Estoy cachando con un albañil chalaco de más de 50....

Estefany35

Soldado
Hace ya un par de semanas comenzaron a refaccionar la casa de al lado, que estaba desocupada desde hace un buen tiempo. Los dueños se fueron a vivir al exterior, y el hijo que se hizo cargo la puso en venta. Al principio temíamos que fueran a construir un edificio, con toda la incomodidad que ello representaría, pero al final, por suerte, solo se trató de unas refacciones menores. Y digo por suerte, porqué así fue que conocí a Milton, el albañil encargado, un chalaco recio, fuerte, vigoroso, con el que estoy teniendo más de una interacción por estos días.
Todo empezó la semana pasada. Estaba en casa haciendo limpieza. Mi marido ya se había ido a trabajar, mis hijos al Colegio, así que estaba sola, escuchando Corazón Serrano a todo volumen. En eso, cuándo pongo ropa a lavar, apenas enciendo la lavadora, el agua empieza a salir a borbotones de la manguera que está conectada a la pared.
Me quedé en shock, no sabía que hacer, salgo al patio a buscar unos baldes y trapos, y desde ahí lo veo al albañil de la casa de al lado, que está revocando la pared que da para mí lado.
-Por favor, ¿podrías ayudarme? Se me está inundando la casa- le digo a los gritos, por encima de la música y de los demás ruidos.
No hay tiempo para que se dé toda la vuelta y entre por el frente, así que le digo que pase por sobre el paredón que divide las dos propiedades. Lo hace y en apenas unos segundos ya está entrando al lavadero. Cierra una llave que encuentra debajo del fregadero y el agua deja de salir. Con mucho cuidado desconecta la lavadora y revisa el desperfecto.
-Se rompió la manguera, vas a tener que llamar a un técnico para que la cambie- repone tras una rápida evaluación.
-¿Lo podrías hacer tú? Si llamo a un técnico vaya a saber cuándo vendrá, y la verdad es que no me dan ganas de lavar toda esa ropa a mano- le digo, refiriéndome a la ropa que ya está dentro de la lavadora, mojada y enjabonada.
-No sé, hoy no vino mi ayudante así que estoy con doble chamba...-
-¡Por favor!- le insisto, poniendo mi mejor cara de circunstancia.
Cómo que duda un poco todavía, así que le digo algo que termina por decidirlo:
-Te pago lo que me pidas...-
Finalmente acepta, así que le doy algo de dinero, va a la ferretería, y en un rato ya tiene todo solucionado.
-¿La quieres probar?- me pregunta cuando termina.
Conecto la lavadora, la programo, y empieza a cargar agua ya sin ninguna fuga.
-¡Te pasaste... La dejaste como nueva!- le digo, radiante de alegría.
-¿Qué me vas a cobrar?- le pregunto entonces.
Le pregunto "qué", no "cuánto"...
-Lo que me des va a estar bien...- repone.
-Es que no se me ocurre, hiciste tan buen trabajo, dime tú...- le insisto.
-Lo que te diga no te va a gustar...- me advierte.
-Haz la prueba...-
Sin demasiada sutileza, baja la mirada, y se mira la entrepierna, y no solo eso, sino que con una mano medio que se acomoda el bulto.
-¡Asuuuu...! Tú si que no te andas con rodeos...- le digo.
-Te dije que no te iba a gustar...-
-¿Acaso dije que no me gustara...?-
Le sonrío y me acerco, llevando mis manos hacia la bragueta de su pantalón. Le bajo el cierre y metiendo la mano, le cojo el pincho por encima del boxer. Ya lo tiene gordito, gomoso, a medio armar.
Se lo aprieto, haciéndole sentir el rigor de mi propia calentura.
Le desabrocho el pantalón y bajándoselo junto con el boxer, dejo al descubierto una verga grande, gorda, rodeada de vello grueso y áspero. Se la jaloneo sintiendo como se endurece entre mis dedos.
Me pongo de cuclillas delante suyo y sin soltársela, le paso la lengua por encima del glande.
-¡Mmmhhhhh...!- exclamo complacida al sentir su sabor.
Se la sigo jalando fuerte, mojándome toda la mano con el juguito que le brota.
Me la meto en la boca y se la chupo con ganas, con entusiasmo, arrancándole unos jadeos por demás excitados. Se nota que le gusta, así que le pongo más empeño todavía, tratando de comerme lo más que me sea posible de semejante pedazo.
Me la saco de la boca, se la escupo un par de veces, y con la lengua me deslizo desde la punta hasta la base. Le chupo también los testículos, que se sienten llenos, vigorizados, con esa ebullición que promete una buena descarga.
Me levanto y me saco el vestido por encima de la cabeza. Le siguen el brasier, la truza y me quedo calata delante suyo.
Ya se nota que me quiere devorar ahí mismo, pero le digo que me espere un momento y voy al cuarto a buscar los condones. Voy así como estoy, desnuda, moviéndome sexy, sensual. Y me encanta que mientras me ve ir y venir, no deje de jalársela.
Le doy uno, y mientras se lo pone, me siento sobre la mesada que utilizo para cepillar la ropa. Me abro de piernas, y me paso los dedos por el sexo, que ya está húmedo y caliente.
El maestro está con la verga alzada, apuntándome, con el preservativo ciñéndole las venas. Viene hacía mí, me sujeta fuerte de los muslos y me penetra. Lo rodeo con brazos y piernas, moviéndome con él, soltando con cada clavada un quejido.
¡Ahhhhhh... Ahhhhhh... Ahhhhhhhh.... Ahhhhhhhh...!
Le busco la boca y lo beso, pero no de una forma dulce, romántica, sino agresiva. Mordiéndole, chupándole los labios. Ya me fregué, me digo a mí misma cuándo él también me muerde y siento el calor de la sangre que fluye de uno de mis labios. Una marca más de infidelidad. Igual, en ese momento, eso no me importa, después me pondré una pomadita o algo para disimular la herida. Lo que quiero es seguir sintiendo, seguir gozando, seguir cachando con ese cholo recio que me hace ver las estrellas con cada arremetida.
Luego de estar dándome sin descanso por un buen rato, me la saca y se acuesta de espalda en el piso. El pincho sigue duro y parado. Bajo de la mesada y echándome en el suelo con él, le quito el condón y se lo chupo de nuevo, disfrutando esa tensión, ese vigor que parece no tener contención.
Ahora soy yo la que le pone otro jebe, y subiéndome encima, me la clavo sin miramientos.
-¡Dime que soy tu puta...!- le digo en un susurro, moviéndome arriba y abajo, sintiendo como la punta se me clava en lo más profundo del útero.
-¡Sí puta... putita hermosa... que rico te mueves...!- me dice.
-¡Chúpame las tetas...!- le pido, poniéndoselas en la cara.
No solo me las chupa, también me las muerde, provocándome un dolor plácido, gustoso. Acabamos juntos. Eso me pasa cuando disfruto mucho, como con el chalaco, es como si mi sexo se sincronizara con el suyo, teniendo goces compartidos.
Sin dejar de suspirar, me tumbo a un costado, de espalda, y me acaricio la vagina. La tengo toda abierta y cubierta por una especie de espumita, que debe ser lo que me arrancó de adentro el Maestro con cada uno de sus bombazos.
Él se levanta, bota el condón repleto de semen en la basura (me hago una nota mental para eliminar más tarde cualquier evidencia), del bolsillo de su camisa saca los cigarros y enciende uno.
-Sí todas pagaran como tú, me dedicaría a trabajar solo para mujeres- comenta.
-Sí todos trabajaran cómo tú, solo me dedicaría a hacer refacciones en casa- le replico, haciéndole soltar una carcajada.
Le pregunto entonces para cuánto tiempo tiene de trabajo, me dice que para unos cuántos días, así que le digo que cuando esté en casa, sola y disponible, voy a colgar una toalla roja en el patio.
-Cuando la veas, la puerta va a estar abierta, así que tú entras y a lo tuyo...-
Lo suyo era cacharme, por supuesto.
Ese fue el primer polvo que me eché con el albañil chalaco, y habrá más, por lo menos hasta que termine de arreglar la casa de al lado.
 
Hace ya un par de semanas comenzaron a refaccionar la casa de al lado, que estaba desocupada desde hace un buen tiempo. Los dueños se fueron a vivir al exterior, y el hijo que se hizo cargo la puso en venta. Al principio temíamos que fueran a construir un edificio, con toda la incomodidad que ello representaría, pero al final, por suerte, solo se trató de unas refacciones menores. Y digo por suerte, porqué así fue que conocí a Milton, el albañil encargado, un chalaco recio, fuerte, vigoroso, con el que estoy teniendo más de una interacción por estos días.
Todo empezó la semana pasada. Estaba en casa haciendo limpieza. Mi marido ya se había ido a trabajar, mis hijos al Colegio, así que estaba sola, escuchando Corazón Serrano a todo volumen. En eso, cuándo pongo ropa a lavar, apenas enciendo la lavadora, el agua empieza a salir a borbotones de la manguera que está conectada a la pared.
Me quedé en shock, no sabía que hacer, salgo al patio a buscar unos baldes y trapos, y desde ahí lo veo al albañil de la casa de al lado, que está revocando la pared que da para mí lado.
-Por favor, ¿podrías ayudarme? Se me está inundando la casa- le digo a los gritos, por encima de la música y de los demás ruidos.
No hay tiempo para que se dé toda la vuelta y entre por el frente, así que le digo que pase por sobre el paredón que divide las dos propiedades. Lo hace y en apenas unos segundos ya está entrando al lavadero. Cierra una llave que encuentra debajo del fregadero y el agua deja de salir. Con mucho cuidado desconecta la lavadora y revisa el desperfecto.
-Se rompió la manguera, vas a tener que llamar a un técnico para que la cambie- repone tras una rápida evaluación.
-¿Lo podrías hacer tú? Si llamo a un técnico vaya a saber cuándo vendrá, y la verdad es que no me dan ganas de lavar toda esa ropa a mano- le digo, refiriéndome a la ropa que ya está dentro de la lavadora, mojada y enjabonada.
-No sé, hoy no vino mi ayudante así que estoy con doble chamba...-
-¡Por favor!- le insisto, poniendo mi mejor cara de circunstancia.
Cómo que duda un poco todavía, así que le digo algo que termina por decidirlo:
-Te pago lo que me pidas...-
Finalmente acepta, así que le doy algo de dinero, va a la ferretería, y en un rato ya tiene todo solucionado.
-¿La quieres probar?- me pregunta cuando termina.
Conecto la lavadora, la programo, y empieza a cargar agua ya sin ninguna fuga.
-¡Te pasaste... La dejaste como nueva!- le digo, radiante de alegría.
-¿Qué me vas a cobrar?- le pregunto entonces.
Le pregunto "qué", no "cuánto"...
-Lo que me des va a estar bien...- repone.
-Es que no se me ocurre, hiciste tan buen trabajo, dime tú...- le insisto.
-Lo que te diga no te va a gustar...- me advierte.
-Haz la prueba...-
Sin demasiada sutileza, baja la mirada, y se mira la entrepierna, y no solo eso, sino que con una mano medio que se acomoda el bulto.
-¡Asuuuu...! Tú si que no te andas con rodeos...- le digo.
-Te dije que no te iba a gustar...-
-¿Acaso dije que no me gustara...?-
Le sonrío y me acerco, llevando mis manos hacia la bragueta de su pantalón. Le bajo el cierre y metiendo la mano, le cojo el pincho por encima del boxer. Ya lo tiene gordito, gomoso, a medio armar.
Se lo aprieto, haciéndole sentir el rigor de mi propia calentura.
Le desabrocho el pantalón y bajándoselo junto con el boxer, dejo al descubierto una verga grande, gorda, rodeada de vello grueso y áspero. Se la jaloneo sintiendo como se endurece entre mis dedos.
Me pongo de cuclillas delante suyo y sin soltársela, le paso la lengua por encima del glande.
-¡Mmmhhhhh...!- exclamo complacida al sentir su sabor.
Se la sigo jalando fuerte, mojándome toda la mano con el juguito que le brota.
Me la meto en la boca y se la chupo con ganas, con entusiasmo, arrancándole unos jadeos por demás excitados. Se nota que le gusta, así que le pongo más empeño todavía, tratando de comerme lo más que me sea posible de semejante pedazo.
Me la saco de la boca, se la escupo un par de veces, y con la lengua me deslizo desde la punta hasta la base. Le chupo también los testículos, que se sienten llenos, vigorizados, con esa ebullición que promete una buena descarga.
Me levanto y me saco el vestido por encima de la cabeza. Le siguen el brasier, la truza y me quedo calata delante suyo.
Ya se nota que me quiere devorar ahí mismo, pero le digo que me espere un momento y voy al cuarto a buscar los condones. Voy así como estoy, desnuda, moviéndome sexy, sensual. Y me encanta que mientras me ve ir y venir, no deje de jalársela.
Le doy uno, y mientras se lo pone, me siento sobre la mesada que utilizo para cepillar la ropa. Me abro de piernas, y me paso los dedos por el sexo, que ya está húmedo y caliente.
El maestro está con la verga alzada, apuntándome, con el preservativo ciñéndole las venas. Viene hacía mí, me sujeta fuerte de los muslos y me penetra. Lo rodeo con brazos y piernas, moviéndome con él, soltando con cada clavada un quejido.
¡Ahhhhhh... Ahhhhhh... Ahhhhhhhh.... Ahhhhhhhh...!
Le busco la boca y lo beso, pero no de una forma dulce, romántica, sino agresiva. Mordiéndole, chupándole los labios. Ya me fregué, me digo a mí misma cuándo él también me muerde y siento el calor de la sangre que fluye de uno de mis labios. Una marca más de infidelidad. Igual, en ese momento, eso no me importa, después me pondré una pomadita o algo para disimular la herida. Lo que quiero es seguir sintiendo, seguir gozando, seguir cachando con ese cholo recio que me hace ver las estrellas con cada arremetida.
Luego de estar dándome sin descanso por un buen rato, me la saca y se acuesta de espalda en el piso. El pincho sigue duro y parado. Bajo de la mesada y echándome en el suelo con él, le quito el condón y se lo chupo de nuevo, disfrutando esa tensión, ese vigor que parece no tener contención.
Ahora soy yo la que le pone otro jebe, y subiéndome encima, me la clavo sin miramientos.
-¡Dime que soy tu puta...!- le digo en un susurro, moviéndome arriba y abajo, sintiendo como la punta se me clava en lo más profundo del útero.
-¡Sí puta... putita hermosa... que rico te mueves...!- me dice.
-¡Chúpame las tetas...!- le pido, poniéndoselas en la cara.
No solo me las chupa, también me las muerde, provocándome un dolor plácido, gustoso. Acabamos juntos. Eso me pasa cuando disfruto mucho, como con el chalaco, es como si mi sexo se sincronizara con el suyo, teniendo goces compartidos.
Sin dejar de suspirar, me tumbo a un costado, de espalda, y me acaricio la vagina. La tengo toda abierta y cubierta por una especie de espumita, que debe ser lo que me arrancó de adentro el Maestro con cada uno de sus bombazos.
Él se levanta, bota el condón repleto de semen en la basura (me hago una nota mental para eliminar más tarde cualquier evidencia), del bolsillo de su camisa saca los cigarros y enciende uno.
-Sí todas pagaran como tú, me dedicaría a trabajar solo para mujeres- comenta.
-Sí todos trabajaran cómo tú, solo me dedicaría a hacer refacciones en casa- le replico, haciéndole soltar una carcajada.
Le pregunto entonces para cuánto tiempo tiene de trabajo, me dice que para unos cuántos días, así que le digo que cuando esté en casa, sola y disponible, voy a colgar una toalla roja en el patio.
-Cuando la veas, la puerta va a estar abierta, así que tú entras y a lo tuyo...-
Lo suyo era cacharme, por supuesto.
Ese fue el primer polvo que me eché con el albañil chalaco, y habrá más, por lo menos hasta que termine de arreglar la casa de al lado.
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Hace ya un par de semanas comenzaron a refaccionar la casa de al lado, que estaba desocupada desde hace un buen tiempo. Los dueños se fueron a vivir al exterior, y el hijo que se hizo cargo la puso en venta. Al principio temíamos que fueran a construir un edificio, con toda la incomodidad que ello representaría, pero al final, por suerte, solo se trató de unas refacciones menores. Y digo por suerte, porqué así fue que conocí a Milton, el albañil encargado, un chalaco recio, fuerte, vigoroso, con el que estoy teniendo más de una interacción por estos días.
Todo empezó la semana pasada. Estaba en casa haciendo limpieza. Mi marido ya se había ido a trabajar, mis hijos al Colegio, así que estaba sola, escuchando Corazón Serrano a todo volumen. En eso, cuándo pongo ropa a lavar, apenas enciendo la lavadora, el agua empieza a salir a borbotones de la manguera que está conectada a la pared.
Me quedé en shock, no sabía que hacer, salgo al patio a buscar unos baldes y trapos, y desde ahí lo veo al albañil de la casa de al lado, que está revocando la pared que da para mí lado.
-Por favor, ¿podrías ayudarme? Se me está inundando la casa- le digo a los gritos, por encima de la música y de los demás ruidos.
No hay tiempo para que se dé toda la vuelta y entre por el frente, así que le digo que pase por sobre el paredón que divide las dos propiedades. Lo hace y en apenas unos segundos ya está entrando al lavadero. Cierra una llave que encuentra debajo del fregadero y el agua deja de salir. Con mucho cuidado desconecta la lavadora y revisa el desperfecto.
-Se rompió la manguera, vas a tener que llamar a un técnico para que la cambie- repone tras una rápida evaluación.
-¿Lo podrías hacer tú? Si llamo a un técnico vaya a saber cuándo vendrá, y la verdad es que no me dan ganas de lavar toda esa ropa a mano- le digo, refiriéndome a la ropa que ya está dentro de la lavadora, mojada y enjabonada.
-No sé, hoy no vino mi ayudante así que estoy con doble chamba...-
-¡Por favor!- le insisto, poniendo mi mejor cara de circunstancia.
Cómo que duda un poco todavía, así que le digo algo que termina por decidirlo:
-Te pago lo que me pidas...-
Finalmente acepta, así que le doy algo de dinero, va a la ferretería, y en un rato ya tiene todo solucionado.
-¿La quieres probar?- me pregunta cuando termina.
Conecto la lavadora, la programo, y empieza a cargar agua ya sin ninguna fuga.
-¡Te pasaste... La dejaste como nueva!- le digo, radiante de alegría.
-¿Qué me vas a cobrar?- le pregunto entonces.
Le pregunto "qué", no "cuánto"...
-Lo que me des va a estar bien...- repone.
-Es que no se me ocurre, hiciste tan buen trabajo, dime tú...- le insisto.
-Lo que te diga no te va a gustar...- me advierte.
-Haz la prueba...-
Sin demasiada sutileza, baja la mirada, y se mira la entrepierna, y no solo eso, sino que con una mano medio que se acomoda el bulto.
-¡Asuuuu...! Tú si que no te andas con rodeos...- le digo.
-Te dije que no te iba a gustar...-
-¿Acaso dije que no me gustara...?-
Le sonrío y me acerco, llevando mis manos hacia la bragueta de su pantalón. Le bajo el cierre y metiendo la mano, le cojo el pincho por encima del boxer. Ya lo tiene gordito, gomoso, a medio armar.
Se lo aprieto, haciéndole sentir el rigor de mi propia calentura.
Le desabrocho el pantalón y bajándoselo junto con el boxer, dejo al descubierto una verga grande, gorda, rodeada de vello grueso y áspero. Se la jaloneo sintiendo como se endurece entre mis dedos.
Me pongo de cuclillas delante suyo y sin soltársela, le paso la lengua por encima del glande.
-¡Mmmhhhhh...!- exclamo complacida al sentir su sabor.
Se la sigo jalando fuerte, mojándome toda la mano con el juguito que le brota.
Me la meto en la boca y se la chupo con ganas, con entusiasmo, arrancándole unos jadeos por demás excitados. Se nota que le gusta, así que le pongo más empeño todavía, tratando de comerme lo más que me sea posible de semejante pedazo.
Me la saco de la boca, se la escupo un par de veces, y con la lengua me deslizo desde la punta hasta la base. Le chupo también los testículos, que se sienten llenos, vigorizados, con esa ebullición que promete una buena descarga.
Me levanto y me saco el vestido por encima de la cabeza. Le siguen el brasier, la truza y me quedo calata delante suyo.
Ya se nota que me quiere devorar ahí mismo, pero le digo que me espere un momento y voy al cuarto a buscar los condones. Voy así como estoy, desnuda, moviéndome sexy, sensual. Y me encanta que mientras me ve ir y venir, no deje de jalársela.
Le doy uno, y mientras se lo pone, me siento sobre la mesada que utilizo para cepillar la ropa. Me abro de piernas, y me paso los dedos por el sexo, que ya está húmedo y caliente.
El maestro está con la verga alzada, apuntándome, con el preservativo ciñéndole las venas. Viene hacía mí, me sujeta fuerte de los muslos y me penetra. Lo rodeo con brazos y piernas, moviéndome con él, soltando con cada clavada un quejido.
¡Ahhhhhh... Ahhhhhh... Ahhhhhhhh.... Ahhhhhhhh...!
Le busco la boca y lo beso, pero no de una forma dulce, romántica, sino agresiva. Mordiéndole, chupándole los labios. Ya me fregué, me digo a mí misma cuándo él también me muerde y siento el calor de la sangre que fluye de uno de mis labios. Una marca más de infidelidad. Igual, en ese momento, eso no me importa, después me pondré una pomadita o algo para disimular la herida. Lo que quiero es seguir sintiendo, seguir gozando, seguir cachando con ese cholo recio que me hace ver las estrellas con cada arremetida.
Luego de estar dándome sin descanso por un buen rato, me la saca y se acuesta de espalda en el piso. El pincho sigue duro y parado. Bajo de la mesada y echándome en el suelo con él, le quito el condón y se lo chupo de nuevo, disfrutando esa tensión, ese vigor que parece no tener contención.
Ahora soy yo la que le pone otro jebe, y subiéndome encima, me la clavo sin miramientos.
-¡Dime que soy tu puta...!- le digo en un susurro, moviéndome arriba y abajo, sintiendo como la punta se me clava en lo más profundo del útero.
-¡Sí puta... putita hermosa... que rico te mueves...!- me dice.
-¡Chúpame las tetas...!- le pido, poniéndoselas en la cara.
No solo me las chupa, también me las muerde, provocándome un dolor plácido, gustoso. Acabamos juntos. Eso me pasa cuando disfruto mucho, como con el chalaco, es como si mi sexo se sincronizara con el suyo, teniendo goces compartidos.
Sin dejar de suspirar, me tumbo a un costado, de espalda, y me acaricio la vagina. La tengo toda abierta y cubierta por una especie de espumita, que debe ser lo que me arrancó de adentro el Maestro con cada uno de sus bombazos.
Él se levanta, bota el condón repleto de semen en la basura (me hago una nota mental para eliminar más tarde cualquier evidencia), del bolsillo de su camisa saca los cigarros y enciende uno.
-Sí todas pagaran como tú, me dedicaría a trabajar solo para mujeres- comenta.
-Sí todos trabajaran cómo tú, solo me dedicaría a hacer refacciones en casa- le replico, haciéndole soltar una carcajada.
Le pregunto entonces para cuánto tiempo tiene de trabajo, me dice que para unos cuántos días, así que le digo que cuando esté en casa, sola y disponible, voy a colgar una toalla roja en el patio.
-Cuando la veas, la puerta va a estar abierta, así que tú entras y a lo tuyo...-
Lo suyo era cacharme, por supuesto.
Ese fue el primer polvo que me eché con el albañil chalaco, y habrá más, por lo menos hasta que termine de arreglar la casa de al lado.
Siempre es un gusto leer tus publicaciones, con todo el respeto del mundo y con la mejor intencion me gustaría decirte que ERES PUTISIMA y no de esas que algunos pagan, sino una de esas mujeres que te da un placer tremendo cachar porque se saben bien hembras.
Espero sigas disfrutando con el albañil y que tu esposo no se entere, de paso que no des tanta "info" pues ya has dicho hasta el distrito en donde vives y más de un mañoso se pondrá a buscar casas donde esten haciendo refacciones jajajaj o alguno puede ver desde las alturas la "toallita roja" en algún patio... me pregunto a la vez, desearías que eso pasara? Que alguien descubra donde vives, te busque y te cache...
Nuevamente gracias por seguir contando tus expriencias, espero más con muchas ansias.
 
Hace ya un par de semanas comenzaron a refaccionar la casa de al lado, que estaba desocupada desde hace un buen tiempo. Los dueños se fueron a vivir al exterior, y el hijo que se hizo cargo la puso en venta. Al principio temíamos que fueran a construir un edificio, con toda la incomodidad que ello representaría, pero al final, por suerte, solo se trató de unas refacciones menores. Y digo por suerte, porqué así fue que conocí a Milton, el albañil encargado, un chalaco recio, fuerte, vigoroso, con el que estoy teniendo más de una interacción por estos días.
Todo empezó la semana pasada. Estaba en casa haciendo limpieza. Mi marido ya se había ido a trabajar, mis hijos al Colegio, así que estaba sola, escuchando Corazón Serrano a todo volumen. En eso, cuándo pongo ropa a lavar, apenas enciendo la lavadora, el agua empieza a salir a borbotones de la manguera que está conectada a la pared.
Me quedé en shock, no sabía que hacer, salgo al patio a buscar unos baldes y trapos, y desde ahí lo veo al albañil de la casa de al lado, que está revocando la pared que da para mí lado.
-Por favor, ¿podrías ayudarme? Se me está inundando la casa- le digo a los gritos, por encima de la música y de los demás ruidos.
No hay tiempo para que se dé toda la vuelta y entre por el frente, así que le digo que pase por sobre el paredón que divide las dos propiedades. Lo hace y en apenas unos segundos ya está entrando al lavadero. Cierra una llave que encuentra debajo del fregadero y el agua deja de salir. Con mucho cuidado desconecta la lavadora y revisa el desperfecto.
-Se rompió la manguera, vas a tener que llamar a un técnico para que la cambie- repone tras una rápida evaluación.
-¿Lo podrías hacer tú? Si llamo a un técnico vaya a saber cuándo vendrá, y la verdad es que no me dan ganas de lavar toda esa ropa a mano- le digo, refiriéndome a la ropa que ya está dentro de la lavadora, mojada y enjabonada.
-No sé, hoy no vino mi ayudante así que estoy con doble chamba...-
-¡Por favor!- le insisto, poniendo mi mejor cara de circunstancia.
Cómo que duda un poco todavía, así que le digo algo que termina por decidirlo:
-Te pago lo que me pidas...-
Finalmente acepta, así que le doy algo de dinero, va a la ferretería, y en un rato ya tiene todo solucionado.
-¿La quieres probar?- me pregunta cuando termina.
Conecto la lavadora, la programo, y empieza a cargar agua ya sin ninguna fuga.
-¡Te pasaste... La dejaste como nueva!- le digo, radiante de alegría.
-¿Qué me vas a cobrar?- le pregunto entonces.
Le pregunto "qué", no "cuánto"...
-Lo que me des va a estar bien...- repone.
-Es que no se me ocurre, hiciste tan buen trabajo, dime tú...- le insisto.
-Lo que te diga no te va a gustar...- me advierte.
-Haz la prueba...-
Sin demasiada sutileza, baja la mirada, y se mira la entrepierna, y no solo eso, sino que con una mano medio que se acomoda el bulto.
-¡Asuuuu...! Tú si que no te andas con rodeos...- le digo.
-Te dije que no te iba a gustar...-
-¿Acaso dije que no me gustara...?-
Le sonrío y me acerco, llevando mis manos hacia la bragueta de su pantalón. Le bajo el cierre y metiendo la mano, le cojo el pincho por encima del boxer. Ya lo tiene gordito, gomoso, a medio armar.
Se lo aprieto, haciéndole sentir el rigor de mi propia calentura.
Le desabrocho el pantalón y bajándoselo junto con el boxer, dejo al descubierto una verga grande, gorda, rodeada de vello grueso y áspero. Se la jaloneo sintiendo como se endurece entre mis dedos.
Me pongo de cuclillas delante suyo y sin soltársela, le paso la lengua por encima del glande.
-¡Mmmhhhhh...!- exclamo complacida al sentir su sabor.
Se la sigo jalando fuerte, mojándome toda la mano con el juguito que le brota.
Me la meto en la boca y se la chupo con ganas, con entusiasmo, arrancándole unos jadeos por demás excitados. Se nota que le gusta, así que le pongo más empeño todavía, tratando de comerme lo más que me sea posible de semejante pedazo.
Me la saco de la boca, se la escupo un par de veces, y con la lengua me deslizo desde la punta hasta la base. Le chupo también los testículos, que se sienten llenos, vigorizados, con esa ebullición que promete una buena descarga.
Me levanto y me saco el vestido por encima de la cabeza. Le siguen el brasier, la truza y me quedo calata delante suyo.
Ya se nota que me quiere devorar ahí mismo, pero le digo que me espere un momento y voy al cuarto a buscar los condones. Voy así como estoy, desnuda, moviéndome sexy, sensual. Y me encanta que mientras me ve ir y venir, no deje de jalársela.
Le doy uno, y mientras se lo pone, me siento sobre la mesada que utilizo para cepillar la ropa. Me abro de piernas, y me paso los dedos por el sexo, que ya está húmedo y caliente.
El maestro está con la verga alzada, apuntándome, con el preservativo ciñéndole las venas. Viene hacía mí, me sujeta fuerte de los muslos y me penetra. Lo rodeo con brazos y piernas, moviéndome con él, soltando con cada clavada un quejido.
¡Ahhhhhh... Ahhhhhh... Ahhhhhhhh.... Ahhhhhhhh...!
Le busco la boca y lo beso, pero no de una forma dulce, romántica, sino agresiva. Mordiéndole, chupándole los labios. Ya me fregué, me digo a mí misma cuándo él también me muerde y siento el calor de la sangre que fluye de uno de mis labios. Una marca más de infidelidad. Igual, en ese momento, eso no me importa, después me pondré una pomadita o algo para disimular la herida. Lo que quiero es seguir sintiendo, seguir gozando, seguir cachando con ese cholo recio que me hace ver las estrellas con cada arremetida.
Luego de estar dándome sin descanso por un buen rato, me la saca y se acuesta de espalda en el piso. El pincho sigue duro y parado. Bajo de la mesada y echándome en el suelo con él, le quito el condón y se lo chupo de nuevo, disfrutando esa tensión, ese vigor que parece no tener contención.
Ahora soy yo la que le pone otro jebe, y subiéndome encima, me la clavo sin miramientos.
-¡Dime que soy tu puta...!- le digo en un susurro, moviéndome arriba y abajo, sintiendo como la punta se me clava en lo más profundo del útero.
-¡Sí puta... putita hermosa... que rico te mueves...!- me dice.
-¡Chúpame las tetas...!- le pido, poniéndoselas en la cara.
No solo me las chupa, también me las muerde, provocándome un dolor plácido, gustoso. Acabamos juntos. Eso me pasa cuando disfruto mucho, como con el chalaco, es como si mi sexo se sincronizara con el suyo, teniendo goces compartidos.
Sin dejar de suspirar, me tumbo a un costado, de espalda, y me acaricio la vagina. La tengo toda abierta y cubierta por una especie de espumita, que debe ser lo que me arrancó de adentro el Maestro con cada uno de sus bombazos.
Él se levanta, bota el condón repleto de semen en la basura (me hago una nota mental para eliminar más tarde cualquier evidencia), del bolsillo de su camisa saca los cigarros y enciende uno.
-Sí todas pagaran como tú, me dedicaría a trabajar solo para mujeres- comenta.
-Sí todos trabajaran cómo tú, solo me dedicaría a hacer refacciones en casa- le replico, haciéndole soltar una carcajada.
Le pregunto entonces para cuánto tiempo tiene de trabajo, me dice que para unos cuántos días, así que le digo que cuando esté en casa, sola y disponible, voy a colgar una toalla roja en el patio.
-Cuando la veas, la puerta va a estar abierta, así que tú entras y a lo tuyo...-
Lo suyo era cacharme, por supuesto.
Ese fue el primer polvo que me eché con el albañil chalaco, y habrá más, por lo menos hasta que termine de arreglar la casa de al lado.
 
Estefany35, excelente tu historia, me gusto mucho..... felicitaciones..... sabes si necesitas un trabajo de electricidad escribeme, jijiji ...saludos y no dejes de compartir tus historias calientes...
 
que buen relato la verdad, suerte de algunos, o me estoy dedicando a algo que no me conviene, hajajaj deberia hacer un sorteo para conocerla
 
Tus relatos son directos consistentes, eroticos y hacen volar mi imaginación. Te felicito y soy tu gran admirador
 
Hace ya un par de semanas comenzaron a refaccionar la casa de al lado, que estaba desocupada desde hace un buen tiempo. Los dueños se fueron a vivir al exterior, y el hijo que se hizo cargo la puso en venta. Al principio temíamos que fueran a construir un edificio, con toda la incomodidad que ello representaría, pero al final, por suerte, solo se trató de unas refacciones menores. Y digo por suerte, porqué así fue que conocí a Milton, el albañil encargado, un chalaco recio, fuerte, vigoroso, con el que estoy teniendo más de una interacción por estos días.
Todo empezó la semana pasada. Estaba en casa haciendo limpieza. Mi marido ya se había ido a trabajar, mis hijos al Colegio, así que estaba sola, escuchando Corazón Serrano a todo volumen. En eso, cuándo pongo ropa a lavar, apenas enciendo la lavadora, el agua empieza a salir a borbotones de la manguera que está conectada a la pared.
Me quedé en shock, no sabía que hacer, salgo al patio a buscar unos baldes y trapos, y desde ahí lo veo al albañil de la casa de al lado, que está revocando la pared que da para mí lado.
-Por favor, ¿podrías ayudarme? Se me está inundando la casa- le digo a los gritos, por encima de la música y de los demás ruidos.
No hay tiempo para que se dé toda la vuelta y entre por el frente, así que le digo que pase por sobre el paredón que divide las dos propiedades. Lo hace y en apenas unos segundos ya está entrando al lavadero. Cierra una llave que encuentra debajo del fregadero y el agua deja de salir. Con mucho cuidado desconecta la lavadora y revisa el desperfecto.
-Se rompió la manguera, vas a tener que llamar a un técnico para que la cambie- repone tras una rápida evaluación.
-¿Lo podrías hacer tú? Si llamo a un técnico vaya a saber cuándo vendrá, y la verdad es que no me dan ganas de lavar toda esa ropa a mano- le digo, refiriéndome a la ropa que ya está dentro de la lavadora, mojada y enjabonada.
-No sé, hoy no vino mi ayudante así que estoy con doble chamba...-
-¡Por favor!- le insisto, poniendo mi mejor cara de circunstancia.
Cómo que duda un poco todavía, así que le digo algo que termina por decidirlo:
-Te pago lo que me pidas...-
Finalmente acepta, así que le doy algo de dinero, va a la ferretería, y en un rato ya tiene todo solucionado.
-¿La quieres probar?- me pregunta cuando termina.
Conecto la lavadora, la programo, y empieza a cargar agua ya sin ninguna fuga.
-¡Te pasaste... La dejaste como nueva!- le digo, radiante de alegría.
-¿Qué me vas a cobrar?- le pregunto entonces.
Le pregunto "qué", no "cuánto"...
-Lo que me des va a estar bien...- repone.
-Es que no se me ocurre, hiciste tan buen trabajo, dime tú...- le insisto.
-Lo que te diga no te va a gustar...- me advierte.
-Haz la prueba...-
Sin demasiada sutileza, baja la mirada, y se mira la entrepierna, y no solo eso, sino que con una mano medio que se acomoda el bulto.
-¡Asuuuu...! Tú si que no te andas con rodeos...- le digo.
-Te dije que no te iba a gustar...-
-¿Acaso dije que no me gustara...?-
Le sonrío y me acerco, llevando mis manos hacia la bragueta de su pantalón. Le bajo el cierre y metiendo la mano, le cojo el pincho por encima del boxer. Ya lo tiene gordito, gomoso, a medio armar.
Se lo aprieto, haciéndole sentir el rigor de mi propia calentura.
Le desabrocho el pantalón y bajándoselo junto con el boxer, dejo al descubierto una verga grande, gorda, rodeada de vello grueso y áspero. Se la jaloneo sintiendo como se endurece entre mis dedos.
Me pongo de cuclillas delante suyo y sin soltársela, le paso la lengua por encima del glande.
-¡Mmmhhhhh...!- exclamo complacida al sentir su sabor.
Se la sigo jalando fuerte, mojándome toda la mano con el juguito que le brota.
Me la meto en la boca y se la chupo con ganas, con entusiasmo, arrancándole unos jadeos por demás excitados. Se nota que le gusta, así que le pongo más empeño todavía, tratando de comerme lo más que me sea posible de semejante pedazo.
Me la saco de la boca, se la escupo un par de veces, y con la lengua me deslizo desde la punta hasta la base. Le chupo también los testículos, que se sienten llenos, vigorizados, con esa ebullición que promete una buena descarga.
Me levanto y me saco el vestido por encima de la cabeza. Le siguen el brasier, la truza y me quedo calata delante suyo.
Ya se nota que me quiere devorar ahí mismo, pero le digo que me espere un momento y voy al cuarto a buscar los condones. Voy así como estoy, desnuda, moviéndome sexy, sensual. Y me encanta que mientras me ve ir y venir, no deje de jalársela.
Le doy uno, y mientras se lo pone, me siento sobre la mesada que utilizo para cepillar la ropa. Me abro de piernas, y me paso los dedos por el sexo, que ya está húmedo y caliente.
El maestro está con la verga alzada, apuntándome, con el preservativo ciñéndole las venas. Viene hacía mí, me sujeta fuerte de los muslos y me penetra. Lo rodeo con brazos y piernas, moviéndome con él, soltando con cada clavada un quejido.
¡Ahhhhhh... Ahhhhhh... Ahhhhhhhh.... Ahhhhhhhh...!
Le busco la boca y lo beso, pero no de una forma dulce, romántica, sino agresiva. Mordiéndole, chupándole los labios. Ya me fregué, me digo a mí misma cuándo él también me muerde y siento el calor de la sangre que fluye de uno de mis labios. Una marca más de infidelidad. Igual, en ese momento, eso no me importa, después me pondré una pomadita o algo para disimular la herida. Lo que quiero es seguir sintiendo, seguir gozando, seguir cachando con ese cholo recio que me hace ver las estrellas con cada arremetida.
Luego de estar dándome sin descanso por un buen rato, me la saca y se acuesta de espalda en el piso. El pincho sigue duro y parado. Bajo de la mesada y echándome en el suelo con él, le quito el condón y se lo chupo de nuevo, disfrutando esa tensión, ese vigor que parece no tener contención.
Ahora soy yo la que le pone otro jebe, y subiéndome encima, me la clavo sin miramientos.
-¡Dime que soy tu puta...!- le digo en un susurro, moviéndome arriba y abajo, sintiendo como la punta se me clava en lo más profundo del útero.
-¡Sí puta... putita hermosa... que rico te mueves...!- me dice.
-¡Chúpame las tetas...!- le pido, poniéndoselas en la cara.
No solo me las chupa, también me las muerde, provocándome un dolor plácido, gustoso. Acabamos juntos. Eso me pasa cuando disfruto mucho, como con el chalaco, es como si mi sexo se sincronizara con el suyo, teniendo goces compartidos.
Sin dejar de suspirar, me tumbo a un costado, de espalda, y me acaricio la vagina. La tengo toda abierta y cubierta por una especie de espumita, que debe ser lo que me arrancó de adentro el Maestro con cada uno de sus bombazos.
Él se levanta, bota el condón repleto de semen en la basura (me hago una nota mental para eliminar más tarde cualquier evidencia), del bolsillo de su camisa saca los cigarros y enciende uno.
-Sí todas pagaran como tú, me dedicaría a trabajar solo para mujeres- comenta.
-Sí todos trabajaran cómo tú, solo me dedicaría a hacer refacciones en casa- le replico, haciéndole soltar una carcajada.
Le pregunto entonces para cuánto tiempo tiene de trabajo, me dice que para unos cuántos días, así que le digo que cuando esté en casa, sola y disponible, voy a colgar una toalla roja en el patio.
-Cuando la veas, la puerta va a estar abierta, así que tú entras y a lo tuyo...-
Lo suyo era cacharme, por supuesto.
Ese fue el primer polvo que me eché con el albañil chalaco, y habrá más, por lo menos hasta que termine de arreglar la casa de al lado.


Parece relato de un caficho, alertas cofras.
 
Hola Estefany, mi enamorada y yo hemos estado leyendo tus relatos. Bajo nuestra línea es factible que busquemos un trío contigo. Te comento que somos igual de fogosos como tu, ella quiere darte las tijeras de tu vida mientras yo te doy una cachada contundente y feroz. Queremos dejarte tan coja que te vas a asfixiar de tanto orgasmo que vamos a sacarte. Coordinamos por interno
 
Hola Estefany, mi enamorada y yo hemos estado leyendo tus relatos. Bajo nuestra línea es factible que busquemos un trío contigo. Te comento que somos igual de fogosos como tu, ella quiere darte las tijeras de tu vida mientras yo te doy una cachada contundente y feroz. Queremos dejarte tan coja que te vas a asfixiar de tanto orgasmo que vamos a sacarte. Coordinamos por interno
Full tubería
 
Hace ya un par de semanas comenzaron a refaccionar la casa de al lado, que estaba desocupada desde hace un buen tiempo. Los dueños se fueron a vivir al exterior, y el hijo que se hizo cargo la puso en venta. Al principio temíamos que fueran a construir un edificio, con toda la incomodidad que ello representaría, pero al final, por suerte, solo se trató de unas refacciones menores. Y digo por suerte, porqué así fue que conocí a Milton, el albañil encargado, un chalaco recio, fuerte, vigoroso, con el que estoy teniendo más de una interacción por estos días.
Todo empezó la semana pasada. Estaba en casa haciendo limpieza. Mi marido ya se había ido a trabajar, mis hijos al Colegio, así que estaba sola, escuchando Corazón Serrano a todo volumen. En eso, cuándo pongo ropa a lavar, apenas enciendo la lavadora, el agua empieza a salir a borbotones de la manguera que está conectada a la pared.
Me quedé en shock, no sabía que hacer, salgo al patio a buscar unos baldes y trapos, y desde ahí lo veo al albañil de la casa de al lado, que está revocando la pared que da para mí lado.
-Por favor, ¿podrías ayudarme? Se me está inundando la casa- le digo a los gritos, por encima de la música y de los demás ruidos.
No hay tiempo para que se dé toda la vuelta y entre por el frente, así que le digo que pase por sobre el paredón que divide las dos propiedades. Lo hace y en apenas unos segundos ya está entrando al lavadero. Cierra una llave que encuentra debajo del fregadero y el agua deja de salir. Con mucho cuidado desconecta la lavadora y revisa el desperfecto.
-Se rompió la manguera, vas a tener que llamar a un técnico para que la cambie- repone tras una rápida evaluación.
-¿Lo podrías hacer tú? Si llamo a un técnico vaya a saber cuándo vendrá, y la verdad es que no me dan ganas de lavar toda esa ropa a mano- le digo, refiriéndome a la ropa que ya está dentro de la lavadora, mojada y enjabonada.
-No sé, hoy no vino mi ayudante así que estoy con doble chamba...-
-¡Por favor!- le insisto, poniendo mi mejor cara de circunstancia.
Cómo que duda un poco todavía, así que le digo algo que termina por decidirlo:
-Te pago lo que me pidas...-
Finalmente acepta, así que le doy algo de dinero, va a la ferretería, y en un rato ya tiene todo solucionado.
-¿La quieres probar?- me pregunta cuando termina.
Conecto la lavadora, la programo, y empieza a cargar agua ya sin ninguna fuga.
-¡Te pasaste... La dejaste como nueva!- le digo, radiante de alegría.
-¿Qué me vas a cobrar?- le pregunto entonces.
Le pregunto "qué", no "cuánto"...
-Lo que me des va a estar bien...- repone.
-Es que no se me ocurre, hiciste tan buen trabajo, dime tú...- le insisto.
-Lo que te diga no te va a gustar...- me advierte.
-Haz la prueba...-
Sin demasiada sutileza, baja la mirada, y se mira la entrepierna, y no solo eso, sino que con una mano medio que se acomoda el bulto.
-¡Asuuuu...! Tú si que no te andas con rodeos...- le digo.
-Te dije que no te iba a gustar...-
-¿Acaso dije que no me gustara...?-
Le sonrío y me acerco, llevando mis manos hacia la bragueta de su pantalón. Le bajo el cierre y metiendo la mano, le cojo el pincho por encima del boxer. Ya lo tiene gordito, gomoso, a medio armar.
Se lo aprieto, haciéndole sentir el rigor de mi propia calentura.
Le desabrocho el pantalón y bajándoselo junto con el boxer, dejo al descubierto una verga grande, gorda, rodeada de vello grueso y áspero. Se la jaloneo sintiendo como se endurece entre mis dedos.
Me pongo de cuclillas delante suyo y sin soltársela, le paso la lengua por encima del glande.
-¡Mmmhhhhh...!- exclamo complacida al sentir su sabor.
Se la sigo jalando fuerte, mojándome toda la mano con el juguito que le brota.
Me la meto en la boca y se la chupo con ganas, con entusiasmo, arrancándole unos jadeos por demás excitados. Se nota que le gusta, así que le pongo más empeño todavía, tratando de comerme lo más que me sea posible de semejante pedazo.
Me la saco de la boca, se la escupo un par de veces, y con la lengua me deslizo desde la punta hasta la base. Le chupo también los testículos, que se sienten llenos, vigorizados, con esa ebullición que promete una buena descarga.
Me levanto y me saco el vestido por encima de la cabeza. Le siguen el brasier, la truza y me quedo calata delante suyo.
Ya se nota que me quiere devorar ahí mismo, pero le digo que me espere un momento y voy al cuarto a buscar los condones. Voy así como estoy, desnuda, moviéndome sexy, sensual. Y me encanta que mientras me ve ir y venir, no deje de jalársela.
Le doy uno, y mientras se lo pone, me siento sobre la mesada que utilizo para cepillar la ropa. Me abro de piernas, y me paso los dedos por el sexo, que ya está húmedo y caliente.
El maestro está con la verga alzada, apuntándome, con el preservativo ciñéndole las venas. Viene hacía mí, me sujeta fuerte de los muslos y me penetra. Lo rodeo con brazos y piernas, moviéndome con él, soltando con cada clavada un quejido.
¡Ahhhhhh... Ahhhhhh... Ahhhhhhhh.... Ahhhhhhhh...!
Le busco la boca y lo beso, pero no de una forma dulce, romántica, sino agresiva. Mordiéndole, chupándole los labios. Ya me fregué, me digo a mí misma cuándo él también me muerde y siento el calor de la sangre que fluye de uno de mis labios. Una marca más de infidelidad. Igual, en ese momento, eso no me importa, después me pondré una pomadita o algo para disimular la herida. Lo que quiero es seguir sintiendo, seguir gozando, seguir cachando con ese cholo recio que me hace ver las estrellas con cada arremetida.
Luego de estar dándome sin descanso por un buen rato, me la saca y se acuesta de espalda en el piso. El pincho sigue duro y parado. Bajo de la mesada y echándome en el suelo con él, le quito el condón y se lo chupo de nuevo, disfrutando esa tensión, ese vigor que parece no tener contención.
Ahora soy yo la que le pone otro jebe, y subiéndome encima, me la clavo sin miramientos.
-¡Dime que soy tu puta...!- le digo en un susurro, moviéndome arriba y abajo, sintiendo como la punta se me clava en lo más profundo del útero.
-¡Sí puta... putita hermosa... que rico te mueves...!- me dice.
-¡Chúpame las tetas...!- le pido, poniéndoselas en la cara.
No solo me las chupa, también me las muerde, provocándome un dolor plácido, gustoso. Acabamos juntos. Eso me pasa cuando disfruto mucho, como con el chalaco, es como si mi sexo se sincronizara con el suyo, teniendo goces compartidos.
Sin dejar de suspirar, me tumbo a un costado, de espalda, y me acaricio la vagina. La tengo toda abierta y cubierta por una especie de espumita, que debe ser lo que me arrancó de adentro el Maestro con cada uno de sus bombazos.
Él se levanta, bota el condón repleto de semen en la basura (me hago una nota mental para eliminar más tarde cualquier evidencia), del bolsillo de su camisa saca los cigarros y enciende uno.
-Sí todas pagaran como tú, me dedicaría a trabajar solo para mujeres- comenta.
-Sí todos trabajaran cómo tú, solo me dedicaría a hacer refacciones en casa- le replico, haciéndole soltar una carcajada.
Le pregunto entonces para cuánto tiempo tiene de trabajo, me dice que para unos cuántos días, así que le digo que cuando esté en casa, sola y disponible, voy a colgar una toalla roja en el patio.
-Cuando la veas, la puerta va a estar abierta, así que tú entras y a lo tuyo...-
Lo suyo era cacharme, por supuesto.
Ese fue el primer polvo que me eché con el albañil chalaco, y habrá más, por lo menos hasta que termine de arreglar la casa de al lado.

Que buen relato, uno termina con el miembro bien duro mientras va leyendo cada línea, vive su sexualidad a pleno, esperamos el próximo encuentro con Bob el constructor
 
Siempre es un gusto leer tus publicaciones, con todo el respeto del mundo y con la mejor intencion me gustaría decirte que ERES PUTISIMA y no de esas que algunos pagan, sino una de esas mujeres que te da un placer tremendo cachar porque se saben bien hembras.
Espero sigas disfrutando con el albañil y que tu esposo no se entere, de paso que no des tanta "info" pues ya has dicho hasta el distrito en donde vives y más de un mañoso se pondrá a buscar casas donde esten haciendo refacciones jajajaj o alguno puede ver desde las alturas la "toallita roja" en algún patio... me pregunto a la vez, desearías que eso pasara? Que alguien descubra donde vives, te busque y te cache...
Nuevamente gracias por seguir contando tus expriencias, espero más con muchas ansias.
Tienes razón, a veces no me doy cuenta y escribo lo que no debería... En cuanto a lo de que me encuentren, todos tenemos fantasías, pero esa no es una, la mía y que la tuve siempre, es hacerlo con muchos, con más de cinco patas pero menos de diez, un gangbang que le dicen, pero considero que es algo bien difícil de cumplir, si ya al estar con un extraño una tiene sus reservas, no me quiero imaginar con muchos... Pero bueno es algo que tengo pendiente, y si algo aprendí es que nunca hay que decir "nunca"....
 
Tienes razón, a veces no me doy cuenta y escribo lo que no debería... En cuanto a lo de que me encuentren, todos tenemos fantasías, pero esa no es una, la mía y que la tuve siempre, es hacerlo con muchos, con más de cinco patas pero menos de diez, un gangbang que le dicen, pero considero que es algo bien difícil de cumplir, si ya al estar con un extraño una tiene sus reservas, no me quiero imaginar con muchos... Pero bueno es algo que tengo pendiente, y si algo aprendí es que nunca hay que decir "nunca"....
Si deseas me apuntó eres linda
 
Tienes razón, a veces no me doy cuenta y escribo lo que no debería... En cuanto a lo de que me encuentren, todos tenemos fantasías, pero esa no es una, la mía y que la tuve siempre, es hacerlo con muchos, con más de cinco patas pero menos de diez, un gangbang que le dicen, pero considero que es algo bien difícil de cumplir, si ya al estar con un extraño una tiene sus reservas, no me quiero imaginar con muchos... Pero bueno es algo que tengo pendiente, y si algo aprendí es que nunca hay que decir "nunca"....
seria cuestión de organizarte y cumples tu fantasía como la que muchos quisieran participar seria cuestión de organizarlo.
 
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