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Un día como hoy, 5 de abril, la historia del Perú dio uno más de los giros indescriptibles que ha caracterizado nuestra vida independiente. No se trataba de un hecho fuera de lo normal, mucho menos inesperado, porque mucha gente entonces preveía esta salida a la crisis política que desgastaba al país desde el mismo momento de la ascensión al poder de Alberto Fujimori.
Lo anteriormente expresado debería tomarse en consideración a la hora de "reflexionar" sobre el autogolpe. Es muy diferente la visión de quienes vivieron el momento, ya sea como adolescentes y mayores de edad entonces, y quienes aprendieron de él con posterioridad, con una visión diametralmente opuesta a sus mayores.
Hay hechos innegables de entonces que no existen en la versión oficialmente sancionada del acontecimiento a partir del año 2001. En el periodo cuya historia oficial parece haber sido grabada - para muchos - con cincel en mármol en el informe de CVR hubo mucho de malo, bueno, feo e indefinible. Quien fue testigo de la historia en acción puede recordar todo eso. Curiosamente estas personas - entre las que me encuentro porque tenía 19 años en abril de 1992 -, muchos no reclamamos superioridad moral. Ese rol queda exclusivamente reservado para aquellos que han tomado el argumento a favor y en contra sobre el hecho histórico.
Es interesante notar que, con el paso del tiempo, los que apoyaron el argumento a favor han hecho un ejercicio autocrítico, mientras que el otro partido sigue sigue cerrado como una ostra, totalmente inconsciente de la realidad de las cosas en este mundo, acaso brillantemente resumida en el título de un spaghetti western, El bueno, el malo y el feo.
Del 5 de abril de 1992 se puede decir que hubo de bueno, de malo y de feo, sin orden ni concierto. No lo podemos cambiar, salvo que uno crea en la teoría de universos múltiples de la industria del comic, o en las evocaciones del poema If de Kipling.
En conclusión, no hay nada que celebrar y mucho menos que condenar ex post facto. Si algo hay que hacer es un ejercicio introspectivo del hecho materia del comentario y sus consecuencias.
Lo anteriormente expresado debería tomarse en consideración a la hora de "reflexionar" sobre el autogolpe. Es muy diferente la visión de quienes vivieron el momento, ya sea como adolescentes y mayores de edad entonces, y quienes aprendieron de él con posterioridad, con una visión diametralmente opuesta a sus mayores.
Hay hechos innegables de entonces que no existen en la versión oficialmente sancionada del acontecimiento a partir del año 2001. En el periodo cuya historia oficial parece haber sido grabada - para muchos - con cincel en mármol en el informe de CVR hubo mucho de malo, bueno, feo e indefinible. Quien fue testigo de la historia en acción puede recordar todo eso. Curiosamente estas personas - entre las que me encuentro porque tenía 19 años en abril de 1992 -, muchos no reclamamos superioridad moral. Ese rol queda exclusivamente reservado para aquellos que han tomado el argumento a favor y en contra sobre el hecho histórico.
Es interesante notar que, con el paso del tiempo, los que apoyaron el argumento a favor han hecho un ejercicio autocrítico, mientras que el otro partido sigue sigue cerrado como una ostra, totalmente inconsciente de la realidad de las cosas en este mundo, acaso brillantemente resumida en el título de un spaghetti western, El bueno, el malo y el feo.
Del 5 de abril de 1992 se puede decir que hubo de bueno, de malo y de feo, sin orden ni concierto. No lo podemos cambiar, salvo que uno crea en la teoría de universos múltiples de la industria del comic, o en las evocaciones del poema If de Kipling.
En conclusión, no hay nada que celebrar y mucho menos que condenar ex post facto. Si algo hay que hacer es un ejercicio introspectivo del hecho materia del comentario y sus consecuencias.