Los gemidos de Rebeca era música para mis oídos y sus fluidos vaginales eran un manjar para mí, la venas de mi verga palpitaban rápidamente, aceleré el ritmo de mi lengua y de mis dedos lo más que pude, ella se estremecía de placer y no paraba de gemir, me tomaba del cabello con más fuerza, con ambas manos y me jalaba hacía su pelvis como si tuviera miedo de que me fuera a despegar de su vagina, para ese momento ya no sólo me jalaba con sus manos, colocó sus pies detrás de mi cuello para empujarme con más fuerza hacía ella, me jaló con tanta fuerza que mi nariz quedó pegada a su piel lo cual me impedía respirar, aún así no me quité, ella tenía el control y me encantaba, yo seguía lamiendo su panocha, sus gemidos se hacían más frecuentes, más rápidos, se escuchaba bastante agitada, dejó de hacer ruido por un par de segundos y ¡POR FIN! pude sentir como se chorreaba en mi boca, era una completa explosión de fluidos vaginales golpeando mi rostro e inundando el interior de mi boca, ese líquido sólo se cortaba un segundo para después dejar salir más y más, ella no gemía, no podía, su espalda estaba totalmente encorvada hacía arriba, sus manos me soltaron para sujetar con fuerza la almohada sobre la que estaba recostada y dejó escapar un gemido, en un principio ahogado hasta poder gritar de placer, volteé a mirarla, sus ojos estaban en blanco, su boca totalmente abierta, no dejaba de presionarme con sus piernas para impedir que me retirara de su panocha, yo ya no podía respirar y sólo hasta que su orgasmo terminó fue que me liberó de la hermosa prisión de sus piernas. ¡FUE MAGNIFICO! no sé qué palabras usar para describirles el placer que sentí en ese momento pero la simple excitación que me provocó todo aquello fue mucho mejor que cualquier orgasmo que hubiese tenido antes. Después de tragarme los fluidos que Rebeca había arrojado dentro de mi boca por fin pude respirar, inhalé profundo y con fuerza, esperé unos segundos para que mi respiración se tranquilizara un poco, mientras la observaba tumbada en la cama casi desnuda. Bajé a lamer de nuevo su panocha, ella se estremeció de nuevo y gimió un poco, me tomó de mis brazos y jalaba hacía arriba, yo me resistí, quería seguir con mi rostro entre sus piernas, era el mejor lugar en el que había estado (incluso mejor que la de mi esposa) y no quería irme. ella lo notó y me jaló de nuevo, ahora con más fuerza, accedí a subir con ella mientras recorría el camino con mi lengua, su vientre, su ombligo, sus tetas de nuevo y cuando llegué a su cuello restregué mi verga contra su vagina, dejé caer mi peso sobre ella para que no hubiera espacio entre nuestros sexos y ella se mordió los labios para ahogar un gemido.
– Lamento haberte despertado. Le dije.- De hecho, nunca estuve dormida ¿Te engañé verdad? ¿Enserio creíste que con tan poco alcoholo caería dormida? Incluso el fingir que no podía caminar bien, te lo creíste jajajajaja.- ¿Entonces fingiste todo el tiempo?- Llevo mucho tiempo pensando en ti Christian, cuando despierto, cuando voy al trabajo, cuando voy de compras, cuando me toco, incluso cuando mi esposo me está cogiendo yo pienso en ti. Hoy te tenía aquí y no tenía pensado dejarte ir esta vez así que fingí, te traje a mi cama para facilitar las cosas y gracias a eso me corrí en tu cara jajaja.
Ella también me deseaba, me engañó por completo, planeó la situación e hice justamente lo que ella quería, caí en su juego y darme cuenta de eso ¡ME PUSO COMO UN TORO!. Comencé a besarla apasionadamente y con lujuria, metía mi lengua en su boca, ya no aguantaba más, tenía que penetrarla ¡YA! pero Rebeca se me adelantó, tomó mi verga con su mano, abrió las piernas como una puta y la colocó justo en la entrada de su panocha, yo empujé un poco, lo suficiente para que la cabeza rojiza de mi verga entrara en su vagina y comencé a moverme hacía adelante y atrás, ella comenzaba a gemir sin apartar su boca de la mía, gemía mientras tenía mi lengua dentro de su boca y la punta de mi falo dentro de su panocha, aceleré el ritmo y sentí sus manos apretándome las nalgas, me encajó las uñas y me jalaba con fuerza hacía ella, sabía lo que quería, pero ahora era yo quien tomaba el control y no permitía que algo más allá de mi glande entrara en su vagina, me separé de ella y me puse de rodillas sin dejar que la cabeza saliera de su panocha, la miré y le dediqué una sonrisa burlona.- ¿No quieres metérmela?- Claro que si, lo deseo y lo haré… si me ruegas por ello.
Eso siempre me ha gustado ya sea que yo tenga el control o que me controlen pero lo que más me gusta es pelear por quien el control. Coloqué una almohada y la puse debajo de las caderas de Rebeca (inténtenlo, eso mejora el placer que ofrece el misionero) agarré sus piernas, por detrás de sus rodillas para abrirlas aún más y de nuevo comencé a meter y sacar mi verga de esa húmeda vagina, ella se quitó la playera, se apretaba las tetas y mordía los labios mientras me miraba, me agaché sobre ella, con una mano le apreté una de sus tetas y con la otra una de sus nalgas con fuerza, la besé y de nuevo nuestras lenguas se encontraron.
– He deseado cogerte desde el instante que te vi y haré que disfrutes esto tanto como pienso hacerlo yo.
Noté que quería responderme algo pero no la dejé, me abalancé sobre su cuello como un león a su presa y lo mordí suavemente en repetidas ocasiones, Rebeca de nuevo se estremeció y metía sus dedos en mi cabello, bajó sus manos hasta mi espalda y comenzó a rasguñarme, ambos gemíamos de placer, detuve las mordidas y lamí su cuello subiendo hasta el lóbulo de su oreja derecha, estuve ahí un momento propinándole mordidas y lamidas, de ahí bajé con mi lengua hasta su clavícula derecha y seguí con los pequeños mordiscos a la vez que metí mi mano izquierda por detrás de su cuello para tomarla del cabello y jalarlo y con mi mano derecha nalgueaba su trasero sin dejar de estimular su vagina con mi verga, de nuevo me araño desde la espalda hasta mis nalgas mientras Rebeca no dejaba de emitir gemidos, cuando llegó hasta mis nalgas, las apretó con fuerza y me propinó una nalgada con ambas manos y las apretó de nuevo, eso me prendió aún más, me puse de rodillas y le metí mi glande más de prisa, ella puso sus pies en mis nalgas intentando que mi verga entrara más en ella, yo lo impedía, estuvimos forcejeando así un par de veces hasta que me dijo:
– Métemela toda, estoy lista, vamos quiero sentirte completo dentro de mi, me volveré tu puta si es necesario pero déjame sentir esa verga entera dentro de mi ¡YAAA…. AAAH!
Justo cuando Rebeca estaba terminando de hablar clavé mi estaca dentro de ella, cada vez más rápido y con más fuerza, ella tuvo que colocar sus manos en la cabecera de la cama para impedir que la siguiera recorriendo, tomé con fuerza su quijada con mi mano derecha y la besé, quería sentir de nuevo como sus gemidos pasaban de su boca directamente a la mía mientras me la cogía duro, sus ojos de nuevo estaban en blanco, con mi otra mano la nalgueaba más y más fuerte.
– Te voy a llenar con mi leche.- No acabes ahí -me dijo- mejor en mi culo, ahí me gusta más.