genehunter
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Respetable foro,
El día de hoy, decidí empezar a escribir un relato que engloba una de las experiencias que más marcaron mi vida sexualmente , yo diría que es el origen de mis más perversos deseos sexuales. Intentaré que el lector pueda ser parte de mis propias vivencias a lo largo de las palabras que armonizaré con el pasar de los días. No soy escritor prodigio, pero creo que la pasión y experiencia en lectura, harán de ésta aventura un gran viaje hacia nuestros más lujuriosos deseos.
LA MUJER MÁS LASCIVA Y SUMISA
Yo acepté el reto e hice la propuesta de preparar un equipo de profesionales que me permita alcanzar los objetivos de tal magno evento académico. La emoción de contribuir a mi país de alguna forma más allá de mi servicio como profesional fue enorme. Sin embargo, el decano tuvo solo una petición antes de delegarme el evento en su totalidad. La petición era que una colega, cuyo nombre era “Camila”, se una a mi equipo como supervisora. En ese momento no le di importancia y simplemente atiné a decir <<No hay problema>>.
A la semana siguiente, organicé la primera reunión del evento y fue allí donde la vi por primera vez. Camila, la misteriosa mujer que el decano recomendó para ser parte del equipo. Ella ingresó a la sala luciendo una fulgurante presencia que por unos segundos causó un silencio profundo y súbito en la sala. Y no era para menos, ella era una mujer de aproximadamente 25 años, alta de estatura, de rostro semiangulado, con nariz recta y pequeña, los ojos pardos y grandes, y la piel de tez blanca. Tenía los cabellos largos hasta el arranque de la espalda, lisos y castaños como es propio de un ancestro caucasoide. Vestía una blusa celeste que apenas contenía su exuberante busto y una falda negra que dejaba al descubierto sus esbeltas y contorneadas piernas, sobre las cuales reposaba un culo redondo estupendo sin la anchura que van dejando los años y los partos. Por un momento mi mente se obnubiló y me perdí en el espacio y tiempo dejando mi ser volar por lo que sería el placer de poseer a una mujer tan colosal. El silencio intenso terminó, cuando detrás de ella entra mi señor decano para saludarnos en nuestra primera reunión.
Durante la reunión, Camila intervino muchas veces, su protagonismo y desenvolvimiento era majestuoso. Sin duda era una mujer muy inteligente. Aun así, claramente los colegas ni le prestaban atención a sus ideas, ya que sus finas facciones atrapaban con ferocidad sus miradas y por supuesto yo no era la excepción. Pero lo más cautivador para mí, no fue su hermosa apariencia, si no, fueron sus miradas. Una mirada inocente pero profunda, de aquellas que sientes que te exponen y te dejan al descubierto de tus intenciones. Tal vez yo tuve la culpa por no quitarle los ojos de encima, no lo sé con exactitud. Pero sentí que entre los dos existía una conexión, al menos en mi caso, en un inicio fue tan inevitable como inocente.
Yo era el que dirigía la reunión, pero prácticamente ella me habían robado el show. Lo interesante era que me divertían sus respuestas, su afán por acudir siempre a salidas que parecieran más inteligentes que las mías (sus gestos de triunfadora), era algo excitante. Yo no podía evitar competir por lo que siempre tenía una respuesta adecuada de acuerdo a lo que el decano esperaba de mí persona. Al terminar la reunión, ella se despidió formalmente de todos los participantes, mientras que en mi mente solo se creaba la idea de golpear esas nalgas fuertemente. Al llegar mi turno, la miré directo a los ojos y le dije << Excelente trabajo, sé que lograremos los objetivos con usted en el equipo >>, ella bajó la mirada y evitó el contacto inicial, pero súbitamente elevó su rostro y respondió << Gracias por la oportunidad de compartir ideas con su equipo, aunque con usted creo ya somos un éxito>>. Inmediatamente sentí esa sensación de coqueteo intenso, sentí claramente en su mirada lo que intentaba hacer (o es que acaso ¿estoy alucinando?). No pude evitar sonrojarme. Ella se dio la vuelta y procedió a retirarse dándome la espalda. El vaivén de sus caderas solo hizo que los cuerpos cavernosos de mi falo se llenaran de sangre intensamente, por lo que solo atiné a sentarme y tratar de superar el momento ocurrido.
Las semanas siguientes, el equipo de trabajo se fortaleció. Compartimos diferentes experiencias, pero sin duda las mejores eran al lado de Camila, quien siempre lucía radiante. El juego de los coqueteos siempre estaba presente, pero como podrán comprender, desde un inicio hubo algo que me detenía a dar el siguiente paso. Si señores!, es lo que ustedes creen!. El decano tenía un rol en la vida de Camila. Según tenía entendido, él era su pretendiente oficial (o quizás su amante ocasional, o su pseudomarido). Camila le guardaba bastante respeto porque al parecer la había ayudado en varias situaciones de su vida personal. Nunca le pregunté sobre esa relación atípica que llevaban, porque nunca mostraron una relación declarada. El decano era un hombre divorciado con hijos, en tanto que Camila era soltera y nulípara. En cualquier caso, yo no podía entrar en un triángulo amoroso y menos en mi posición de ese momento. Pero como lo imaginan, cuando algo está destinado a suceder, simplemente sucede y no hay fuerza que pueda evitarlo.
Una tarde, me quedé en una de las salas trabajando, pero aquel día a diferencia de otros, era difícil concentrarme. Era evidente que mi mente pensaba en Camila, en esa voz suave y cautivadora que no hacía más que recordar cada centímetro de su estupenda figura. En eso, súbitamente escucho el sonido de unos tacones altos que se acercaban a pasos acelerados, cada vez más cerca y más fuerte. Era ella, Camila, quien entró en la sala sin golpear la puerta, buscando un sobre que al parecer había extraviado. Camila salía y entraba, apenas sin mirarme, demasiado interesada en su sobre perdido. Le dije que había visto su sobre tirado en el piso poco antes de que pasara la empleada de la limpieza (no sabía que era de ella), y que lo había entregado a recepción. «No puede ser», me dijo, sin una pizca de desconfianza, y se derrumbó sentándose en una silla con las manos en el rostro. Lloraba desconsoladamente. La abracé, con fuerza. La imagen que recuerdo era: yo de pie, ella sentada aún, ahogada en sus lágrimas, con una ternura imprevisible que le desconocía y que me estremecía por dentro. Camila se abrazaba a mí, mientras yo pasaba mis manos por su cabeza, tocaba la tibieza de su nuca, y le rogaba que se calmara.
En eso, afuera se oyó una voz gruesa y ronca <<Camila!>>. «Ay, carajo», dijo ella, y me separé, un poco avergonzado, temiendo que se haya molestado. Era el decano que la había estado esperando a las afueras de la oficina. Camila recogió su bolso, se miró en un espejo pequeño, rectificó como pudo el maquillaje que las lágrimas habían diluido. «Total», dijo, y me miró, como dándose cuenta que yo estaba allí, que era yo quien la había abrazado. «Gracias», se acercó, toco mi rostro y me besó en los labios. No sé cuanto tiempo pasó, ni si alguien nos observó, pero me quedé allí petrificado esperando que ese momento no terminara. Luego, ella dio unos pasos hacia la puerta, miró, sonriendo ya, hacia el bulto que latía en mi entrepierna, «No vayas a salir así», me dijo, y se despidió con una sonrisa sagaz.
No importa cuánto intentaba concentrarme, esa noche solo pensaba en ella. Imagino que padecí esa felicidad fugaz que sigue a una conquista. En todo caso, supongamos que mi ego latía con la misma intensidad que mi falo: el uno satisfecho, el otro esperando su oportunidad. Ésta vez estaba decidido a dar el siguiente paso, pues el primero ya lo había dado ella.
Continuará …
El día de hoy, decidí empezar a escribir un relato que engloba una de las experiencias que más marcaron mi vida sexualmente , yo diría que es el origen de mis más perversos deseos sexuales. Intentaré que el lector pueda ser parte de mis propias vivencias a lo largo de las palabras que armonizaré con el pasar de los días. No soy escritor prodigio, pero creo que la pasión y experiencia en lectura, harán de ésta aventura un gran viaje hacia nuestros más lujuriosos deseos.
LA MUJER MÁS LASCIVA Y SUMISA
CAPITULO I
Conociendo a Camila
Hace algunos años, yo regresaba de intercalar mi vida entre EEUU y Perú, para establecerme nuevamente en mi país de forma definitiva ante una buena propuesta laboral. Una vez instalado (con departamento y trabajo en curso) y con una nueva vida en proyecto, fui convocado a una posición interesante en mi correspondiente colegio profesional. Al ser un profesional preparado en Perú y en el extranjero y con muchos contactos de diferente índole, el decano de mi colegio profesional decidió proponerme liderar lo que sería un evento importante para el rubro en el que me desempeño.
Yo acepté el reto e hice la propuesta de preparar un equipo de profesionales que me permita alcanzar los objetivos de tal magno evento académico. La emoción de contribuir a mi país de alguna forma más allá de mi servicio como profesional fue enorme. Sin embargo, el decano tuvo solo una petición antes de delegarme el evento en su totalidad. La petición era que una colega, cuyo nombre era “Camila”, se una a mi equipo como supervisora. En ese momento no le di importancia y simplemente atiné a decir <<No hay problema>>.
A la semana siguiente, organicé la primera reunión del evento y fue allí donde la vi por primera vez. Camila, la misteriosa mujer que el decano recomendó para ser parte del equipo. Ella ingresó a la sala luciendo una fulgurante presencia que por unos segundos causó un silencio profundo y súbito en la sala. Y no era para menos, ella era una mujer de aproximadamente 25 años, alta de estatura, de rostro semiangulado, con nariz recta y pequeña, los ojos pardos y grandes, y la piel de tez blanca. Tenía los cabellos largos hasta el arranque de la espalda, lisos y castaños como es propio de un ancestro caucasoide. Vestía una blusa celeste que apenas contenía su exuberante busto y una falda negra que dejaba al descubierto sus esbeltas y contorneadas piernas, sobre las cuales reposaba un culo redondo estupendo sin la anchura que van dejando los años y los partos. Por un momento mi mente se obnubiló y me perdí en el espacio y tiempo dejando mi ser volar por lo que sería el placer de poseer a una mujer tan colosal. El silencio intenso terminó, cuando detrás de ella entra mi señor decano para saludarnos en nuestra primera reunión.
Durante la reunión, Camila intervino muchas veces, su protagonismo y desenvolvimiento era majestuoso. Sin duda era una mujer muy inteligente. Aun así, claramente los colegas ni le prestaban atención a sus ideas, ya que sus finas facciones atrapaban con ferocidad sus miradas y por supuesto yo no era la excepción. Pero lo más cautivador para mí, no fue su hermosa apariencia, si no, fueron sus miradas. Una mirada inocente pero profunda, de aquellas que sientes que te exponen y te dejan al descubierto de tus intenciones. Tal vez yo tuve la culpa por no quitarle los ojos de encima, no lo sé con exactitud. Pero sentí que entre los dos existía una conexión, al menos en mi caso, en un inicio fue tan inevitable como inocente.
Yo era el que dirigía la reunión, pero prácticamente ella me habían robado el show. Lo interesante era que me divertían sus respuestas, su afán por acudir siempre a salidas que parecieran más inteligentes que las mías (sus gestos de triunfadora), era algo excitante. Yo no podía evitar competir por lo que siempre tenía una respuesta adecuada de acuerdo a lo que el decano esperaba de mí persona. Al terminar la reunión, ella se despidió formalmente de todos los participantes, mientras que en mi mente solo se creaba la idea de golpear esas nalgas fuertemente. Al llegar mi turno, la miré directo a los ojos y le dije << Excelente trabajo, sé que lograremos los objetivos con usted en el equipo >>, ella bajó la mirada y evitó el contacto inicial, pero súbitamente elevó su rostro y respondió << Gracias por la oportunidad de compartir ideas con su equipo, aunque con usted creo ya somos un éxito>>. Inmediatamente sentí esa sensación de coqueteo intenso, sentí claramente en su mirada lo que intentaba hacer (o es que acaso ¿estoy alucinando?). No pude evitar sonrojarme. Ella se dio la vuelta y procedió a retirarse dándome la espalda. El vaivén de sus caderas solo hizo que los cuerpos cavernosos de mi falo se llenaran de sangre intensamente, por lo que solo atiné a sentarme y tratar de superar el momento ocurrido.
Las semanas siguientes, el equipo de trabajo se fortaleció. Compartimos diferentes experiencias, pero sin duda las mejores eran al lado de Camila, quien siempre lucía radiante. El juego de los coqueteos siempre estaba presente, pero como podrán comprender, desde un inicio hubo algo que me detenía a dar el siguiente paso. Si señores!, es lo que ustedes creen!. El decano tenía un rol en la vida de Camila. Según tenía entendido, él era su pretendiente oficial (o quizás su amante ocasional, o su pseudomarido). Camila le guardaba bastante respeto porque al parecer la había ayudado en varias situaciones de su vida personal. Nunca le pregunté sobre esa relación atípica que llevaban, porque nunca mostraron una relación declarada. El decano era un hombre divorciado con hijos, en tanto que Camila era soltera y nulípara. En cualquier caso, yo no podía entrar en un triángulo amoroso y menos en mi posición de ese momento. Pero como lo imaginan, cuando algo está destinado a suceder, simplemente sucede y no hay fuerza que pueda evitarlo.
Una tarde, me quedé en una de las salas trabajando, pero aquel día a diferencia de otros, era difícil concentrarme. Era evidente que mi mente pensaba en Camila, en esa voz suave y cautivadora que no hacía más que recordar cada centímetro de su estupenda figura. En eso, súbitamente escucho el sonido de unos tacones altos que se acercaban a pasos acelerados, cada vez más cerca y más fuerte. Era ella, Camila, quien entró en la sala sin golpear la puerta, buscando un sobre que al parecer había extraviado. Camila salía y entraba, apenas sin mirarme, demasiado interesada en su sobre perdido. Le dije que había visto su sobre tirado en el piso poco antes de que pasara la empleada de la limpieza (no sabía que era de ella), y que lo había entregado a recepción. «No puede ser», me dijo, sin una pizca de desconfianza, y se derrumbó sentándose en una silla con las manos en el rostro. Lloraba desconsoladamente. La abracé, con fuerza. La imagen que recuerdo era: yo de pie, ella sentada aún, ahogada en sus lágrimas, con una ternura imprevisible que le desconocía y que me estremecía por dentro. Camila se abrazaba a mí, mientras yo pasaba mis manos por su cabeza, tocaba la tibieza de su nuca, y le rogaba que se calmara.
En eso, afuera se oyó una voz gruesa y ronca <<Camila!>>. «Ay, carajo», dijo ella, y me separé, un poco avergonzado, temiendo que se haya molestado. Era el decano que la había estado esperando a las afueras de la oficina. Camila recogió su bolso, se miró en un espejo pequeño, rectificó como pudo el maquillaje que las lágrimas habían diluido. «Total», dijo, y me miró, como dándose cuenta que yo estaba allí, que era yo quien la había abrazado. «Gracias», se acercó, toco mi rostro y me besó en los labios. No sé cuanto tiempo pasó, ni si alguien nos observó, pero me quedé allí petrificado esperando que ese momento no terminara. Luego, ella dio unos pasos hacia la puerta, miró, sonriendo ya, hacia el bulto que latía en mi entrepierna, «No vayas a salir así», me dijo, y se despidió con una sonrisa sagaz.
No importa cuánto intentaba concentrarme, esa noche solo pensaba en ella. Imagino que padecí esa felicidad fugaz que sigue a una conquista. En todo caso, supongamos que mi ego latía con la misma intensidad que mi falo: el uno satisfecho, el otro esperando su oportunidad. Ésta vez estaba decidido a dar el siguiente paso, pues el primero ya lo había dado ella.
Continuará …