Gerineldo Marquez
General
No sé si será algo para festejar en demasía pero tal vez bien vale felicitarnos por el logro que se avecina. Sobre todo porque hace unas cuantas generaciones que no se conseguía establecer una nueva marca al respecto.
Nunca hemos llegado a trece años de gobiernos elegidos democráticamente de manera consecutiva, en votación popular y sin interrupción autoritaria de ningún tipo.
El periodo más largo en nuestra vida republicana se dio durante la llamada República Aristocrática, cuando al gobierno de Lopez de Romaña (1899-1903) le sucedieron los de Manuel Candamo (1903-1904), José Pardo y Barreda (1904-1908) y Augusto B. Leguía (1908-1912). Todos ellos culminaron democráticamente los periodos para los cuales fueron elegidos (salvo Candamo quien falleció poco después de asumir el cargo y fue reemplazado por el vicepresidente Serapio Calderón). Tras ese periodo de trece años fue elegido, aunque no mediante un proceso electoral, Guillermo Billinghurst, quien fue designado por el Congreso tras la anulación, a causa de la presión popular, del proceso electoral en marcha. Algunos consideran este periodo de continuidad democrática como más largo, al asumir que la elección de Billinghurst no atentó contra la institucionalidad democrática. Sin embargo, pocos años después, en 1914, Billinghurst fue depuesto por el Gral. Oscar R. Benavides.
Como vemos, en esos años llegaron a darse hasta seis sucesiones presidenciales ajustadas a las reglas constitucionales: Eduardo López de Romaña, Manuel Candamo, Serapio Caldrerón, José Pardo, Augusto B. Leguía y Guillermo Billinghurst fueron elegidos, todos ellos, respetando canales democráticos. En la historia del Perú republicano, no existe ninguna otra etapa de continuidad de la democracia equiparable a esta, en términos de años de vigencia de la democracia y, menos todavía, en términos de número de sucesiones ajustadas a las reglas constitucionales: 15 años de vigencia del orden democrático (1899-1914). 6 mandatarios que asumieron el cargo dentro de los márgenes de la institucionalidad democrática.
En nuestra historia más cercana, el periodo más largo de persistencia democrática ocurrió entre 1980 y 1992 y los detalles son harto conocidos por estar sus pormenores muy frescos aún en nuestra conciencia ciudadana. Tres procesos electorales y tres presidentes elegidos bajo el régimen democrático. Doce años de manejo constitucional de la República.
El resto de nuestra historia republicana ha estado plagada de episodios democráticos inestables e interrumpidos, en los cuales no se logró establecer diferencias claras con los periodos autoritarios que les antecedieron y el estado de Derecho fue experiencia efímera.
Hay que aclarar, eso sí, que es este segundo periodo señalado (1980-1992) el que mayores propiedades de manejo democrático ostenta, si tenemos en cuenta que durante la Republica Aristocrática los únicos que se consideraban aptos para ejercer ciudadanía, y por lo tanto para votar, eran los varones mayores de 21 años y los varones casados mayores de 18, siempre y cuando supieran leer y escribir. Un universo democrático con muchas limitaciones por lo visto. La constitución de 1933 incorpora a las mujeres al derecho a elegir y la del 79 suma a los analfabetos, por lo cual podemos concluir que el espejo a mirar es el del periodo 1980-1992
Este 28 de julio por fin alcanzaremos a romper ese record (2001-2014).
Sin embargo, es mí parecer que para que la continuidad democrática sea realmente una buena noticia hay aún muchos condicionantes que hay que superar.
El primero y más importante de todos: dejar atrás y marcar diferencia, por fin, con aquellos elementos centrales que sostuvieron un régimen perverso como el de los 90 y dejar atrás ese modelo político y social que aún hoy se mantiene. Mucho se critica hoy el gobierno de Toledo. Mucha repulsión nos origina saber cada día del desbarajuste moral que caracterizo el gobierno de García. Mucho nos jode los devaneos pragmáticos y sin norte de Humala. Y al hacerlo centramos nuestra crítica y ataque al régimen per se olvidándonos que la crisis de valores atañe a todo nuestro sistema. Y por quienes este es realmente manejado.
Y si no, veamos las increíbles coincidencias entre los tres últimos gobiernos a pesar de estar, cada uno de ellos, supuestamente situado uno de otros en las antípodas ideológicas y dogmáticas. Baste con recordar si hace diez años atrás hubiéramos creído que sucesivos gobiernos de Perú Posible, el Apra y el Nacionalismo hubieran sido considerados siempre “más de lo mismo”. Todos con una receta única, con un objetivo común, una meta compartida: servir a los intereses de los grupos de poder por encima de los intereses de las mayorías. Y todos ellos, orgullosos de reconocerlo. Todos los días desde hace más de diez años escuchamos lo mismo: que el PBI se mantiene en ascenso, que somos foco de inversión, que somos el milagro latinoamericano y que el crecimiento sostenido se mantendrá vigente. Y ciertamente algunos sectores de clase media y media baja perciben algo de ello. Más abajo, solo la esperanza de que algún día esa bonanza les toque, expectativa alimentada groseramente por los medios de comunicación, les adormece y conforma. Es en los sectores de poder económico donde se exhiben carcajadas a mandíbula batiente ajenas al costo social que acompaña su crecimiento.
Por desgracia eso no es todo.
Hablar hoy en día de una modificación constitucional suena, para la clase política, a mentada de madre. El statu quo esta tan enquistado en nuestra clase gobernante que resulta imposible pensar en una reforma que varíe la esencia neoliberal acuñada por una dictadura. Y que se extiende a todo el ordenamiento jurídico del país. El Poder Judicial al servicio de la corrupción más descarada es algo que estamos palpando a diario.
Como si esto fuera poco, sufrimos la presencia, cada vez más grotesca de ese mal llamo cuarto poder del estado. Que sean los canales de televisión “más serios” los que se hayan encargado de darle continuidad al proceso de estupidización colectiva originado en los 90 dice mucho. Que sea el medio de prensa escrito de mayor historia en el país el que haya generado un escandaloso acaparamiento de los medios con el fin de ponerlo al servicio del mejor postor no diferencia en nada a lo que se vivió hace dos décadas.
Y el no partidarismo, ese cáncer maldito originado por el fujimorismo, ha sido maquillado hoy en día con partidos políticos que no presentan cuadros dignos de confianza y que, contagiados del pragmatismo irresoluto del gobierno, no piensan el país, no son capaces de mostrar ni estructura ni norte común entre sus propios copartidarios, simplemente se mantienen por dos motivos: o defender a morir a su mafioso líder como los apristas o participar en la competencia electoral solo por una cuota de poder que les generara los mismos “beneficios” que aquellos a quienes critican.
Ante este panorama…. ¿Sera motivo de orgullo el batir ese record de continuidad democrática este 28 de Julio?
Ustedes, ¿que opinan?
Salud.