grindo doido
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Terciopelo Azul. 1989. Dirige: David Lynch. Actuan: Dennis Hopper, Laura Dern, Kyle McLachlan, Isabella Rosellini.
El comienzo de Terciopelo azul resume a la perfección la película y todo el cine de su director: la cámara recorre una calle de confortables viviendas familiares de clase media en un apacible pueblo americano, en un día soleado mientras suena la balada “Blue Velvet” de Bobby Vinton. A continuación se va adentrando en la hierba de uno de los jardines y aparece en ella una oreja humana cortada, la música se atenúa y se sustituye por un ruido inquietante: bajo lo hermoso se esconde lo horrible.
La oreja es encontrada por Jeffrey (Kyle MacLachlan), un muchacho del pueblo, y significará el comienzo de un descenso a los infiernos; como un héroe de la mitología, Jeffrey tendrá que moverse a caballo entre la luz, donde se encuentra su novia Sandy (Laura Dern), y las tinieblas, donde el demente Frank (Dennis Hopper) atormenta a la masoquista Dorothy (Isabella Rossellini).
Sin embargo la luz y la oscuridad, el bien y el mal, están íntimamente relacionados, como prueba el hecho de que sea Sandy quien da a Jeffrey las pistas que lo conducen hasta Frank y Dorothy; sin pasar por el trance de enfrentarse a las tinieblas y combatirlas no se puede alcanzar la luz ni oír cantar a los petirrojos en el bellísimo final de la película.
Como dice Sandy en la última secuencia del filme, “es un mundo extraño, ¿verdad?” Terciopelo azul fue un oasis en el bastante desértico panorama cinematográfico de los años 80; es una obra personal y difícil pero, especialmente al comienzo, tiene un cierto envoltorio de cine negro, después de todo es una muy peculiar investigación sobre un secuestro. Aunque la atmósfera vaya enrareciéndose por momentos hasta acabar en el más típico surrealismo lynchiano, el filme es mucho más asimilable y menos hermético que Cabeza borradora(1977), Carretera perdida (1997) o Mulholland Drive (2001). De ahí que Blue Velvet sacara a Lynch del ghetto de los directores “de culto” y lo empezara a colocar en los altares del cine “de autor”.
https://catedracineciudadabierta.wordpress.com/2015/09/05/analisis-de-terciopelo-azul-blue-velvet/

https://zoowoman.website/wp/movies/terciopelo-azul/
El comienzo de Terciopelo azul resume a la perfección la película y todo el cine de su director: la cámara recorre una calle de confortables viviendas familiares de clase media en un apacible pueblo americano, en un día soleado mientras suena la balada “Blue Velvet” de Bobby Vinton. A continuación se va adentrando en la hierba de uno de los jardines y aparece en ella una oreja humana cortada, la música se atenúa y se sustituye por un ruido inquietante: bajo lo hermoso se esconde lo horrible.
La oreja es encontrada por Jeffrey (Kyle MacLachlan), un muchacho del pueblo, y significará el comienzo de un descenso a los infiernos; como un héroe de la mitología, Jeffrey tendrá que moverse a caballo entre la luz, donde se encuentra su novia Sandy (Laura Dern), y las tinieblas, donde el demente Frank (Dennis Hopper) atormenta a la masoquista Dorothy (Isabella Rossellini).

Sin embargo la luz y la oscuridad, el bien y el mal, están íntimamente relacionados, como prueba el hecho de que sea Sandy quien da a Jeffrey las pistas que lo conducen hasta Frank y Dorothy; sin pasar por el trance de enfrentarse a las tinieblas y combatirlas no se puede alcanzar la luz ni oír cantar a los petirrojos en el bellísimo final de la película.
Como dice Sandy en la última secuencia del filme, “es un mundo extraño, ¿verdad?” Terciopelo azul fue un oasis en el bastante desértico panorama cinematográfico de los años 80; es una obra personal y difícil pero, especialmente al comienzo, tiene un cierto envoltorio de cine negro, después de todo es una muy peculiar investigación sobre un secuestro. Aunque la atmósfera vaya enrareciéndose por momentos hasta acabar en el más típico surrealismo lynchiano, el filme es mucho más asimilable y menos hermético que Cabeza borradora(1977), Carretera perdida (1997) o Mulholland Drive (2001). De ahí que Blue Velvet sacara a Lynch del ghetto de los directores “de culto” y lo empezara a colocar en los altares del cine “de autor”.
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