Elmilamores19
Recluta
Cuando llegué a Cajamarca, tuve que quedarme a vivir en la casa de una tía puesto que ya no alcanzaba el dinero para arrendar cuarto. Felizmente me acogió sin peros y me instalé en la comodidad de su hogar.
Y como cosas de la vida, después de tantos años, volví a ver a mi querida prima. La describiré para que se hagan una idea. Es blancona, algo chaposa, bajita, senos pequeños, caderas anchas y un aceptable toto. La llamaremos Carolina para esta anécdota.
Los primeros meses transcurrieron con normalidad. Nos bromeábamos y conversábamos sobre cosas de su edad. Los novios, las clases, ya saben. A veces me pedía apoyo en sus tareas a lo cual accedía porque siempre me atendía con mi desayuno, almuerzo o cena. Sobre todo los fines de semana que valgan verdades eran los únicos días que podía estar ahí.
A veces subía al cuarto donde me habían asignado y hacíamos juntos sus tareas. Cierta tarde subió triste porque su profesora de inglés la había calificado con baja nota y temía jalar ese curso. La consolé diciendo que la iba a apoyar en esa tarea. Cuando terminamos su Project de exposición, indicándole todo sobre la correcta pronunciación, se acercó a abrazarme, y de la nada me dio un piquito. Me dejó sorprendido en verdad.
Solo sonreímos e hice que no había pasado nada. Cada vez que me iba al trabajo, se despedía dándome besitos media luna. Con esas insinuaciones, cada vez que nos quedábamos en la cocina, aprovechaba en abrazarla por detrás para sentir esa colita que se maneja, y mis manos abrazaban su cuello para luego sutilmente descender y así acariciar sus senos, encima de su top.
Cuando solía llover, subía a mi cuarto diciendo que tenía frío. Se recostaba y yo me echaba a su lado, en posición cucharita y mis manos, como ya sabrán, acariciando esas tetitas. Aun no me atrevía bajar mis dedos a su conchita por temor a asustarla. Tenía que tomar su tiempo.
Así estuvimos varias semanas, a escondidas, hasta que cierto domingo, todos se fueron a realizar compras a una feria. Yo, en verdad ni enterado de ese aquello. Cuando llegué solo estaba ella cuidando la casa. Cuadré mi nave y saqué toda mi ropa para lavar. Estaba empezando a darle como lavandero, y de la nada empezó una torrencial lluvia que con las justas me dio tiempo para colocar todo bajo techo. Subí mojado con dirección al cuarto, y sin darme cuenta, ella detrás de mí. Me saqué la ropa sin percatarme que ella estaba ahí.
Solo me había quedado en bóxer. Y ella se queda mirando pícaramente. Solo atiné a preguntarle que hacia ahí. No respondió. Me acerqué y nos besamos con pasión. La eché sobre la cama para besar su cuello, bajar a su vientre y hacerle sentir un cosquilleo. La senté y le que retiré su polo dejándola en brasier. Luego bajé el buzo que traía puesto y la dejé con su calzón rojito.
Ahí pude ver unos rollitos aceptables pero comestibles. Ella un poco se avergonzó pero para romper el hielo le dije que me encantaba sus rollitos sexys. Sonrió y procedimos a seguir besándonos. Fui bajando lentamente por su cuello, mientras mis dedos desabrochaban su sostén. Y bueno, era como lo imaginé. Unos senos chiquitos, pezones marrones pero bien erectos con ganas de ser succionados. Eso hice y comenzó a jadear de placer. Mis dedos para ese entonces hacían de las suyas en su vagina.
Después de sentir su humedad deslizándose por sus muslos, le retiré su trusa e introduje mi lengua en su conchita húmeda. Me zambullí unos minutos quedando embarrado de sus jugos. Con mis dedos separé sus labios vaginales para hallar ese botoncito del placer para darle unas lamidas que hicieron que explote de placer y sus muslos terminaron temblando de tanto delirio.
Le di vuelta, poniéndola en cuatro para darle mordidas y palmadas a esa colita. Ver como se ponía rojo me enfermaba. Procedí en darle un beso negro para que sienta nuevas sensaciones. Ya con el amiguito lagrimeando, le indiqué que me diera una mamada. Se sorprendió porque no sabía cómo hacerlo. Que rico es instruir a una chiquita novata. No lo hizo bien pero valía la pena. La tuve instruyendo por cinco minutos para luego echarla sobre la cama, abrir sus piernitas y ver esa conchita rosadita.
Coloqué mi pene en la entrada de su vagina, jugando que ingresaba. Así jugaba hasta que ella me pidió que la penetrara. Eso hice con lentitud porque si bien no era virgen (más adelante me comentó que ya lo había hecho una vez con un pata precoz de su cole) sentía tremendo ajuste. En ese vaivén lento iba hasta que entró en su totalidad. Ahí me detuve para que se acostumbre. No iba a ser brusco porque sea como sea era mi querida primita.
Inmediatamente comencé a moverme y sin mentir, no habría pasado ni tres minutos y ya había llegado. Yo seguía dándole y feliz de que mi primita gozara y llegara a cada instante. Estaba por espacio de 10 minutos penetrando y sin llegar, disfrutando de los gemidos ricos que se mandaba a cada instante, hasta que una vecina comenzó a llamar preguntando por mi tía. Y pensar que ya la iba a poner en cuatro.
En fin, estaba colorada de tantos orgasmos, sin fuerza para poder levantarse. Caballero no más, tuve que salir de la jugosa conchita de mi querida Carolina, ponerme algo de ropa y atender a la vecina impertinente. Todo para que después se vaya porque no estaba mi tía.
Pero tuve la fortuna de mi lado puesto que pude divisar a lo lejos que la familia estaban acercándose. Corriendo fui al cuarto, y alerté a mi prima que se cambie rápido que ya llegaban. Imagínense el lío que se habría armado si encontraban a su nena piernas arriba, gimiendo rico de tantas embestidas que le estaba dando.
Así muerta se vistió, y se fue a la cocina haciéndome el ademan de que estaba hacendosa en sus quehaceres. Actuamos como si nada hubiera pasado. Pero a la hora de la cena, me brindó una miradita como pidiendo repetición…
To be continued…
Y como cosas de la vida, después de tantos años, volví a ver a mi querida prima. La describiré para que se hagan una idea. Es blancona, algo chaposa, bajita, senos pequeños, caderas anchas y un aceptable toto. La llamaremos Carolina para esta anécdota.
Los primeros meses transcurrieron con normalidad. Nos bromeábamos y conversábamos sobre cosas de su edad. Los novios, las clases, ya saben. A veces me pedía apoyo en sus tareas a lo cual accedía porque siempre me atendía con mi desayuno, almuerzo o cena. Sobre todo los fines de semana que valgan verdades eran los únicos días que podía estar ahí.
A veces subía al cuarto donde me habían asignado y hacíamos juntos sus tareas. Cierta tarde subió triste porque su profesora de inglés la había calificado con baja nota y temía jalar ese curso. La consolé diciendo que la iba a apoyar en esa tarea. Cuando terminamos su Project de exposición, indicándole todo sobre la correcta pronunciación, se acercó a abrazarme, y de la nada me dio un piquito. Me dejó sorprendido en verdad.
Solo sonreímos e hice que no había pasado nada. Cada vez que me iba al trabajo, se despedía dándome besitos media luna. Con esas insinuaciones, cada vez que nos quedábamos en la cocina, aprovechaba en abrazarla por detrás para sentir esa colita que se maneja, y mis manos abrazaban su cuello para luego sutilmente descender y así acariciar sus senos, encima de su top.
Cuando solía llover, subía a mi cuarto diciendo que tenía frío. Se recostaba y yo me echaba a su lado, en posición cucharita y mis manos, como ya sabrán, acariciando esas tetitas. Aun no me atrevía bajar mis dedos a su conchita por temor a asustarla. Tenía que tomar su tiempo.
Así estuvimos varias semanas, a escondidas, hasta que cierto domingo, todos se fueron a realizar compras a una feria. Yo, en verdad ni enterado de ese aquello. Cuando llegué solo estaba ella cuidando la casa. Cuadré mi nave y saqué toda mi ropa para lavar. Estaba empezando a darle como lavandero, y de la nada empezó una torrencial lluvia que con las justas me dio tiempo para colocar todo bajo techo. Subí mojado con dirección al cuarto, y sin darme cuenta, ella detrás de mí. Me saqué la ropa sin percatarme que ella estaba ahí.
Solo me había quedado en bóxer. Y ella se queda mirando pícaramente. Solo atiné a preguntarle que hacia ahí. No respondió. Me acerqué y nos besamos con pasión. La eché sobre la cama para besar su cuello, bajar a su vientre y hacerle sentir un cosquilleo. La senté y le que retiré su polo dejándola en brasier. Luego bajé el buzo que traía puesto y la dejé con su calzón rojito.
Ahí pude ver unos rollitos aceptables pero comestibles. Ella un poco se avergonzó pero para romper el hielo le dije que me encantaba sus rollitos sexys. Sonrió y procedimos a seguir besándonos. Fui bajando lentamente por su cuello, mientras mis dedos desabrochaban su sostén. Y bueno, era como lo imaginé. Unos senos chiquitos, pezones marrones pero bien erectos con ganas de ser succionados. Eso hice y comenzó a jadear de placer. Mis dedos para ese entonces hacían de las suyas en su vagina.
Después de sentir su humedad deslizándose por sus muslos, le retiré su trusa e introduje mi lengua en su conchita húmeda. Me zambullí unos minutos quedando embarrado de sus jugos. Con mis dedos separé sus labios vaginales para hallar ese botoncito del placer para darle unas lamidas que hicieron que explote de placer y sus muslos terminaron temblando de tanto delirio.
Le di vuelta, poniéndola en cuatro para darle mordidas y palmadas a esa colita. Ver como se ponía rojo me enfermaba. Procedí en darle un beso negro para que sienta nuevas sensaciones. Ya con el amiguito lagrimeando, le indiqué que me diera una mamada. Se sorprendió porque no sabía cómo hacerlo. Que rico es instruir a una chiquita novata. No lo hizo bien pero valía la pena. La tuve instruyendo por cinco minutos para luego echarla sobre la cama, abrir sus piernitas y ver esa conchita rosadita.
Coloqué mi pene en la entrada de su vagina, jugando que ingresaba. Así jugaba hasta que ella me pidió que la penetrara. Eso hice con lentitud porque si bien no era virgen (más adelante me comentó que ya lo había hecho una vez con un pata precoz de su cole) sentía tremendo ajuste. En ese vaivén lento iba hasta que entró en su totalidad. Ahí me detuve para que se acostumbre. No iba a ser brusco porque sea como sea era mi querida primita.
Inmediatamente comencé a moverme y sin mentir, no habría pasado ni tres minutos y ya había llegado. Yo seguía dándole y feliz de que mi primita gozara y llegara a cada instante. Estaba por espacio de 10 minutos penetrando y sin llegar, disfrutando de los gemidos ricos que se mandaba a cada instante, hasta que una vecina comenzó a llamar preguntando por mi tía. Y pensar que ya la iba a poner en cuatro.
En fin, estaba colorada de tantos orgasmos, sin fuerza para poder levantarse. Caballero no más, tuve que salir de la jugosa conchita de mi querida Carolina, ponerme algo de ropa y atender a la vecina impertinente. Todo para que después se vaya porque no estaba mi tía.
Pero tuve la fortuna de mi lado puesto que pude divisar a lo lejos que la familia estaban acercándose. Corriendo fui al cuarto, y alerté a mi prima que se cambie rápido que ya llegaban. Imagínense el lío que se habría armado si encontraban a su nena piernas arriba, gimiendo rico de tantas embestidas que le estaba dando.
Así muerta se vistió, y se fue a la cocina haciéndome el ademan de que estaba hacendosa en sus quehaceres. Actuamos como si nada hubiera pasado. Pero a la hora de la cena, me brindó una miradita como pidiendo repetición…
To be continued…