Leyendo tantas anécdotas me animo a contar una de mi juventud. Por esa época yo tenía una enamorada con la que estuve varios años, para entonces ya tirábamos con regularidad, en los lugares más ínverosímiles, pero siempre respetamos su casa, de hecho nunca llegué a ver siquiera su cuarto. En esa época no había SIDA pero ella no se cuidaba porque tenía miedo de que en su casa le encontraran las pastillas y le hicieran preguntas así que siempre que teníamos relaciones lo hacíamos con su correspondiente preservativo. A esta flaca, como ya conté en alguna oportunidad en otra parte del foro, le gustaba tomarse mi leche. ¡Era alucinante! Muchas veces cuando tirábamos y ella estaba encima, al percatarse que yo estaba a punto de terminar, saltaba, me quitaba el poncho y me hacía terminar en su boca. Hasta ahora no entiendo por qué, después de 'estar' casi siete años, no me casé con ella.
Bueno, a la anécdota: Ese sábado habíamos almorzado en su casa con sus papás, su hermana y su cuñado y, luego del almuerzo, los dos nos fuimos a ver televisión en la sala. El plan era hacer hora hasta la noche en que saldríamos a comer y luego a bailar. Su hermana y su cuñádo salieron a hacer el mercado mientras sus papás, que ya me tenían confianza, subieron a su dormitorio en el segundo piso a dormir la siesta, como era su costumbre, dejándonos solos en la sala. Al principio estábamos los dos abrazados en el sofá viendo tele con mi cabeza apoyada en su hombro pero, al rato, ya estaba yo besando su cuello y su escote, tratando de pescar un pezón mientras ella se cubría con la mano y me decía...
¡Estate quieto, mi mamá puede bajar!
Poco a poco la temperatura se fue calentando, empecé a acariciarle los muslos por debajo del vestido y, luego, a masturbarla jalando su truza hacia un costado; ella, a su vez, empezó a acariciarme la pieza, que ya estaba dura como piedra, por encima del pantalón. Todo esto mientras miraba nerviosa hacia la escalera del segundo piso.
En un momento dado, cuando ya estaba toda mojada y a punto de venirse, se levantó bruscamente y se fue al baño de visitas; al minuto estaba de regreso diciéndome con voz coqueta y acusadora...
'Mira lo que has hecho!
Y me mostró su calzón, totalmente mojado, el que llevaba hecho un ovillo bien encerrado en su puño.
El darme cuenta que, debajo de ese vestido, estaba ella toda peladita... me puso a mil. Pero no sólo era yo el arrecho, ella también estaba desatada y, llegando al sofá donde yo estaba sentado, se trepó sobre mí con sus rodillas pegadas a mis caderas y empezó un chape feroz. Ahí mismo me di cuenta que también se habia quitado el sostén, estaba desnuda debajo de la delgada tela de ese vestido de entre-casa, sus pezones durísimos resaltaban por debajo del vestido y pronto los tuve entre mis dientes.
Ella se bajó el tirante de un lado del vestido, casi hasta el codo, descubriendo uno de sus pechos para ponérmelo en la boca y, mientras yo mamaba como un bebé, me bajó la bragueta, me sacó la pieza y se puso a masturbarme. Ahora era yo el que miraba nerviosamente hacia la escalera del segundo piso. Entonces, sin previo aviso, levantándose ligeramente el vestido, se acomodó, se introdujo mi pieza hasta el fondo de su vagina y empezó a moverse lenta pero rítmicamente.
¿Estás loca? le dije ¡Nos van a pescar, además que no tengo jebe!
Pero ella me tapó la boca con la mano y me dijo
¡Shhh... no hagas ruido, y ni se te ocurra terminar adentro!
Y guiñándome un ojo agregó:
Yo quiero mi postre de leche condensada.
Cachamos sin cambiar de pose, lentamente y en silencio, por casi diez minutos; cuidando de no hacer ruido la flaca se movía de adelante a atrás mientras yo le mamaba las dos tetas que ella, alternativamente, iba descubriendo y cubriendo mediante el recurso de reacomodar los tirantes de su vestido. Estaba yo casi a punto de avisarle que ya me venía cuando sentimos pasos que bajaban por la escalera y la voz de su mamá...
¡Katia! ¿Has visto mi.... (ya no me acuerdo qué)?
La flaca se quedó inmóvil mientras, con la pieza adentro y una teta afuera, discutía a gritos con su mamá que aun no había llegado al descanso de la escalera y no nos podía ver...
¡Está en tal sitio...!
¡No la encuentro...!
¡Mira bien, yo misma la puse allí justo antes de...!
Y etc. etc. etc... mientras yo ni siquiera atinaba a sacar su pezón de mi boca, de lo asustado que estaba (Su viejo era militar y tenía siempre su arma de reglamento con él).
Al final la vieja se regresó al segundo piso y mi flaca se acomodó la teta dentro del vestido diciendo...
Mejor subo a ayudarla o si no ella va a bajar.
Y recién allí, al momento de levantarse ella, nos dimos cuenta los dos que, con el susto, yo me había vaciado completamente dentro de su vagina.
Al toque la flaca se fué corriendo al bidet del baño principal para lavarse y tratar de sacarse de adentro tanto de mi leche como le fuera posible, pero las siguientes fueron dos semanas de angustia (estaba en sus días fértiles) hasta que por fin le vino la regla. Yo sospecho que la vieja se olió algo porque, aunque nunca me dijo nada, desde entonces no nos volvieron a dejar solos en la sala ja, ja, ja.
De esto hace unos 25 años así que nada de píldora del día siguiente ni cojudeces, en esa época la cosa era a lo bruto no más; porque la verdad es que había que ser bien bruto para cachar sin jebe justo en los días fértiles de tu flaca que, para colmo, no se cuidaba; pero qué le vamos a hacer, así es la arrechura.
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