Josemari
Sargento
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Historia 2: La experimentada y quizá kine
En la historia anterior conté que uno aprende a reconocer en el aula a las chibolas desinhibidas, que ya tienen su kilometraje y no se hacen tantos líos con el sexo. La malicia, con la experiencia, se puede percibir en la mirada, en la forma de sonreir, cómo se te aproximan y si te agregan a una red social ya tienes medio boleto ganador para cachártelas. La historia de esta chata es como quisieramos que fueran todas las historias de sexo: sin mucho esfuerzo y casi instantáneamente.
Ya venía hablando con la chibola desde que me agregó al Facebook varios meses atrás, incluso una vez ya habíamos tirado en su casa, pero una llamaba inoportuna había cortado la situación y tuve que irme sin terminar bien el encuentro. Aquella vez ella me había propuesto ir a su casa donde vivía sola, por la avenida Dueñas. Me sorprendó porque habíamos quedado en Risso y no había querido tomarse un trago. Terminamos comiendo unos sandwiches y café. La cosa no había fluido bien, pero cuando terminábamos me dijo por qué no íbamos a su casa. Era una buena señal y le dije para ir en taxi. Entonces ya no era mi alumna, pero seguía en la pre. La chibola se hacía llamar Noita, era medio achinada, gordita de buen trasero. No muy atractiva, pero chibola al fin y al cabo y eso siempre será un plus. Me contó que trabajaba en las noches en una disco, porque ella se pagaba sus estudios. Por diferentes razones, no habíamos vuelto a quedar luego del primer polvo medio frustrado. Aún no había conocido todas sus dotes en la cama. No sabía lo que me esperaba.
Algunos meses después, un sábado soleado de octubre había vuelto del trabajo, lo malo de ser profe es que puedes llegar a enseñar los sábados, y estaba en casa solo. La recompensa está en la carne fresca a la que puedes tener acceso. De la nada, me animé a escribirle y me respondió. Le dije que estaba aburrido y solo en casa; es decir, arrecho. Le pregunté si no le gustaría venir a “visitarme” y la chibola atracó en one. Entonces ella vivía por Breña y yo por el norte de la ciudad. La flaca justo me dijo que venía cerca de donde yo estaba, pues una tía le iba a dar un dinero.
Recuerdo que no se ubicaba bien para llegar a mi casa y tuve que darle el alcance por el paradero. Conversamos informal y sin tantos roches mientras caminabamos. Yo ya quería ponerla en cuatro y darle duro, aunque por el tiempo que no nos veíamos trataba de ser cauto, ya que no había mucha confianza. Llegamos a casa, nos sentamos un rato en los muebles de la sala, le invité algo de beber. Ella en un mueble; yo en el otro. Conversamos un rato. No sabía cómo tomar la iniciativa y proceder, pues quizá esto para ella realmente era una visita. Pero ella tomó la iniciativa, se acercó, se sentó sobre mi y me besó. Mientras nos besábamos comencé a amasar ese rico culo de regular tamaño y le levanté el polito que traía. Procedí a chuparle las tetas y la flaca se fue poniendo excitada. Le dije para ir al cuarto y la chibola accedió. Esta flaca felizmente no era de la que solo te calientan.
Ya en el cuarto le dije que me la chupara. Ella se puso en cuatro en mi cama de media plaza y yo parado fuera al lado comencé a sentir lo bien que lo hacía. Se la metía hasta el fondo y también le gustaba lamer las bolas. Era muy complaciente. Mientras ella procedía yo le agarraba y le palmeaba ese culo bien paradito pues sabía arquearse bien en cuatro. Era de tarde así que había buena luz para ver todo. Saqué que la flaca era experimentada, pues me decía que me lo tomara con calma. Yo hace tiempo que no cachaba y andaba frenético y algo nervioso. En un momento me preguntó en qué pose quería empezar. Tenía toda la actitud de una buena kineamiga. Le dije que en cuatro y que me esperara a que me ponga el condón. Me dijo que no había problema si lo haciamos sin preservativo. A pesar de la arrechura no atraqué. Podría traerme problemas fáciles de imaginar si la embarazaba. Le estuve dando en cuatro por un rato, la chibola lubricaba bien, a pesar del condón se sentía rico y por su edad ajustaba muy bien. Luego la voltee y en misionero al filo del catre, yo siempre fuera de la cama. Vi que traía la bien peluda y larga. Me ponía que lo tuviera así sabiendo que era chibola y no llegaba a 20.
Después me dijo que me echara, que quería montar y allí vino la gran revelación. Nunca antes una flaca me había cabalgado así. La chibola tenía tal técnica que mientras se iba moviendo comencé a sospechar o tenía seguro que en esta me venía. Me hizo la montada que se pone en cuclillas, solo apoyada en sus pies. Se movía vertical, horizontal y en círculos, haciendo una buena combinación de esos tres movimientos. Cuando estuve a punto de venirme se me acercó a susurrarme mientras gemía que yo debería de hacerle más caso y que no la dejara en visto en Facebook si quería más de esto. Me vine sin control, todo lo contrario a cuando uno hace el trabajo, por ejemplo, de una flaca en perrito; y ella siguió moviéndose un rato más. Luego de eso nos cambiamos y la acompañé para que vaya al encuentro de su tía. Desde entonces me quedó la duda de si esta chibola jugaba para pagarse sus estudios. Era muy probable que así fuese.
En la historia anterior conté que uno aprende a reconocer en el aula a las chibolas desinhibidas, que ya tienen su kilometraje y no se hacen tantos líos con el sexo. La malicia, con la experiencia, se puede percibir en la mirada, en la forma de sonreir, cómo se te aproximan y si te agregan a una red social ya tienes medio boleto ganador para cachártelas. La historia de esta chata es como quisieramos que fueran todas las historias de sexo: sin mucho esfuerzo y casi instantáneamente.
Ya venía hablando con la chibola desde que me agregó al Facebook varios meses atrás, incluso una vez ya habíamos tirado en su casa, pero una llamaba inoportuna había cortado la situación y tuve que irme sin terminar bien el encuentro. Aquella vez ella me había propuesto ir a su casa donde vivía sola, por la avenida Dueñas. Me sorprendó porque habíamos quedado en Risso y no había querido tomarse un trago. Terminamos comiendo unos sandwiches y café. La cosa no había fluido bien, pero cuando terminábamos me dijo por qué no íbamos a su casa. Era una buena señal y le dije para ir en taxi. Entonces ya no era mi alumna, pero seguía en la pre. La chibola se hacía llamar Noita, era medio achinada, gordita de buen trasero. No muy atractiva, pero chibola al fin y al cabo y eso siempre será un plus. Me contó que trabajaba en las noches en una disco, porque ella se pagaba sus estudios. Por diferentes razones, no habíamos vuelto a quedar luego del primer polvo medio frustrado. Aún no había conocido todas sus dotes en la cama. No sabía lo que me esperaba.
Algunos meses después, un sábado soleado de octubre había vuelto del trabajo, lo malo de ser profe es que puedes llegar a enseñar los sábados, y estaba en casa solo. La recompensa está en la carne fresca a la que puedes tener acceso. De la nada, me animé a escribirle y me respondió. Le dije que estaba aburrido y solo en casa; es decir, arrecho. Le pregunté si no le gustaría venir a “visitarme” y la chibola atracó en one. Entonces ella vivía por Breña y yo por el norte de la ciudad. La flaca justo me dijo que venía cerca de donde yo estaba, pues una tía le iba a dar un dinero.
Recuerdo que no se ubicaba bien para llegar a mi casa y tuve que darle el alcance por el paradero. Conversamos informal y sin tantos roches mientras caminabamos. Yo ya quería ponerla en cuatro y darle duro, aunque por el tiempo que no nos veíamos trataba de ser cauto, ya que no había mucha confianza. Llegamos a casa, nos sentamos un rato en los muebles de la sala, le invité algo de beber. Ella en un mueble; yo en el otro. Conversamos un rato. No sabía cómo tomar la iniciativa y proceder, pues quizá esto para ella realmente era una visita. Pero ella tomó la iniciativa, se acercó, se sentó sobre mi y me besó. Mientras nos besábamos comencé a amasar ese rico culo de regular tamaño y le levanté el polito que traía. Procedí a chuparle las tetas y la flaca se fue poniendo excitada. Le dije para ir al cuarto y la chibola accedió. Esta flaca felizmente no era de la que solo te calientan.
Ya en el cuarto le dije que me la chupara. Ella se puso en cuatro en mi cama de media plaza y yo parado fuera al lado comencé a sentir lo bien que lo hacía. Se la metía hasta el fondo y también le gustaba lamer las bolas. Era muy complaciente. Mientras ella procedía yo le agarraba y le palmeaba ese culo bien paradito pues sabía arquearse bien en cuatro. Era de tarde así que había buena luz para ver todo. Saqué que la flaca era experimentada, pues me decía que me lo tomara con calma. Yo hace tiempo que no cachaba y andaba frenético y algo nervioso. En un momento me preguntó en qué pose quería empezar. Tenía toda la actitud de una buena kineamiga. Le dije que en cuatro y que me esperara a que me ponga el condón. Me dijo que no había problema si lo haciamos sin preservativo. A pesar de la arrechura no atraqué. Podría traerme problemas fáciles de imaginar si la embarazaba. Le estuve dando en cuatro por un rato, la chibola lubricaba bien, a pesar del condón se sentía rico y por su edad ajustaba muy bien. Luego la voltee y en misionero al filo del catre, yo siempre fuera de la cama. Vi que traía la bien peluda y larga. Me ponía que lo tuviera así sabiendo que era chibola y no llegaba a 20.
Después me dijo que me echara, que quería montar y allí vino la gran revelación. Nunca antes una flaca me había cabalgado así. La chibola tenía tal técnica que mientras se iba moviendo comencé a sospechar o tenía seguro que en esta me venía. Me hizo la montada que se pone en cuclillas, solo apoyada en sus pies. Se movía vertical, horizontal y en círculos, haciendo una buena combinación de esos tres movimientos. Cuando estuve a punto de venirme se me acercó a susurrarme mientras gemía que yo debería de hacerle más caso y que no la dejara en visto en Facebook si quería más de esto. Me vine sin control, todo lo contrario a cuando uno hace el trabajo, por ejemplo, de una flaca en perrito; y ella siguió moviéndose un rato más. Luego de eso nos cambiamos y la acompañé para que vaya al encuentro de su tía. Desde entonces me quedó la duda de si esta chibola jugaba para pagarse sus estudios. Era muy probable que así fuese.