La vecina

Siempre he tenido una fijación por las mujeres mayores que yo, ella es mi vecina y compartimos nuestras vidas en el mismo condominio. La llamaremos Alejandra, una hermosa mujer que decidió separarse de su esposo, funcionaria de una gran empresa, madre de dos niñas, y unas bellas piernas largas que nacen en unos pies bien cuidados y terminan en un derriere sediento de amor y lujuria.

Alejandra vive en el primer piso del edificio, y la ventana indiscreta de su departamento se convirtió en mi cómplice, el verano infernal la obligo una noche a vestir una pequeña tanga y polito, y al transitar por su sala pensó que no iba a ser observada. Solo me basto unos segundos, para ver esa piel blanca, para despertar mis bajas pasiones.

Hace unos meses, coincidimos en la panadería cercana al condominio, y me solicito ayudarla a replicar unos muebles, accediendo con gusto a su petición. Alejandra mide aproximadamente 1.80 metros, alta delgada pero con unas curvas bien conservadas, estimando su edad entre 45 y 50 años, llegado el momento ella estaba casual, como siempre en casa, vestía una licra y polera que me provocaron una erección progresiva. Nuestro trato siempre fue y es cordial, respetuoso como debe ser, así es que para mi fue complicado y hasta avergonzado, el verme delatado con mi pinga como una roca, encorvado disimuladamente para no dejarlo en evidencia, gesto al cual Alejandra se dio cuenta y solo esbozada una sonrisa y gestos de curiosidad, terminado de reubicar los muebles, me retire.
 
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Siempre he tenido una fijación por las mujeres mayores que yo, ella es mi vecina y compartimos nuestras vidas en el mismo condominio. La llamaremos Alejandra, una hermosa mujer que decidió separarse de su esposo, funcionaria de una gran empresa, madre de dos niñas, y unas bellas piernas largas que nacen en unos pies bien cuidados y terminan en un derriere sediento de amor y lujuria.

Alejandra vive en el primer piso del edificio, y la ventana indiscreta de su departamento se convirtió en mi cómplice, el verano infernal la obligo una noche a vestir una pequeña tanga y polito, y al transitar por su sala pensó que no iba a ser observada. Solo me basto unos segundos, para ver esa piel blanca, para despertar mis bajas pasiones.
alaaaaaaaaaaaaaaaa se ve prometedor la experiencia
 
Hace unos meses, cuándo se eliminaron las restricciones para reuniones sociales, organizaron una fiesta de confraternidad y reencuentro en el condominio. Recuerdo que fue un sábado, estábamos con un grupo de vecinos celebrando la vida, y Alejandra cruzo la puerta, vestía un ceñido vestido que se confundía con su piel blanca, en las manos tenía una botella de vino para sumarse a la celebración. Decidí sacarla a bailar, era una salsa del Gran Combo que permitía llevarla a mi ritmo, sentía el calor de su cuerpo, las preguntas clásicas y de rigor: ¿Hola, que tal como has estado?. ¿Que gusto verla vecina?. La comunicación fue fluyendo, esta sola desde hace algunos años, después de la separación no tuvo una pareja seria o estable. Siendo la conversación cordial, respetuosa, sin entrar al doble sentido o temas sexuales, pero si permitía que mi pelvis rozara con ella, o disimuladamente bajar mi mano un poco más de donde termina su espalda.
 
El vino, y otros tragos estaban haciendo su trabajo. Alejandra en unos de los bailes, me dice que desea retirarse de la fiesta y que la acompañe a su departamento, le costaba un poco mantenerse en pie... en el camino resbala y la sujeto con fuerza, fue inevitable agarrarle el culo, esta reacción provocó en ella una gran impresion y no me reprocho el movimiento.
 
Mis manos amasaron esas generosas nalgadas, con el afán de evitar su caída, ella se repuso y acerque mis labios hacia los suyos, al verme correspondido levante ese vestido blanco y me posicione en ese monte de Venus, era como probar un melocoton. Alejandra tenía una concha bien jugosa, después confesó que desde que se separo, la tenía sedienta de pinga. Aquel momento no pasó a más, ella tenía que volver a su departamento, pero la inercia se rompió, era cuestión de tiempo, para que una parte de mi se mueva dentro de ella.
 
Pasaron uno días, y sabíamos que nuestros cuerpos se convertirían en uno solo. Aquel dia, Alejandra me espero con ese vestido blanco en un hotel por la Av. Benavides, entre a la habitación y sin decir una palabra besé cada centímetro de su piel, toda la longitud de sus largas piernas, mi lengua transitada por ese culazo de campeonato.
 
Alejandra estaba sedienta de placer, fueron meses que no sentía unas manos masculinas recorrer su piel, masajes bajo sus hombros, la espalda desde el cuello hasta donde inicia su culazo, quería disfrutarla al 100%, tenía la vaina rasurada perdiéndome una rica sopita. Recorría todas sus piernas con mis labios, hasta que ella me solicita engullirse mi pinga.
 
Confieso que no la tengo muy larga, pero si gruesa, cabezona y cuando esta bien irritada, las venas perfilan mi pinga, esa imagen de sus labios recorriendo mi grueso tronco se quedó en mi mente, Alejandra chupaba y relamia mi verga, se engolosinaba, y yo ajustaba para no soltarle el líquido lácteo.
 
Seguidamente nos enfrascados en un sesentainueve, que me permitió saborear todos sus jugos, mi lengua recorría suavemente su clitoris y al mismo tiempo Alejandra me pajeaba con más intensidad, su cancha se lubricaba más y sus gélidos hacían que mi pinga se ponga más rígida, no aguantamos más y el órgano fue mutuo, ella se corrió en mi cara, y mi leche terminó atorandola, ella se pasó toda mi pasión láctea, saboreando hasta la última gota.
 
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