Pier10
Capitan
2005
El último año del colegio. Mi promoción no era conocida por ser muy unida. Era conocida por ser pitorresca. Cada uno estaba decidiendo qué hacer con su destino. Yo estaba perdido, no sabía qué quería o qué opciones tenía. Mi compañero Andrés parecía tener todo preparado, contaba con firmeza cada detalle de los próximos cinco años de su vida.
Andrés era un hombre con rasgos indígenas: cabello negro, piel morena, nariz aguileña y de baja estatura. Siempre fue tranquilo y respetuoso, pero por alguna razón, su forma de ser, actuar y hablar nos confundía a todos. Parecía ser un hombre gay reprimido. Decía algunas frases que nos parecían poco masculinas y siempre lloraba por cualquier cosa sentimental. Recuerdo haberlo visto llorar como un niño cuando vimos "Corazón Valiente" en las clases de Historia.
Como estaba perdido, le pedí ayuda y él, sin ningún tipo de soberbia, me aclaró el panorama. Fue la primera vez que conversamos bastante y supe que sería un hombre de negocios. Desde entonces, siempre me saludaba y pasábamos tiempo juntos. Nunca insinuó ni bromeó de manera que me hiciera pensar que era homosexual.
2006
Mis padres, como es costumbre en Perú, querían obligarme a estudiar una carrera universitaria. Yo no quería, sabía que mi vocación estaba en otro lado y prolongué mi rebelión todo lo que pude. Llegó el ultimátum y por eso decidí irme del Perú.
Dos días antes de viajar me encontré con Andrés. Él estaba estudiando Administración en una universidad pagada. Me sorprendió que había crecido un poco y que su nariz estaba más perfilada. Me dijo que estaba haciendo algunos cambios en su apariencia, ya que la forma en que te ven es la forma en que te tratan.
2015
Por los diez años de nuestra promoción, recibí una invitación del colegio. Querían organizar una reunión de recuerdo, tomar algunas fotos y organizar un pequeño campeonato de fútbol. Acepté y compré mi pasaje. Era hora de regresar a mi ciudad, de reunirme con los míos, de disfrutar de mi comida y de arreglar las cosas con mis padres.
Poco a poco fueron llegando mis compañeros. A pesar de que yo no estaba en mi mejor forma física, mis amigos habían descuidado bastante su apariencia. La mayoría estaba con sobrepeso, calvos, con hijos y en trabajos convencionales. Andrés llegó un poco tarde, pero su llegada se hizo sentir. Llegó en un auto nuevo y acompañado de una mujer deslumbrante. Al verla, no pude evitar pensar que ella era como una versión de Malu Costa de otra línea temporal.
Andrés me saludó efusivamente. Me presentó a Cristina, su acompañante. Nos sentamos en la misma mesa y conversamos sobre el pasado. Había logrado todo lo que dijo que haría cuando estábamos saliendo del colegio. Noté que su apariencia era diferente; su piel parecía suave y lozana, olía muy bien y su cabello estaba peinado de forma moderna. Su ropa relucía y se notaba que le había ido muy bien en los negocios.
Pasadas las horas, comenzamos el campeonato y todos los presentes participarían. Andrés estaba en la defensa y sorprendió a todos jugando de forma impecable. Yo estaba sentado al lado de Cristina, esperando mi turno para jugar. En una jugada de contraataque, Andrés se deslizó y recuperó la pelota limpiamente. En ese momento, otro compañero dijo: "¡Quién diría que el 'maricón' ahora es hombre y sabe pichangear!"
Entendí que Cristina estaba algo incómoda. Ella me preguntó:
Horas más tarde, celebramos las dos victorias. Algunos bailaban y otros se despedian. Tomabamos cerveza, como en los viejos tiempos, pero está vez era de una mejor calidad y helada.
Con el pasar de las horas las bromas y los recuerdos fueron aflorando. Fui al baño y cuando salí Cristina me esperaba.
- Necesito saber la verdad.
- ¿De qué estás hablando?
- ¿Tú te acostaste con Andrés?
continuará...
El último año del colegio. Mi promoción no era conocida por ser muy unida. Era conocida por ser pitorresca. Cada uno estaba decidiendo qué hacer con su destino. Yo estaba perdido, no sabía qué quería o qué opciones tenía. Mi compañero Andrés parecía tener todo preparado, contaba con firmeza cada detalle de los próximos cinco años de su vida.
Andrés era un hombre con rasgos indígenas: cabello negro, piel morena, nariz aguileña y de baja estatura. Siempre fue tranquilo y respetuoso, pero por alguna razón, su forma de ser, actuar y hablar nos confundía a todos. Parecía ser un hombre gay reprimido. Decía algunas frases que nos parecían poco masculinas y siempre lloraba por cualquier cosa sentimental. Recuerdo haberlo visto llorar como un niño cuando vimos "Corazón Valiente" en las clases de Historia.
Como estaba perdido, le pedí ayuda y él, sin ningún tipo de soberbia, me aclaró el panorama. Fue la primera vez que conversamos bastante y supe que sería un hombre de negocios. Desde entonces, siempre me saludaba y pasábamos tiempo juntos. Nunca insinuó ni bromeó de manera que me hiciera pensar que era homosexual.
2006
Mis padres, como es costumbre en Perú, querían obligarme a estudiar una carrera universitaria. Yo no quería, sabía que mi vocación estaba en otro lado y prolongué mi rebelión todo lo que pude. Llegó el ultimátum y por eso decidí irme del Perú.
Dos días antes de viajar me encontré con Andrés. Él estaba estudiando Administración en una universidad pagada. Me sorprendió que había crecido un poco y que su nariz estaba más perfilada. Me dijo que estaba haciendo algunos cambios en su apariencia, ya que la forma en que te ven es la forma en que te tratan.
2015
Por los diez años de nuestra promoción, recibí una invitación del colegio. Querían organizar una reunión de recuerdo, tomar algunas fotos y organizar un pequeño campeonato de fútbol. Acepté y compré mi pasaje. Era hora de regresar a mi ciudad, de reunirme con los míos, de disfrutar de mi comida y de arreglar las cosas con mis padres.
Poco a poco fueron llegando mis compañeros. A pesar de que yo no estaba en mi mejor forma física, mis amigos habían descuidado bastante su apariencia. La mayoría estaba con sobrepeso, calvos, con hijos y en trabajos convencionales. Andrés llegó un poco tarde, pero su llegada se hizo sentir. Llegó en un auto nuevo y acompañado de una mujer deslumbrante. Al verla, no pude evitar pensar que ella era como una versión de Malu Costa de otra línea temporal.
Andrés me saludó efusivamente. Me presentó a Cristina, su acompañante. Nos sentamos en la misma mesa y conversamos sobre el pasado. Había logrado todo lo que dijo que haría cuando estábamos saliendo del colegio. Noté que su apariencia era diferente; su piel parecía suave y lozana, olía muy bien y su cabello estaba peinado de forma moderna. Su ropa relucía y se notaba que le había ido muy bien en los negocios.
Pasadas las horas, comenzamos el campeonato y todos los presentes participarían. Andrés estaba en la defensa y sorprendió a todos jugando de forma impecable. Yo estaba sentado al lado de Cristina, esperando mi turno para jugar. En una jugada de contraataque, Andrés se deslizó y recuperó la pelota limpiamente. En ese momento, otro compañero dijo: "¡Quién diría que el 'maricón' ahora es hombre y sabe pichangear!"
Entendí que Cristina estaba algo incómoda. Ella me preguntó:
- ¿Por qué dicen eso de Andrés?
- Es parte de las bromas del colegio. Nada más.
- Necesito que me digas la verdad, pero nadie puede enterarse de esto. - justo en ese momento me llamaron para entrar a jugar.
Horas más tarde, celebramos las dos victorias. Algunos bailaban y otros se despedian. Tomabamos cerveza, como en los viejos tiempos, pero está vez era de una mejor calidad y helada.
Con el pasar de las horas las bromas y los recuerdos fueron aflorando. Fui al baño y cuando salí Cristina me esperaba.
- Necesito saber la verdad.
- ¿De qué estás hablando?
- ¿Tú te acostaste con Andrés?
continuará...