Excelente relato, sobrio y real. Oler el trasero de una mujer no es solo deseo: es rendirse al instinto, a lo más puro y honesto del erotismo. Es acercarse sin filtros, sin máscaras, sin miedo al cuerpo real. No es algo que se haga con cualquiera, porque no es solo sexo: es complicidad, permiso y deseo profundo. Cuando una mujer se deja oler ahí, te deja entrar en un lugar que no se conquista con palabras, sino con confianza. Y eso... eso vale más que mil gemidos fingidos.