aceptaba su propuesta, él se apartaría con mucho gusto otra vez, para regresar a la hermosa Bolivia.El impasse personal se convertiría en cuestión de Estado. El ejército alemán, todavía constreñido por las cadenas de Versalles, veía en Röhm y su SA una amenaza. Los demás jerarcas nazis -Hermann Göring, Heinrich Himmler, Joseph Göbbels- también.
De modo que entre todos le armaron un corralito al rollizo jefe de los camisas pardas. Si bien en retrospectiva su lealtad al Führer no puede ser puesta en duda, el propio Röhm contribuyó al clima de paranoia conspiracionista al publicar, en diciembre de 1933 y en junio de 1934, dos proclamas en las que destacaba el rol revolucionario de la SA como el remplazo del Ejército, para lo que reclamaba una segunda revolución.La fecha señalada fue el 30 de junio de 1934, la tristemente célebre noche de los cuchillos largos. La ocasión fue bien aprovechada por los buitres. Todos los mencionados, y otros, encontraron la oportunidad para deshacerse de sus rivales políticos. Los generales Göring, Himmler y Göbbels alimentaron el clima de paranoia de que era presa Hitler y le hicieron creer que el levantamiento de la SA era inminente. Desapareció y fue remplazada toda la plana mayor de la SA. Se calcula conservadoramente que murieron ejecutadas más de 200 personas. Röhm fue ejecutado en la cárcel muniquesa de Stadelheim dos días después. La SA pasó a ser un cuerpo simbólico. La siniestra SS se abrió paso hacia la historia de la maldad.Sólo después de Röhm, Hitler se constituyó en el líder indiscutible y totalitario de Alemania, y en el juez supremo de vidas y haciendas, hasta el trágico final del III Reich en 1945.¿Cuán diferente hubiese sido la historia del III Reich -y del mundo- con un Röhm al que se hubiese permitido vivir? ¿Cuán diferente hubiese sido una historia de Bolivia si Röhm se quedaba o regresaba? ¿Cómo hubiese transcurrido la Guerra del Chaco con un Röhm en lugar de un Kundt?Robert Brockmann S. es autor de El general y sus presidentes Vida y tiempos de Hans Kundt, Ernst Röhm y siete presidentes de Bolivia, 1911-1939.Hitler utilizó su tiempo tras rejas para escribir Mi lucha. Röhm, para reorganizar el partido y la SA bajo diferentes nombres. Hitler concluyó que no tomaría el poder por la fuerza
Hitler insistió sin éxito en su pedido de subordinación. Röhm no sólo se negó, sino que alzó la apuesta: la SA debía convertirse en la base del Ejército. Pero no quería imponerse. - See more at:
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