Una vez más, disculpe la molestia, señor moderador/administrador, favor de llevar este “relato” a donde corresponda. Gracias cofrades por los mensajes, y disculpen por no leerlos ¡JA! Mentira. Les envío saludos y memorias.
I've lost a friend ♫
I've been silenced again ♫
and we kissed once ♫
Hey, but that was in lust ♫
Al Dr. Sánchez le conocí en una celebración por el onomástico de Abuela. Ella suele decir que no se dejará examinar por ningún otro doctor hasta que ella se muera o éste la mate. ¡JA!. He sido fiel con la estructura de su frase.
-Ella es mi nieta, Annie.
-Hola. La Sra. Arminda me ha dicho que eres la más inteligente y linda de sus nietas.
-…
Después de esa “conversación”, Abuela respondió con una sonrisa a mi silencio y luego se retiró de la sala.
-Te dejo en buena compañía. Ya regreso.
No creo que sea la más linda de las nietas; pero es casi tangible que sí soy la más lista. Bueno, mis primas no quieren competir en esas arenas. ¡JA!
El Dr. Sánchez es de esas personas que andan con los zapatos brillosos, pantalones hechos a medida y camisa pulcra; bien planchadito y oliendo rico. Me gustó de inmediato.
Aquella vez yo estaba sentada algo alejada de él; pero, aun así, el aroma de su perfume revoloteaba en mi cara. Hice muecas y ademanes que representasen incomodidad por su aroma. La verdad es que era un aroma agradable; yo sólo estaba haciéndome la graciosa.
-¿No te gusta mi perfume?
-…
Lueguito, noté que el Dr. Sánchez estaba mirando mis piernas. Esa situación ya la había notado muchas veces con otros hombres, sobre todo en la escuela; yo era la preferida de muchos profesores; recuerdo con mucho placer a algunos de ellos. Aquel día yo estaba con un vestido corto. El Dr. Sánchez me preguntaba cosas que no recuerdo; pero sí recuerdo que yo no le contestaba. Después él dejó el sofá para sentarse en uno de los sillones, y eso porque quería una mejor visión. Yo ya sabía que cuando vestía faldas o vestidos cortos los hombres se posicionaban de tal manera que puedan verme los interiores. Él no fue la excepción; pero ese día hubo una diferencia, yo no llevaba calzón.
Me di cuenta que él se agarró (acomodó) el pene al oír que Abuela venía. Yo Junté las rodillas.
-¿Annie, ya le mostraste tus encantos al Dr. Sánchez?
-Sí.
-Tiene una nieta encantadora, Sra. Arminda.
Abuela dejó unas bebidas y sanguchitos y se retiró nuevamente.
A los pocos minutos comenzaron a llegar más invitados, incluyendo mi tío. En cuanto le vi, corrí hacia él y anillé mis brazos alrededor de su cuello y le di un besito. Esperé a que él terminara de saludar a los otros y en cuanto se sentó fui a sentarme sobre sus piernas. De en tanto en tanto, de soslayo, yo notaba que el Dr. Sánchez seguía mirando mis piernas. Qué rico se sentía estar sobre el pene de mi tío y pensar que el Dr. Sánchez deseaba sentir mi culito en su verga.
Tiempo después era normal ver al Dr. Sánchez en nuestras celebraciones familiares. En una de esas celebraciones, mientras se cantaba el Happy birthday y sólo alumbraban las velitas de la torta, él se colocó detrás de mí y me metió mano de lo más rico, y, obviamente, froto su riquísima verga en mi culito. La torta también estuvo rica ¡JA!
En todas las ocasiones en las cuales estábamos solos siempre me decía que me quería hacer el amor. Me contó que nunca lo había hecho con una chica virgen y menos de mi edad. Cuando me decía ese tipo de cosas yo podía ver en su cara desesperación y locura.
-Voy a encontrar un lugar donde podamos hacerlo—Eso solía decirme. Nunca sucedió, y cuando él al fin encontró el lugar, yo ya había encontrado varios lugares.
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Tras mi desmayo en la escuela, Madre me llevó donde el Dr. Sánchez. Durante la examinación que me realizó el Dr. Sánchez noté que él estaba pendiente de Madre, y ella de mí; creo que cuando él me miraba a los ojos y rozaba mi piel él podía notar mis deseos por ser suya. Aún yo veía desesperación y locura en la cara del Dr. Sánchez. Madre estuvo todo el tiempo conmigo en el consultorio. Al finalizar, él me recetó unas pastillas y luego Madre y yo nos retiramos.
Madre tenía que irse a trabajar por lo que paró un taxi y me embarcó. Después de avanzar algunas cuadras el taxi se malogró y tuve que buscar otro. Cerca había un paradero y me percaté que ahí estaban mis vecinos(los que no me dejaban dormir); se estaban despidiendo. La señora se fue y el esposo se quedó en el paradero. Él notó que yo le estaba mirando y se acercó.
-Hola, ¿Tú vives al lado nuestro, no?
-Sí.
-Te has tirado la pera.
-No, tuve que venir a la clínica por unos chequeos.
-Ahí trabaja mi esposa. Tuve que venir porque se le olvidaron unos documentos. Mi esposa quería un mañanero y se le hizo tarde y con el apuro se le olvidaron esos documentos.
-¿Un mañanero?
Caminamos hasta un parque y mientras él me explicaba en lo que consistía la práctica antedicha yo me iba humedeciendo. Su explicación fue extensa y detallada. Me daba la impresión que él podía oler mi excitación.
-Tengo que regresar a casa.
-Te acompaño.
En el camino la gente nos miraba raro, quizá porque nuestras fachas no hacían juego, o qué se yo.
El vecino, Orlando, resultó ser conversador y gracioso, y mañoso. Durante el viaje dejo caer monedas sobre mí y tocó mucha de mi piel. Le sonreí excitada. Cruce mis piernas dejando descubierto mis muslos; fue mi invitación a que siguiera. Él la entendió. Luego, bajito, al oído, me reveló un secreto.
-Yo te he seguido varias veces. He visto cómo te dejas puntear en los micros. Yo mismo te lo he hecho varias veces. Tienes un rico culito.
-Sí, me gusta; pero no me fijo en quien me lo hace.
Después de ese encuentro nuestra comunicación era mediante mensajes de texto. Él me escribía cosas como: Hoy tu culito estuvo muy rico, mañana no te pongas calzón.
Me escribía cosas como esas porque luego de nuestro encuentro, él me esperaba en el paradero y me “acompañaba” en el autobús. Me hacía gozar, sabía muy bien donde ponérmela. Ese era nuestro modo de obtener placer. Yo estaba dispuesta a darle mi virginidad a él (en realidad a cualquiera ¡JA!); pero no teníamos un lugar.
Un día me llegó un mensaje de texto que decía: Mi amor, (he) encontrado un lugar donde podemos hacer cositas.
[El mensaje original no tenía la coma ni el he].
Me alegré cuando leí ese mensaje, pues pensé que él había conseguido un departamento donde podíamos hacer realidad todo lo que nos decíamos por textos; pero no fue así. El lugar al que él hizo mención fue a un sitio donde alquilan cabinas de INTERNET. El local era de dos pisos, en el segundo piso las cabinas eran” privadas”. A demás me dijo que no me preocupará, porque el dueño era amigo suyo.
Llegamos como desconocidos, entre yo primero y pedí una cabina privada, me dijeron el número de cabina y subí. Luego de 10 minutos, Orlando entra en mi cabina. Se sacó el pene del pantalón y me lo puso en la cara, y yo me lo metí en la boca, después de algunas chupadas vertió su semen en mi boca, luego en mi cara, cabello, ropa y hasta en la computadora. Me molesté con él, hasta creo que le dije algunas palabras soeces, porque yo iba a regresar con la ropa manchada de semen. Regresé a casa lo más veloz que pude para llegar antes que Madre. Puse la ropa manchada en la lavadora y me bañé.
Luego de disculparse, accedí a vernos una vez más en el mismo lugar bajo el mismo proceder. No habrá pasado ni un minuto de habérsela estado mamando cuando él me la sacó de la boca, y me dijo: te quiero puntear. Me paré y puse mi culito a su disposición, él con la verga fuera del pantalón comenzó a puntearme, yo sólo era una receptora de sus suaves y cautelosas acometidas; hasta que me arreché y comencé a mover mi culito como mi tío me había enseñado, segundos después, Orlando se vació en mi falda. Volé a casa, por suerte Madre no había llegado. No le volví a responder los textos y tomaba taxi para irme a la escuela ¡JA!
Durante el tiempo que anduve con Orlando no dejé de hacer cosas con mi tío.
Al pasar un par de semanas mi Laptop se malogró, y, bueno, tenía que ir a las cabinas de INTERNET hasta que la arreglasen. Ahí me lo volví a encontrar, y fue muy incómodo. Sus disculpas eran inútiles; y sus peticiones, débiles. Me preguntó si yo, antes de hacérselo a él, había hecho sexo oral. Le respondí que sí. Tras mi respuesta esperaba ver un rostro asombrado; pero sólo vi un rostro patético…enamorado/desilusionado.
Quizá deba agradecerle a Orlando por haberme llevado a ese sitio, porque ahí conocí al que me hizo conocer el placer de tenerla adentro, sea cual fuera el agujero, el lugar, el dolor. El placer prevalece y tiene la razón.