Disculpen que no me haya puesto al día, pero con la chamba, me queda poco tiempo para entrar al foro. La situación con la cachera de mi esposa sigue igual, no la enfrenté ni nada, pero ya sé que me pone los cachos. Por eso cada vez que no puedo localizarla, me pongo como loco. Pienso que está con su amante, en algún hostal limeño, haciéndome más cachudo.
Hace un par de semanas me pasó eso, estaba por salir del trabajo, y la llamé para encontrarnos, así íbamos a tomar algo, a cenar quizás. Era viernes, casi las seis de la tarde, así que los dos estábamos desocupados. O eso pensé, porque todas mis llamadas iban a su contestador. Ya sé que no escucha los mensajes, así que no le dejé ninguno, y para colmo su WhatsApp no mostraba actividad desde hacía poco más de dos horas, tiempo suficiente para... Bueno, ustedes ya se imaginan.
Me despido de mis compañeros, hasta el lunes, cuándo uno de ellos me pregunta, ¿No vienes con nosotros?
Resulta que era era el cumpleaños de uno de los jefes, y había invitado en general, a quién quisiera sumarse, a tomar unas chelas en un bar cercano, dónde siempre vamos de after Office.
Cómo no tenía otra cosa que hacer que pensar en dónde estaría mi esposa en ese momento, acepté ir con ellos.
Éramos unos cuántos, pero me sorprendió ver en el grupo a Ivette, de RR HH, una cincuentona que, pese a sus años, está bastante buena. Hasta la podría catalogar como una Milf, si me entienden.
Y me sorprendía verla porque era bastante reacia a esas reuniones, la invitábamos cuándo había un festejo semejante, pero siempre se negaba, alegando que tenía trabajo, que tenía que llegar temprano a casa. Pero ahí estaba, tomándose una chela y compartiendo unos bocaditos con unas compañeras del departamento contable.
Sabía que estaba casada, que tenía hijos adolescentes, y algo más que hacía que nos fijáramos siempre en ella y es que tiene un par de pechos monumentales. Sí, es tetona. Pero no le saca partido a lo que la naturaleza le dió, sino que siempre está bien tapada, con ropa abrochada casi hasta el cuello.
En ese momento, recién comenzada la velada, no tenía esperanza de nada, pero sentía que si tenía que devolverle a mi esposa los cachos que me pone, Ivette sería mi venganza ideal.
Con el correr de las horas fuimos quedando cada vez menos, Ivette entre ellos, con unos cuántos tragos encima. No estaba borracha, pero sí achispada.
En eso la que la acompañaba se retira, y aprovecho para acercarme. Me mira sin reconocerme, lo cuál no es raro, ya que apenas hemos cruzado algún que otro saludo al pasar.
Juan, de Producción, le recuerdo. Sí, me acuerdo de tí, se sonríe y nos estrechamos las manos.
Hablamos un rato y ¿saben qué? La razón por la que aceptó sumarse a la juerga, y se resistía todavía a irse a su casa, era porqué había descubierto que su marido le era infiel. Sí, cachuda igual que yo.
"Bienvenida al Club", le digo.
Me mira sorprendida. Así que le cuento.
"¡Y con tu mejor amigo!, exclama, por lo menos yo a ella no la conozco, sé que es más joven, típico de los que llegan a los cincuenta, se buscan una chibolita para sentirse más jóvenes".
"Por más joven que sea no creo que pueda competir contigo", la halago.
La notaba resentida, humillada, defraudada, todo lo mismo que sentí yo cuando descubrí la infidelidad de mi esposa.
Le pido al bartender un par de tragos más, que ella no rechaza, y tras brindar por nuestros cachos, le digo en tono confidente:
"¿Sabes que tendríamos que hacer? Vengarnos".
Me mira sin entender, aunque creo que algo si entendió.
"Tú, yo... vamos a un hotel y nos vengamos de esos traidores".
Se vuelve a reír, pero por lo menos no me manda a pasear ni me tira arroz. Bebe su trago, como si lo estuviera pensando, y finalmente me pregunta:
"¿Y te parece que con eso, con hacer lo mismo que ellos nos hacen, vamos a sentirnos mejor?"
"No sé si mejor, pero por lo menos se lo devolvemos con la misma moneda. Lo mínimo que se merecen".
"Mira, tienes unas cuántas jovencitas para elegir, te apuesto que cualquiera de ellas aceptaría gustosa ir a un hotel contigo. Yo ya soy una vieja", me dice señalando en derredor.
"Pero a mí me gustas tú y no me pareces para nada vieja".
Está vez no se ríe, solo me mira, aunque sé que está evaluando la situación. Enseguida me doy cuenta de lo que está pensando.
"Y no te preocupes porque seamos compañeros de trabajo, estamos en diferentes sectores, apenas nos vemos, no te va a resultar incómodo. Y por mí, te aseguro que no se va a enterar nadie", trato de convencerla.
"Lo van a saber los que están todavía acá si nos ven salir juntos", repone, no sin razón.
Miro a nuestro alrededor y tiene razón, se fueron varios pero todavía hay unos cuántos de nuestros compañeros.
"Fácil, le digo, me voy, me despido de todos y te espero en la esquina de...., cuándo te sientas lista, haces lo mismo y me encuentras allí".
"Ok, es lo único que dice".
Hago como que recibo un mensaje y aviso en general que me tengo que retirar, que mi mujer me está reclamando.
¡Provecho...! exclaman los que la conocen.
Mientras me despido de todos no puedo evitar pensar en si alguno ya la habrá probado. Más ganas me dan todavía de tirarme a Ivette.
Salgo y la espero dónde le dije. No tengo muchas esperanzas de que venga, pero ahí estoy.
(Sigo en cuánto la chamba me lo permita...)