Cómo dije me seguí viendo con mi ex durante algún tiempo. Yo ya me había casado con quién es mi marido, pero Erick se convirtió en mi amante. Luego de aquel reencuentro que tuvimos el día anterior a mi boda, cuándo trató de convencerme de que lo deje a mi prometido y regrese con él, pasaron algunos meses. Más precisamente cuatro. Yo ya estaba embarazada, con una panza prominente, cuándo recibo un mail suyo avisándome de que viene a Lima. Pensé en cancelarle, en decirle que no podía, que iba a estar ocupada, que me iba de viaje, no quería que me viera panzona, pero también tenía ganas de verlo, de estar con él, de cachar y gozar de esa forma que solo él me hacía sentir.
Al final le dije que sí, que nos veríamos. Cuándo nos encontramos en el Open Plaza y me vió con mi vestido de futura mamá, se le abrieron los ojos como platos.
-No te preocupes que no es tuyo- le mentí, ya que en realidad no sabía de quién me había embarazado. Si de él o de mi marido.
Había estado con Erick el día antes de casarme y con mi marido en la noche de bodas, por lo que el hijo que esperaba podía ser de cualquiera de los dos.
Sin embargo le dije que me había hecho pruebas y la paternidad era cien por ciento de mi marido. Sabía que si le demostraba la menor duda, no iba a dejarme en paz.
Fuimos al Hostal de la avenida Angamos e hicimos el amor una vez más. Fue una experiencia distinta estar con él estando embarazada. Con mi marido seguíamos teniendo sexo con bastante regularidad, pero estar con otro hombre, estando con panza, me resultaba estimulante.
Obviamente tuvimos que hacerlo en posiciones en que no me aplastará la panza, en cuatro o de costado. Intenté hacerlo boca arriba pero me dolía la espalda. También lo hicimos de parados, con él detrás bombeándome a un ritmo no demasiado acelerado.
Por mi obstetra sabía que podía tener sexo con absoluta normalidad, siempre y cuándo no me fuera al extremo, me había dicho, pero cómo era primeriza no podía evitar tomar ciertas precauciones.
Después volvimos a vernos cuándo ya estaba casi de nueve meses, una semana exacta antes de dar a luz a mi primer hijo.
Me acuerdo que estaba encima suyo, mi panza enorme, con el ombligo salido, descansando sobre la suya, cuando me agarra de los pechos, uno con cada mano, los aprieta y empieza a salirme leche de los pezones. Era gracioso verlo abriendo la boca para tragarse los chorritos de alimento materno.
Tuve a mi hijo, el mayor, y al poco tiempo recibo un mensaje suyo avisándome de que se casaba en unos pocos meses. Me invitaba incluso a su boda junto con mi marido. Lo pensé un tiempo y finalmente decidí ir. Por supuesto no le dije a él que era un ex, sino un conocido de la familia. La ceremonia y la fiesta estuvieron espectaculares. Su flamante esposa era preciosa, una modelo piurana, que al verla no pude evitar preguntarme que hacía buscándome si tenía una mujer como ella al lado. Recordé, sin embargo, lo que me dijo tantas veces, que nadie cachaba como yo. Será cierto nomás...