Mi Sobrina - Amante

Tema en 'Relatos Eróticos Peruanos' iniciado por ConejoLocop, 9 May 2025.

    Zurdo40

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    Cofra, si puedes sube unas fotos de tu prima, nada explicito, una foto normal del día a día que esta en su face o Instagram. Esto para conocerla y cada vez que lea la historia poder imaginar ser el protagonista mirando a tu prima.
     
    Zurdo40, 12 May 2025

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    spadina72

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    muy buenos relatos cofrade. Siga con la historia.
     
    spadina72, 12 May 2025

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    #22
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    Antes de continuar con la historia de ese fin de semana, y a pedido de la hinchada, voy a dejarles la version de Angie sobre como surgió lo nuestro y como ocurrio nuestra primera vez. Pero primero un breve parrafo de lo que yo creia en ese momento.
    ____________________________

    Yo pensaba que ella bajó esa tarde de sábado dispuesta a todo, sabía que no había ninguna posibilidad de que mi madre llegara, además cuando estábamos solos, yo cerraba con pestillo la puerta que da a la calle, apagaba el motor de la puerta levadiza de la cochera y le ponía cerrojo, prendía el cerco eléctrico que estaba sobre el muro interior y aseguraba todo el exterior de la casa, como lo hacía todas las noches, pero al estar solo en casa o solo con ella, lo hacía en el día, porque la casa era grande y Angie en su cuarto y yo en el mío, no escuchábamos lo que pasaba afuera. Si por casualidad mi madre llegaba de improviso, tendría que tocar el timbre para que le abra.

    Por otro lado, su actitud coqueta y hasta provocativa desde que dio esos golpecitos en la puerta y la abrió sin esperar que le diga que pase (ella dice que yo le di pase, en eso no hemos logrado ponernos de acuerdo), so pretexto de ver una peli, era otro indicio. Una más, bajar sin llevar nada bajo su polerón y por cómo se sentó junto a mi en la cama, cosa que nunca había hecho. Todo eso me llevaba a pensar que ella quería que pasara lo que pasó.
    Yo pensaba que ella no se daba cuenta de cómo la miraba cuando salía arreglada a trabajar, más aún cuando se arreglaba para salir con el ponja, era una belleza realmente, pero juro que no la veía con ojos lujuriosos, la admiraba, me gustaba lo que veía, realmente era disfrutar lo bella que se veía, pero mi libido aún estaba muy apagada como para pensar en otra cosa. Cuando se paseaba por la casa con los polos sueltos, si me provocaba verle los pezones marcados o a veces no se notaban los pezones, pero si la redondez de sus pechos. Alguna vez pensé en que rico se la comería el ponja, creyendo en ese tiempo, que teniendo ese bombón el ponja se lo estaba comiendo a tope.

    Luego cuando hemos conversado de esto en varias ocasiones, ella me dio su versión. Aquí haré una licencia y dejare de escribir en primera persona.
    Lo que continua es una transcripción de lo que Angie me dejó en un audio anoche, Es literal, solo estoy copiando lo que ella grabó, el audio está dirigido a mi, aunque ella me lo envio para que lo publicara aqui. No he cambiado eso para que sea fiel reflejo de su recuerdo.
    -----------------------------------------------------------------

    Yo nunca planeé que esa noche pasara lo que pasó entre nosotros. Pero si soy sincera, tú siempre ocupaste un lugar muy especial en mi mundo. Recuerdo que cuando venías a Arequipa con tus padres, yo te veía como alguien inalcanzable: alto, atractivo, con ese aire de seguridad que me fascinaba desde niña. En secreto, con mis amigas bromeábamos diciendo que tú eras mi “novio limeño”, el que me mandaba cartas imaginarias y me hacía suspirar solo con su recuerdo.

    Con el paso de los años, tus visitas se hicieron menos frecuentes, pero tú seguiste presente. Tal vez porque formabas parte de esos primeros recuerdos que se quedan grabados para siempre. Cuando empecé a descubrir mi cuerpo y lo que sentía, no entendía mucho lo que pasaba, solo sabía que había algo en ti que me encendía la imaginación. Comencé a masturbarme a los 13 años, y tú siempre estabas en esas fantasías. Mis amigas y yo hablábamos a escondidas, compartíamos lo poco que sabíamos, y de vez en cuando alguna traía una revista de adultos, robada a sus padres, pero tú seguías ahí, como el centro de esas primeras emociones que no tenían nombre todavía.

    Después, claro, vinieron dos chicos en mi vida en Arequipa, con ellos nunca pasé de besos y por ahí algún toqueteo juguetón. Apenas llegada a Lima, a los tres meses después de cumplir 18 años, tuve una relación con un chico japonés, con él fue mi primera vez… Yo llegue a esa ocacion con algo de miedo por lo que iba a pasar, pero con una gran ilusión por lo que había leído en esas revistas románticas y lo que había fantaseado, se haría realidad. Fue la primera gran desilusión. Nada se pareció a lo que había soñado. Ni la ternura, ni la emoción, ni siquiera el deseo. El japones se desnudo, espero a que yo me desnudara, me hizo una seña para que me recueste en la cama y me penetro apenas dandome un beso. Dolio, pero mas en el alma que en el cuerpo. Cinco minutos despues el ya estaba vistiendose y diendome que me vista porque teniamos que irnos. Pensé que tal vez era así, que la realidad no tenía por qué parecerse a las historias que había leído o a lo que me había imaginado de niña.

    Cuando tu madre me dijo que vendrías a vivir con nosotras, sentí una punzada extraña. Por un lado, tristeza al saber que tu matrimonio había llegado a su fin, pero por otro, una emoción que no podía evitar. Tenerte cerca, bajo el mismo techo, verte cada mañana y cada noche, hizo que esas emociones que creía dormidas volvieran a despertar. Y con ellas, también regresaron mis pensamientos sobre ti. Pero esta vez eran diferentes… más intensos, más reales. Ya tenía más noción de lo que era el sexo, sabía lo que deseaba, aunque no me atreviera a decirlo.

    No sabía qué futuro nos esperaba, ni siquiera si podía haber uno. Pero lo que sí supe, desde el primer momento en que volviste a mi vida, fue que algo dentro de mí ya no iba a ser igual.

    Ya faltaban menos de tres días para que te mudaras con nosotras, y aunque en la superficie todo parecía girar en torno a la logística, a la habitación que ocuparías o como nos acomodaríamos a tus horarios, por dentro… por dentro yo era un torbellino de emociones. Sabía que eso marcaba el cierre definitivo de tu historia con tu esposa, y no podía evitar sentir pena. Ustedes habían compartido una vida, y yo los había visto —al menos por un tiempo— felices.

    Pero junto con esa tristeza, surgía otra cosa. Algo más profundo, más inquietante. Era una mezcla de expectativa, de cosquilleo bajo la piel. Ibas a estar ahí, en casa, a unos pasos de mi cuarto. Iba a escuchar moverte por los pasillos, sentir tu presencia cerca. Cada noche, cada mañana, compartiendo el mismo techo. Y esa cercanía me desvelaba.

    Sin querer, comencé a revivir esas fantasías de niña, pero ahora teñidas de nuevas sensaciones, de una curiosidad más madura. Ya no era solo imaginarte como “mi novio limeño”; ahora había algo más carnal, más complejo. Mis pensamientos se volvieron más intensos, más íntimos… y sí, más culposos también.

    Por las noches, cuando todo estaba en silencio, me dejaba llevar por esas imágenes que me venían sin pedir permiso. Cerraba los ojos y eras tú el que me rozaba la piel en la penumbra. En mis fantasías, lo que más abundaba era yo comiéndome tu pene, besándolo sin cesar y saboreando el sabor de tu semen, esas fantasías volvieron a mí por las noches, en sueños y a veces me despertaba pensando que habían sido reales. A veces me reprochaba por ello, porque no sabía si aún quedaba algo por salvar entre tú y ella. Pero incluso sabiendo eso, no podía evitarlo.

    Una noche, dos días antes que llegaras, estuve con el japonés y, por curiosidad o por testar mi deseo, traté de imaginar que eras tú. Quería saber si mi cuerpo respondía distinto, si había algo real en lo que sentía por ti. Pero no. Fue aún más vacío que antes. Me sentí más lejos de mí misma, más desconectada… y me dolió. Porque entendí que mi deseo por ti no era solo físico, era algo que venía de años atrás, algo que se había ido construyendo en silencio, sin que tú lo supieras.

    El viernes antes de que llegaras, ordenamos tu dormitorio, lo limpiamos, lo arreglamos. Ya eran como las once de la noche cuando mi tía cansada me dijo, ya mañana continuamos. ¿Pero a qué hora llega mañana? No se me dijo ella, solo me dijo que venía el sábado. ¿Y si viene temprano? Mejor yo me quedo terminando. Anda duerme tia. Ese día me quedé hasta las dos de la mañana cuidando que hasta el último detalle esté bien hecho para que tú encuentres tu habitación lo mejor posible. No sé cómo me levanté al día siguiente a las 7 de la mañana para estar lista cuando tu llegaras, pero al final apareciste cerca de la 1 pm.

    Cuando llegaste aquella tarde, recuerdo que abrí la puerta de la calle y mi corazón dio un pequeño salto. Estabas ahí, con los hombros caídos, el rostro tenso, los ojos algo opacos… no eras tú. O al menos, no eras ese tú que yo recordaba de antes, seguro, radiante, lleno de luz. Estabas abatido. Traías contigo solo un par de maletas, unas cajas y dos amigos que te ayudaban a cargar el peso, aunque claramente el más pesado lo llevabas dentro. Y yo no sabía cómo aliviarte.
    Te saludé con una sonrisa que intentó ser cálida, pero que se sintió torpe. Me limité a rozarte el brazo con los dedos al pasar, un gesto casi imperceptible, pero necesario, como para recordarte que no estabas solo, aunque hubiese querido abrazarte y llenarte de besos tiernos que aliviaran tu dolor.

    Tu madre se mostró serena, práctica como siempre, guiándolos al cuarto que sería tuyo, como si todo fuese solo una reorganización más del hogar. Pero yo… yo sentía el temblor interno de alguien que está a punto de vivir algo que no sabe cómo manejar.

    Tenías la mirada perdida mientras abrías tus cajas. Vi cómo sostenías algunos objetos con demasiada lentitud, como si no supieras dónde ponerlos, o tal vez no quisieras aceptar que ahora te pertenecían solo a ti. Yo parada detras tuyo, esperando tus ordenes para aliviarte ese suplicio. Cada vez que te cruzabas con tu madre, forzabas una sonrisa que se notaba dolorosa, de esas que uno ensaya cuando quiere fingir que todo está bien… y no lo está.

    Quise abrazarte. Quise sentarme junto a ti, tomarte la mano y decirte que todo pasaría. Pero no podía. No delante de ella, no tan pronto. Así que me limité a estar cerca, a ayudarte a ordenar tus cosas, a ofrecerte una taza de té que aceptaste con un suspiro y un “gracias” que apenas se escuchó. Aun hoy, mientras grabo este audio y recuerdo esos momentos, se me escapa una lágrima pensando en lo destruido que estabas.

    Esa noche, ya cuando tus amigos se habían ido y el silencio llenaba la casa, me quedé despierta en la sala, no subi a mi cuarto, escuchando los pasos suaves que dabas por el pasillo, los pequeños golpes de las cajas al moverse, los suspiros que se colaban por debajo de la puerta. Y fue ahí, en medio de esa quietud, donde supe que algo estaba a punto de cambiar entre nosotros. No sabía cuándo, ni cómo… pero lo sentí.

    Cuando por fin subi a mi habitación y mientras intentaba dormir, me abrazaba la emoción silenciosa —casi culpable— de saberte tan cerca, de imaginar que cada día a partir de ese momento, íbamos a compartir no solo un espacio… sino algo más, aunque aún no tuviera nombre.

    Los días comenzaron a pasar, y con ellos, también los silencios, las rutinas compartidas, los saludos apurados al cruzarnos en la cocina, las miradas furtivas cuando pensabas que no te observaba. Durante esas primeras semanas, traté de convencerme de que todo volvería a ser como antes, como en mi infancia, cuando eras solo mi amor platónico, una ilusión lejana, inofensiva, que vivía en mi imaginación pero que jamás cruzaba el umbral de la realidad.

    Te veía caminar por la casa con el cuerpo algo vencido, como si llevaras un peso que aún no sabías cómo soltar. A veces me sorprendías tarareando algo mientras preparabas café, otras te encerrabas en tu habitación con la puerta entreabierta, y yo pasaba lento, esperando ver tu silueta recostada en la cama o inclinada sobre el escritorio. Era extraño. Estabas ahí, a pocos pasos de mí, pero a la vez tan lejos… inaccesible.

    Intentaba distraerme, recordarme que tú venías de una ruptura, que estabas procesando algo profundo. Me repetía que yo no debía cruzar ciertos límites, que no podía confundir el cariño con el deseo, la cercanía con la esperanza. Que todo esto era temporal. Pero el corazón tiene su propia forma de pensar, y yo… yo no podía evitarlo.

    Con cada día que pasaba, comenzaba a notarte distinto. No sé si eras tú el que cambiaba, o era yo. Tal vez ambos. Empecé a escucharte más, a detenerme en las cosas que decías al pasar: tus frases distraídas, tus pausas largas, esa forma tuya de mirar hacia abajo cuando algo te dolía, pero no lo decías. Y sin darme cuenta, dejé de fantasearte solo en la intimidad de mis noches. Ahora también lo hacía con los ojos abiertos, mientras cocinaba, mientras me duchaba, incluso mientras te escuchaba hablar con tu madre desde el comedor.

    Y aunque en mi interior algo gritaba que era imposible, que tú jamás me mirarías así, que yo era solo tu sobrina, una muchacha más joven, sin historia, sin derecho… había otra parte de mí que empezaba a dudar. Que empezaba a preguntarse qué pasaría si algún día nuestras miradas se quedaban quietas, si nuestros cuerpos se rozaban por accidente y no retrocedían.

    Pero cada vez que la idea se volvía más nítida, más concreta, yo misma la reprimía. Me decía que no, que era absurdo, que no debía alimentar algo que no tenía futuro. Era como tener un deseo escondido bajo llave… aunque cada día la llave parecía estar más cerca de mis dedos.

    Hasta que comencé a notar que me mirabas con mas atención. Tu creías que yo no me daba cuenta, pero tus ojos me seguían y a veces se perdían por segundos en mis pechos que se delineaban debajo de los polos holgados que usaba, Un día de invierno, los pezones se me habían marcado en el polo y cuando nos cruzamos en la cocina, tus ojos se clavaron, ahí. Yo seguí barriendo como si nada pasara, pero disfrutaba de tu secreto deseo.

    Fue entonces que, sin proponérmelo del todo, empecé a cambiar sutiles detalles. De pronto, el cabello lo llevaba suelto con más frecuencia, la ropa cómoda seguía siendo la misma, pero escogía los colores con más cuidado, los tejidos más suaves que marcaran mejor mis formas, los movimientos más conscientes. Nada que pudiera parecer evidente. Todo lo contrario. Solo pequeñas insinuaciones envueltas en la cotidianidad.

    Y aun así, cada gesto tenía detrás la intención secreta de llamar tu atención, de colarme en tu pensamiento, de hacerte pensar en mí más allá de lo que debías. Lo hacía con una mezcla de deseo y miedo, porque, aunque me llenaba de ilusión la idea de acercarme a ti, también sentía que estaba caminando una cuerda invisible entre lo posible y lo prohibido.

    A veces me reprochaba por ello. Me decía que no debía sentir lo que sentía, ni hacer lo que hacía. Pero bastaba verte pasar junto a mí, con la mirada algo ausente, el alma herida y el cuerpo cansado, para que quisiera quedarme ahí, cerca, aunque fuera en silencio, solo para acompañarte. Porque, aunque no lo dijera en voz alta, lo sabía: algo se estaba moviendo entre nosotros. Y no era imaginación.

    Lo comencé a hacer más seguido, y tú siempre caías, te gustaban mis tetas. Imaginaba que en la soledad de tu habitación te masturbabas pensando que me las tocabas y que eyaculabas sobre ellas, ahora se que eso no sucedia porque aun no entendía que tu libido estaba atrapada por tu pena.

    Cuantas tardes de sábado y domingo estábamos solos en tu habitación, porque mi tía había salido a una reunión o a pasear con sus amigas, yo antes de bajar, me estimulaba los pezones para que estén bien parados y así provocarte más, pero tú siempre, muy respetuoso, solo me veías de reojo, nunca mas que eso.

    Así llegó ese día en el que todo comenzó. Yo en la mañana te sentí cuando subiste a poner tu ropa en la lavadora, escuché tus pasos. Yo acababa de salir de la ducha, me estaba cambiando. Escuché el sonido de la máquina que ya comenzaba a mover la ropa. Yo estaba recién con mi ropa interior puesta. ¿Y qué pasa si salgo?, como que no escuché nada, como que no me di cuenta de que estabas ahí. Como que iba al baño porque me había olvidado algo y tú me veías así, solo en ropa interior. Oh, sorpresa. Ay, disculpa, ¡perdón! Me volvería a meter a mi cuarto. ¿Qué pasaría? ¿Me seguirías? Fantaseaba que me seguías y me hacías el amor o que me abrazabas ahí en el patio, me besabas intensamente contra la pared y me desnudabas furiosamente. Esos pensamientos no duraron más de cinco segundos. ¿Dije estás loca? Ubícate, es tu primix. Escuché tus pasos bajando la escalera. Terminé de cambiarme y me fui a la calle.

    Cuando regresaste esa tarde, tu auto en la cochera me confirmó lo que ya sospechaba: estabas en casa. No te escuché moverte mucho, así que asumí que te habías encerrado en tu cuarto, quizá descansando o simplemente tratando de desconectarte un poco del mundo. Yo también había tenido un día agitado; entre las compras en Gamarra y las calles llenas, lo único que quería era llegar, soltar todo y sentirme cómoda.

    Subí con mis bolsas, bajé a servirme un té y volvi a subir. Nada de escucharte. Me acomodé un rato en mi habitación con ese libro que llevaba días queriendo terminar. A eso de las cinco y media, me di cuenta de que necesitaba soltar la tensión del día. Entré a la ducha, me dejé envolver por el agua caliente y respiré profundo. Fue una pausa para mí, una tregua breve en medio de pensamientos que no lograba ordenar del todo.

    Ese día, entre las cosas que había comprado, estaba ese polerón suavecito que me pareció perfecto para dormir. habia comprado cuatro de diferentes colores. Los elegí más por instinto que por necesidad, como si algo me dijera que esa noche no quería sentirme una más, sino distinta. No me maquillé, no me peiné, solo me perfumé sutilmente con una colonia que me arrullaba al dormir, pero había algo en mí que se sentía un poco más viva, más consciente.

    Cuando bajé a tu habitación con ese polerón nuevo —que técnicamente era mi pijama, por eso no tenía nada más debajo— no tenía un plan. Solo una mezcla de nervios, curiosidad y algo que no sabía cómo nombrar. Tal vez necesitaba verte. Tal vez solo quería estar cerca. Tal vez, muy dentro de mí, sabía que algo estaba por cambiar. Pero juro que no bajé con la intención de hacer el amor ese día contigo, tú que me conoces tan bien, ahora sabes que, si yo hubiese querido hacer el amor esa noche, habria llevado una caja de condones, no sé dónde la escondería, pero habría bajado preparada.

    Toqué suavemente la puerta de tu habitación. No sabía si estabas dormido, si querías estar solo, pero igual lo hice. Como quien se deja guiar más por el pulso del corazón que por la lógica. Me dijiste que pase casi de inmediato. Tus ojos estaban algo cansados, como si la tarde te hubiera pesado más de lo normal, pero, aun así, me sonreíste. Una de esas sonrisas que no se dan con la boca, sino con el cuerpo entero. Sentí que mi estómago se apretaba un poco.

    Entré y me senté en el sillón al lado de tu cama. Te dije que había estado en Gamarra, que el tráfico estaba imposible, que compré algunas cosas para el verano que ya comenzaba a sentirse más fuerte. Me miraste con atención, y no dijiste nada sobre el polerón, pero tu mirada se detuvo un segundo más de lo normal en la forma en que caía sobre mi cuerpo y en especial en mis pezones. Yo fingí no notarlo. A esas alturas, lo nuestro era una danza silenciosa de gestos medidos y emociones contenidas.

    Te pedí el helado, y antes de que terminaras de decirme ¡claro!, ya estaba camino a la cocina, dude en coger una taza y la cuchara, al final solo fue la cuchara, no se porque, pero esa decisión cambio todo.

    Iba a sentarme en el sillón, pero en el último segundo, pensé que era incomodo para los dos que me estes pasando el tarro una y otra vez y que tu comerías más helado que yo, por eso me subí a tu cama sin pedir permiso, pero no termine de poner mi rodilla en el colchón, cuando pensé, ¿Que hago?? este es territorio vedado para mi!! Pero al siguiente segundo, cuando vi solo tu mirada que me recorría de arriba abajo pero no me decías nada, me senté a disfrutar del helado, la película y tu cercanía.

    Me senté en tu cama como si fuera lo más natural del mundo, aunque por dentro todo mi cuerpo vibraba. El colchón cedió un poco bajo mi peso, y sentí el calor de tu presencia más cerca de lo que jamás había imaginado en voz alta. No dijiste nada, pero esa forma tuya de mirarme, tan fija, tan silenciosa, decía más de lo que las palabras hubieran podido articular sin romper la magia del instante.

    Entre cucharadas de helado y escenas de la película que apenas registrábamos, algo flotaba en el aire, como una electricidad suave, delicada… pero insistente. Yo fingía estar concentrada en la pantalla, pero cada vez que tú te movías un poco, cada vez que tu brazo se acercaba al mío por casualidad, me sentía como si el tiempo se detuviera.

    Me sorprendía a mí misma por estar ahí, en tu cama, con una cercanía que nunca había creído posible. ¿Cómo habíamos llegado hasta ese momento? Era como si el universo hubiera estado preparando esa escena durante años, tejida en silencios, miradas furtivas y pensamientos que nunca nos atrevimos a decir.
    Y sin embargo, ahí estábamos.

    No necesitábamos hablar de lo que estaba pasando. Había algo mucho más profundo que las palabras: una emoción que se venía gestando desde nuestra adolescencia, disfrazada de juego, luego de distancia, y finalmente de resignación. Pero esa noche… algo empezaba a romperse, o a florecer. Y aunque aún no sabíamos qué sería, ambos lo sentíamos.

    Con la siguiente película, que vimos, la conexión fue más íntima, ya no había la mesita del helado entre nosotros y yo te sentía más cerca, casi dentro de mi corazón. Algunas escenas de esa película me recordaron a mi terminada relación con el japonesito, por eso lloré. En realidad, lo terminé porque él no me llevaba a sus reuniones de amigos y menos de familia, me tenía como medio oculta, con las justas dos amigas del trabajo y un amigo del ponja, sabían lo nuestro. Al parecer al ser hijo de japoneses radicados en el Perú, sus padres querían que se relacione y se case con una chica de su colonia. Me cansé de querer que me de mi lugar y mandé al carajo al ponja, aunque eso también me golpeo un poco. Además que reconocí que en parte lo terminé porque él no podía luchar contra lo que yo solo imaginaba contigo, pero la verdad es que no quería que te des cuenta.

    Nunca pensé que te ibas a voltear en esa penumbra y darte cuenta de las lágrimas, que no eran muchas, pero que brotaban de mis ojos sin poder contenerlas. Por eso te miré. Pero no sé, esa mirada fue diferente, fue especial. Tú me miraste con unos ojos que antes no había visto en ti. Los dos segundos que demoró mientras acercabas tu boca a la mía, sentí que la sangre me subió a la cabeza de golpe y y no podía creer lo que estaba a punto de pasar hasta que sentí tus labios suavemente sobre los míos. En ese momento perdí todo el control, en ese momento solo quise besarte y abrazarte.

    Cuando tu lengua comenzó a explorar la mía, sentí como mi vagina comenzaba a mojarse. Recordé que no llevaba nada abajo y tus manos cada vez subían más, pero no quería detenerte. Por eso cuando comenzaron a explorar mis nalgas, simplemente me abandoné, abrí un poco las piernas y sentí tu mano ahí, firme, cálida y pensé que sea lo que tenga que ser.

    Yo también quería en algún momento que me penetres, ansiaba tenerte dentro de mí. Cuando te vi arrodillado en la cama con esa enorme cosa erecta, me asusté un poco. Yo lo había imaginado muchas veces en mi boca, lo había imaginado muchas veces dentro de mí, pero la verdad que no pensé que fuera tan grueso, solo pensé en ese momento ¿me cabrá todo eso? ¿Eso me va a doler? Era por lo menos el doble de grueso que la del japonés, y más larga también. recordé que si la del japones me habia dolido la primera vez, con eso me matabas, pero segui adelante.

    No sé cómo pude reaccionar a último momento y recordar de que tú eras un hombre cien por ciento fértil. Lo habías comentado en alguna reunión con tu madre, que todos los exámenes te habían salido bien a ti y por supuesto yo no quería quedar embarazada.

    Algo me trajo a la mente el recuerdo de las únicas enseñanzas que mi madre me dio acerca de sexo. Primero, que debía hacerlo cuando yo quisiera, no cuando alguien me obligara o me presionara. Nadie me estaba obligando, yo quería hacerlo contigo ¡y mucho! Y segundo, que pase lo que pase y sea donde sea, siempre debía hacerlo con preservativo. Por eso te detuve, aunque ansiaba sentirte dentro de mí.

    Cuando te detuviste, te quedaste como no sabiendo qué hacer, vi ese enorme cañón frente a mí y lo único que me provocó fue cumplir una de mis tantas fantasías, una de mis tantas noches en las que al masturbarme te imaginaba dentro de mi boca. La verdad que tuve que abrir la boca más de lo que había pensado, porque ese grueso pene tuyo no me entraba, me cabía con las justas en la boca. Ahora si me entra sin problema, no porque me haya crecido la boca o porque se te haya reducido el pene, sino que ya aprendí a manejarlo, pero en ese momento era muy torpe aún.

    El resto ya lo contaste muy bien. Solo te puedo decir ahora, como te lo he dicho más de una vez, que el sabor de ese semen nunca más te lo he vuelto a sentir. Era un sabor tan intenso, tan concentrado. Lo entendí cuando tú me explicaste después, que tenías muchos meses sin eyacular. Se había concentrado todo tu ser en ese tremendo cañonazo que me pegaste. Sabes que he probado muchas veces más tu semen, siempre me encanta, tiene sabor a ti, pero nunca ha sido tan intenso como en esa vez. ¡No sé si fue por ser la primera vez o porque ahora ya no dejo que se te junte tanto semen! -Risas de Angie-. Nunca más deje que se te juntara tanto, ni cuando retomamos esta maravillosa relación después de la larga separación que tuvimos hace algunos años.

    Sigue contando nuestra historia. Todo lo demás lo has descrito muy bien.

    Quiero terminar, pidiéndole a los chicos que nos leen, que no cuestionen lo que vivimos, pueden preguntar y hasta cuestionar algunas cosas, pero no el fondo de nuestra relación. Yo te amo profundamente a pesar de que debo compartirte, así soy feliz y no necesito nada mas, tu me das todo lo que necesito. Y no crean que es nada material, gracias a ti, estudié lo que quise, y ahora soy exitosa en mi profesión, puedo mantenerme sola, no necesito que ningún hombre me mantenga, pero tus detalles, tu pasión y tu protección no los podría encontrar en nadie mas, así que chicos, no cuestionen eso, soy feliz con mi Primix y ahora que lo estamos contando, una nueva emoción nos invade, solo disfrútenlo.
     
    ConejoLocop, 12 May 2025

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    Angie se lo está pensando. Sin su permiso imposible hacerlo.
     
    ConejoLocop, 12 May 2025

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    #24
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    Excelente!

    Hasta para escribir y contar su historia son una pareja que se complementa muy bien! Y que suerte de poder tener al lado, a una mujer como Angie que se declara incondicional y enamorada, a pesar de todo este tiempo transcurrido.

    Gracias por darse el trabajo de poner por escrito todo el audio. Se nota que son palabras nacidas desde el corazón, que evocan recuerdos íntimos y que fluyen con mucho sentimiento. En ocasiones, cuando uno redacta, se toma pausas para pensar las palabras y poner en orden las ideas, pero ella lo expresa muy bien y denota lo inteligente y madura que es. Atesore ese audio, como si fuera la carta de declaración de amor de una mujer inalcanzable!

    Y Usted Angie, anímese a seguir participando con voz propia. La cofradía se lo va a agradecer.

    Me uno a esta solicitud.
     
    MrQuarzo, 13 May 2025 a las 06:10

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    chikipunk

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    Angie es angel y el cofrade @ConejoLocop es minero.
     
    chikipunk, 13 May 2025 a las 15:19

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    #26
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    Gracias muchachada, sus comentarios nos animan a seguir. Cofadre @MrQuarzo le lei tu post a Angie hace un rato cuando me llamó para decirme que me acababa de enviar el siguiente post corregido y aumentado. Se emociónó mucho. Me pidio que se lo leyera dos veces. Te envia un beso, y dice que tomará muy en cuenta lo de escribir algunos pasajes de esta historia.
    Y si soy muy afortunado de tenerla y tengan la seguridad que hago todo lo necesario para merecerla.
    Vamos a retomar la historia. estamos en nuestro fin de semana extendido, cuando descubrimos lo que sentiamos. Aqui les va:
    --------------------------------------------------------------------------------------

    Volvamos a ese fin de semana prolongado. Como dije anteriormente, esa tarde hicimos el amor tres veces más, siempre en mi cama, entre películas y conversaciones. La ultima vez fue como a las 10pm. Yo entraba a trabajar al dia siguiente a las 7am y me despertaba minutos antes de las 5 am para salir de casa 6 a 6:15, así que le dije, señorita, esta noche dormimos de corrido que mañana trabajamos los dos, ¿te quedas conmigo? ¡Claro!, me respondió, Mientras no venga mi tía, esta es mi cama, se rio, me dio un largo beso y apagó la lampara., Nos abrazamos en posición cucharita, era delicioso sentirla respirar pegada a mí. De vez en cuando se movía como buscando que mi pene encajara en sus nalgas. así me dormí antes que ella. Angie entraba a trabajar a las 9am y como estaba cerca de casa, se despertaba generalmente a las 7am.

    4:50 am sonó mi despertador, lo ponía 10 minutos antes para no levantarme de golpe. Lo apague rápidamente para no despertarla, a ella le faltaban dos horas de sueño aún. Me senté en la cama y cuando me paré, Angie, aun dándome la espalda, me dijo, con su voz bajita de acabarse de despertar ¿te vas y no me haces el amor antes? Por supuesto que se lo hice, me puse sobre ella para besarla y cuando después de una buena exploración de sus tetas, me puse de rodillas para ponerme el preservativo, me pidió que lo meta en su boca antes, me puse sobre ella que seguía echada y le introduje mi erecto pene en la boca, me dio una mamada de antología. Esta chica tiene un instinto natural para eso, pensé, si con el ponja no tenia mucha oportunidad, esto es nato. No tenia porque dudar de lo que me había contado.

    Luego la puse piernas al hombro y ella sintió la pegada cuando entré hasta el fondo de su vagina. Juro que sentía su útero cuando bombeaba, ella me abrazó con desesperación y me clavó las uñas cuando tuvo su orgasmo. Después de un par de minutos yo expulsé toda mi leche dentro de ella, bueno dentro del preservativo que estaba dentro de ella. Me quedé un buen rato más besándola y acariciándole el cabello, pero de reojo vi el reloj y ya eran 5:10. Que ganas de quedarme aquí, le dije, pero la hora me gana.

    Mientras me duchaba comencé a sacar cuentas y este ya era el noveno polvo con Angie, si contábamos el primero que fue solo oral, dos más y el ponja va a ser un mal recuerdo, me dije mientras me sonreía. Ella me habia contado que el año que estuvio con el, solo fueron 10 polvoretes, siempre un mete, saca, sacude y guarda. Nunca mas de un polvo por sesión. Que desperdicio, pensé.. Después me di cuenta de que era un pensamiento tonto, superar ese número era muy fácil, pero más que número estaba seguro de que el sexo que teníamos era de mucha mejor calidad y que había una conexión de cariño mutuo que iba creciendo con la intimidad.

    Me vestí, tomé un café rápido en la cocina, cuando abrí el refrigerador para sacar alguna fruta, vi el pescado y la cebolla cortada. Nunca preparamos el ceviche, ni hambre nos dio esa tarde de domingo, de sexo y conversaciones muy íntimas.

    6am, regresé a mi dormitorio a lavarme los dientes y sacar mi maletín de trabajo, que ni lo había abierto todo el fin de semana. Angie dormía de espaldas con una pierna y una nalga descubierta. Antes de irme me acerque a darle un beso en la mejilla y taparla, ella me respondió con un chau, cuídate, entre dormida y despierta.

    Cuando estaba en el carro a punto de salir, recordé que el despertador de Angie estaba en su cuarto. Si nadie la despertaba, podría quedarse dormida indefinidamente. Subí rápidamente por la escalera de caracol y fui hacia su dormitorio. Me quedé parado unos segundos al entrar. Solo había estado allí pocas veces mientras vivía en la casa de mi madre; siempre lo vi sencillo y ordenado. Ahora a pesar de que estaba medio en penumbras, pues la ventaba estaba con la cortina cerrada, notaba los detalles y lo cuidadosa que era con sus cosas. Rápidamente recordé la hora, cogí el despertador, uno de esos antiguos de campanita que se les daba cuerda, miré su cama, una de plaza y media y pensé algún día te haré el amor en esa cama, ¡solo espero no caerme! y cerré la puerta.

    Bajé por la escalera interior, Angie seguía dormida, puse el despertador en la mesa de noche que estaba su lado. No me sintió, cuando le di otro beso en la mejilla, lo que me confirmó que, sin despertador, fácil se va hasta el mediodía.

    Como a las 8:10, estaba yo terminando de revisar unos papeles en la oficina, y fui a prepárame un café, pues a las 9am tenía la reunión semanal de planificación con mi equipo, mientras la máquina goteaba el café en mi taza, me puse a pensar en lo increíble que había sido ese fin de semana. Como había pasado de mirar a Angie como la sobrinita rica que vivía en la casa de mi madre a hacerla mi mujer en términos prácticos. Como se dieron las cosas, casi con la naturalidad de lo que tiene que suceder, estaba yo absorto en esas ideas, recordando la sensación de su suave piel contra la mía, sus gemidos y nuestros orgasmos, cuando un pensamiento, se metió entre los palos: ¡! ¡Los preservativos!!

    La Sra. Celia, era la señora que iba todos los lunes a limpiar la casa, ella sabia llegar como a las 8am y cuando mi madre no estaba, Angie la esperaba para abrirle la puerta y darle las instrucciones que mi madre había dejado. Que iba a pensar la Sra. Celia cuando encontrara los preservativos y sus envoltorios en la basura, contando eran 8 jebes usados, algunos más llenos de semen que otros. Algunos los había botado en el tacho del baño, pero la mayoría estaban en el tacho de mi dormitorio, un tacho que estaba junto al escritorio y que generalmente solo contenía papeles y una que otra envoltura de las golosinas que me comía ocasionalmente (no soy muy dulcero, la verdad).

    Busqué un lugar apartado para llamar a Angie a mi teléfono fijo, en esa época los celulares eran caros aun y había tarifas por minuto. Yo tenía una línea fija en mi cuarto, independiente de la que tenia mi madre en la sala y en su dormitorio. Angie no tenía celular, así que era solo llamar a los fijos. Yo sí tenía un celular me parece que era un motorola, bastante bonito, tipo sapito. Lo usaba muy poco en realidad, pero este era un momento donde pagaría su precio.

    Probé primero con el fijo de mi madre, que tenía un anexo en la sala, por la hora Angie ya no debería estar en mi cuarto, pues la Sra. Celia ya debería haber llegado. Nada, marque dos veces y no contestó. Marqué el de mi cuarto y Angie contestó: ¿Hola? Dijo ella. Angie que haces ahí aun? ¿No ha llegado la Sra. Celia? Ah pensé que ya me extrañabas, me contestó y se rio. Si te extraño, pero ¿y la Sra. Celia?, no ha llegado aún, ya es tarde, ¿no? le respondí. Angie, los preservativos! ¡Están en los tachos de mi cuarto, la Sra. Celia no puede encontrarlos! ¡! Dijo ella (era raro escucharla decir palabrotas). Están tocando el timbre, te llamo luego y cortó.

    Fueron como 10 minutos angustiantes hasta que mi celular sonó, yo ya estaba en mi oficina nuevamente, así que cerré la puerta, no era un tema para que el público se entere.

    - ¿Qué pasó? Le pregunté.
    - Era la Sra. Celia, se demoró porque el micro en el que venia lo paró la policía por pasarse un semáforo.
    - Ok ¿y los preservativos?
    - Los recuperé todos mientras ella se cambiaba y los tengo en una bolsa en mi cartera. ¡Hay leche como para hacerme el desayuno! Su buen humor era a prueba de balas
    - Ya en serio, bótalos en la calle o en el fondo del tacho de la cocina ¿O qué harás con ellos?
    - No, los guardaré como recuerdo y como prueba de que me sedujiste. Solo me reí de sus ocurrencias.
    - Tranquilo tontito, me dijo, los botare en el tacho que esta en la esquina del parque camino a la oficina. No has dejado la plata para pagarle a la Sra. Celia.
    - Verdad, le dije, trataré de salir temprano para alcanzarla antes que se vaya, dile que me espere por favor.
    - Uy que rico, me dijo, yo también volveré temprano, compra algo para comer en casa, no quiero salir, vamos a provechar esta noche que todavía estamos solos, te dejo un beso, ya me voy y cortó.

    Ese lunes se me hizo muy largo, esperando la hora de salida para encontrarme con Angie.

    Regresé a casa como a las 6pm. La Sra. Celia, ya estaba esperándome sentada en el comedor de la cocina, le pagué y le pregunté si todo estaba en orden, más con la curiosidad de saber si no se nos había escapado algún detalle. Todo bien, joven, me dijo, su cuarto estaba bien ordenadito, se ve que no tuvo nada que hacer el fin de semana, justo en ese momento entraba Angie a casa y se ganó con la ultima frase, y la Srta. Angie parece que no pasó el fin de semana aquí, dijo la Sra. Celia y se rio. Angie y yo nos miramos, sabiendo que mi madre esa misma noche ya estaría enterada de eso, pues la Sra. Celia le contaba todo y era seguro que mi madre la llamaría para que le cuente si todo estaba en orden en su casa.

    Cuando se fue la Sra. de la limpieza, Angie me abrazó y me besó con desesperación, mientras me decía que me había extrañado mucho, la tuve que jalar así colgada de mi cuelo hacia más adentro, pues como habíamos acompañado a la Sra. Celia hasta la puerta que da a la calle, la tía chismosa podía escuchar lo que hablábamos a pesar de la pared que marcaba el limite entre la casa y la calle.

    Yo había comprado una pizza grande para compartir, ella subió a su dormitorio a cambiarse, bajó como a los 20 minutos, con un polo de los sueltos que sabia usar y nada más, el polo era un poco largo, pero aun así le llegaba con las justas a tapar la papita. Yo solo me había lavado las manos y la cara y me había puesto a calentar y servir la pizza. Angie me llamó la atención por no estar cambiado. Si quieres me voy a bañar y me cambio, no, me contestó, se enfría la pizza. Comimos en el pequeño comedor de la cocina, preguntándonos como la Sra. Celia se había dado cuenta que Angie no había usado su dormitorio y que a mi madre le diría que pasó el fin de semana con una amiga y que por supuesto me había pedido permiso. Cuando le pregunté de mi cuarto ordenado, me dijo que se levantó a las 7 am y que le encantó mi gesto de bajarle el despertador, luego se puso a ordenar mi dormitorio, viendo que no se quede nada suyo ahí, pero no reparó en los preservativos.

    Terminamos de cenar y ella se quedó en la cocina lavando los platos mientras yo me fui a tomar una ducha y prepararme para la jornada de esa noche. Recién eran 7:30pm, así que había casi tres horas antes de dormir.

    Estaba terminando de ducharme, tomando el ultimo enjuague sobre todo del muchacho, pues sabía que Angie lo besaría y engreiría mucho esa noche, cuando Angie, abrió la puerta de la ducha, esta vez no tocó ni preguntó, solo entro totalmente desnuda y me abrazo por el cuello, la tomé por la cintura y comencé a besarla. La erección fue casi instantánea. Mi pene se frotaba contra su pelvis, mientras le decía que ganas tenia de penetrarla ahí, mojada en la ducha, pero el bendito preservativo, estaba bien guardado en uno de mis cajones con llave (esa precaución si había tenido).

    Ella no se dio por enterada de mi campaña pro-anticonceptivos, solo se arrodillo frente a mi y comenzó a hacerme una mamada espectacular, que solo se detuvo cuando el agua tibia comenzó a enfriarse. Salimos de la ducha, nos secamos solo lo suficiente para no mojar el piso ni la cama y la puse en cuatro al filo, busqué rápidamente los preservativos en el cajón de mi escritorio, me puse uno y yo parado y ella en cuatro al filo de la cama, la penetré, ella gimió desde el primer momento, diciéndome que todo el día había pensado en ese momento, creo que en esa vez llegamos al orgasmo casi juntos, era delicioso verla así en cuatro con su cuerpo aun húmedo, gimiendo y gritando de placer, tuve que hacer un gran esfuerzo para no venirme antes que ella. Después de terminar y quedarnos el respectivo tiempo sin salirme, ambos caímos en la cama extasiados de placer. Pero no pasó ni un minuto y ella se paró de golpe, estoy mojando la cama, efectivamente donde había estado su cabello había una mancha de humedad, se puso una toalla sobre la cabeza y así, desnuda, solo con la toalla en la cabeza, se puso mis sandalias y me dijo ya vengo y salió.

    A los dos o tres minutos bajó con su secadora de pelo y un cepillo grande, esos que usan las chicas que tienen el pelo largo, en esa época su cabello le llegaba hasta media espalda. ¿Me secas el pelo? Me dijo. Se sentó con las piernas cruzadas al filo de la cama, dándome la espalda, mientras yo buscaba donde enchufar la secadora, comencé a secarle el pelo y cepillárselo, era suave y bien cuidado, mientras me contaba su día de trabajo, pero de pronto cambió de tema. ¿Sabes que en tres días ya me has hecho el amor la misma cantidad de veces que XX? (el ponja) Ella también había sacado la cuenta, entonces la abracé desde atrás y le dije, más que la cantidad creo que la calidad es lo que vale (claro yo ya había reflexionado sobre eso). Entonces se volteo y mientras me jalaba de los brazos para que me eche sobre ella, me dijo que conmigo realmente estaba descubriendo lo maravilloso que es el sexo y que quería quedarse siempre conmigo (segunda vez que me lo decía). Solo la besé muy tiernamente y le dije, voy a cerrar la casa para ya quedarnos aquí. Me levanté me puse un short y un polo, por los chismosos del edificio, y fui a asegurar las puertas, como lo hacía siempre.

    Cuando regresé ella ya estaba metida en la cama, me desnudé y me acosté junto a ella. Solo nos abrazamos y nos quedamos en silencio mucho rato, sintiendo nuestras respiraciones.

    Ya eran como las 9 de la noche y el sueño me estaba ganando, estaba tan relajado y en paz, abrazado de esa bella mujer, que mis ojos se iban cerrando, cuando ella se incorpora y pone su pecho sobre el mío, mirándome me dice, antes que te duermas, vamos a romper ese récord, entendí que era el numero del ponja, un polvo más y ya teníamos 11 =).

    Se subió totalmente sobre mi cuerpo y me ofreció sus tetas para chuparlas. Después de un rato se sentó sobre mi y tomó uno de los preservativos que yo había dejado sobre la mesa de noche. Intentó ponérmelo, pero se veía que nunca lo había hecho, lo probó de un lado del otro, se le resbalaba, lo ponía y cuando iba bajándolo por el glande, saltaba y se salía, yo la miraba divertido, hasta que en un momento casi lo rasga con una de sus uñas, me lo dio y me dijo, me rindo, ponlo tu. Tomé otro de la mesa, y mientras me lo ponía, le explicaba que las primeras gotitas que salen del pene como lubricación, pueden contener espermatozoides y como ella lo había puesto por los dos lados, ya podría haber un bicho ahí que nos causara problemas en 9 meses, además que ese rasguño podría haber dañado el preservativo, aunque no lo veamos. Ella miraba atenta como me lo ponía, como tomando una lección de cómo poner el condorito. Por dentro yo pensaba que ella era una chica que de 19 años en plena edad fértil y cuando yo me hice las pruebas cuando intentamos tener un hijo con mi exesposa, todos mis espermatogramas, salieron 98% viables, así que no quería ningún riesgo.

    Terminé de ponérmelo y ella no esperó para clavárselo y cabalgarme deliciosamente, de rato en rato se inclinaba para darme sus tetas para que las bese y las chupe. Con el tiempo aprendí que en esa posición y si combinaba una buena estimulación de sus tetas, Angie alcanzaba fácilmente el orgasmo. Así fue en esa ocasión, también fui aprendiendo que la mejor señal de que ella había alcanzado el orgasmo era que se mojaba mucho mas de un momento a otro, muchas veces me dejaba la pelvis mojada y cuando ella estaba abajo, mojaba un poco la cama y sus tres o cuatro gemidos fuertes, casi gritos, seguidos de que se dejaba caer sobre mi o me abrazaba con piernas y brazos si estaba debajo mío, para solo dejarse llevar.

    Eso sucedió esa noche, cayó sobre mi y se dejo llevar. La abrace fuerte y la voltee, poniéndome encima de ella para penetrarla en misionero, ella al principio solo se dejó llevar, pero luego comenzó a levantar las piernas y a abrirlas mucho, como para que yo llegue hasta el fonde de su vagina, así fue como terminé con un tremendo orgasmo. Besos, y miradas en ese par de minutos en los que me quedaba dentro de ella, la señal para salirme era cuando el muñeco comenzaba a bajarse y por seguridad del preservativo, era mejor salir.

    Angie se paró al baño a limpiarse esa humedad que delataba su orgasmo y me trajo una pequeña toalla húmeda, yo aun no me sacaba el preservativo, ella se sentó sobre mis piernas y me dijo esto si puedo hacerlo, sacó el preservativo, le hizo el nudo y limpio al muchacho y sus alrededores con mucho cariño y cuidado
    Dejó la toalla en el baño y el preservativo usado junto con el fallido en el tacho de la basura y se echó junto a mí, pero inmediatamente se incorporo un poco poniendo sus manos sobre mi pecho y su cara sobre ellas, me miró a los ojos y me “Primix, me haces sentir muy segura, contigo si me siento mujer, ya no una chibola insegura”, me dio un beso y se dio la vuelta como la noche anterior, para abrazarla en cucharita. Nos dormimos rápidamente.
     
    ConejoLocop, 13 May 2025 a las 15:44

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    MrQuarzo, 13 May 2025 a las 22:10

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    Muy buena historia, muy detallado y extenso que nos hace imaginar, y creo que es la primera vez que una historia es contada por dos personas que lo hace muy interesante. Si aun la sigues disfrutando provecho, se ve que hay una conexión muy especial. Y sigan contando sus aventuras, que debe de tener de todo por ser entre comillas prohibido.

    Saludos a ambos
     
    Luman, 14 May 2025 a las 08:40

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    #29
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    Excelente la historia y muy buena la redacción, admirable que ambos puedan compartir su historia y con detalles que cada uno aporte, entiendo que no esten juntos como pareja formal, pero si como una relación de bastante confianza, intimidad y de apoyo mutuo. Y se han planteado la posibilidad de que aún con el lazo famiiar que los une, puedan pensar en que un futuro cercano si puedan dar ese paso a poder hacerse pareja, dificil pero el amor lo puede todo, pero allí la dejo picando.....
     
    Comisionado, 14 May 2025 a las 12:47

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    #30
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    Les dejo una nueva entrega, ya revisada y corregida por Angie:

    Al día siguiente, me desperté un poco antes de que el despertador sonara, ya no iba a esperar que ella me reclame el mañanero, Angie seguía de espaldas a mi así que la volví a abrazar y a besarle el cuello mientras mi pene que había amanecido erecto la punteaba, ella fue despertando y moviendo su trasero, yo trataba de jugar con ese culito, pero sin entrar en la vagina, me hubiese encantado pero sin preservativo, era un riesgo, en uno de esos movimientos, mi pene terminó en la entrada de su ano y creo yo, que entro quizá un par de centímetros, ella saltó hacia adelante y dijo ¡por ahí no! Solo le dije que en algún momento me lo daría, se despabiló del todo y se fue directamente a mi pene y dijo, si tu lo metes ahí, te lo muerdo y abrió la boca con la intención de hacerlo, aunque solo se lo metió en la boca y comenzó a mamarlo, ya no quise seguir en ese tema, pensé que algún día la convencería, así que disfruté ese fellatio, hasta que ella se echó junto a mí, entendí que era mi turno.

    Me puse el preservativo para estar listo, pero primero bajé a ese delicioso pozo, mi boca jugaba con su vulva que ya estaba hinchada y jugosa, mientras le metía dos dedos en la vagina, ella levantaba y bajaba la pelvis para sentir mi incipiente barba raspar su vulva. Luego la penetré en misionero y terminé con sus piernas rodeando mi cuello, ella era muy flexible y yo podía bajar a besarla o besar sus pechos sin que ella me soltara, por momentos estaba prácticamente doblada en dos, con sus pies a la altura de su cabeza.

    Después de casi una hora, ya estaba listo para irme, Angie seguía dormida, solo le di un beso en la boca, pues estaba boca arriba, con la sabana hasta la mitad de su cuerpo, dejándome ver esas maravillosas tetas. Esta vez no me sintió o por lo menos no respondió, el sueño la había vuelto a conquistar. Me aseguré de que su despertador estuviese operativo y me fui.

    Esa noche regresé a casa un poco más tarde pues había tenido trabajo de campo. Llegue a casa como a las 8pm. Angie me recibió con una gran sonrisa, en polo y un minishort, que le dejaba media nalga al aire y que no le conocía. Que bonito short, le dije. Me lo regalaron en mi último cumpleaños, pero nunca lo use, es muy pequeño para usarlo en la calle y si ando así aquí, mi tía me bota, me dijo mientras se reía.

    Había preparado el pescado del ceviche, pero frito con una salsita de cebolla. Bien dije, comida ligera para no afectar el performance en las cuatro perillas.
    Me di un baño rápido y cuando salí, ella habia servido la cena en la sala, esa noche estaba un poco fría y en la cocina corría aire por estar junto a la cochera y el jardín delantero. La sala tenia una puerta que daba directo al jardín, pero casi nunca la abríamos, solo la usábamos cuando había visitas importantes, o sea casi nunca.

    Cenamos conversando de nuestros días laborales, me pidió nuevamente que la recoja del trabajo, pues el mandado la estaba invitando a salir y ya estaba medio cargoso. Luego que levantamos la mesa y lavamos los platos.

    Al terminar me dijo que revisáramos todos los sitios donde habíamos estado para asegurarnos que no halla indicios de lo que había pasado ahí, pues mi madre llegaba al día siguiente como a las 11am y ella tenía un ojo extraordinario para detectar cosas raras.
    Revisamos y dejamos todo ok, lo mas notorio era el sillón donde hicimos el amor, los cojines habían quedado todos desordenados, así que los dejamos como si nadie se hubiese sentado ahí y listo.

    Luego en la habitación hicimos una revisión más exhaustiva, ¡ahí habían pasado muchas cosas!, miramos debajo de la cama, en los rincones, en la cama y todo en orden.

    Nos aseamos, pues ambos ya nos habíamos duchado y de forma muy natural, mientras conversábamos como haríamos para estar juntos cuando llegara mi madre, nos desnudamos y nos metimos en la cama, como dije era una noche fría para ser noviembre y mi dormitorio daba a un pequeño jardín posterior, me levanté a cerrar esa puerta y volví a meterme a la cama, nos echamos de lado, mirándonos uno al otro para seguir hablando de ese tema. Era medio surreal, estar así echados desnudos solo conversando, como si ya fuéramos una pareja que llevaba algún tiempo juntos, cuando en realidad pareja en el sentido de pareja sexual o algo parecido, lo éramos solo 4 días.

    Acordamos tener cuidado con las miradas y las palabras que usábamos, pues como dije, mi madre era muy perspicaz y teníamos que hacer que ella pensara que Angie me veía como su hermano mayor. Ella tendría que seguir bajando a mi cuarto a ver televisión o a usar mi computadora, siempre con puerta abierta, ella me dijo que lo más difícil de estar en el sillón y yo en la cama, como siempre y no querer sacarse la ropa y tirarse encima mío. Yo solo me reía y la besaba cuando decía esas locuras.

    El tono se puso más serio cuando me preguntó como haríamos para hacernos el amor estando mi madre en casa. No lo sé, le dije, habrá que ver cómo le hacemos, o no lo haremos en casa. Aunque mi madre tiene un sueño muy profundo, tú eres muy gritona, además esta cama no está muy estable. Los días que lo hicimos en mi cama, a veces la cabecera rebotaba contra la pared, (pobres vecinos). Le dije que trataría de ajustarla el fin de semana o de ver para comprar una nueva. Igual era un peligro tener sexo con mi madre en una habitación cercana.

    La idea de amanecer juntos, ni hablar, aunque cuando mi madre estaba en casa se levantaba incluso después de que Angie se había ido a trabajar, era un riesgo muy grande, le dije que tendríamos que ir a hoteles, pero no podíamos regresar los dos juntos ni muy tarde, seria muy sospechoso y en todo caso hacerlo de vez en cuando en su cama, en su cuarto. Ella me dijo que lo de los hoteles podía ser muy de vez en cuando, quizá un fin de semana, para sacarle el máximo provecho, pero que no quería que gastara mucho, pues ella sabia que yo ahorraba para la inicial de un depa, hasta en eso era considerada conmigo.

    De pronto se sentó en la cama y me dijo, probemos en mi cuarto a ver como nos va. Se paró y me dijo, vamos. Ok, dije, cogí uno de los preservativos que estaban sobre la mesa de noche y ella me dijo con su mirada picara de por medio, lleva dos por siaca.

    Así desnudos, subimos por la escalera interior, entramos en su cuarto y ella se sentó sobre su cama y solo prendió su lampara, yo me habia quedado en la puerta una vez más mirando fascinado ese espacio que estaba en mi propia casa pero que era casi desconocido para mí. Ven aquí ¿o quieres hacerlo ahí parado? Casi me ordenó.

    Me acerque y ella se prendió de mi miembro que la verdad con el frio de esa noche, estaba medio encogido. bastó menos de un minuto para que mi muñeco se ponga en firmes dentro de la boca de Angie. Yo estaba con los ojos en blanco cuando ella me quitó uno de los preservativos que tenia en la mano y abrió el sobre, hizo un ademan de ponérmelo, pero dudó y terminó dándomelo, mejor tú, me dijo, no vaya a malograrlo como el de la vez pasada. Me lo puse mientras ella se tumbaba en la cama atravesada.

    Al verla así, me arrodillé en el piso, le levanté las piernas y comencé a comerme esa deliciosa conchita, sus labios vaginales sobresalían ligeramente de su vulva, así yo los besaba y los jalaba con mis labios, haciéndola estremecer, le metí dos dedos mientras le lamia el clítoris, ella comenzó a gemir cada vez más fuerte, yo pensaba que quizá hacerlo en su cuarto no es buena idea. El cuarto de Angie estaba exactamente sobre el de mi madre y había un pequeño patio al costado que comunicaba las ventanas de los dos dormitorios, como un pequeño tragaluz que comunicaba el primer y el segundo piso. Seguí hasta que me jaló los brazos para que la penetrara, ahí de pie, con ella al filo de la cama, la penetré y comencé a bombearla, ella gemía muy rico, pero demasiado alto si hubiese alguien mas en casa y esa cama bailaba más que la mía.

    Parecía que la cama se desarmaría en cualquier momento, así que la puse a lo largo de la cama, y la penetré en misionero, comencé con ritmo lento y todo bien, pero cuando la puse piernas al hombro y le comencé a bombear con mas fuerza y ritmo sus gemidos otra vez eran alucinantes ¡y la cama ya no solo bailaba, se deslizaba!!

    Cuando terminamos, tuve que echarme de costado contra la pared, porque esa cama de plaza y media no era como para los dos., ella también se puso de costado y mientras me retiraba el preservativo, dijo, aquí está peor, ¿no? Si le dije, tus gemidos se van a escuchar abajo, aunque cerremos la ventana, además el traca-traca de la cama, va a resonar abajo como tambor, si a veces cuando caminas con tacos, se sienten tus pasos como será cuando la cama comience a bailar.

    Bueno me dijo, ya pensaremos en algo, mientras se sentaba en la cama. Si, ya se nos ocurrirá algo. Vamos abajo, le dije, aquí no dormiremos cómodos los dos. Ella se paró y prendió la luz principal de la habitación, eso me permitió ver mejor la cama. Era una de las viejas camas que habíamos usado mis hermanos y yo. Le dije, esta cama tiene casi 25 años, mi papa las mando a hacer cuando mi hermano mayor tenía cinco años, aquí hemos saltado, jugado y hecho mil travesuras, yo pensé que ninguna de las tres había sobrevivido. Si pues, me respondió, era la que estaba aquí cuando llegué, la vi viejita, pero para dormir es muy cómoda, nunca pensé que haría cosas tan movidas aquí y su sonrisa pícara una vez más.

    Me acerqué a ella y la besé, luego le dije igual puedo subir algún día cuando mi madre ya duerma y hacértelo paradito. Buena idea me dijo, mientras apoyaba las dos manos y se inclinaba sobre la silla que tenia junto a una mesita, esta silla si esta firme dijo, mientras la movía un poco. Esa posición de medio inclinada sosteniendo la silla con sus manos, me dejaban una hermosa vista de sus pechos colgando hacia abajo. Me acerqué por atrás y pegando mi cuerpo a ella le comencé a acariciar los pechos. Mmmm, dijo, el jovencito ya quiere otro… Porque no, le dije.

    Mejor vamos abajo, esta puede ser la ultima vez en varios días en que disfrutemos de una buena cama y quiero que me lo hagas con mucho amor, me respondió. Ok vamos, le dije y en eso me iluminé. ¡¡Ya sé qué haremos!! En los próximos días le diré a mi madre que voy a comprarme una nueva cama, pensando en lo que llevaré algún día a mi nuevo depa. Ella me miraba como diciendo, ¿ok y? Y tu me preguntarás que haré con mi cama actual, entonces como no sabré que hacer con ella, me dirás si te la puedo dar, claro te la daré y en lo que la desarmo para subirla, le cambio los soportes y tornillos y la cabecera ya no bailará. ¿Qué te parece? ¡¡Perfecto!! Me dijo, eres muy inteligente y me volvió a abrazar y besar. Yo también la abracé y así con nuestras narices pegadas, le dije, lo único que nos queda por solucionar serán tus gemidos y tus gritos. Quizá un trapo en la boca funcione. ¿Probamos abajo? Tonto, tu me haces gritar así que eso es tu culpa, yo solo disfruto, me dijo mientras me dio un leve y cariñoso apretón en los huevos. Hicimos una comprobación más de que no dejábamos evidencias, porque mi madre si entraba en esta habitación cuando quería y bajamos.

    No fuimos directamente al dormitorio, nos sentamos en la sala a conversar. Ella se sentó sobre mí, de costado, estábamos en un sillón individual, el mismo en el que le hice al amor, ya era un poco más de las 10pm, sabía que al día siguiente me costaría levantarme a las 4:50 am, pero quería disfrutar esta última noche solos en casa. Era delicioso estar así desnudos, solo conversando, pero a la vez sintiéndonos. Como a las 11pm, ella me dijo, vamos al dormitorio, mañana no te levantas si seguimos aquí.

    Nos metimos en la cama y casi como si lo hubiésemos planeado comenzamos a besarnos y a tocarnos, le besaba los senos cuando comenzó a gemir, mientras me ponía el preservativo, le dije, en serio veamos si podemos controlar tus gemidos, está bien, me dijo, la penetré y cuando ella comenzaba a gemir más fuerte, la besaba, para tratar de acallarla un tanto, cuando la puse piernas al hombro, comenzó a gemir más, aunque se notaba que quería reprimirlo. Se puso una mano en la boca y luego la otra, los sofocó bastante, era delicioso ver como abría los ojos que le sobresalían por encima de sus manos, a cada embestida los abría más y sus gemidos casi no se escuchaban, más parecía una conejita, que los gemidos de mi Angie.

    En las embestidas finales, ya no pudo aguantar mas y en un momento, soltó las manos que las tenía entrelazadas sobre su boca y lanzó sus gritos orgásmicos, por más que le bajé las piernas para besarla no pude sofocarlos del todo. Al poco rato terminé y mientras seguía dentro de ella, sintiendo nuestras respiraciones y corazones aun agitados. Le dije, no está mal, pero esos gritos finales, despertarían a mi madre sí o sí. Ella se rio y me dijo que tenía que seguir entrenándola, pero eso dio pie a una interesante conversación que continuo después que ella me sacó el preservativo y limpio al muchachón (eso se convirtió en práctica habitual desde ese momento, me dijo que le gustaba hacerlo).
    Cuando ya estábamos echados uno al lado del otro, me dijo que ella había notado que yo siempre estaba tratando de hacerla llegar al orgasmo. Se sentó con las piernas cruzadas dándome frente, yo estaba de costado mirándola, dejándome ver su vulva y su vagina aun medio abiertas y mojadas, mírame que es algo serio, me llamo la atención, te estoy mirando le dije, tonto, a los ojos, bueno yo estaba mirando un solo ojo, le respondí y se tapó con una almohada, ahora si te miraré los ojos, le dije.
    Retomó la conversación seria, diciéndome que no era necesario que yo intentara siempre hacerla llegar al orgasmo, me dijo, yo disfruto muchísimo cuando tu estas dentro de mí, cuando me besas, cuando me acaricias, eso me lleva al cielo. Antes de ti yo solo conocía el orgasmo cuando a veces me masturbaba, pero nunca lo tuve teniendo sexo. Yo quiero tu disfrute y si no llego en uno, llego en el siguiente, que lo nuestro sea más natural, ¿está bien? La verdad eso me sonó raro en su momento, pero después entendí lo que ella quería, que todo fuera espontaneo y no ponerme a mi toda la responsabilidad. Solo la jalé hacia mi y la besé muy dulcemente, ella se echó de costado, como lo había hecho últimamente y dormimos abrazados.
     
    ConejoLocop, 14 May 2025 a las 21:50

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    Excelente relato historia cofrade, en los años que llevo en este foro, veo que desea una lectura muy buena. Espero pueda continuar con esta historia por largo tiempo y pueda deleitarme con las palabras de ambos. Les deseo que sigan teniendo muy buenos días
     
    yobelito, 15 May 2025 a las 14:51

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    Continuamos con la historia, nos hemos propuesto, con Angie, dejarles por lo menos una entrega diaria.
    ------------------------------------------------------------

    A la mañana siguiente solo el despertador pudo sacarme del profundo sueño, el aparato había sonado buen rato, por lo que Angie también se despertó. Buenos días Primix, hola bella, le respondí (en realidad usaba otra palabra muy similar a su verdadero nombre, pero que sonaba tierna).

    Si estas muy cansado, hoy no hay mañanero, me dijo, -ni hablar, eso me activa, le respondí. No esperé más y se metió bajo las sábanas y comenzó a mamarlo y besarlo, me puse el preservativo y me montó. Ella siempre se corría fácil cuando me montaba, eso estaba asegurado, yo solo la ayudaba, acariciándole los senos o tomándola de las caderas. Luego ella se bajó y la puse en perrito, le di duro y parejo hasta que reventé en su coño, otro polvo delicioso.

    Después de recuperarme, me duché, me cambié y tomé café. Al regresar al cuarto para despedirme, ella estaba tendiendo la cama. Le dije que eran solo las 6am, que duerma una hora más. Ella quería revisar y ordenar todo para que su tía no encontrara nada sospechoso. Ok, así más tranquilos, le dije, cogí los dos preservativos usados que estaban en el tacho, los envolví con un papel y le dije, yo me deshago de esto.

    Le di un beso y le dije, nos vemos en la noche, ya sabes todo normal, aquí no pasó nada. Si ya se, me dijo. Cuando estaba pasando la puerta, me dijo Primix espera, y dio cuatro pasos muy rápidos y me abrazo muy fuerte, puso su cabeza en mi hombro, ella desnuda y yo vestido y con zapatos, la dejaba unos cuatro o cinco centímetros por debajo mío, pero me hubiese gustado estar desnudo también para sentirla, como en los otros días.

    Estuvimos así, inmóviles y en silencio, durante lo que parecieron 30 o 40 segundos. El tiempo se detuvo en ese momento, y solo existíamos nosotros dos, perdidos en la profundidad de nuestros ojos. Entonces, ella me miró fijamente, su rostro a escasos centímetros del mío, y sus palabras brotaron con una sinceridad que me conmovió hasta lo más profundo de mi ser.

    "Gracias por estos días", susurró, su voz temblando ligeramente. "Han sido maravillosos. Me has cambiado la vida. No me arrepiento de nada". Su mirada se suavizó, y añadió: "Y si tú te arrepientes de algo, lo entenderé. Igual ya soy otra mujer después de estos días".

    Mientras hablaba, volvió a apoyar su cabeza en mi hombro, y yo la rodeé con un brazo, sintiendo el calor de su cuerpo contra el mío. Mi otra mano, que sostenía el maletín, se relajó, y lo solté, permitiendo que mis dedos acariciaran suavemente su rostro. Le levanté la cabeza para que me mirara de nuevo, y fue entonces cuando vi las lágrimas que corrían silenciosamente por sus mejillas.

    Con mis dedos, sequé las gotas saladas que resbalaban por su piel, y mi voz se convirtió en un susurro cuando le dije: "No me arrepiento de nada. Yo también soy otro después de estos días". Mi mirada se encontró con la suya, y pude ver la gratitud y el amor reflejados en sus ojos.

    "Me has devuelto la alegría", continué, mi voz llena de emoción. "Me has dejado ver que la vida es muy corta para sufrir más de la cuenta por una pérdida". Recordé todos los momentos que habíamos compartido, todas las atenciones y la preocupación que ella había mostrado hacia mí en los últimos meses, y comprendí que todo cobraba sentido después de ese fin de semana.

    "Vamos a seguir juntos", le prometí, mi voz firme y segura. "Solo con el cuidado que ya hemos hablado. No tienes que llorar, esto no va a acabar". Nuestros labios se encontraron en un beso largo y apasionado, un beso que sellaba nuestra promesa de futuro.

    Finalmente, me separé de ella, y le di una suave palmada en el trasero. "Si no me voy ahora, llego tarde", le dije, sonriendo. Y con un último beso, me marché, sabiendo que nuestra historia juntos apenas comenzaba.

    Me fui pensando, creo que Angie está enamorada de mí, ¿qué tan peligroso es eso? Yo también sentía que el cariño que tenía por ella estaba transformándose en algo más. Mientras salía de la cochera, me dije, bueno el tiempo lo dirá, ¡vamos para adelante!

    Llegué temprano a casa ese día, ansioso por pasar tiempo con mi madre que había llegado de su viaje durante esa mañana. Ella me recibió con una sonrisa radiante y comenzó a contarme sobre su reciente viaje al norte peruano. Me habló de sus amigas, un grupo de mujeres dinámicas y divertidas, y de cómo ella, a sus 70 años, era la más joven y vital de todas. Mientras mi madre hablaba, yo la escuchaba con atención, disfrutando de su entusiasmo y energía.

    De repente, la puerta se abrió y Angie entró en la sala. Su presencia siempre era como un rayo de sol, y ese día no fue la excepción. Saludó efusivamente a mi madre y a mí, y se sentó junto a ella en el sofá. Mi madre, siempre atenta y perspicaz, la miró detenidamente y comentó: "Angie, te veo diferente. No sé, algo has cambiado. No es tu pelo, pero hay algo distinto en ti".

    Angie sonrió y respondió: "No es nada, tía. Solo estoy contenta de verte". Pero yo sabía que había algo más. Había pasado algo entre nosotros, algo que había cambiado la dinámica de nuestra relación. Mientras mi madre continuaba hablando, yo me senté en el sillón donde Angie y yo habíamos compartido momentos íntimos solo unas horas antes. Sentí una conexión especial con ese sillón, como si fuera nuestro lugar especial.

    Después de cenar, cada uno se retiró a su habitación, como era costumbre. Me di un duchazo rápido y me senté en mi cama, revisando mi correo electrónico. En ese momento, no había muchas opciones de entretenimiento en línea, solo mi cuenta en HI5, que no me interesaba mucho. Apagué la computadora y me senté en la cama, prendiendo la tele para buscar algo interesante en el cable.

    Estaba acomodando mi cojín cuando escuché la voz de Angie en la puerta de mi dormitorio. "Primix, ¿puedo ver tele contigo?" Me sorprendió la pregunta, pero respondí con una emoción contenida: "¡Claro!". Ella entró y, antes de sentarse en el sillón de siempre, se acercó a mí y me dio un beso suave en la boca. "Mi tía está casi dormida", susurró. "Era la hora de las novelas, pero creo que el viaje la ha dejado cansada". Me sonreí, sabiendo que Angie había encontrado una excusa para pasar tiempo conmigo. Y en ese momento, supe que la noche prometía ser interesante.

    Pusimos una serie y como a los 20 minutos, Angie me dijo algo susurrando, pero con la tele que, aunque no tenía el volumen muy alto, igual no me dejaba entenderle. Ella se paró cogió una hoja de la impresora y un lapicero del escritorio, doblo el papel en 4 y escribió algo y me lo aventó, estábamos a algo de 1 metro de distancia. Había escrito “Te deseo”, yo le contesté “Yo también te deseo” y le devolví el papel de la misma forma, “Hazme el amor” escribió. “Donde? Las dos camas suenan mucho”, contesté. “No sé, piensa” y al devolverme el papel, se reacomodó sentándose con las piernas cruzadas entre sí, cuando la pantalla de la tele se iluminaba, podía ver su rajita depilada, claro lo hizo al propósito, porque estaba con otro de sus polerones. La calentura me fue ganando y comencé a pensar cual era el lugar más alejado de la habitación de mi madre y que a la vez nos dé una coartada por si ella se despertaba, piensa, piensa…

    Yo hacía cálculos mentales, mientras tenía el papel y el lapicero en la mano, Angie me miraba de rato en rato viendo en qué momento escribía algo. Yo comencé a calcular, cuáles eran los sitios más alejados del cuarto de mi madre, eran el jardín, delantero, la cochera, el segundo piso y el jardín trasero en ese orden.
    después de descartar los otros lugares por estar expuestos o no ofrecer una coartada en caso mi madre se levante, solo me quedaba el jardín trasero, al que se accedía solo por mi cuarto. Si colocaba algo en medio del camino hacia la puerta del jardín, mi madre al moverlo haría ruido que nos alertaría, esa podría ser la solución. Además, ahí había un pequeño cuartito de madera donde guardábamos algunas herramientas, cualquier cosa, Angie podía esconderse ahí, media en cuclillas, así sería yo solo el que estuviera ahí cuando entre mi madre, podría decir que estaba regando las plantas o fumigándolas, cosas que hacíamos normalmente de noche.

    Pensé todo en menos de 40 segundos, ¡la adrenalina activa el cerebro! Escribí “vamos al jardín” y lo pasé a Angie. Ella respondió: "¿Cuál es el plan?". Me paré y le susurré al oído que iría a ver si mi madre se había dormido y le apagaría la tele. Cualquier cosa, ella debía ir al cuarto de herramientas mientras yo tendría la manguera lista para fingir que estaba regando. Ella dijo "ok, lleva tu manguera lista también" y se levantó con una sonrisa pícara.

    Mi madre dormía profundamente, apagué la tele y cerré un poco más su puerta. Coloqué la silla ruidosa del escritorio en el camino al jardín para ganar unos 15-20 segundos para reaccionar si alguien la movía y saqué un preservativo del cajón, ahí me di cuenta de que necesitaba abastecerme, ¡solo me quedaban dos!
    Entré al jardín, Angie estaba parada en medio. El jardín no era muy profundo, solo unos tres metros de ancho, pero tenía todo el largo de la casa, casi 20 metros, le di la mano y la llevé al fondo, la zona más oscura donde estaba el cuartito, lo abrí y le dije, si escuchamos algo, te metes ahí, ella vio ese cubil oscuro, y me dijo ¿y si hay arañas?, que te piquen por golosa! Le respondí, mientras la abrazaba.

    Nos besamos apasionadamente, le levanté el polerón, pero sin sacárselo, ella llevó sus manos a mi muchacho que ya estaba bastante erecto. La tomé suavemente de los hombros y la baje, para que cumpla con su deber, ella entendió inmediatamente y se puso de cuclillas para metérselo en la boca, después de darle los besos de rigor. Ella realmente había desarrollado muy buena técnica para el fellatio, movía la lengua, los labios y movía la cabeza de tal forma que me hacía tener unas sensaciones deliciosas, no se concentraba solo en la cabeza, se lo comía todo y luego lo lamia, lo chupaba y por momentos me lamia y besaba los huevos.

    Caí en cuenta que tampoco podría ser un polvo muy largo, estábamos corriendo riesgo haciéndolo así. La levanté y me puse el preservativo, ella abrió ligeramente las piernas y la penetré frente a frente, comencé el sube y baja, para meterlo y sacarlo, ella gemía suavecito, se notaba que se aguantaba, en esa posición el tronco de mi pene le estimulaba el clítoris y yo sentía sus manos en mi espalda que cada vez me apretaban más. Poco a poco sus gemidos subían en ritmo y volumen, así que le puse la mano en la boca y seguí dándole. La posición no era muy cómoda para mí, pues ambos estábamos con sandalias y yo me resbalaba cada dos o tres empujones, ya estaba a punto de darle la vuelta cuando sentí sus jugos orgásmicos. Sus gemidos los acallaba con la mano, pero sentía que sus ojos se abrían mas no poder.

    La tomé de las caderas y le di la vuelta, ella se apoyó en la pared y se inclinó casi 90 grados para ofrecerme mejor su trasero, se la metí sin misericordia y comencé a bombearla, ese culito era delicioso, sus tetas al alcance de mis manos me servían a la vez de apoyo. No demoré mucho en terminar, la verdad no paré de bombear, porque la idea no era demorarse. Por eso ese momento post eyaculación fue muy breve, solo unos 20 segundos.

    En ese instante reparé que, si alguien hubiese entrado en los últimos dos minutos, los dos estábamos tan metidos en nuestro placer, que ni cuenta nos habríamos dado, ni hablar de escuchar los ruidos de advertencia, yo solo escuchaba los leves gemidos reprimidos de Angie y como sonaban nuestros cuerpos al chocar en cada embestida, ella se bajó el polerón y yo me subí el short que solo lo había bajado lo suficiente para sentirla. ¿Vamos? Le dije susurrando, solo respondió asintiendo con la cabeza, yo entre primero al ver que todo seguía igual retrocedí un par de pasos y la llamé. Fui a ver a mi madre y seguía en los brazos de Morfeo, no había peligro.

    Cuando regresé a mi dormitorio, ella salía de mi baño, donde se había secado toda la lubricación, me hizo una seña para que entre y tomo una toallita, me bajó el short y me limpio toda su humedad. Nos abrazamos y nos dimos un beso más o menos largo, le dije que eso no debería volver a suceder, podíamos arruinar todo por un rato de calentura. Estuvo de acuerdo conmigo, así ansiosos no se sentía igual.

    Regresamos cada uno a nuestros lugares para ver tele. Ya eran casi las 10pm, a los pocos minutos ella se paró y me dio un beso en la boca, hasta mañana me dijo y se fue como si de verdad solo habríamos visto la tele.

    Junté un poco la puerta de mi dormitorio, apagué todo y me metí en la cama. Extrañe tenerla ahí, eran 4 noches que habíamos dormido juntos y no era solo el sexo, pues, aunque fue un rapidin, habíamos tenido un buen polvo dentro de todo. Era el tenerla ahí, el abrazarla, extrañé esa rica sensación y me dormí abrazado a su recuerdo.

    Al día siguiente, me levanté como siempre, un poco antes que sonara el despertador y mientras tendía mi cama, la volví a extrañar, cuando ya estaba por subir a mi carro para irme, ella bajó aun en pijama por la escalera de caracol, me acerqué a ella y le pregunté qué hacía despierta a esa hora. Solo quería despedirme me dijo, ¿mi tía sigue dormida? Si, le dije. Me dio un beso en la boca y volvió a subir a paso ligero. Mientras entraba a mi auto, volví a pensar que esto no era solo sexo, esto iba más en serio.

    Durante los días siguientes, solo bajaba a ver televisión, pero no intentamos realizar ninguna otra actividad. Aprendimos a comunicarnos en susurros cuando queríamos abordar temas delicados, o mediante notas escritas si no nos entendíamos. A veces nos mandábamos besos o frases muy calientes en el papelito, que después rompíamos en mil pedazos para borrar evidencias. Era un juego que nos mantenía siempre calientes.

    El fin de semana, mi madre permaneció en casa, lo que limitó nuestras acciones. Los sábados yo solía ir al gimnasio mientras Angie salía con amigas o se iba a visitar a su hermano que vivía en la periferia de Lima; sin embargo, ella decidió quedarse en casa ayudando a mi madre. El domingo era el día en que me correspondía realizar las compras del mes. Generalmente iba solo, en raras ocasiones acompañado de mi madre, y una vez hace buen tiempo, fui con Angie, quien deseaba conocer Minka, el lugar donde realizo las compras. Ese domingo, durante el desayuno, le propuse que me acompañara, mencionando en tono de broma que mi madre siempre encontraba algo para criticar sobre mis compras. Mi madre apoyó la idea, y Angie aceptó inmediatamente. Mi verdadero objetivo era poder conversar libremente sin preocuparnos por ser escuchados y estar a solas con ella.

    Cuando subimos al auto y habíamos avanzado unas 2 cuadras, justo antes de entrar a la Avenida, paré en la esquina para esperar el momento de entrar, ella se estiró y me jaló la cara para darme un beso en la boca. No me aguantaba, me dijo.

    En el camino hablamos sobre cómo manejaríamos las cosas. El trayecto desde San Borja hasta el Callao y el regreso fue suficiente para acordar nuestros próximos pasos:
    - Decidimos cambiar dos sábados de mi rutina de gimnasio por la mañana y de sus salidas por sesiones de “ejercicio” en un hotel, cuya ubicación debíamos determinar. Hace muchos años que yo no iba a un hotel, y ella solo había ido al que le llevaba su ex japonés, por Ate, pero prefería no ir allí. Ella saldría un poco antes o un poco después que yo y al regreso igual, para no levantar sospechas.
    - La “actividad” en el jardín estuvo bien como experiencia adrenalínica, pero no la repetiríamos.
    - Como mi cuenta de ahorros, donde juntaba para la inicial del depa, estaba a nombre de mi madre debido al proceso de divorcio en curso, preferí comprar una nueva cama con mi sueldo mensual, mandándola a hacer para asegurar su durabilidad. Esto me tomaría unos tres o cuatro meses para reunir el dinero.
    - Reservaríamos nuestras ganas para nuestros encuentros quincenales en hoteles o cuando mi madre nos dejara solos en casa.
    - Deberíamos retomar nuestro comportamiento previo al fin de semana donde todo empezó: ella bajaría, bromearíamos y conversaríamos como antes. Recientemente casi no hablábamos cuando ella venía a ver televisión conmigo, o solo susurrábamos cuando queríamos decir algo importante.
    - Traté de convencerla de que usara algún método anticonceptivo, para no usar condón. No pude y eso que casi todo el camino de regreso hablamos de eso. La principal razón es que tenía dos tías por parte de su mama que había tenido cáncer y ella había leído que los anticonceptivos podían causarlo. Mi padre había sido médico, él había fallecido unos tres años antes. Cuando yo estaba decidiendo que estudiar, el me animaba a ser médico, e incluso lo acompañaba a su consultorio muchas tardes, pero a mí me gustaba la electrónica, por lo que estudié Ingeniería electrónica, antes de terminar la carrera, ya estaba trabajando en una empresa que importaba equipos médicos y ascendí rápidamente. Por eso seguía en contacto con médicos y era un tema que me gustaba leer. Con esa base le explique, que eso se pensaba de los primeros métodos hormonales antes, pero ya había estudios que demostraban que los actuales métodos anticonceptivos, no aumentaban el riesgo de cáncer y que solo se desaconsejaban si la mujer había tenido algún familiar directo, como la madre, padre o hermanos. Sus tías con cáncer eran algo lejanas y ambas se habías recuperado. Nada funcionó, tenía miedo. Quedé en conseguirle literatura sobre eso, además había otros métodos no hormonales.

    Esta conversación era necesaria porque ambos teníamos muchas dudas hasta ese momento. Unas cuadras antes de llegar a casa, ella me pidió que parara el auto, lo hice y cuando voltee a verla, ella se soltó el cinturón y en menos de dos segundos estaba sobre mi besándome como loca, le respondí igual porque tenía muchas ganas de hacerlo, en estos últimos días solo nos habíamos dado algún pico ocasional, pero nos faltaba esto. Fueron varios minutos antes de que recobráramos la cordura, en ese momento decidí que debía polarizar las lunas de mi auto.

    Al llegar a casa, descargamos las compras. Mi madre no tuvo ninguna objeción y le indicó a Angie que, en adelante, sería su responsabilidad realizar las compras mientras yo la acompañaría solo para cargar las bolsas. Ambos aceptamos con agrado, aunque yo fingí una protesta para mantener las apariencias, ya que en realidad era una oportunidad adicional para estar juntos, aunque fuera realizando compras.

    Esa tarde de domingo y los días siguientes recuperaron su rutina, como antes de hacernos amantes.

    Angie bajo un día a ver tele conmigo, conversamos de sus papás, que le habían dicho que regresara a Arequipa a pasar la navidad y el año nuevo, ya estábamos en la primera semana de diciembre. Me contó de que el ponja había renunciado al trabajo, y que al parecer se iría a Japón a estudiar. Eran temas de los que siempre hablábamos, así que no pasaba nada si mi madre escuchaba. Otros dos días bajó a ver novelas con mi madre, aunque más era lo que conversaban que lo que veían y el viernes, no bajó, eso sucedía pocas veces, pero no era raro. Angie se quedaba en su habitación y no bajaba ni a cenar. Antes eso me tenía sin cuidado, pero ahora me preguntaba qué haría sola en su habitación.

    El jueves reparé que faltaban solo dos días para nuestro esperado encuentro en un hotel, en los papelitos que intercambiábamos cuando veíamos tele, nos decíamos todo lo que queríamos hacernos en esa mañana de sábado, eran cosas muy calientes que nos tenía con los motores listos para la carrera que se venía.
    Yo quería que esta primera vez en un hotel, sea en uno bonito, romántico que recordaremos siempre, después ya podemos buscar alguno más sencillo. No tenía idea de donde podía ser, pensé en el Sheraton, pero me pareció muy lejos, aunque no lo descarté, estaba dispuesto a invertir en este encuentro para que sea especial.

    En ese 2005 no sabía si esta página existía o si habría algo parecido para buscar recomendaciones, preguntarles a mis amigos, no era opción, porque inmediatamente querrían saber quién era la víctima. Así que salí del trabajo y de camino a casa comencé a recorrer las principales avenidas buscando hoteles bonitos. Paré en varios, entraba, preguntaba, pedía ver las habitaciones y ninguno me gustaba, empecé por Lince, no había tantos hoteles como ahora, pero ya había algunos, algunas habitaciones me gustaban por los espejos, pero no me convencía la decoración en general, la veía muy fría. Luego pasé por San Isidro y luego por San Boja. Ya había parado en más de 10 y ninguno me convencía.
    Cuando ya estaba casi por llegar a casa, paré en un que tenía solo 5 pisos, entré y una morena muy amable y bonita me recibió en recepción, como en los anteriores, le dije que quería una habitación para celebrar el primer aniversario con mi enamorada (no teníamos ni un mes en realidad), la morena me dijo hay que lindo!, tengo lo que necesitas, llamó a un señor para que se quede en la recepción y me llevó al último piso, era una habitación bastante espaciosa, con una gran cama Queen, con ropa de cama acolchada, se veía muy cómoda y acogedora. había un jacuzzi y un ropero con espejo, calculé que, si dejaba la puerta abierta de ese ropero, el espejo permitiría vernos desde la cama. Además, un pequeño balcón que daba la avenida, con una mesita para dos donde se comer algo, cafetera y frigobar.

    ¡Esta es! Dije, tenía que dejar el 50% para separarla para el sábado. En esos tiempos o por lo menos en ese hotel, no se tomaba por horas, era un día completo, pero el día comenzaba la 1pm, la morena me hizo un descuento especial para tomarlo con early check in desde las 8am, total 210 dólares, eso era casi el doble de lo que pensaba que podía gastar ¡glup! Ok, lo vale, pensé. Guardé el efectivo que estaba sacando y pagué con tarjeta de crédito el total de la habitación, no quería pagar delante de Angie, ella cuidaba mi dinero más que yo.

    De regreso a casa compré un Six pack de cerveza para refrescarnos y lo puse en mi frigobar, también compré 5 paquetes más de preservativos, me atendió la misma dependiente de la última vez, que me miraba no se si con envidia o qué, pero cuando los pedí, me dijo, ¿5 paquetes o 5 preservativos?, paquetes le respondí, me miró y trato de disimular una sonrisa mientras iba a buscarlos.

    El viernes por la noche, el corazón me latía a desbordar. Angie no apareció en la planta baja esa noche, y yo aproveché para preparar mi maletín deportivo, puse mi ropa de deporte, como siempre doble para cambiarme en el Gym y salir fresco y, con la misma urgencia de quien esconde un tesoro, guardé dos de las cinco cajas de preservativos que había comprado. “Por si las moscas”, susurré en mi mente. Deslicé la tarjeta de la reserva del hotel entre los pliegues del morral y dejé junto al frigobar una bolsa hermética lista para meter las cervezas bien frías. Me sentía como un niño que descubrirá mañana el reino encantado de Disney.
    Mi nueva cámara digital, aquella pequeña Canon PowerShot que heredaba el espíritu aventurero de mi padre, quien me heredó un par de cámaras analógicas y su afición fotográfica, reposaba en la maleta—un aliado silencioso para atrapar la belleza de Angie si ella me concedía ese favor. Cerré los ojos en la cama a las nueve en punto, y me dormí en un suspiro, soñando ya con lo que le haría al día siguiente.
     
    ConejoLocop, 15 May 2025 a las 17:39

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    muy buen relato cofra! los felicito! continuen así!
     
    aldocafl, 16 May 2025 a las 09:01

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    NUESTRO PRIMER HOTEL

    La última vez que Angie bajó, sellamos el pacto de escaparnos tras el desayuno. Teníamos hasta la una o dos de la tarde para volver sin levantar sospechas, era la hora en que yo regresaba regularmente del gym, Angie podía retrasarse sin problemas hasta entrada la noche. Ella acostumbraba a salir y regresar tarde los sabados.

    Al día siguiente, el plan falló en el comedor de la cocina, donde mi madre nos acompañó durante todo el desayuno y no pudimos coordinar nada. No hubo chance de susurros ni guiños.

    Regresé a mi habitación, me lavé los dientes con la mente en cómo nos encontraríamos fuera de la casa y salí al garaje. Arranqué el auto con un chirrido calculado para que Angie me escuchara. Mi madre apareció en la puerta de la cocina, frente a la cochera, despidiéndome con un gesto amable. En ese instante, la figura de Angie cruzó junto a ella, elevó la mano y, con voz que me iluminó, dijo:
    —¿Me llevas hasta la avenida?

    Su pregunta flotó en el aire como una invitación a lo que se venía, y el pulso me retumbó en los oídos: la aventura apenas comenzaba.
    La vi preciosa, era un bombón, se había puesto una blusa azul, muy sencilla pero que le marcaba bien sus torneados senos, pero lo más espectacular era el jean ajustado que tenía, la marcaba todita y resaltaba su trasero y sus linda piernas, unos zapatos azules de taco discreto estilizaban más aun su figura. Llevaba una pequeña cartera y un folder con algunos papeles.

    Mi madre le preguntó que a donde se iba así vestida, le dijo que a ver varios institutos para matricularse en enero. Está bien hija, le dijo mi madre, como te ven te tratan y se despidieron. Yo le di razón a mi madre pensando que la trataría como la diosa que era.

    Me bajé del auto y me di la vuelta para esperarla con la puerta abierta, cuando pasó a mi lado, sentí una sutil fragancia, que no le había sentido antes, perfume nuevo, pensé, ella solo me miró pícaramente y subió al auto. Cuando regrese a mi lugar, mi madre me dijo, espera que tome el taxi, no la dejes ahí botada. Ok, madre, la cuidaré, no te preocupes, le respondí, me acerqué a darle otro beso a mi madre y mientras caminaba los 6 o 7 pasos que me separaban del auto, reparé que Angie estaba hecha un bombón y yo estaba con buzo y zapatillas. Ni modo, no podía ir al gimnasio vestido de otra manera.

    Subí al auto y mientras retrocedía para salir de la cochera:

    - Angie, estás hermosa hoy día -le dije, admirando su belleza.

    - Gracias -me respondió con una sonrisa radiante y los ojos brillando- es que voy a una cita especial con alguien muy especial -añadió con mucha coquetería, haciendo que mi corazón latiera más rápido.

    - ¡Tú sí que te las sabes todas! -exclamé, sorprendido- Yo estaba pensando cómo nos encontraríamos y ya lo tenías planeado.

    - ¡No! Yo tampoco sabía cómo haríamos -continuó ella- Anoche estuve viendo mi ropa y pensando en cómo nos encontraríamos. Pensé en bajar para verte, pero tenía tantas ganas de comerte, que no quería verte porque te comería a besos. Ahora ya estaba lista cuando escuché tu auto y bajé al toque. Todo salió como planeado -me dio un beso en la mejilla, que me dejó aún más emocionado.

    - Me encanta cómo siempre encuentras la manera de hacer las cosas perfectas -dije, sintiéndome afortunado de tenerla a mi lado.

    - Bueno, es que cuando se trata de ti, siempre quiero que todo salga de maravilla -respondió Angie, mirándome con ternura.

    El hotel estaba a menos de 10 minutos de la casa, llegamos y la cochera estaba cerrada, el jueves cuando vine a separar, la cochera estaba abierta, aunque no entré en esa ocasión, vi que había un señor en la puerta con unos conos. Me puse en posición de entrar, ya iba a tocar bocina cuando sale ese mismo señor corriendo desde la puerta del hotel y me pregunta si tengo reserva, le entrego la tarjeta y como ve que ya está todo pagado me hace pasar, me guía para estacionar. Nos espera discretamente a que ambos bajemos el auto, y nos guía al ascensor. Su habitación está en el último piso, nos dice cuando entramos al ascensor, puede subir directamente y me dio la llave.

    Llegamos a la habitación, debo confesar que estaba algo nervioso, abrí la puerta y entramos. La morena se había lucido. En la habitación había un pequeño ramo de flores, solo eran 6 rosas con una tarjeta que decía feliz aniversario. Había una botella de champán y una pequeña fuente con fresas y chocolate. Junto al Jacuzy, varios frasquitos con burbujas y esencias y una canastita con pétalos de rosa. ¡De lujo! Bien pagados los 210 dólares.

    Angie vio todo eso, por supuesto pensó que todo lo había planeado y preparado yo, dejó su cartera y el folder sobre la mesa y me abrazó del cuello como acostumbraba a hacerlo y mientras me besaba, me dijo ¡Gracias, amor!, eres lo máximo!! ¡¡Me encanta como me engríes!!

    Una alerta saltó en mi cerebro, ¿Amor??? ¿Ya no soy primix?, confirmado se enamoró o ya estaba enamorada de mí. Pero eso no era lo peor, yo también sentí mucho amor por ella en ese momento, ya no era solo pasión o cariño, sentí que la amaba, le correspondí al beso hasta que ella se soltó para revisar cada detalle de la habitación. Lo primero que vio fueron las flores.

    Angie examinaba cada rincón de la habitación con una sonrisa de satisfacción y maravillada a la vez. Mientras miraba las flores, comentó:

    - ¡Qué lindo! Aunque nuestro aniversario es pasado mañana, está bien adelantarse.

    Yo le respondí, mientras sacaba las cosas de mi maletín:

    - Claro, hoy celebraremos por adelantado ese aniversario.

    En mi mente, agradecía que la tarjeta solo dijera "Feliz aniversario" y no mencionara el primer año.

    Angie probó las fresas y, tomando la botella de champán con un fingido aire conocedor, dijo:

    - Parece bueno, sé que habrás escogido el mejor para nosotros, mientras comía un par de fresas.

    Luego, inspeccionó todos los frasquitos de burbujas del jacuzzi y me dijo:

    - Quiero usarlos todos contigo,

    Caminó hacia el baño ¡mira esta ducha con masajes! lo revisó de arriba abajo diciendo:

    - Está todo perfecto!

    Finalmente, se dejó caer sobre la cama y me miró con ternura mientras me decía Gracias amor, esto está mejor de lo que me imaginaba.

    Ya me había sacado la casaca del buzo y me puse sobre ella, con medio cuerpo apoyado en la cama besándola tiernamente, mientras mis manos recorrían su cuerpo sobre su ropa. Ella hacia lo mismo, pero con clara intención de sacármela.

    Me pare y me fui quitándome el buzo, el polo deportivo que llevaba, lento, mientras la miraba fijamente. Cuando ya estaba solo en bóxer, le dije ¿y tú? ¿Te quedaras así? Tú me la tienes que desvestir, me dijo, mientras que solo se sacaba los zapatos. Cuando estuve totalmente desnudo, me puse en rodillas sobre ella y mientras le desabotonaba la blusa ella tocaba con la punta de sus dedos la punta de mi pene erecto qué la miraba como un cañón amenazante. Recogía las gotitas que iban saliendo y se las llevaba a su lengua.

    Cuando terminé de desabotonar su blusa, me encontré con precioso sostén de encaje negro, que contrastaba con su piel blanca y que albergaba sus deliciosas tetas. En ese momento reparé que nunca había visto a Angie en ropa interior. En nuestros encuentros ella siempre había estado con shorts caseros, o con su polerón, o simplemente se me aparecía desnuda, nunca había llevado ropa interior que yo pudiera ver y sacarle. Alguna vez cuando lavaba mi ropa en el segundo piso de la casa, había visto alguna de sus prendas íntimas colgadas en el tendedero, eran pequeñas y bonitas pero muy sencillas, muy de diario.

    Le desabroché el pantalón y cuando bajé el pequeño cierre me encontré con un calzoncito muy pequeño que a las justas cubría su depilada papita y que hacía juego con su sostén. Me pare nuevamente para sacarle el pantalón qué como le quedaba tan justo, tenía que jalarlo de las piernas. Cuando se lo quite, la contemple en todo su esplendor, ese conjunto de lencería resaltaba sus formas haciéndola más provocativa aún.

    Ven aquí me dijo, palmeando la cama para indicarme que me ponga a su lado. Antes de obedecerle, abrí la puerta del closet y tal como lo había imaginado, cubría buena parte de la cama y algo del jacuzzi.

    Me eche a su lado y ella se incorporó para ponerse en cuatro patas y meterse mi armamento en la boca, lo besaba, lo succionaba, lo lamia y lo metía y sacaba de su boca apretando sus labios contra mi duro falo. Eso era demasiado placer. Cuando miré hacia el closet, veo su hermoso trasero en el espejo, lo tenía ligeramente levantado, pues estaba inclinada mamando mi pieza. Ese calzoncito que tenía solo un pequeño triangulo de encaje en la parte delantera, atrás era solo un hilo negro que se perdía entre sus nalgas. ¡Que delicia de mujer!!!

    Ella seguía prendida de mi pene mientras mi mano derecha trataba de meterse entre sus piernas para buscar su conchita. Con la otra mano estaba tratando de soltarle el broche del sostén, ya había perdido práctica en eso y ella no estaba dispuesta a ayudarme.

    Después de un rato, lo conseguí y el sostén cayó liberando ese par de hermosas tetas que comencé a acariciar con la mano que las había liberado. Yo sentía mi pené llenarse cada vez de más sangre ponerse muy duro hasta que comencé a sentir ese delicioso preludio que te anuncia que en cualquier momento la leche saldrá disparada.

    Con la voz un tanto entrecortada por el placer le dije, -Angie si sigues te tomarás mi leche otra vez. Ya siento que se viene-. Ella solo paro para decirme, -eso quiero-, mientras ponía una de sus manos en mis huevos, y se volvía meter mi pené en la boca retomando su ritmo.

    Yo alteraba la vista de su culito con ese hilo invasor de sus nalgas y la de su boca en mi pene que chorreaba algo de su saliva mezclada con mis jugos. El estallido fue repentino, sentí que la leche salió violentamente de mi pene justo cuando ella acaba de meterlo más al fondo. Yo creo que por lo menos ese primer chorro de esperma debe haber llegado hasta el fondo de su laringe.

    Hubo tres o cuatro chorros más que ella recibió en su boca que ya se había detenido con mi pene dentro. Yo solté un gemido que me salió del fondo del estómago mientras oleadas de placer inundaban todo mi cuerpo. Ella se tragó todo el semen. Fueron un par de tragos qué necesito para pasárselo todo, dejo mi miembro bien limpio y, como lo había hecho la primera vez, subió directo a mi boca, dándome un beso largo donde nuestras lenguas se entrelazaban y yo pude sentir aun restos de mi eyaculación en esa boquita.

    Mientras me besaba, puso todo su cuerpo sobre mí y en un momento coloco su cabeza junto a la mía. Los dos respirábamos agitadamente, nuestros corazones parecían sincronizados a un ritmo acelerado. Yo escuchaba su respiración en mi oído pues ella había dejado caer su cabeza al lado mío y mientras yo le acariciaba las nalgas y la espalda, Angie me dijo muy bajito al oído “te amo” tres veces. Yo le tome suavemente la cabeza para que la lleve frente a mí y mirándola a los ojos, le dije -yo también te amo-, y nos dimos otro largo beso, luego ella se acomodó un poco más abajo para poner su cabeza sobre mi pecho, mi pene quedó aprisionado entre mi pelvis y su ombligo. Nos quedamos así casi 20 minutos, Angie se durmió sobre mí por un buen rato.

    Cuando despertó se paró y fue a comer fresas. Yo me senté en la cama contemplándola.

    —¿Quieres entrar al jacuzzi? —le pregunté.

    —¿Hasta qué hora podemos quedarnos aquí? —me respondió con otra pregunta.

    —Hasta mañana si queremos, la salida es al mediodía —le aclaré.

    —¿Y si nos quedamos? —me dijo con un brillo en los ojos.

    —Por mí está bien, llamo a mi madre y le digo que uno de los amigos del Gym me ha invitado a su casa de playa o algo así. A ti te tiene más controlada. No te va a creer que salgas a ver institutos para matricularte y regreses al día siguiente al mediodía —le respondí.

    —Sí, pues —me contestó—, pero esto está lindo, quiero quedarme contigo hasta mañana.

    —Ok, ya sé qué haremos —le dije, tranquilizándola—, como a la 1 o 2 te llevo a casa, te dejo cerca para que llegues caminando, estás un par de horas ahí y le dices a mi madre que te quedarás donde María (su mejor amiga, donde ya había pasado fines de semana antes), que habrá fiesta de chicas o algo así. Me llamas al celular cuando quieras que te recoja.

    —Si buena idea, pero María ya no es mi mejor amiga desde un tiempo, nos peleamos porque me quería meter a su hermano por los ojos apenas terminé con XX (el ponja) y sin darle mayor importancia al tema me preguntó ¿Y tú qué harás mientras tanto? —me preguntó, con un toque de preocupación en su voz.

    —Me quedaré aquí disfrutando de esto, así que no te demores.

    —Está bien, eso haremos —me dijo con una sonrisa—, y luego me dio un beso mientras comía otra fresa con chocolate.
     
    ConejoLocop, 16 May 2025 a las 20:24

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    Interesante relato colega,
    Wow tienen 20 años de historia, siendo primos en 3er grado podían establecer familia, pero igual esperamos el desarrollo que tiene para rato.
     
    sanboby, 17 May 2025 a las 08:34

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    Si son 20 años y hemos vivido mucho en ese tiempo, colega.
    Nos decimos primos por la diferencia de edad, pero en realidad somos tio y sobrina. Hasta aqui la historia está llena de momentos felices, sin más problemas que los cotideanos, pero luego la vida se encargaria de ponernos pruebas muy duras. Paciencia que lo contaremos en su momento.
     
    ConejoLocop, 17 May 2025 a las 17:37

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    Y seguimos.

    ¿Jacuzzi? Volví a preguntar, mejor más tarde me dijo, mientras me dio un leve empujón hacia la cama con una mano, mientras sostenía un preservativo con la otra, todavía tienes tareas pendientes.

    Ok, yo soy muy responsable con mis deberes, pero esta vez yo tengo el control, le dije, mientras me paraba, me acerque a ella y le quité el preservativo, lo tiré sobre la mesa y seguí caminando frente a ella haciéndola retroceder hasta la pared, entrelazando nuestras manos, mientras la iba besando, cuando la tuve contra la pared, comencé a besarla primero en la frente, bajé a su boca, ya no le quedaba casi nada del lápiz de labios carmín con el que salió de casa, pero aun esos labios tenían un rojo natural que no necesitaba retoque.

    Ella aún estaba con su calzoncito de encaje, por eso mientras bajaba con mis besos por su cuello se lo saqué y lo avente a la cama. Seguí por sus hombros, me detuve buen rato en sus senos, ella solo se pegaba a la pared y gemía. Seguí bajando por su abdomen y estaba a punto de llegar a su papita, pero seguí de largo y bese su entrepierna dejando lo mejor para el final, para estar más cómodo me puse de cuclillas y seguí besándole hasta las rodillas, tomé una de sus piernas y la pasé por encima de mi hombro, esa maniobra me dejó su vulva directamente frente a mi cara y me la comencé a comer, metiendo mi lengua en su vagina, Angie ya se estremecía de placer, cuando una de mis manos comenzó a explorar el interior de su vagina, mientras que la otra sutilmente, se colaba entre sus nalgas, buscando la entrada de su culito, comencé a estimularlo suavemente y no dijo nada, buena señal pensé.

    Sentí que sus piernas temblaban y sus gemidos eran muy intensos. Me levanté y la tomé por debajo de las nalgas levantándola en peso, ella era ligera para mí, la cargué sin mucha dificultad, la llevé a la cama y la tiré no tan suavemente en ella. Angie entendió el juego de inmediato, ¡Ven amor, maltrátame como quieras, soy tuya! Me gritó Mientras levantaba las piernas y palpaba la cama para encontrar el preservativo que habíamos dejado ahí. Lo encontró y estaba pasándomelo, pero yo se lo quité de la mano y volví a tirarlo sobre la cama, cerró un poco las piernas y me dijo un tanto alterada, ¿no me iras a penetrar sin preservativo?? No señorita, le dije, ahora me toca devolverle el favor y me agaché buscando su vulva húmeda, ella solo abrió las piernas lo más que pudo y me dejó entrar en su cueva del tesoro.

    Comencé jalándole los labios vaginales con mis labios y pasando mi lengua por sus pliegues, yo sentía como se mojaba cada vez más y más, hasta que le metí dos dedos, sentí que esa vagina era una laguna, comencé a jugar con mis dedos hacia arriba buscando su punto G, no sé si lo encontré, pero ella ya gritaba de placer, mientras que mi lengua buscaba su clítoris, que ya estaba bastante hinchado y salía ligeramente de su capuchón, lo lamia y jugaba con la punta de mi lengua, Angie comenzó a agitarse y estremecerse cada vez más. Cada vez me era más difícil tratar de tener su clítoris en mi boca, porque ella se movía de arriba abajo con frenesí, hasta que sentí sus manos en la parte trasera de mi cabeza y me jalo hacia su vulva abierta enterrándome ahí con fuerza, a duras penas encontré su clítoris con la boca, levantándola desde las nalgas con mis manos.

    Me prendí de su clítoris y comencé a chuparlo y lamerlo con furia, no pasaría ni un minuto cuando escuché sus tres gritos característicos y recibí toda la explosión de su humedad en mi cara, mientras no paraba de restregarse contra ella. Me inundó un olor dulce pero ligeramente acido, delicioso, ese liquido era acuoso, ligeramente salado, me tomé algunos pequeños tragos mientras seguía lamiendo su deliciosa vulva.

    Levanté lentamente la mirada, mientras daba las ultimas lamidas a su conchita, lo primero que vi sus pechos que subían y bajaban a un ritmo acelerado, impulsados por su respiración agitada, luego vi que Angie estaba mirando el techo con los ojos muy abiertos y aun jadeando de placer. Me acerqué lentamente a su cara y le pregunté, ¿estas bien? Demoró unos segundos en responderme, “maravillosamente bien”, solo le di un beso y me heche a su lado acariciándole las mejillas y la frente mientras ella calmaba su respiración.

    Miré el reloj que estaba en la mesita, recién eran un poco más de las 10am y los dos ya habíamos tenido super orgasmos, esto prometía.

    Después de un rato, me pidió que llenara el jacuzzi, mientras lo hacía llamé a mi madre y le dije lo que habíamos planeado, que iría con unos amigos a pasar el fin de semana y regresaba al día siguiente por la tarde.

    Antes de meterme al jacuzzi, saque todas las cosas de mi maletín. Cuando saque la cámara fotográfica, Angie me preguntó ¿Qué vas a hacer con eso? Tomarte fotos, le respondí. Ni lo sueñes, es muy peligroso. Fotos calatita, le contesté ignorando su advertencia. ¡Menos aún! Me dijo, mejor anda guardándola, lo que pides es imposible. Puse la cámara sobre la mesa y le dije, aquí la dejaré por si te animas. ¡Jamás! Me respondió.

    Me metí al jacuzzi y me senté, ella hizo lo mismo y se sentó apoyada sobre mí, estábamos super relajados. Angie vacío casi todos los frasquitos en el agua y los pétalos de rosa. Estábamos tapados de burbujas, ella estaba muy divertida con eso. conversábamos de muchas cosas y nos reímos de tonterías. Teníamos más de 20 minutos en esas conversaciones, yo la acariciaba, le echaba burbujas que retiraba con el siguiente movimiento, pero en un momento, me concentré en sus pechos y comencé a masajearlos mientras nuestra conversación continuaba.

    Angie cada vez hablaba más lento y se le enredaban las ideas, hasta que me dijo, ¿Qué estás haciendo? -Yo nada-, contesté, mientras seguía masajeándole las tetas. - ¡No me dejas concentrar! - Me dijo. Yo me reí y le respondí, ¿No es que las mujeres pueden hacer varias cosas a la vez? - Claro que puedo-, me dijo mientras se daba la vuelta y me ponía sus mojadas tetas en la cara.

    No perdí tiempo y comencé a besarlas, chuparlas y masajearlas, ella se restregaba contra mi cara, y empezó a gemir suavemente. Angie se excitaba mucho con la estimulación de sus senos, con el tiempo descubrí que estimularle los senos era casi tan intenso para ella, como hacerlo con su clítoris. Ella no solo se movía restregándome sus tetas en la cara, de rato en rato, subía y bajaba, para que yo busque la una o la otra teta, que ya tenían los pezones muy erectos.

    En esos movimientos de sube y baja, se encontró casualmente con mi pene que ya estaba muy erecto, mi muchacho primero chocaba con sus nalgas o con su entrepierna, pero en uno de esos movimientos entró en su vagina, yo sentí que entró casi todo el glande, pero ella se movió hacia arriba rápidamente y me dijo, ¡sin preservativo no!, -tu eres la que se está moviendo-, le contesté y seguimos, pero la sensación de su suave vagina directamente con mi pene, se me quedó clavada en la mente muchos días, se sintió suave y tibia, a pesar que estábamos dentro del agua.

    Siguió moviéndose y gimiendo, yo tenía mi boca alternando entre sus tetas y mis manos acariciándole el trasero y eventualmente jugaba con su chiquito, ella no decía nada, solo disfrutaba, muy buena señal. Cuando mi muchacho volvió a tocar su vagina, aunque entro un poco menos, porque ella reaccionó más rápido, levantándose, y alejándose un poco de mí. Se paró y salió del Jacuzzi preguntándome donde estaban los preservativos, -en la cama hay uno y en la mesa el resto-, le dije, ella salió, tiró una toalla al piso y fue como patinando sobre ella para no mojar la alfombra del cuarto, yo veía ese trasero y que se movía de un lado a otro y me pareció muy excitante.

    Regresó con el preservativo, me lo puse y volví a sentarme. Ella se puso en cuclillas sobre mí, tomando mi pene con una de sus manos, lo guio para que entre en su vagina hasta el fondo, cuando lo tuvo ahí, se quedó quieta, yo aproveche para besarla, unos segundos después comenzó a hacer movimientos circulares, con mi muñeco insertado en el fondo de su vagina. Mientras ella hacia eso, yo le chupaba y besaba los senos, sus movimientos fueron cada vez más rápidos e intensos, ya no solo en círculos, ahora también subía y bajaba. Yo la tenía sostenida de las nalgas y ella se agarraba de mi cuello, varios minutos así, hasta que nos dimos cuenta de que estábamos haciendo una mojadera con toda el agua que botábamos del Jacuzzi con nuestros movimientos.

    Vamos a la cama me dijo, y se paró, pero yo la tomé de la cintura y la puse de espaldas hacia mí, ella entendió de inmediato y se puso en 90 grados sosteniéndose del filo de la tina. Con el agua el preservativo había perdido lubricación, pero ella estaba muy mojada por lo que la penetre desde atrás suavemente pero cuando vi que entró sin dificultad, le bombee, duro y parejo, sus gemidos era muy arrechantes, ¡como gozaba esa chiquilla!, quien la viera tranquilita viendo televisión y en el sexo era puro fuego. Recordé que me había dicho que quería un poco de maltrato, así que probé a darle nalgadas mientras la bombeaba. Cada vez la palmeaba más fuerte y ella solo decía, - ¡así, así, dame duro! -, le gustaba eso.

    Varios minutos después, el orgasmo llegó muy intenso. Nos quedamos un rato así, hasta que ella se paró, me quitó el preservativo y lavó el muchacho con el agua del jacuzzi. Nos secamos y fuimos a la cama, en el camino, ella se miró el trasero y vio una de sus nalgas un tanto enrojecida por las nalgadas, como me castigas me dijo, mientras se reía y los dos nos tiramos a lo largo, extasiados y felices.

    Ya era casi medio día, cuando despertamos, Angie saco dos cervezas del frigobar, me dio una, diciéndome que eso quedaría corto. Bueno estaban planeadas para una mañana, no para dos días, le respondí.

    Conversábamos de nuestras cosas, mientras nos acabábamos el six pack, El champan ya estaba en una cubeta de agua helada, pues todo el hielo se había disuelto, lo guarde en el frigobar, para la noche.

    Cuando dieron la 1pm, le pregunté si ya quería que la lleve a casa para hacer la jugada de entrar y salir. Si me dijo, mejor de una vez para regresar temprano y ya no salir hasta mañana. Entro al baño y al rato salió duchada, con la toalla alrededor de su cuerpo, tapándole de los senos para abajo.

    Yo estaba recogiendo nuestras ropas que habían quedado en el suelo al lado de la cama, cuando la vi y le dije, - ¡No te pases! ¡Que te tapas a estas alturas, si ya te vi y te toqué todo! - mientras me acercaba a quitarle suavemente la toalla. La costumbre, me contestó ella.

    Le quité la toalla y la besé mientras la abrazaba y le decía, - A lo que debes acostumbrarte es a esto- Ella respondió a mis besos y rápidamente nos calentamos de nuevo, mi muñecón estaba nuevamente en firmes y ella sintió la pegada cuando lo empujé contra su pelvis. Vaya, me dijo, ¡tú no cansas! De ti jamás, le contesté.

    La levanté con ambos brazos, como novio que carga a la novia para entrar en la habitación nupcial, la llevé a la cama y la dejé caer en ella. Después de una buena mamada de tetas y de jugar con su conchita, me puse el preservativo y la penetré piernas al hombro. Ella jaló uno de los cojines, uno en forma de rodillo y se lo puso bajo el trasero, eso la levantó y permitió que mis embestidas fueran más profundas. Ella bramaba con cada embestida que le tocaba el útero. Fue un polvo rápido para nuestros estándares, pero muy intenso. Cuando terminamos, ella solo sacó el cojín debajo de ella, y sin dejarme salir, me rodeo con sus piernas. Estuvimos largo rato así.

    Cuando nos levantamos, entramos juntos a la ducha española y nos dimos una enjuagada con masajes incluidos, los que nos daba el agua y los que nos dábamos nosotros.

    Mientras me ponía el buzo, la contemple como se vestía nuevamente con ese diminuto conjunto de lencería negra, como entraba en su ajustado jean y se colocaba coquetamente la blusa, de ser una diosa desnuda, pasó a ser una diosa vestida. Era tan placentero verla vestirse, como desvestirse. Salimos de la habitación y en el ascensor ella me dio un beso que duró todo el trayecto hasta el primer piso.

    Estaba la morena en recepción, nos miró con un interés particular, mientras me preguntaba si nos retirábamos, no le dije, solo saldremos un rato y regresamos para quedarnos hasta mañana. Muy bien, dijo, solo avíseme si mañana quiere bajar a tomar desayuno o prefieren que se lo lleven a la habitación.

    15 minutos más tarde la estaba dejando al otro lado del parque donde estaba la casa, ese parque tenía tantos árboles y arbustos en esa época, que de una acera a otra no se veía fácilmente lo que pasaba. Le reiteré que me llamara cuando estaba lista y yo la recogía del mismo lugar, un beso en la boca y se bajó del coche.
     
    ConejoLocop, 17 May 2025 a las 17:50

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    Una de las principales estrategias que manejamos para mantener esta relacion en secreto, es nuestro anonimato y el perfil bajo.

    A la fecha tenemos algo más de 2,000 fotos, la mayoria de Angie, un porcentaje interesante de nosotros y algunas muy pocas mias.

    Por es Angie se la ha pensado mucho antes de acceder a publicar una foto. Buscamos algunas con las que inicialmente puedan hacerse una idea básica de su belleza sin llegar a identificarla plenamente, aunque en 20 años ha cambiado, para bien, segun mis ojos.

    El problema es que no sabemos como subirlas. Cuando ponemos insertar imagen, nos sale para poner una URL. Y por supuesto, no las tenemos colgadas en ninguna web publica.

    Si alguien puede orientarnos o decrnos en que parte del foro están las instrucciones, se lo agradecemos desde ya.
     
    ConejoLocop, 18 May 2025 a las 19:57

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    Seguimos con la historia de nuestro primer hotel:

    Antes de regresar al hotel, pasé por una bodega grande que había cerca, compré dos six pack más, algunos bocaditos salados y una gaseosa y una botella de agua de las más grandes. Listo, pensé provisiones suficientes. Fui a la farmacia acostumbrada, pensando en la cara que pondría la dependienta cuando le pida tres paquetes más de preservativos, cuando solo un par de días antes le había comprado 5… pero cuando entré estaba otra chica, compré los preservativos, cepillos de dientes y una crema dental y otros artículos de limpieza para sobrevivir hasta el día siguiente.

    Llegué al hotel y pase por recepción por la llave que no sé porque la deje si solo salía un rato. Cuando la morena me daba la llavé, me pregunto, ¿La señorita no regresa? - Si le dije, viene en un rato, entonces me preguntó si me había parecido bien la habitación, por supuesto que sí, le dije, muchas gracias por los detalles, nos encantaron. - Me alegro mucho-, me contestó la morena - y no se preocupe, que las otras 3 habitaciones del piso están desocupadas y hasta momento no hay reservas- Otra vez le di las gracias mientras entraba al ascensor. Una vez dentro me pregunté porque me había dicho eso. Pocos segundos después caí en cuenta, el único motivo coherente que encontré era que los gemidos y gritos de Angie se habían escuchado en todo el piso, algún cuartelero se había ganado con nuestros polvos y se lo había contado a la morena o quizá ella misma había estado husmeando por ahí y se había ganado. Bueno, ya teníamos licencia para gemir y gritar lo que quisiéramos, sin molestar a otros huéspedes.

    Entré a la habitación, ordene un poco las cosas, saque lo que había comprado y lo ordené también, me cambie el pantalón de buzo por el short de deportes para estar más cómodo. Tomé la cámara que seguía esperando su oportunidad sobre la mesa, revisé que todas las configuraciones estén listas como para la luz que había en la habitación. La volví dejar en la mesa, pero en un lugar donde Angie no pudiera evitar verla. jamás le tomaría fotos a escondidas o contra su voluntad, pero esperaba convencerla en algún momento.

    Reparé en el folder que había traído Angie, si hubiera sido solo un pretexto para justificar su salida de casa, lo hubiese dejado en el auto, pero ¿porque lo trajo a la habitación? Comencé a revisarlo y había varias hojas con apuntes que ella había hecho, me gustó el orden y su letra casi en un perfecto script. Los apuntes eran un resumen de varios folletos de institutos, había hecho cuadros comparativos, y dos de los nombres de institutos estaban encerrados en un círculo rojo. Ella ya había hecho su tarea, ya había averiguado, Ok, me dije, era un pretexto, pero no me explicaba porque lo subió. Yo sabía que Angie quería estudiar Administración de empresas, pero en los folletos se hablaba de contabilidad, de negocios internacionales y cosas afines. Estaba confundido. Le preguntaré cuando llegué, me dije. Dejé el folder en la mesa, me senté en la cama y prendí la tele, para esperar la llamada de Angie.

    Me quedé dormido y cuando desperté vi que ya habían pasado más de tres horas desde que dejé a Angie cerca de casa, miré mi teléfono para ver si me había llamado y yo no escuché el timbre. Nada, ninguna llamada. ¿Qué hacía?

    No podía llamar a mi madre a preguntar, solo esperar, comencé a preocuparme. 20 minutos después, estaba tomando mis llaves, pensaba ir a la casa con cualquier pretexto y ver que había pasado. Estaba sacando mi billetera del pantalón de buzo, cuando tocaron la puerta. ¿Quién podría ser?, yo no había pedido nada. ¿Era otra cortesía de la morena? abrí receloso y vi a Angie con una gran sonrisa que entra como si nada, llevaba tres bolsas abultadas, al pasar por mi lado, me da un beso en la boca y me dice, - hola, amor, ¿me extrañaste? - Claro que te extrañé, ya estaba preocupado y estaba por salir a buscarte, le respondí.

    Me contó que mi madre no la había dejado salir hasta que almorzara. La ayudó a cocinar y que luego del almuerzo se puso a conversar y no había cuando cortarla, mi madre era así. Angie se había cambiado, tenía el mismo jean ajustado, pero ahora estaba con polo más casual y ya no llevaba zapatos, sino zapatillas. Estaba igualmente hermosa.

    Comencé a sacar lo que Angie había traído, había medio pollo a la brasa para que yo almuerce. Dos botellas de vino en la otra bolsa y en la tercera bolsa, 6 cajas de preservativos, dos de ellas con textura. Cuando se las mostré como preguntándole, solo me dijo – quiero probar como se siente-. En la tercera bolsa había otros dos cepillos y crema dental, desodorante para los dos y champú. Lo que más me llamó la atención fue dos rasuradoras, crema de afeitar y dos tubos de crema depilatoria. ¿Y esto para qué es?, le pregunté. No estaba barbón, la verdad esa mañana no me había afeitado mucho, pero no era para tanto.

    Se acercó a mí y dándome un beso me dijo – No señor, no es para su barba, y colocándome su mano en mis genitales sobre el short, es para afeitar a este caballero. Ya no quiero tragar pelos cada vez que voy a saludarlo.

    La verdad que yo ya lo había pensado, generalmente me recortaba el vello púbico cada semana o cuando lo veía un poco frondoso, pero ella con su papita depilada me hacía ver como que tenía una selva ahí.

    - ¿Y lo piensas hacer tu? Le pregunté

    - ¿Claro, quien más, o llamo a la morena de recepción? Me contestó.

    - ¿Celosita estas?

    - ¿Yo? No - me contesto y añadió, - nadie va a poder competir conmigo

    -Bueno veamos que tal queda, le dije, din darme por enterado de la botada que se dio, pero con cuidado por favor, esa zona es muy delicada y lo último que quiero es acabar en la clínica para que me pongan puntos ahí.

    - ¿Y las cremas son para ti? Volví a preguntar.

    - Para los dos, me dijo, yo la uso una vez por semana y ahora la usaremos los dos. Entendí porque nunca había sentido ni visto pelitos incipientes ahí, siempre estaba perfectamente depilada, suave al tacto.

    -Ok dije, me pongo en sus manos señorita.

    Me sirvió un poco de pollo con papas en el balconcito, ella me robaba una papa de vez en cuando, mientras tomábamos vino. En una de esas le pregunté que para había comprado tantos preservativos. Dijo que ella quería salir del hotel sabiendo poner el preservativo, así que había bastantes para que le enseñe como hacerlo. Está bien, le dije, solo pienso en los de limpieza mañana cuando encuentren todos los preservativos en la basura, más las botellas de vino, el champan y las latas vacías de cerveza, pensaran que aquí hubo una orgia grupal. Se rio y más aún cuando le conté lo que me había dicho la morena sobre las habitaciones vacías.

    El almuerzo con sabor a cena había quedado atrás, y la primera botella de vino descansaba vacía sobre la mesa. Ella, con su risa franca, siempre pedía doble medida mientras yo apenas rozaba el sabor del licor. Cada vez que alzaba mi copa, ella ya llevaba dos tragos en su cuenta, pero no importaba: hablábamos despacio, hilvanando anécdotas y carcajadas que llenaban la habitación.

    En el balcón el sunset nos iluminaba cálidamente. Me levanté a traer el folder, ella solo se sirvió un poco más de vino de la segunda botella. Regresé con el folder con folletos mientras ella se reclina en la silla.

    Levanté la mirada de los folletos, mientras volví a sentarme frente a ella.

    —¿Y esto qué es? ¿Un folder de institutos? Angie sonrío, un poco tímida.

    —Lo traje para que me ayudes a decidir en cuál de estos dos que están marcados me matricularé en enero.

    fruncí el ceño, hojeando las páginas
    —Pero esto no es lo que tú quieres estudiar. Aquí hablan de contabilidad técnica y negocios internacionales, no de Administración de Empresas como me dijiste. ¿Has cambiado de opinión?
    Angie respiró hondo

    —No… Verás, mis padre —es muy cariñoso, pero con mentalidad del siglo pasado— cree que solo los hijos varones deben ir más allá de la secundaria. A regañadientes aceptaron enviarme a Lima para que aprendiera algo básico, gracias a la insistencia de tu madre.
    Ajá, le dije con voz suave

    —Por eso te mandaron a vivir en casa de mi madre…

    —Exacto. Sabes que soy la menor de los cuatro y ellos ya pagaron la carrera universitaria de mis dos hermanos varones (El mayor había fallecido en un accidente cuando Angie tenía 12 años). Yo sabía que no me financiarían una universidad: tendría que costear mi propio instituto con lo poco que me envían y mi trabajo.

    Cerré el folder y la tomé de la mano
    —Ni hablar. Tú vas a estudiar lo que te apasiona. Yo hablaré con mi madre para que presione a tu padre y consiga que te pague la universidad, como a tus hermanos.

    Angie me miró incorporándose nuevamente en la silla
    —¿De verdad harías eso?
    Por su puesto, le dije, con una sonrisa decidida y si tu padre no cede, yo te ayudaré a pagarla. Tú vas a ser profesional; eso nadie te lo quita.

    Angie emocionada, bajó la mirada y luego levantó su copa de vino hacia mi
    —Gracias… por creer en mí —susurró Angie, con la voz cargada de gratitud—. Pero no tienes por qué darme nada. Tú tienes tus prioridades: comprar tu departamento, y las universidades en Lima son caras…

    La tomé de la mano y la miré a los ojos,

    —Angie, yo solo voy a ayudarte. Entre lo que envíe tu padre y lo que ganes trabajando, yo completaré lo que falte, al menos al principio. Es tu futuro, tu independencia, lo que definirá el resto de tu vida. Vale la pena arriesgarse. Considera mi aporte como un préstamo. Tu tienes que ser profesional, para que mañana te puedas valer por ti misma, sin necesitar de un hombre que te mantega.

    Angie se levantó de la silla y se deslizó con delicadeza hasta sentarse en mis piernas. Tomó su copa de vino de la mesa, tomó un sorbo y puso su copa en mis labios, invitándome a beber de su vino. Tras mi sorbo, me besó con suavidad.

    —Está bien… será un préstamo. Te devolveré hasta el último centavo apenas pueda, con intereses, si quieres —sus ojos brillaban con renovada ilusión—. ¡Voy a estudiar lo que siempre he querido!

    Sonreí y jugué con un mechón de su cabello.

    —Listo, es un trato. Mañana mismo hablaré con mi madre —aseguré, gozoso de su confianza.

    —Gracias, amor —respondió ella, dándome otro beso mientras se acomodaba aún más en mi regazo—.

    Me incliné para susurrarle al oído, entre risas:
    —Por si acaso, los intereses serán muy altos…

    Angie me lanzó una mirada pícara, intentando descifrar si hablaba en serio o en broma.
    —Ah, ¿sí? —preguntó con una sonrisa divertida.

    Señalé la cama con complicidad.
    —No serán monetarios. Me los pagarás… ahí.

    La risa cristalina de Angie iluminó el pequeño balcón, y su abrazo se apretó contra mí con ternura.
    —¡Claro, amor! Te pagaré el doble… o el triple de lo que me pidas.

    Sin saberlo, en ese pacto de amor, yo acababa de poner la primera piedra de lo que sería años más tarde, nuestra más larga separación.

    Eran cerca de las siete cuando, al terminar el último sorbo de la segunda botella de vino, le ofrecí algo de comer. Aun había pollo y papas —Mejor abre el champagne —respondió, con esa chispa en los ojos que presagiaba travesuras. Noté entonces su rubor suave y esa mirada cómplice que tensaba el aire. Corría un poco de aire frio por lo que nos refugiamos en un sillón para dos, frente al balcón donde el viento fresco se colaba insinuante.

    Se sentó junto a mí, pero sin prisa, su cabeza fue deslizándose sobre mis piernas, y sus pies asomaron juguetones al otro extremo del sofá. Su respiración se mezclaba con el murmullo de la ciudad y el tintineo de las copas. De vez en cuando, se incorporaba apenas para tomar un sorbo, y luego volvía a inclinarse, tan cerca, que sentía su aliento cálido contra mi piel. En ese instante, me di cuenta de que el champagne no era el único néctar embriagador de la velada.

    De pronto se sentó y dijo que mejor se sacaba el polo, pues si le caía champagne, esa mancha no sale. La miré extrañado, el champagne no mancha, pensé, pero entendí que era solo un pretexto. Se sacó el polo y vi que ahora traía otro sostén, este también era de encaje, más elaborado, un tanto traslucido, pero blanco. Cual te gusta más, ¿este o el de la mañana?, me compré los dos para esta ocasión, pero no sabía con cual venir. Tengo que ver el conjunto completo, le dije, entonces se paró, trastabillo ligeramente por todo el alcohol que llevaba dentro y se puso delante mío, comenzó a bailar sensualmente mientras se desabrochaba y bajaba el jean. El calzoncito era juego con el sostén, muy sensual también. Este me gusta más, pero más me gustas sin nada encima, le dije.

    Siguió bailando, era muy sensual, el licor hacia su efecto, pensé. Minutos después se desabrochó el sostén y me lo puso en la cabeza. Su baile continuó, se agarraba los senos y pasaba las manos por su cuerpo, hasta que un rato después, ella vio mi erección a través del short de deportes. Que rico, mi amiguito ya está de pie, dijo, mientras comenzó a jugar con las tiras de su calzón y se lo iba bajando de a pocos, este también tenía solo un hilo atrás. Poco a poco se lo bajó y cuando lo tuvo a la mitad de las piernas, solo lo dejo caer.

    Se acercó sensualmente a mí y me sacó el polo, comenzó a besarme el pecho y el cuello, mientras yo jugaba con sus tetas, entonces se alejó nuevamente. Yo ya estaba al palo, levante un poco las caderas para sacarme el short y ella movió la mano diciendo que no lo haga.

    El baile continuo unos minutos más hasta que se me acercó y mordiéndome los labios, me sacó el short primero y luego el calzoncillo. Cuando sacó este último, mi muñeco saltó de su posición como un resorte y quedo enfilado hacia ella. Angie solo lo acaricio un par de veces con sus manos y retrocedió a seguir bailando para mí.

    No había música, pero yo imaginaba que sí, pues ella llevaba un ritmo que parecía que seguía una música muy sensual, volvió a acercarse a mí, y me dio un beso mientras tomaba su copa que acaba de llenar. Siguió bailando con la copa en la mano. Yo comencé a acariciar mi pene y ella me decía, así papi, prepáralo para mí. Luego me dio la espalda e hizo el ademán de sentarse sobre mi pene, pero lo tomo con una de sus manos y lo guío para que quedara entre sus nalgas, se refregó lentamente contra mi mientras yo le acariciaba las tetas. ¡Que ganas de metérselo por el culo!

    Quise agarrar un preservativo, pero ella me dio una suave palmada en la mano, dándome a entender que aún no, volvió a pararse y siguió su baile, ya no solo delante mío, se movió por todo el cuarto, se subió a la cama, bailó pegada a la puerta de vidrio del balcón, frente al espejo del closet y luego regresó a mí. Subió al mueble en el lugar que yo estaba poniéndome su conchita en la cara y apoyando sus manos en la pared.

    Le comí el coño como quise, lengua, dedos, más lengua, los jugos brotaban de su vagina, mientras jadeaba y gemía cada vez más acelerada. Entonces se bajó del mueble y mientras seguía bailándome, me dio un preservativo. Me lo puse mientras ella seguía bailando, cuando lo tuve puesto, se dio la vuelta y comenzó a bailar en retroceso hasta mí, hasta que llegó donde estaba y se sentó sobre mí, ayudándose con la mano que tenía libre, se introdujo mi pieza y con la otra tomó el ultimo sorbo de champagne, puso la copa en la mesa que estaba al costado. Se movía de atrás hacia adelante y viceversa, mientras yo le masajeaba las tetas, de rato en rato volteaba la cara para besarnos, su aliento a alcohol me excitaba aún más.

    Después de un rato, se dejó caer hacia adelante, apoyando sus manos en el piso, quedo totalmente doblada sobre mí, yo la tomé de las caderas y comencé a moverla a mi antojo sobre mí falo erecto. Ella me decía -Sigue amor, ¡así, así! no sabes que rico se ve desde aquí tu cañón entrando en mi cueva, ¡sigue!!

    Sus gemidos seguían subiendo de intensidad y pronto sus gritos orgásmicos llenaron la habitación, le bajé un poco el ritmo, Angie se quedó un rato como abandonada de sí misma, mientras yo la movía lentamente sobre mi pene, entonces se incorporó, se dio la vuelta y se sentó nuevamente, pero ahora mirándome, mientras se introducía mi pene, me besaba y me decía, -Nunca me sueltes ni me dejes ir, nunca, aunque estemos peleados, ¡nunca! - ahora si sentía su aliento al licor en mi rostro mientras ella me cabalgaba cada vez más furiosa.

    No sé cuánto tiempo pasó, pero de pronto senti que volvia a estremecerse de placer y soltar sus gritos que me indicaban que había llegado al clímax nuevamente.

    La tomé por las nalgas y la levanté para llevarla a la cama, la puse al filo y la penetré furiosamente, sin piedad, ella solo jadeaba y gemía y decía - ¡así amor, así, soy tuya, toda tuya! – Ella tenía las piernas totalmente abiertas en una V perfecta que me dejaba entrar hasta su fondo en cada arremetida. Mi bombeo era tan violento que cada dos o tres empujones, su cuerpo se deslizaba hacia dentro de la cama y tenía que volver a jalarla al borde, tomándola de las piernas, hasta que Angie puso sus manos al filo para sostenerse y aguantar mi empuje.

    Sus gemidos eran imposibles de acallar, ya me alucinaba a la morena o al cuartelero de turno, pegado a la puerta del cuarto, tocándose como locos, pensaba en esas cosas para tratar de durar más, pero fue imposible, esa conchita por más mojada que esté, era cerrada y aprisionaba mi pene de tal forma que la explosión llegó sin control. Todavía sentía mi pene latir dentro de la vagina de Angie, cuando ella comenzó a hacer contracciones que aprisionaban más aun mi miembro, que deliciosa sensación, era como que lo exprimía para sacarle hasta la última gota.

    Nos quedamos quietos, yo apoyado aun en mis pies en el suelo y mis codos en la cama, ella ya había rodeado mi cintura con sus piernas, Después de un buen trato me levanté, porque ya se habían cansado mis piernas, y ella había dejado caer sus piernas en la cama.

    Me apoyé en los brazos y cuando me levanté, la sangre me punzó en las sienes cuando la vi: Angie, inmóvil, la cara vuelta de lado, los ojos abiertos como dos lunas vacías, sin rastro de reconocimiento.

    —¡Angie, ¿estás bien?! —mi voz quebró el silencio que se había hecho después de toda la agitación.

    Nada. El aire se espesó en mi garganta. Con manos temblorosas, acerqué mi rostro al suyo, tratando de escuchar su respiración, si respiraba, pero muy lentamente, le susurré su nombre, una, dos, tres veces, como si cada repetición pudiera arrancarla de ese vacío.

    Tres horas compartiendo vino y champagne habían bastado para vaciar las tres botellas, pero ella había tomado casi todo, yo habría tomado a lo más ¾ de botella y yo no sabía nada de su tolerancia al alcohol.

    —¡Angie! —repetí, esta vez con urgencia, sosteniendo su mentón con más fuerza mientras el pánico galopaba en mi interior—. ¿Me oyes?
    Entonces, de sus labios surgió un murmullo suave, casi etéreo:
    —Sí… solo estoy disfrutándolo todavía, mientras cerraba los ojos.

    El mundo se desmoronó para recomponerse al fin. Me desplomé a su lado con un suspiro que llevaba toda la tensión del universo, y sentí cómo el placer y la calma inundaban mi pecho. Me eché a su lado, tomé su mano, entrelacé mis dedos con los suyos y también cerré los ojos.

    Allí, en esa penumbra apacible, compartimos el momento perfecto: tranquila, ella perfectamente desnuda a mi lado; yo, al fin, libre de miedo y lleno de paz, también disfrutaba la desnudez de mi cuerpo y mi alma.

    Eran ya las dos de la mañana cuando el viento helado se coló sigiloso por la rendija de la puerta del balcón, rozando mis mejillas y arrancándome del sueño. A mi lado, Angie yacía inmóvil, ajena al frío, con el rostro sereno y los párpados cerrados en dulce olvido. No quise alarmarme; acerqué el oído a su pecho y sentí su corazón latir con la cadencia tranquila de quien descansa después de haber rozado el cielo del placer. Me incliné un poco más para percibir su aliento: un susurro tibio, teñido de alcohol, que me arrancó una sonrisa de ternura.

    Con cuidado, me incorporé y crucé la habitación en puntas de pie. Mis dedos rozaron la fría manija de la puerta corrediza; la sellé con delicadeza. Luego, corrí las cortinas para que la luz del amanecer no irrumpiera en nuestro refugio. Regresé a la cama y la contemplé: su cabello se esparcía en la cama como una cascada oscura, y su rostro conservaba el delicado rubor del sexo y el vino.

    La tomé en mis brazos y la introduje bajo las sábanas, cobijando su cuerpo desnudo, aún fresco con un abrazo suave. Me deslicé al baño y, al volver, apagué las dos lámparas que nos habían envuelto en un halo cálido.

    Me acosté a su lado, me puse de lado, rodeando su talle con mi brazo, como un guardián que vela por un tesoro. Sentí su cuerpo acogerse al mío, buscando el calor que el viento nos había robado. Cerré los ojos, y entonces, con la voz aún adormilada, ella entrelazó mis dedos sobre su pecho, mientras se ponía de espaldas hacia mí, como acostumbrábamos a dormir y, con una sonrisa dormida, murmuró:
    —Te amo.

    Un suspiro profundo escapó de mi pecho, y antes de hundirme en el sueño, respondí en silencio:
    —Yo también te amo, Angie.

    Y así, entregados al letargo, nos fundimos en un sueño compartido, mecidos por la promesa de un nuevo amanecer juntos.

    A la mañana siguiente, un rayo de sol filtrado entre las cortinas dibujó un suave resplandor sobre su rostro. Angie abrió los ojos con pereza, apoyó la cabeza en mi pecho y se quedó así, respirando despacio, mientras su mano jugueteaba con los mechones de mi cabello.

    Varios minutos después, me incorporé, deslicé las sábanas con cuidado y me levanté para preparar café. Regresé con dos tazas humeantes, las deposité sobre la mesita y ayudé a Angie a sentarse apoyada en los cojines. Voy a pedir el desayuno, le dije, ¿o prefieres bajar? No, mejor pídelo. Levanté el teléfono, hice el pedido y me senté en la cama junto a ella.

    Ella tomó la taza de café con dedos aún dormidos, sonrió y, al primer sorbo, cerró los ojos disfrutando del sabor. La acaricie rozándole los hombros con cariño, y contemplamos juntos aquel instante sencillo: el humo ascendiendo en espirales perezosas y el silencio cómplice que solo dos personas enamoradas pueden compartir al comenzar un nuevo día. Ella tapada solo hasta la cintura, dejándome ver sus deliciosas tetas, que ahora parecían tan inocentes.

    Me giré hacia ella y, con voz aún ronca por el sueño, le susurré:
    —¿Qué te pasó anoche? —Mi corazón se encogió al recordar su rostro pálido de la madrugada.

    Angie parpadeó un par de veces, como despertando de un sueño profundo, y me miró con los ojos inundados de asombro. Con la voz suave, pero firme, comenzó a relatar:

    —No lo sé… sentía cómo entrabas y salías de mí, con una fuerza que me hizo aferrarme al colchón. Cada embestida era un latigazo de placer, parecido al presagio del orgasmo, pero multiplicado. Tu pene parecía más grueso que de costumbre. Luego fueron dos o tres ondas vertiginosas, tan intensas que mis músculos se contrajeron como un puño alrededor de tu pene, fue algo involuntario… y luego, de pronto, me invadió una paz inmensa.

    Se detuvo un momento, como degustando el recuerdo, mientras su mano buscaba la mía. Yo la rodeé con mis dedos y sentí su pulso sobre mi palma.

    —Escuchaba tu voz, me llamabas, y mi mente sabía que todo estaba bien, pero mi cuerpo… mi cuerpo solo respondía al placer y no podía hablar. Fue algo que nunca había sentido: éxtasis y calma entrelazados, un abrazo de fuego y seda.

    La tomé del rostro con ternura, deslizando mis pulgares sobre sus mejillas, y ella respiró hondo.
    —Perdón por asustarte —susurró—, pero gracias por cuidarme. Contigo, siento que nada malo puede pasarme.

    Entonces, con la intimidad que solo comparten los amantes enamorados, me besó. Esta vez no quedaba rastro del vino, sino un dulzor recién nacido, casi amargo, como el primer sorbo de café. Y en ese beso, comprendí que el amor verdadero sabe a protección y a despertar.

    Tomé con suavidad su taza de café y la puse en la mesita. Angie, se dejó caer nuevamente en la cama y con un tirón atrajo mi cuerpo hacia el suyo.
    —Hazme el amor —susurró en mi oído.

    Eres una golosa, le dije. Empecé a inclinarme sobre ella, pero un pensamiento me detuvo: el desayuno estaba a punto de llegar.
    —Mejor esperemos a que traigan el desayuno —le dije con voz tranquila—. A menos que prefieras que nos interrumpan y uno de los dos tenga que abrir la puerta completamente… desnudo.

    Se río, y su mano me abofeteó suavemente la mejilla, como un reto travieso.

    —¿Tú abrirás o prefieres que otro hombre me vea sin nada?

    —Ni hablar —respondí, deslizando totalmente las sábanas para liberarla—. Todo esto es solo mío.

    Mis labios rozaban sus senos cuando un golpeteo tímido anunció la llegada del desayuno. Me vestí a toda prisa con la camiseta ajada y los shorts que yacían sobre el sillón, mientras Angie me lanzaba una mirada divertida.

    Abrí ligeramente la puerta y recibí la bandeja con jugo recién exprimido, huevos revueltos, café y panes calientes. Al volver, me quité la ropa de nuevo, como si el mundo exterior no existiera.

    —No era un hombre en la puerta, era una chica —comenté al dejar el desayuno en la mesa.

    —¿Y querías abrirle desnudo? —río Angie, arqueando las cejas.

    —¿Tú me lo permitirías? —pregunté, alzando una ceja con picardía.

    —Ni pensarlo —replicó fingiendo enfado—. Tú también eres solo mío.

    La besé rápido, rozando su frente, y ella se rindió entre risas.

    —Deja ya las tonterías, — me dijo, mientras me jalaba suavemente del pene que ya estaba semi erecto—. Tu mujer y el desayuno se enfrían.

    La acaricié con ternura, haciendo el amor como un acto de redención tras la intensidad desbordada de la noche anterior. Nuestras bocas se buscaron en una danza de besos apasionados y lenguas que se encuentran. Angie se acomodó con delicadeza, invitándome a entrar en ella, fundirnos en un solo latido. En ese instante, el mundo exterior se desvaneció: éramos dos cuerpos entregados, dos almas que volvían a encontrarse.

    Justo cuando sentí cómo mi cuerpo deseaba fundirse por completo con el suyo, y mi pene comenzaba a abrirse paso entre los pliegues de su vulva, detuve el impulso. Era mucho riesgo. Con cuidado, me aparté unos instantes para deslizar el condón en mi erecto miembro, recordando que nuestra seguridad era primero, un embarazo no deseado nos arruinaría la vida en más de un sentido. Al volver a su lado, sentí el calor de su piel recibirme, sus piernas entrelazándose con las mías como el abrazo más perfecto.

    En posición de misionero, cada embestida fue un susurro de amor: nos mirábamos a los ojos, intercambiando promesas silenciosas con cada roce de labios. Sus manos recorrían mi espalda en suaves oleadas, mi aliento se mezclaba con el suyo, y juntos tejíamos un instante infinito.

    Cuando el placer alcanzó su clímax, expiramos al unísono, rendidos pero completos, envueltos en la suave calma que sigue al éxtasis. En sus ojos aún brillaba la luz de la pasión, y en ese suspiro final supe que habíamos hallado, una vez más, la forma más pura de amar. Ella sostenía con sus manos mis nalgas, indicándome que siga ahí, dentro y sobre ella, dominándola completamente. Luego de un momento que pareció muy largo, ella soltó mi trasero, señal de salir con cuidado, pues el soldado ya descansaba semi erecto en su vagina. Antes de levantarme la miré a los ojos y le dije. Yo también estoy descubriendo nuevas formas de amar, nunca había vivido esto, gracias, mi Angie, le di un largo beso. Busque el preservativo con una mano, mientras rozaba sus pliegues vaginales muy húmedos, lo encontré, lo sostuve firmemente para que no se salga y me retiré. Fui por el desayuno.

    Minutos después estábamos los dos, desnudos, tomando desayuno en la cama y volvíamos a conversar de muchas cosas, como los grandes amigos que siempre fuimos.
     
    ConejoLocop, 18 May 2025 a las 20:35

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