grindo doido
Cuenta Verificada
Cuando hay golpes que ayudan
Tumbada sobre su cama esperando un resultado, algo que le de un nuevo aliento, cuando estaba conmigo se veía indestructible pero cuando te dicen te puedes morir, ya no hay vuelta atrás. Es curioso que en unos segundos toda esa fuerza, esa vorágine fue calando hondo. Las horas pasaban, no se veía nada bueno, no estaban cerca tantos amantes del momento, pinceladas de amor y sexo que la enorgullecieron y ahora su vida se esfumaba. Pese al dolor, a lo que le dirían me sorprendió primero que me llamara, me dijo que pasara la noche con ella y al día siguiente la acompañe al hospital. Esa velada fue distinta, le serví una sopa caliente, la vi dormir y cuando estaba a punto de amanecer me toco con una sensibilidad pocas veces sentida, vivida y gozada. Me miro con ternura, con profunda descompesación, un segundo casi eterno nos llevo a hacerlo, no fue sexo, creí que seria la última vez si la agonía llegaba. Cuando nos entrelazamos por fin empezamos a hervir, gemidos, zumbidos, sonidos que nuestros cuerpos sabían conducirnos a lugares distintos, extraños y placenteros. Cada pose duraba una vida, podría parecer que fue mucho y solo un par pero me llevo a la pensadera, me corrí, la abrace, lloramos y nos alistamos para el veredicto.
Ya en el hospital, ella ingresó con el médico, yo espere, di vueltas, me eche sobre la silla, me levanté, el tiempo parecía detenerse y por fin sale, camina lenta, muy lentamente, me dijo que no es tan grave pero si Dios le dio una nueva oportunidad, ella valoraría todo, cambio en su vida, adiós a los de ayer, a los extraños, un nuevo romance entre ella y su alma, entre lo que no conocía y lo que tiene que descubrir a raíz de una decisión.
Retornamos a su hogar, empezó a empacar, seguía el silencio, yo escuchaba algo lento, casi a lo lejos y la veía entre mis recuerdos de una mujer sólida pero de nadie, pura carne, todo era carnal, efusivo, sin control, sin piedad y mucho desorden, pecado, delicioso sexo que trajo consecuencias. Esta vez las horas si pasan, aprendí con su sombra, con su mirada y hasta con lo que habla su cuerpo, que hay un presente y un mañana que se unen al ayer de siglos. A veces lo repetimos y no hay solución y ahora entendí con su partida que hay que valorarnos.............
Tumbada sobre su cama esperando un resultado, algo que le de un nuevo aliento, cuando estaba conmigo se veía indestructible pero cuando te dicen te puedes morir, ya no hay vuelta atrás. Es curioso que en unos segundos toda esa fuerza, esa vorágine fue calando hondo. Las horas pasaban, no se veía nada bueno, no estaban cerca tantos amantes del momento, pinceladas de amor y sexo que la enorgullecieron y ahora su vida se esfumaba. Pese al dolor, a lo que le dirían me sorprendió primero que me llamara, me dijo que pasara la noche con ella y al día siguiente la acompañe al hospital. Esa velada fue distinta, le serví una sopa caliente, la vi dormir y cuando estaba a punto de amanecer me toco con una sensibilidad pocas veces sentida, vivida y gozada. Me miro con ternura, con profunda descompesación, un segundo casi eterno nos llevo a hacerlo, no fue sexo, creí que seria la última vez si la agonía llegaba. Cuando nos entrelazamos por fin empezamos a hervir, gemidos, zumbidos, sonidos que nuestros cuerpos sabían conducirnos a lugares distintos, extraños y placenteros. Cada pose duraba una vida, podría parecer que fue mucho y solo un par pero me llevo a la pensadera, me corrí, la abrace, lloramos y nos alistamos para el veredicto.
Ya en el hospital, ella ingresó con el médico, yo espere, di vueltas, me eche sobre la silla, me levanté, el tiempo parecía detenerse y por fin sale, camina lenta, muy lentamente, me dijo que no es tan grave pero si Dios le dio una nueva oportunidad, ella valoraría todo, cambio en su vida, adiós a los de ayer, a los extraños, un nuevo romance entre ella y su alma, entre lo que no conocía y lo que tiene que descubrir a raíz de una decisión.
Retornamos a su hogar, empezó a empacar, seguía el silencio, yo escuchaba algo lento, casi a lo lejos y la veía entre mis recuerdos de una mujer sólida pero de nadie, pura carne, todo era carnal, efusivo, sin control, sin piedad y mucho desorden, pecado, delicioso sexo que trajo consecuencias. Esta vez las horas si pasan, aprendí con su sombra, con su mirada y hasta con lo que habla su cuerpo, que hay un presente y un mañana que se unen al ayer de siglos. A veces lo repetimos y no hay solución y ahora entendí con su partida que hay que valorarnos.............