est3ban
BANEADO
17 Years of Service
A Leguizamón no lo han sancionado por ser malcriado, sino por discriminar. Igual, a un jugador no le pasa nada si le menta la madre a un rival, pero si le dice "indio de " está en problemas. ¿No recuerdan que la FIFA dijo que sancionaría a Materazzi si el insulto que le dijo a Zidane era racista? Al final resultó que le dijo algo contra su hermana, así que no hubo sanción. ¿Por qué se castiga la discriminación más drásticamente que el insulto? Porque la discriminación hace más daño a la sociedad.
Y sobre lo que dijo Leguizamón sobre la mediocridad del fútbol peruano, nadie lo acusa de haber mentido, sino de haberlo dicho como respuesta a su sanción. ¿Por qué no dijo eso cuando vino a jugar a Perú? Entonces no quería caerle mal a los peruanos, pero una vez que lo sancionaron y que no tenía interés en quedarse, se dio cuenta de pronto de que el fútbol peruano no es precisamente el más brillante de Sudamérica. Y no miente. Como ejemplo, Leguizamón jugó aquí. Venir a trabajar a Perú y de pronto sacar esas declaraciones contra el país, con el puro ánimo de joder porque lo sancionaron, merece ser castigado de la forma más drástica.
Si alguien no entiende la diferencia entre la crítica constructiva y la rencorosa, le pongo estos ejemplos:
Decir que el Perú será un país con más problemas sociales si tolera la discriminación, es crítica constructiva. Señala claramente un camino a seguir: castiguemos la discriminación, sea de raza, sexo, sexualidad, etc.
Decir que el Perú es un país que no ha ganado nada de nada en fútbol en varios años (falso: no hace tanto del triunfo de Cienciano) como consecuencia de que lo hayan suspendido por insultar a una árbitra, es crítica destructiva. No señala un camino (¿o alguien piensa que el permitir los insultos contra las mujeres nos hará grandes?) y muestra a las claras la mala intención: hacer sentir mal a quienes lo han criticado o sancionado. Es decir, a los peruanos.
Y por último: yo soy muy tolerante. No tengo nada de nacionalista. Pero oír a peruanos apoyando a extranjeros que insultan al Perú, me llega (y voy a decirlo con todas sus letras) a la punta, la repunta Ver a peruanos justificando las intromisiones de Hugo Chávez en la política peruana (y los hubo) o las declaraciones de Leguizamón, me produce algo más que vergüenza ajena: me produce la certeza de que la mezquindad llega muchas veces al grado más bajo de la abyección: a la traición.
Y sobre lo que dijo Leguizamón sobre la mediocridad del fútbol peruano, nadie lo acusa de haber mentido, sino de haberlo dicho como respuesta a su sanción. ¿Por qué no dijo eso cuando vino a jugar a Perú? Entonces no quería caerle mal a los peruanos, pero una vez que lo sancionaron y que no tenía interés en quedarse, se dio cuenta de pronto de que el fútbol peruano no es precisamente el más brillante de Sudamérica. Y no miente. Como ejemplo, Leguizamón jugó aquí. Venir a trabajar a Perú y de pronto sacar esas declaraciones contra el país, con el puro ánimo de joder porque lo sancionaron, merece ser castigado de la forma más drástica.
Si alguien no entiende la diferencia entre la crítica constructiva y la rencorosa, le pongo estos ejemplos:
Decir que el Perú será un país con más problemas sociales si tolera la discriminación, es crítica constructiva. Señala claramente un camino a seguir: castiguemos la discriminación, sea de raza, sexo, sexualidad, etc.
Decir que el Perú es un país que no ha ganado nada de nada en fútbol en varios años (falso: no hace tanto del triunfo de Cienciano) como consecuencia de que lo hayan suspendido por insultar a una árbitra, es crítica destructiva. No señala un camino (¿o alguien piensa que el permitir los insultos contra las mujeres nos hará grandes?) y muestra a las claras la mala intención: hacer sentir mal a quienes lo han criticado o sancionado. Es decir, a los peruanos.
Y por último: yo soy muy tolerante. No tengo nada de nacionalista. Pero oír a peruanos apoyando a extranjeros que insultan al Perú, me llega (y voy a decirlo con todas sus letras) a la punta, la repunta Ver a peruanos justificando las intromisiones de Hugo Chávez en la política peruana (y los hubo) o las declaraciones de Leguizamón, me produce algo más que vergüenza ajena: me produce la certeza de que la mezquindad llega muchas veces al grado más bajo de la abyección: a la traición.