y?. Q DICE'N ?.... AMI ME GUSTO'' !!.. EN INSTANTS LA ULTIMA PARTE...
(continuando con el relato)
- Si, dígame, ¿En que puedo ayudarla?- me mantuve de pie, intentando disimular que estaba aterrado.
- Cierra la puerta, por favor...
Mientras ejecutaba la orden, iba pensando en alguna manera inteligente de cómo safar de tamaño embrollo.
- Toma asiento- me entregó un grupo de papeles- Lee, por favor.
Ante mis ojos se descubría casi un centenar de hojas, todas, escritas con el mismo tipo de letra y sin espacio entre los párrafos. Marina sin inmutarse repitió la orden.
- Te dije que leyeras...
- ¿Todo?
- Solo aquello con resaltador.
Por unos segundos pensé que sería inútil seguir con el juego si mi suerte, ya estaba echada de todos modos. Pero inexplicablemente, acepté:
"Una vez que la tenga así bien apretadita, le empiezo a chupar las tetas, se las masajeo así suavecito hasta que los pezones se le pongan como alambre. Ahí, bajo hasta arrancarle el botón del lonpa y con cuidadito le bajo el calzoncito para hacerle un sopón...."
Marina interrumpió.
- ¿Reconoce al autor de esas obscenidades?
Quedé en silencio.
Se acercó hacia mi, apoyó sus brazos en el escritorio y tomó aún más seriedad.
Seguía sin responder.
- Suarez, le advierto que esta falta es grave. Motivo de expulsión inmediata. Quizás si usted me ayuda a descubrir al "culpable"...
- Soy yo- interrumpí de repente- es que es parte del juego de todos los muchachos...
- ¿De cuales muchachos?
- De todos, todos hacemos lo mismo.
- ¿Así?
Volvió nuevamente a su escritorio. Cogió el grupo de papeles y comenzó a revisarlos.
- Parece que todo sale de la máquina 004, o sea, hay un solo autor. No veo a otro- me entregó los papeles.
Efectivamente, todos los mensajes llevaban el número de mi máquina al costado. Eran las historias que con ahínco me había encargado de elaborar para entretener a los demás compañeros.
- Admítalo de una buena vez, Suarez. Usted escribió todo esto, lo hizo solo, nadie lo ayudó- hizo una pausa y me entregó algo similar a una factura- firme ahí, acompáñeme para que le de su liquidación. Está usted despedido.
El impacto furibundo de aquella palabra, no resonó tan catastrófica después de todo. Me iban a liquidar y quizás con ese dinero me alcanzaría para terminar de pagar el hotel, tomar un nuevo empleo o embriagarme esa misma noche sin motivo aparente.
Con aquel pensamiento optimista, desfilé por los pasillos internos del banco. Llegamos hasta tesorería y no encontramos a nadie. Marina mencionó con evidente enfado que también despediría a la encargada de aquel departamento. Seguimos así, hasta llegar a una especie de puerta que nunca había visto. Era de metal, apenas con una breve cerradura justo a la derecha. Arriba, un dispositivo lleno de dígitos. Marina introdujo una cifra, luego, la puerta se abrió.
Ante mis ojos se descubrieron varios anaqueles repletos de dólares y soles. Miles de fajos en estricto orden. Marina cerró la puerta.
- ¿Quieres seguir trabajando?- preguntó mientras sostenía un grupo de billetes.
- Sí, claro que sí- respondí atento, hipnotizado por la cantidad de plata que estaba viendo.
Marina dejó el fajo a un lado. Se acercó casi deslizándose hacia donde estaba y me susurró.
-Demuéstrame entonces, que tu escribiste todas esas cochinadas, hagámoslo aquí. Si no cumples, te vas.
Atónito, observé como empezó su show. Primero, me agarró por el cuello de la camisa y empezó a besarme. Con sus manos iba masajeándome ahí abajo, tenía bastante experiencia, le gustaba tocarme. Luego bajó cuando se percató que ya la tenía dura, se deshizo de la correa, me bajó el pantalón y luego la trusa. Me miró y delicadamente lo introdujo en su boca. Lo agarraba, lo succionaba, lo estrujaba contra sus labios que fungían un cosquilleo extremadamente placentero, tal como había sucedido en aquella pecaminosa fantasía. Parecía una niña con su helado de fresa, le encantaba lamer los alrededores, disfrutaba el sexo oral como ninguna otra mujer. Luego se volteó, deslizó sus pantalones por entre las rodillas y empezó a gritar.
- ¡Métemela enfermo!, ¡Métemela!
Y la agarré de la cintura, apretándola contra mi pelvis en convulsión y ella se cogió de uno de los anaqueles mientras yo arremetía una y otra vez, excitado por la deliciosa manera de apretar que tenía. Ella gemía, se mordía los labios: mmmmm, mmmmmmmm.
Yo empezaba a sudar, no parecía estar satisfecha, pedía más:
-¡Sigue, sigue!- empezó a gritar
- Nos pueden ampayar, cuidado...
- ¡Tu sigue enfermo!, ¡sigue!
De pronto, su voz entrecortada me hizo explosionar dentro de su vagina. Ella se lo sacó. Volvió nuevamente al ritual del inicio. Empezó a lamer...y solo hasta cerciorase de que el tamaño del falo iría disminuyendo, dejó de succionar. Se subió el calzoncito, tal y como lo había imaginado, diminuto.
Pero yo me había quedado con las ganas. La blusa de ella seguía en su lugar, mantenía firmes aquel par de senos colosales que apenas lograba cubrir el brazier. Me arrepentí de no haber tomado la iniciativa, estaba por proponerle una segunda chance cuando ella, sin decir nada, lo dijo todo. Siguió vistiéndose, en silencio, sin siquiera darme tiempo a tomar fuerzas para arremeter nuevamente.
No me volvió a hablar. Regresé a mi ventanilla 4 sin mayores presiones. Nuestra relación volvió a ser estrictamente laboral, al menos, eso pensé.
CONTINUARÁ......

..y para los q se quedaron pikado's... Ahi les va'!!
