Beyonder
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Qué tal cofradía lectora. Hace tiempo tuve la idea de escribir algo, idea que degeneró en reunir mis experiencias sexuales desde la juventud e intentar novelarlas, y que degeneró aún más en un simple cuaderno con anotaciones de temas y unos escuetos bocetos en Word. Hoy, haciendo limpieza, encontré mis viejas anotaciones y el viejísimo USB de 500 MB con el pretensioso Word.
He aquí mi debut en la zona.
Todo hombre tiene una parte ficción en su propia historia, en esta; mi nombre es Santiago y la realidad se mezcla con la teatralización, todo lo necesario para ocultar identidades y todo lo conveniente para que valga la pena ser leída.
En aquel momento me parecía inevitable llenarme de pensamientos mientras andaba; no sé desde cuándo habría sido así, el hecho es que entonces no podía ser de otra manera. Con cada metro que avanzaba una idea nacía, o se negaba, o crecía; jugaba con recuerdos y escenas que nunca sucedieron, maldecía; todo mientras caminaba y veía, no sin algo de ansiedad, los autos avanzando debajo del puente que cruzaba. “¿Cuánta gente atraviesa la Javier Prado cada día?, ¿cuánta gente va a su destino derrotado, como yo?”.
Cruzar esa avenida se acompañaba con un ligero vértigo, que no parecía ser otra cosa que el preludio de una tortura, mi sistema límbico alertándome que más allá de la avenida estaba el escenario de mi tragedia, exagerada, naturalmente, pero tragedia, al fin y al cabo. Lo sorprendente, más aún visto desde la distancia, era mi racionalización del asunto; pues procuraba sistematizar el análisis del hecho, identificar sus causas y explicármelo hasta la justificación. Y claro, por más justificación que se me ocurría el hecho no cambiaba, ni mucho menos sus pesadas consecuencias. Había llegado, nuevamente, y tenía que soportarlo otra vez.
Me senté en la cafetería de la facultad y me entregué al ejercicio masoquista de examinar las tres nefastas consecuencias que me hacían sentir como si usara un gorro de plomo ajustado hasta las orejas. Primero, ante el descubrimiento de que mis amistades eran más amigos de ella que míos, mis relaciones sociales se habían vuelto distantes; segundo, haber durado casi toda la carrera me hacía blanco de preguntas y silencios incómodos, además de dificultar mi apego emocional a nuevas personas y tercero, la hija de put* junto con su nuevo gil estaban en mi ciclo, lo que no solo me obligaba a compartir clases con ambos, sino también a encontrármelos en los reducidos espacios comunes de la entonces pequeña facultad, comiendo, besándose y cogiéndose de la mano en los mismos lugares en los que habíamos venido haciendo eso durante casi 4 años. Una mierd*.
En fin, ahí estaba yo, con mis 20 años, odiando que el nuevo gil sea una de los 4 únicos putos huevones más altos que yo; bebiendo mi jugo de papaya, cuando llegó esta flaca de nombre Alhelí.
-Hola Santiago, qué tal, me siento un ratito ¿ya?
-Sí, claro. -Le extiendo la silla para que se siente
-Ay Santi, ¿te puedo decir así?, así te dicen tus patas. Santi, ¿cómo vas en la clase estadística? A mi me va fatal, la verdad no sé para qué nos va a servir eso. Prefiero dedicarme más a la práctica de laboratorio, ahí si siento que hago algo útil.
-Bueno, la verdad me desagrada igual, aunque supongo que ha de ser útil para la tesis. Además, no le cierro las puertas a la investigación, aún no defino mi línea de carrera; pero me gustaría iniciar lo antes posible, una vez graduado, claro.
-Ay, hablas chistoso, como en noticiero, jaja, no te molestes. Ay, me voy volando a mi clase. Chau. – y me hizo un gesto tipo waifu (término que no existía en ese entonces en Lima) antes de irse.
Estuve pensando en clases, vagamente, sobre esa pequeña charla. Mi autoestima estaba por los suelos, mi apariencia algo desalineada y nunca habíamos sido cercanos, nunca. Pero yo había notado su presencia. El primer día de clases del primer ciclo me tocó sentarme detrás de ella. Usaba un top lo suficientemente corto como para dejarme de ver, por primera vez en mi vida, ese clásico tatuaje de mariposa, en ese mismo lugar del cuerpo, que años más tarde me sería tan familiar ver. Desde esa vez la mariposa revoloteaba por mi cabeza. Sus alas, entre verde oscuro, tinta negra y piel trigueña me hacían fantasear con verlas aletear. El caso es que nunca se dio, nunca convivimos más allá de una mesa grupal o multitudinarias clases teóricas, nunca fue amiga mía ni de mi eterna flaca durante la carrera, felizmente.
Ese mismo día almorzaba con un pata (uno de los pocos que se detenían a oír mis letanías) y me dijo:
-Oe, vi que en la mañana la chata Alhelí se puso a conversar contigo, ¿te dijo algo?
-Nada fuera de lo común, ¿por?
-Mira Santi, creo que es tu oportunidad. Escucha. Sabes que la huevona baila danza árabe, le vacila la danza y para con gente que da talleres, baila en eventos; hasta ha bailado en unas presentaciones. La gente con la que para habla de cine Latino, independiente, lee libros de webadas fumadas; como tú. Le puedes caer.
-Ja, no creo. Yo no bailo un caraj* y no creo que me quede prestigio suficiente como para levantar nada más que monedas en esta facultad.
-Jaja, ¿ves? Ese tipo de respuestas cojud*s le vacilan, te digo algo más. Mira, yo me la comí hace dos años, se mueve de ptmr y es la cagad* manejar esa cinturita. Pero escucha, nunca fuimos flacos, solo tiramos, y mi prima también esta en la nota de organizar esas webadas de baile… la cosa es que fuera de la universidad he estado parando con ella y su gente del baile, y como hay confianza a veces me cuenta sus cosas. La otra vez chupamos en grupo y me contó esta webada: Víctor (el csmr nuevo gil de mi ex) la cagó. Esa webona quería estar con él, según ella los dos se tiraban maíz; hasta que un día estaban en el carro del webon, sin tragos encima, y la chata se lo chapa, lo agarra del cuello y ya le ponía una pierna encima; pero el csmr la paró en seco. Le dijo “no, Alhelí, estás confundida. Contigo no me pasa nada como para estar o nada” ¡La cagad* con el webón! Según ella le dijo que no le gustaba, la bajó del carro y se quitó. Luego se mensajearon y el pata le dejó en claro, put*, la chata me enseñó el mensaje en el que le decía que no le provoca nada con ella.
-A la mierd*
-Ahí no acaba. Luego de dos semanas el webón se metió con Carmen (esa csmre que me traicionó), pero oficialmente, como enamorados, con foto en el Face y toda la webada.
-Sí, ya sé.
-Bueno, pero la cosa es que, tu sabes como anda él, con esa cara pavo, cargándole la mochila y dejándole papelitos en las teorías; toda una parejita.
-Te digo que ya sé.
-Ya, sorry, pero escucha. Luego de enseñarme el mensaje la chata se fue en floro contra Carmen. Que la webona poca cosa, que con su carita de mosca muerta, que ese webón que chuch* se cree… No sigo porque la mayoría eran insultos para Carmen… aunque tú y yo ya hemos hablado de esa webona, pero no importa. La cosa es que está ardida, ardida como mierd*. Hasta me dijo que tiene ganas de rayarle el carro y… ahí entras tú.
- ¿Yo?
- Sí webón, tú. Escucha, la flaca está dispuesta a jod*r a Carmen, a hacerla quedar mal. Y no me estoy inventando, me lo dijo. Está tan herida en su orgullo porque el webón la despereció y, en cambio, la escogió a ella. Oséa fíjate, le arrochó un polvo con ella y a la otra la hace su flaca, supuestamente sin tirar ni nada todavía. La cosa es que la webona está dispuesta a usarte.
- ¿A usarme?, ¿como en American Pie?
-Eso, esa son las cojudec*s que le debes decir. Sí, a usarte webón, a usarte. ¿Qué mejor forma de joderl* que tirando con su ex reciente? Además, si se convierte en tu paño de lágrimas en la reu de fin de parciales le cuenta a todo el mundo que Carmen es una hija de put*, diciendo que tú eres una noble víctima y, de pasada, que Víctor es un imbécil o que no tiene códigos.
-Me parece muy fantasioso.
-No seas webón. Mira, ella va estar recuperando en tu práctica de laboratorio, yo también. Anda ahí y pulséala.
Todo el diálogo me dejó pensativo. Pensé “Alhelí no tenía por qué sentarse en la cafetería, solo pidió una botella de agua que podría haber sacado de la máquina. Además, noté que me miraba, no fijamente, más bien como si me estudiara; no sé. Ciertamente había algo de sentido en lo que me decía… y era Alhelí, ¿Cuánto mediría, 1,58 máximo? Esa cinturita era tan pequeña, sus piernas cortas parecían firmes en sus jeans, incluso en el pantalón del uniforme, que es holgado y tiene una carita… Pero no sé. Esta actitud de mierd* no me ayuda, aunque fácil es la razón de haber estado en una relación que termina conmigo con el papel de gran cojud*, qué sé yo.” Visto ahora me avergüenza mi patetismo, aunque entiendo que era necesario para forjar el carácter, así como era necesario que esté en aquella práctica, con Alhelí o no.
Así que llegó el día de la práctica. Iba algo adelantado en el curso así que terminé con 40 minutos de anticipación. Vi a mi pata donde estaban los que recuperaban, algunos para adelantar la práctica; me hizo una seña y ahí estaba Alhelí, la chica del tatuaje. Me acerqué donde mi pata y empecé una conversación rutinaria. Saludé a Alhelí y vi que entre sus cosas tenía un dvd, reconocí la portada, era “El secreto de sus ojos”. Supongo que si hubo un inicio de mi recuperación anímica fue ahí. La verdad, cuando vi el dvd el asunto de levantarme a Alhelí pasó a segundo plano; quiero decir, era una oportunidad genuina de hablar con una flaca que conocía de vista, sobre un tema -aparentemente en común- que me interesaba, en un contexto familiar y sin consecuencia negativa posible. Fue como si estará en estado de meditación, invadido de tranquilidad y sin apego: el inicio de la madurez.
-Ah, ¿ya viste la película? -le dije- ¿te gusta el trabajo de Darín o más la trama?
Se bajó la mascarilla, noté que sus ojos eran muy redondos y medianos, pero en su cara se veían grandes, resaltantes y atrayentes.
-Bueno, la película es bravaza. Mezcla lo policial con lo íntimo, además la dupla de Darín con Soledad Villamil es casi mágica. En general, me encanta como actúa ese hombre.
-Sí, tiene todo un estilo; supongo que le viene de familia. También me pareció genial la dupla con Villamil en “El mismo amor, la misma lluvia”; pero creo que la verdadera dupla es Darín y Campanella, el director de ambas, suele trabajar con Darín y obtiene escenas memorables. ¿Sabías que dirigió algunos episodios de Dr House?
Ese comentario dio pie a toda una conversación sobre la filmografía de Ricardo Darín, del papel dramático de Francella, de los libros latinoamericanos que se habían adaptado al cine (los que conocía) y un unánime desprecio por el Chi cuadrado. Fue tan fluida la conversación que compartimos lugar durante las practicas siguientes. En esas andábamos hasta que un día almorzaba solo y el pequeño restaurante estaba lleno de universitarios con poco presupuesto. Vi por un espejo que Alhelí estaba en la esquina del restaurante, no nos notamos y yo esquivé el reflejo, de pronto entraron los innombrables; la csmre que me traicionó y su gil. Se cogieron de la mano y avanzaron hasta el medio del local, hicieron un gesto meloso y se fueron, a los segundos, Alhelí se sentó a mi mesa.
-Oye Santi, estoy organizando algo en mi jato, es un depa pequeño así que va a ser algo tranquilo. Va a ir gente que le gusta el cine, la idea es ver una o dos pelis y piqueos y algún cocktail. ¿Te animas?
-Claro, es más, se tengo una, “Siete Reinas”. Es bravaza y sale Darín.
-Bravazo entonces, quedamos para el viernes, te paso mi dirección y la hora, a eso de las cuatro, ¿puedes?
-Sí, tengo clases hasta las dos, aunque es el parcial y seguro salgo más temprano.
-Ok
Gracias a Dios dominaba el curso y no tuve que estudiar mucho, lo que sí hice fue coordinar con mi pata; de hecho, él coordinó conmigo. “No te preocupes” -me dijo- “somos yo y tres puntas más; pero yo me encargo de que cancelen en el último momento; llega temprano nomás”.
-Oye, ¿te ha dicho algo de mí?
-No jodas
Entonces llegó el día. Salí a eso de la una y cuarenta, pasé por un Plaza Vea y compré un Pisco Tres Gallos, quebranta; lo mejor más decente que mi presupuesto daba. El depa quedaba en San Luis así que me tomé mi tiempo, tres y cuarenta estaba tocando el timbre.
Alhelí vestía unos leggins azules, supongo que los usaba para ensayar su danza. Nunca le había visto las piernas tan torneadas, los muslos y las caderas eran un perfecto paréntesis en miniatura. Tenía también un top corto, dejaba ver su ombligo y un abdomen plano, pero no marcado, algún esbozo del marco abdominal, pero no fitness; así como unos pechos pequeños y paraditos. Se cubría con una especie de blusa abierta, de tela delgada como un pareo. Nos saludamos de beso en el cachete.
-Llegaste algo temprano, ¡iremos preparando los chilcanos!
-Si, salí temprano del examen y me vine de frente, espero no molestar.
-Sonso
Con una sonrisa me dejó pasar, era un depa con la cocina en el mismo ambiente de la sala, separados por una barra tipo granito. Me indicó donde poner el Pisco, yo aproveché para confirmar con pata, la respuesta fue inmediata: el campo está libre.
(Perdón por irme en floro y no llegar a la carnecita. Parce que me excedí, ojalá sea de su agrado y la continuación tenga aCogida )
He aquí mi debut en la zona.
Todo hombre tiene una parte ficción en su propia historia, en esta; mi nombre es Santiago y la realidad se mezcla con la teatralización, todo lo necesario para ocultar identidades y todo lo conveniente para que valga la pena ser leída.
En aquel momento me parecía inevitable llenarme de pensamientos mientras andaba; no sé desde cuándo habría sido así, el hecho es que entonces no podía ser de otra manera. Con cada metro que avanzaba una idea nacía, o se negaba, o crecía; jugaba con recuerdos y escenas que nunca sucedieron, maldecía; todo mientras caminaba y veía, no sin algo de ansiedad, los autos avanzando debajo del puente que cruzaba. “¿Cuánta gente atraviesa la Javier Prado cada día?, ¿cuánta gente va a su destino derrotado, como yo?”.
Cruzar esa avenida se acompañaba con un ligero vértigo, que no parecía ser otra cosa que el preludio de una tortura, mi sistema límbico alertándome que más allá de la avenida estaba el escenario de mi tragedia, exagerada, naturalmente, pero tragedia, al fin y al cabo. Lo sorprendente, más aún visto desde la distancia, era mi racionalización del asunto; pues procuraba sistematizar el análisis del hecho, identificar sus causas y explicármelo hasta la justificación. Y claro, por más justificación que se me ocurría el hecho no cambiaba, ni mucho menos sus pesadas consecuencias. Había llegado, nuevamente, y tenía que soportarlo otra vez.
Me senté en la cafetería de la facultad y me entregué al ejercicio masoquista de examinar las tres nefastas consecuencias que me hacían sentir como si usara un gorro de plomo ajustado hasta las orejas. Primero, ante el descubrimiento de que mis amistades eran más amigos de ella que míos, mis relaciones sociales se habían vuelto distantes; segundo, haber durado casi toda la carrera me hacía blanco de preguntas y silencios incómodos, además de dificultar mi apego emocional a nuevas personas y tercero, la hija de put* junto con su nuevo gil estaban en mi ciclo, lo que no solo me obligaba a compartir clases con ambos, sino también a encontrármelos en los reducidos espacios comunes de la entonces pequeña facultad, comiendo, besándose y cogiéndose de la mano en los mismos lugares en los que habíamos venido haciendo eso durante casi 4 años. Una mierd*.
En fin, ahí estaba yo, con mis 20 años, odiando que el nuevo gil sea una de los 4 únicos putos huevones más altos que yo; bebiendo mi jugo de papaya, cuando llegó esta flaca de nombre Alhelí.
-Hola Santiago, qué tal, me siento un ratito ¿ya?
-Sí, claro. -Le extiendo la silla para que se siente
-Ay Santi, ¿te puedo decir así?, así te dicen tus patas. Santi, ¿cómo vas en la clase estadística? A mi me va fatal, la verdad no sé para qué nos va a servir eso. Prefiero dedicarme más a la práctica de laboratorio, ahí si siento que hago algo útil.
-Bueno, la verdad me desagrada igual, aunque supongo que ha de ser útil para la tesis. Además, no le cierro las puertas a la investigación, aún no defino mi línea de carrera; pero me gustaría iniciar lo antes posible, una vez graduado, claro.
-Ay, hablas chistoso, como en noticiero, jaja, no te molestes. Ay, me voy volando a mi clase. Chau. – y me hizo un gesto tipo waifu (término que no existía en ese entonces en Lima) antes de irse.
Estuve pensando en clases, vagamente, sobre esa pequeña charla. Mi autoestima estaba por los suelos, mi apariencia algo desalineada y nunca habíamos sido cercanos, nunca. Pero yo había notado su presencia. El primer día de clases del primer ciclo me tocó sentarme detrás de ella. Usaba un top lo suficientemente corto como para dejarme de ver, por primera vez en mi vida, ese clásico tatuaje de mariposa, en ese mismo lugar del cuerpo, que años más tarde me sería tan familiar ver. Desde esa vez la mariposa revoloteaba por mi cabeza. Sus alas, entre verde oscuro, tinta negra y piel trigueña me hacían fantasear con verlas aletear. El caso es que nunca se dio, nunca convivimos más allá de una mesa grupal o multitudinarias clases teóricas, nunca fue amiga mía ni de mi eterna flaca durante la carrera, felizmente.
Ese mismo día almorzaba con un pata (uno de los pocos que se detenían a oír mis letanías) y me dijo:
-Oe, vi que en la mañana la chata Alhelí se puso a conversar contigo, ¿te dijo algo?
-Nada fuera de lo común, ¿por?
-Mira Santi, creo que es tu oportunidad. Escucha. Sabes que la huevona baila danza árabe, le vacila la danza y para con gente que da talleres, baila en eventos; hasta ha bailado en unas presentaciones. La gente con la que para habla de cine Latino, independiente, lee libros de webadas fumadas; como tú. Le puedes caer.
-Ja, no creo. Yo no bailo un caraj* y no creo que me quede prestigio suficiente como para levantar nada más que monedas en esta facultad.
-Jaja, ¿ves? Ese tipo de respuestas cojud*s le vacilan, te digo algo más. Mira, yo me la comí hace dos años, se mueve de ptmr y es la cagad* manejar esa cinturita. Pero escucha, nunca fuimos flacos, solo tiramos, y mi prima también esta en la nota de organizar esas webadas de baile… la cosa es que fuera de la universidad he estado parando con ella y su gente del baile, y como hay confianza a veces me cuenta sus cosas. La otra vez chupamos en grupo y me contó esta webada: Víctor (el csmr nuevo gil de mi ex) la cagó. Esa webona quería estar con él, según ella los dos se tiraban maíz; hasta que un día estaban en el carro del webon, sin tragos encima, y la chata se lo chapa, lo agarra del cuello y ya le ponía una pierna encima; pero el csmr la paró en seco. Le dijo “no, Alhelí, estás confundida. Contigo no me pasa nada como para estar o nada” ¡La cagad* con el webón! Según ella le dijo que no le gustaba, la bajó del carro y se quitó. Luego se mensajearon y el pata le dejó en claro, put*, la chata me enseñó el mensaje en el que le decía que no le provoca nada con ella.
-A la mierd*
-Ahí no acaba. Luego de dos semanas el webón se metió con Carmen (esa csmre que me traicionó), pero oficialmente, como enamorados, con foto en el Face y toda la webada.
-Sí, ya sé.
-Bueno, pero la cosa es que, tu sabes como anda él, con esa cara pavo, cargándole la mochila y dejándole papelitos en las teorías; toda una parejita.
-Te digo que ya sé.
-Ya, sorry, pero escucha. Luego de enseñarme el mensaje la chata se fue en floro contra Carmen. Que la webona poca cosa, que con su carita de mosca muerta, que ese webón que chuch* se cree… No sigo porque la mayoría eran insultos para Carmen… aunque tú y yo ya hemos hablado de esa webona, pero no importa. La cosa es que está ardida, ardida como mierd*. Hasta me dijo que tiene ganas de rayarle el carro y… ahí entras tú.
- ¿Yo?
- Sí webón, tú. Escucha, la flaca está dispuesta a jod*r a Carmen, a hacerla quedar mal. Y no me estoy inventando, me lo dijo. Está tan herida en su orgullo porque el webón la despereció y, en cambio, la escogió a ella. Oséa fíjate, le arrochó un polvo con ella y a la otra la hace su flaca, supuestamente sin tirar ni nada todavía. La cosa es que la webona está dispuesta a usarte.
- ¿A usarme?, ¿como en American Pie?
-Eso, esa son las cojudec*s que le debes decir. Sí, a usarte webón, a usarte. ¿Qué mejor forma de joderl* que tirando con su ex reciente? Además, si se convierte en tu paño de lágrimas en la reu de fin de parciales le cuenta a todo el mundo que Carmen es una hija de put*, diciendo que tú eres una noble víctima y, de pasada, que Víctor es un imbécil o que no tiene códigos.
-Me parece muy fantasioso.
-No seas webón. Mira, ella va estar recuperando en tu práctica de laboratorio, yo también. Anda ahí y pulséala.
Todo el diálogo me dejó pensativo. Pensé “Alhelí no tenía por qué sentarse en la cafetería, solo pidió una botella de agua que podría haber sacado de la máquina. Además, noté que me miraba, no fijamente, más bien como si me estudiara; no sé. Ciertamente había algo de sentido en lo que me decía… y era Alhelí, ¿Cuánto mediría, 1,58 máximo? Esa cinturita era tan pequeña, sus piernas cortas parecían firmes en sus jeans, incluso en el pantalón del uniforme, que es holgado y tiene una carita… Pero no sé. Esta actitud de mierd* no me ayuda, aunque fácil es la razón de haber estado en una relación que termina conmigo con el papel de gran cojud*, qué sé yo.” Visto ahora me avergüenza mi patetismo, aunque entiendo que era necesario para forjar el carácter, así como era necesario que esté en aquella práctica, con Alhelí o no.
Así que llegó el día de la práctica. Iba algo adelantado en el curso así que terminé con 40 minutos de anticipación. Vi a mi pata donde estaban los que recuperaban, algunos para adelantar la práctica; me hizo una seña y ahí estaba Alhelí, la chica del tatuaje. Me acerqué donde mi pata y empecé una conversación rutinaria. Saludé a Alhelí y vi que entre sus cosas tenía un dvd, reconocí la portada, era “El secreto de sus ojos”. Supongo que si hubo un inicio de mi recuperación anímica fue ahí. La verdad, cuando vi el dvd el asunto de levantarme a Alhelí pasó a segundo plano; quiero decir, era una oportunidad genuina de hablar con una flaca que conocía de vista, sobre un tema -aparentemente en común- que me interesaba, en un contexto familiar y sin consecuencia negativa posible. Fue como si estará en estado de meditación, invadido de tranquilidad y sin apego: el inicio de la madurez.
-Ah, ¿ya viste la película? -le dije- ¿te gusta el trabajo de Darín o más la trama?
Se bajó la mascarilla, noté que sus ojos eran muy redondos y medianos, pero en su cara se veían grandes, resaltantes y atrayentes.
-Bueno, la película es bravaza. Mezcla lo policial con lo íntimo, además la dupla de Darín con Soledad Villamil es casi mágica. En general, me encanta como actúa ese hombre.
-Sí, tiene todo un estilo; supongo que le viene de familia. También me pareció genial la dupla con Villamil en “El mismo amor, la misma lluvia”; pero creo que la verdadera dupla es Darín y Campanella, el director de ambas, suele trabajar con Darín y obtiene escenas memorables. ¿Sabías que dirigió algunos episodios de Dr House?
Ese comentario dio pie a toda una conversación sobre la filmografía de Ricardo Darín, del papel dramático de Francella, de los libros latinoamericanos que se habían adaptado al cine (los que conocía) y un unánime desprecio por el Chi cuadrado. Fue tan fluida la conversación que compartimos lugar durante las practicas siguientes. En esas andábamos hasta que un día almorzaba solo y el pequeño restaurante estaba lleno de universitarios con poco presupuesto. Vi por un espejo que Alhelí estaba en la esquina del restaurante, no nos notamos y yo esquivé el reflejo, de pronto entraron los innombrables; la csmre que me traicionó y su gil. Se cogieron de la mano y avanzaron hasta el medio del local, hicieron un gesto meloso y se fueron, a los segundos, Alhelí se sentó a mi mesa.
-Oye Santi, estoy organizando algo en mi jato, es un depa pequeño así que va a ser algo tranquilo. Va a ir gente que le gusta el cine, la idea es ver una o dos pelis y piqueos y algún cocktail. ¿Te animas?
-Claro, es más, se tengo una, “Siete Reinas”. Es bravaza y sale Darín.
-Bravazo entonces, quedamos para el viernes, te paso mi dirección y la hora, a eso de las cuatro, ¿puedes?
-Sí, tengo clases hasta las dos, aunque es el parcial y seguro salgo más temprano.
-Ok
Gracias a Dios dominaba el curso y no tuve que estudiar mucho, lo que sí hice fue coordinar con mi pata; de hecho, él coordinó conmigo. “No te preocupes” -me dijo- “somos yo y tres puntas más; pero yo me encargo de que cancelen en el último momento; llega temprano nomás”.
-Oye, ¿te ha dicho algo de mí?
-No jodas
Entonces llegó el día. Salí a eso de la una y cuarenta, pasé por un Plaza Vea y compré un Pisco Tres Gallos, quebranta; lo mejor más decente que mi presupuesto daba. El depa quedaba en San Luis así que me tomé mi tiempo, tres y cuarenta estaba tocando el timbre.
Alhelí vestía unos leggins azules, supongo que los usaba para ensayar su danza. Nunca le había visto las piernas tan torneadas, los muslos y las caderas eran un perfecto paréntesis en miniatura. Tenía también un top corto, dejaba ver su ombligo y un abdomen plano, pero no marcado, algún esbozo del marco abdominal, pero no fitness; así como unos pechos pequeños y paraditos. Se cubría con una especie de blusa abierta, de tela delgada como un pareo. Nos saludamos de beso en el cachete.
-Llegaste algo temprano, ¡iremos preparando los chilcanos!
-Si, salí temprano del examen y me vine de frente, espero no molestar.
-Sonso
Con una sonrisa me dejó pasar, era un depa con la cocina en el mismo ambiente de la sala, separados por una barra tipo granito. Me indicó donde poner el Pisco, yo aproveché para confirmar con pata, la respuesta fue inmediata: el campo está libre.
(Perdón por irme en floro y no llegar a la carnecita. Parce que me excedí, ojalá sea de su agrado y la continuación tenga aCogida )