lechespeza
Coronel
Esa veterana mencionada tiene una rata muerta entre las piernas… ya pasó su hora, la probé hace un tiempo atras y quedé traumado varias semanas con su turra de abajo… next
Vaya, vaya... olores complicados de la tía... mmmfgh
Que recuerde de mis años de espeleólogo quizá un par de veces me ha tocado algún olor así como que penetrante, incómodo, untuoso..., ese inconfundible aroma que advierte al explorador medianamente experimentado que mejor por esa ruta no ir.
Ahora que leo el comentario de @chatoloco me vino a la mente la experiencia de un amigo de toda la vida, con quien en un viaje a tierras norteñas recalamos en un night club que más parecía una cancha de voley con mesas y sillones circulares a un lado.
El local tenía poco show, malos tragos, jovencitas dispares, minifalderas medio escotadas y medio con cara de que no sabían que estaban haciendo allí, pero igual nuestro entusiasmo y juventud nos impulsó a quedarnos un rato. Nos ubicaron en una mesa preferente. El mozo de una palmada llamó a un par de acompañantes para alegrarnos la velada. Yo preferí mirar el show porque ya sé lo que esas flores cuestan. Soy más de ir al grano y esa sonsera de estar gastando miles en tragos para la chica y luego un ticket de salida con mas números que la grati, no va conmigo.
Mi amigo en cambio -que andaba solitario hacía meses- aceptó entusiasmado la propuesta. Los dejé un rato a solas mientras fui al baño, y el tiempo se dilató mientras curioseaba los fondos oscuros del local medio abandonado.
A mi regreso, mi amigo ya estaba todo entusiasmado, y entre whiskies y manoseos intuí que bajo la mesa esa mano recorría del mulso hasta la entrepierna con toda la libertad que una microfalda negra se lo permitía.
Por mi parte, cansado de manejar todo el día, decidí ir para el hotel luego de terminar el trago.
Al día siguiente en el desayunador del hotel, mi amigo lo único que me decía mientras se llevaba la mano izquierda a la nariz era que no sabía qué hacer con ese olor. No le hice mucho caso pues pensé que un buen jabón solucionaría el problema. Recorrimos todo Trujillo, las huacas del Sol y la Luna, las tumbas de Sipan y las pirámides de Túcume incluyendo museos... seguimos hasta Piura. Pasaban los días, las noches, las horas en carretera pero nada, el olorcito seguía y seguía desencajando a mi amigo. De regreso, antes de pasar por Chimbote cerré la ventanilla. A mi amigo le daba todo igual.
Sospecho que los compuestos y sustancias responsables de ese olor tan característico que destilaba aquella señorita tienen la facultad no solo de excitar los nervios olfativos del primer par craneal sino que una vez acomodados sobre la piel de los dedos, abren con cada aspiración un camino que termina por trasladar esos tóxicos desde la nariz hasta la cavidad que hay entre el seno frontal, el tronco encefálico y el hipotálamo.
Meses después, cuando nos encontrábamos a recordar las aventuras vividas mi amigo terminaba por confensarme que no sabía si ese olor que seguía sintiendo por las noches lo tenía de alguna forma impregnado en su nariz, o toda esa sensación olfativa se había quedado para siempre en su mente...
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