Jonielperpetuador
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Hay lugares por los que transitamos todos los días. Lugares que lejos de mostrarnos los espejismos de la publicidad engañosa desembocan en la intimidad de las kines. Por intimidad no entendemos al coito ni a sus múltiples variantes sexuales, hablamos de su otra vida.
Podría parecer cliché y en cierto modo, lo es. La cuadra 25 de aviación guarda desde hace mucho tiempo el olor de la repetición y el olvido, cientos de kines han pertenecido a sus filas. Recordaría el caso de una adicta a la coca y a la pasta, el de la prima de uno de mis amigos o el de aquella mujer que no conocí ahí, pero que terminó contándome que ahí todo había empezado.
Está historia es sobre otra kine. Una con la que nos enganchamos y que respondía al nombre de Roxana (utilizaré de batalla aunque no haya Sido el verdadero).
2017. Era febrero. Mi pareja y yo atravesamos malos momentos, más que en la vida en sexual en la desconfianza, un tipo de marcación que resultaba terriblemente insoportable. Discutimos en la Rambla y mientras caminaba con dirección a Angamos tuve la intuición de acudir al lugar y descubrir quizá, con un poco de suerte, nuevos valores .
Las habitaciones estaban separadas por un triplay ahora había una tabla que cubría la parte de alta de ambos cuartos. Lo cual evitaba el infraganti intento de grabar al cofrade vecino.
Esperé diez minutos, me dijeron que había llegado una chica nueva. Entró. Era cuerpona, pero pequeña. Me explicó el servicio, no hacía falta, lo conocía de memoria, pero dejé que continuara con su speech. Sonrió, cancelé y empezó a desvestirse.
No empezó con el fellatio clásico, se me acercó y comenzó con los chapes, me miraba y agarraba mi barba. Se montó y cabalgaba con fuerza, sostenia sus manos y sus cuerpo volvía contra mi, de atrás hacia adelante. Tenía un buen culo, intenté ir por ahí, me dijo que no, pero conforme seguíamos se empezó a soltar y me dijo ya está bien. Fui por la media y según el reloj ya me encontraba más de una hora en el lugar, no había nadie más, pregunté: que raro que no nos toquen la puerta. " Es que la señora ha salido, respondió, tengo que cerrar yo".
Me contó que se iban al frente, porque ese local cerraba sus puertas a las 11. Ese otro recinto también será objeto de más historias.
Fue un señor polvo, la flaca me miraba con muchas ganas, quizás más de las que yo tenía por ella. Me pidió mi número y quedamos en vernos por fuera.
Le hice la pregunta de rigor: cuánto me vas a cobrar por fuera?
Su repuesta fue: no tenemos que tirar, me gustaría ir a caminar o conversar contigo. Las tensiones con mi flaca parecían advertirme que el final estaba cerca y en esa kine, aparentemente entregada al buen placer se en presentaba una manera de descargar todo lo vivido. No era fácil, más aún cuando tu pareja te acompaña en momentos claves: llámese fallecimiento de un familiar cercano o pequeños logros de la vida universitaria.
Le di mi número y conversamos por WhatsApp toda la noche. Sabía que era algo nuevo y más precisamente porque me había dicho que en las tardes noches trabajaba ahí en la 25. Pero en el día era profesora de inicial. Quedamos en vernos el fin de semana en la Rambla, dónde, inconscientemente, todo había comenzado.
Podría parecer cliché y en cierto modo, lo es. La cuadra 25 de aviación guarda desde hace mucho tiempo el olor de la repetición y el olvido, cientos de kines han pertenecido a sus filas. Recordaría el caso de una adicta a la coca y a la pasta, el de la prima de uno de mis amigos o el de aquella mujer que no conocí ahí, pero que terminó contándome que ahí todo había empezado.
Está historia es sobre otra kine. Una con la que nos enganchamos y que respondía al nombre de Roxana (utilizaré de batalla aunque no haya Sido el verdadero).
2017. Era febrero. Mi pareja y yo atravesamos malos momentos, más que en la vida en sexual en la desconfianza, un tipo de marcación que resultaba terriblemente insoportable. Discutimos en la Rambla y mientras caminaba con dirección a Angamos tuve la intuición de acudir al lugar y descubrir quizá, con un poco de suerte, nuevos valores .
Las habitaciones estaban separadas por un triplay ahora había una tabla que cubría la parte de alta de ambos cuartos. Lo cual evitaba el infraganti intento de grabar al cofrade vecino.
Esperé diez minutos, me dijeron que había llegado una chica nueva. Entró. Era cuerpona, pero pequeña. Me explicó el servicio, no hacía falta, lo conocía de memoria, pero dejé que continuara con su speech. Sonrió, cancelé y empezó a desvestirse.
No empezó con el fellatio clásico, se me acercó y comenzó con los chapes, me miraba y agarraba mi barba. Se montó y cabalgaba con fuerza, sostenia sus manos y sus cuerpo volvía contra mi, de atrás hacia adelante. Tenía un buen culo, intenté ir por ahí, me dijo que no, pero conforme seguíamos se empezó a soltar y me dijo ya está bien. Fui por la media y según el reloj ya me encontraba más de una hora en el lugar, no había nadie más, pregunté: que raro que no nos toquen la puerta. " Es que la señora ha salido, respondió, tengo que cerrar yo".
Me contó que se iban al frente, porque ese local cerraba sus puertas a las 11. Ese otro recinto también será objeto de más historias.
Fue un señor polvo, la flaca me miraba con muchas ganas, quizás más de las que yo tenía por ella. Me pidió mi número y quedamos en vernos por fuera.
Le hice la pregunta de rigor: cuánto me vas a cobrar por fuera?
Su repuesta fue: no tenemos que tirar, me gustaría ir a caminar o conversar contigo. Las tensiones con mi flaca parecían advertirme que el final estaba cerca y en esa kine, aparentemente entregada al buen placer se en presentaba una manera de descargar todo lo vivido. No era fácil, más aún cuando tu pareja te acompaña en momentos claves: llámese fallecimiento de un familiar cercano o pequeños logros de la vida universitaria.
Le di mi número y conversamos por WhatsApp toda la noche. Sabía que era algo nuevo y más precisamente porque me había dicho que en las tardes noches trabajaba ahí en la 25. Pero en el día era profesora de inicial. Quedamos en vernos el fin de semana en la Rambla, dónde, inconscientemente, todo había comenzado.