Estimados cofrades:
Comparto con ustedes una nueva biografía que seguramente será de su interés. Este personaje es muy rico e interesante porque responde, de muchas formas, las preguntas de un tópico de discusión en el forum: ¿Porqué se convierten en kines? Personalmente, no he resumido esta biografía con ese animo. Si así fuera, estaría juzgando a alguien y una época pretérita.
Sin embargo, quiero destacar la humanidad del personaje para que, en nuestro tiempo y circunstancias, podamos ver más allá de lo evidente. Digo esto porque lo que más me conmueve de la historia de Marie Duplessis es el que haya tomado el nombre de Marie. Hace muchos años atrás una amiga de la catequesis de la universidad dijo que también había que encontrar la humanidad de la Virgen María en las prostitutas. En ese momento estaba próximo al OD y me pareció muy ofensivo. Lo que pasa es que el OD – al que pertenece un ministro del actual régimen – es bastante misógino. Ahora, casi nueve años después de experiencias con toda clase de kines y sauneras, puedo entender a mi amiga. No la puedo explicar pero si entenderla. Les digo con franqueza que me conmueve ver las marcas de martenidad – grandes o pequeñas – en sus abdómenes. Me gusta besarlas pensando no en ellas como objetos sino como sujetos que traen la vida al mundo. El ser humano es incompleto, pero más incompleto en ese aspecto es el hombre. Así que este trabajo lo dedico a todas las muchachas que visitan regularmente esta página. Con todo cariño y respeto, este tiempo y esfuerzo en esta biografía sucinta es para ustedes.
Saludos cordiales,
Drais
La verdadera Dama de las Camelias
Marie Duplessis (1824 – 1847)
Detrás de todo personaje literario, siempre hay una persona que fue su prototipo. Tal es el caso de Marguerite Gautier, la célebre “Dama de las Camelias”, del escritor francés Alexandre Dumas hijo (1824 – 1895).
La inmortal novela de Alexandre Dumas, hijo, se inspiró en la vida de una prostituta parisina con quién mantuvo una corta pero intensa relación amorosa, Rose Alphonsine Plessis.
Rose Alphonsine Plessis nació en St. Germain - de – Claireuille, Normandia, el 15 de enero de 1824. Su abuela paterna había sido prostituta y su abuelo un sacerdote disoluto. Su padre, Marin Plessis, era comerciante ambulante y su madre, Marie Deshayes, una campesina de un origen más respetable. De este desgraciado matrimonio nacieron dos niñas, Rose Alphonsine y Delphine, quienes crecieron en la granja de un pariente materno. Con poca o ninguna educación más allá de los trabajos agrícolas, las hermanas Plessis crecieron en el más completo desamparo. Rose Alphonsine se enamoró a los doce años de un joven mozo de granja y al poco tiempo perdió su virtud. Al enterarse del hecho su tutor, la muchacha pasó a custodia de su padre, quién no dudó en entregarla a un lascivo amigo suyo a cambio de una pequeña suma de dinero. Luego la niña volvió con el padre, quién se desprendió de ella enviándola a París, a la casa de unos parientes lejanos. No transcurrió mucho tiempo para que Rose retomara los malos pasos en el disoluto Barrio Latino, además de trabajar en una taberna, como moza de recados en una corsetería y empleada de una sombrerería. Sus biógrafos cuentan que a los dieciséis años “no era más que una zafia muchacha campesina, de la que decían los aldeanos que había sido vendida a la lujuria de su padre, que tenía mal de ojo. Apenas sabía leer y escribir. A los veinte años, ya se había convertido en una mujer refinada, una árbitro del buen gusto en el frívolo y blasé París: tenía en una casa seis sirvientes; leía a (Víctor ) Hugo, Eugene Sue y (Alfred de) Musset; recibía a la sociedad de París; causaba revuelo en los salones del Faubourg Saint – Germain y arruinaba a los hombres más ricos de Francia”.
¿Cómo se produjo esta sorprendente transformación?
Un domingo cualquiera, a los dieciséis año, Rose acompañó a dos amigas a una excursión campestre fuera de París. Fue entonces que un comerciante la vio y se prendió de ella. Al poco tiempo Rose se convirtió en su amante y vivía cómoda – pero modestamente – en un departamento en la Rue d’Arcard. Una noche fue vista en el teatro por el conde Ferdinand de Monguyon y, de la noche a la mañana, cambió al pequeño burgués que la mantenía por un rico miembro de la nobleza. De manos de Monguyon pasó a las del duque de Guiche – Gramont, con quién tuvo un hijo que el padre dio en adopción. Hubo una época que fue mantenida por un colectivo de siete amantes que disponían de una noche cada uno de ellos para disfrutar de sus favores. El afecto colectivo que sentían hacía ella quedó simbolizado en un lujoso tocador con siete cajones.
En 1844 nada quedaba de la muchacha alocada del Barrio Latino. Rose Plessis se había convertido en Marie Duplessis. Sus biógrafos cuentan que escogió el nombre Marie porque era el nombre de la Virgen y el Duplessis por sonar más aristocrático. Su amante de turno era el conde de Stackelberg, un viejo y rico noble ruso que había sido embajador del Zar ante la corte del rey Luis Felipe de Orleáns. En “La Dama de las Camelias” fue caracterizado en el personaje del anciano duque de Mauriac. La realidad de la relación entre el conde Stackelberg y Marie Duplessis no era la del recuerdo de una hija pérdida, como relata Dumas en la novela, sino la del hombre mayor que tenía una amante mucho más joven que él.
No obstante, Marie Duplessis tenía otros amantes que satisfacían su lado romántico y sensual. Ella era habitué de los más altos círculos sociales de París y se le veía con frecuencia en la Opera y el Jockey Club. Quienes la conocieron la recuerdan como la imagen del ideal de belleza de la época, “alta, delgada, de cabello negro y tez blanca y rosada. Tenía la cabeza pequeña, alargados ojos esmaltados como los de una japonesa, muy resplandecientes y vivos. Sus labios eran de color más rojos que las cerezas, sus dientes los más bonitos del mundo; parecía una figurilla de porcelana de Dresden”.
Su expresión casi virginal causaba asombro pues era público que se dedicaba a la prostitución de alto nivel. Cuando se le preguntaba al respecto, ella ocultaba la cara y respondía: “ ¿Por qué me vendo? Porque el esfuerzo de una muchacha que trabaja jamás me hubiera proporcionado el lujo que tan irresistiblemente anhelo. A pesar de las apariencias, te juro que no soy codiciosa ni corrompida. Quería conocer los refinamientos y los placeres del gusto artístico, la alegría de vivir de una sociedad elegante y cultivada. Siempre he escogido a mis amigos. Y he amado, ¡Oh! Sí, he amado sinceramente, pero nadie ha correspondido jamás a mi amor. Este es el verdadero horror de mi vida. Es malo tener corazón cuando se es cortesana. Se puede morir de eso”.
Además de una vida sin amor, Marie Duplessis vivía otra drama mucho más trágico: la tuberculosis. Detrás de su aparente gusto por la vida elegante, las cenas con gente de mundo, sentía una creciente inutilidad de su existencia. Se consolaba diciéndose a sí misma que su legado iba a ser hacer decente, digno y decoroso el vicio. En cuanto al amor, ella dijo: “¿Con qué estas enamorado de mí? Dilo sin rodeos, es más sencillo.”
Alexandre Dumas hijo conoció a Marie Duplessis en 1842. Dos años después eran amantes y, gracias a ella, logró hacerse de cierto renombre en los círculos literarios lejos de la sombra de su padre. “La Dama de las Camelias” es la versión de Dumas hijo de la intensa pero corta relación que tuvo con Madame Duplessis. Fue su vida, sus gestos tales como el llevar un ramillete de camelias y mordisquear golosinas en su palco del teatro que dieron carácter a Marguerite Gautier.
Entretanto, la tuberculosis de Marie Duplessis empeoró y tuvo que retirarse al campo. Todos los tratamientos fueron inútiles y volvió a su antigua vida. Conoció al músico austriaco Franz Listz cuando éste fue a dar una serie de recitales en la ciudad luz. Fue su último amante. El pianista siempre la recordó con especial cariño: “Fue la primera mujer con la que estuve enamorado. En general no soy partidario de una Marion Delorme o Manon Lescaut. Pero Marie Duplessis era una excepción. Tenía mucho corazón, una viveza de espíritu completamente ideal y la consideró única en su clase. Duma la comprendió muy bien. No tuvo que hacer gran cosa para crearla de nuevo; era la más absoluta encarnación de la feminidad que jamás ha existido”.
Marie Duplessis murió el 3 de febrero de 1847, a la edad de 23 años. Su muerte fue todo un acontecimiento social. Fue enterrada multitudinariamente en Montmartre, su lapida de fino mármol italiano tenía grabada unas camelias. La subasta de sus bienes fue sumamente exitosa, llegándose a pagar fortunas por todo aquello que le hubiera pertenecido a la “Dama de las Camelias”.
Alexandre Dumas hijo empezó a escribir su inmortal novela, elegía dedicada a Marie Duplessis, en agosto del mismo año. Era su historia de amor, idealizada según la moda romántica de la época. La novela no alcanzó el éxito inmediato que esperaba, sino hasta que fue llevada al teatro en 1852. Entre los miles que vieron la obra en su versión teatral estaba el compositor italiano Giussepe Verdi, a quién el tema le inspiró su ópera “La Traviata”, estrenada en Venecia en 1853.
Alexandre Dumas hijo contrajo matrimonio dos veces hasta su muerte en 1895. En su vejez estuvo obsesionado con la maldad de la prostitución y propuso que el Estado se convirtiera en el tutor legal de todas las mujeres solteras sin instrucción ni oficio, y que todas las prostitutas fueran deportadas a las colonias. Sin embargo, muchas de las camelias de su tumba en Monmartre fueron recogidas y puestas en la de Marie Duplessis, “La Dama de las Camelias”, símbolo de una época en que el romance de la vida en una época de la historia marcada por el surgimiento del materialismo en todas sus formas.