gnussi98
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(Sexta parte)
Larissa tenía un gran historial de una vida llena de desventuras. Incluso en una conversación con mi pata Moné, me había contado que siendo ella muy joven, mientras estudiaba en el colegio, había mantenido una relación con un policía de muchos años mayor que ella y que tenía esposa e hijos. Aunque no se conocían muchos detalles acerca de esta relación, la fofoca (chisme) decía que el policía había considerado dejar a su familia por Larissa. Sin embargo, un día, el cuerpo del policía fue descubierto flotando en una laguna cercana, víctima de un suicidio por disparo en la cabeza. Muchos afirmaban que Larissa había desencadenado estos terribles sucesos; incluso la familia del policía decidió mudarse de la zona después de lo ocurrido.
A pesar de haber oído diversas historias sobre ella, mi pasión y arrechura por Larissa crecía de manera irrefrenable cada vez que me encontraba cerca suyo, desde aquel primer instante en que la vi en la celebración navideña. Su presencia era imponente, con una estatura de 1.83 metros, unos senos grandes que parecían esculpidos con precisión para satisfacer al amante de turno, una cintura delicada sus caderas amplias y un culo hermoso y grande. Desde aquel primer encuentro, cuando la observé con un short ajustado y noté como su tanga blanca se delineaba al agacharse, mi mente se llenaba de planes para acercarme a ella; cuando no tenía una mujer cerca, me apuñalaba pajazos pensando en ella, en mis fantasías imaginaba su aroma y la forma de su anatomía. En más de una ocasión, mientras hacía el amor con Fabiana y luego con Ariane, mi mente la recreaba; sentía que mis emociones se intensificaban aún más y pinga se ponía aún más dura. Después de un año de imaginarla, finalmente la tenía a mi lado, mostrándome su conchita depilada mientras me miraba extasiada y se mordía el labio, dibujando en su rostro una expresión cómplice. Ambos estábamos bajo la influencia de lo que habíamos estado esnifando durante el trayecto, con el murmullo del motor del viejo jeep como música de fondo.
Durante el trayecto no hallaba la hora de llegar y saborear cada parte de su anatomía. Larissa sacó una botella de licor y empezamos a beber, en ese momento mis ideas estaban completamente enfocadas en todo el esplendor que el cuerpo de Larissa me ofrecía. Larissa sacó nuevamente el origami y volvimos a esnifar otro poco, entre risas, sacó un pirulito o chupetín y empezó a chuparlo de forma provocadora, para ese momento tenía la pinga dura y sentía que mi boxer estaba completamente húmedo, lo pasaba por sus labios y lo chupaba de forma arrechante, con esa visión y su mirada arrechante me estaba volviendo loco. Larissa riéndose por efecto de la droga y el alcohol ni se inmutó cuando tomó el pirulito y se lo metió a la conchita depilada, empezó a jugar con el pirulito dentro de su conchita y gemía poniendo la cabeza hacia atrás, en un momento de pura locura saco el dulce de su conchita y me lo ofreció, sin reparo alguno empecé a chuparlo y sentía la mezcla de sus fluidos y el dulce de la golosina.
Aceleré el auto a más no poder y llegamos a la casa de campo de Cassinho, apenas si bajamos del auto y Larissa me abrazó y me plantó un beso apasionado, su lengua entró sin impedimento a lo más profundo de mi boca y mis manos por fin acariciaban su hermoso culo. Pegados como perros en celos entramos como pudimos al lugar. Larissa emanaba sexo, pasión y arrechura por cada uno de sus poros. Imaginen, mis amigos, la emoción que sentí al ver como ella se iba desprendiendo, casi en cámara lenta, de su top, su brassier y su minifalda. Como lentamente cada una de sus prendas caía despacio al piso y me dejaba en estado de shock. Sus caderas habían sido creadas por los mismos ángeles o por algún genio malvado y experto en lujuria. Entre la raya que dividía su pierna izquierda y su pelvis tenía dibujado un tatuaje que invitaba al sexo y al desenfreno.
Mi capacidad de raciocinio estaba es un estado calamitoso. Solo podía pensar en Larissa, su hermoso cuerpo, en sexo, la sinapsis de mis neuronas había dejado de funcionar correctamente. Casi por instinto me arrodillé ante ella, en esa posición me acerqué como un niño tímido y me embriagué nuevamente con el aroma de su sexo, empecé a recorrer lentamente su sexo con mi lengua, era el más delicioso manjar que probaba, Larissa me jalaba los cabellos y gemía estrepitosamente como una perra en celo. “Chupa toda minha buceta seu safado”, me decía, con convicción como ordenándome hacerlo. Yo, como un esclavo, seguí escarbando con mi lengua su conchita, tal cual era su deseo. Larissa me tomó con ambas manos del rostro y repitió: “seu Safado, vc gosta de chupar essa mudinha não gosta?!!”, solo asentí como mi cabeza, su conchita estaba toda encharcada, no sentía ya mi lengua, mi mandíbula estaba dura después de tanto rato en esa posición. Ella me levantó de mi posición y me estampó nuevamente un beso apasionado, Larissa tenía que agacharse un poco para besarme, con una mano le acariciaba el culo y mi otra mano continuaba el trabajo que segundos antes había estado haciendo mi lengua en su conchita.
Larissa me quitó el polo que llevaba puesto y yo me quité de inmediato el resto de mi ropa, nos quedamos ambos desnudos de pie, ella se fue sin decir palabra a la cama, dándome la espalda, se arrodilló sobre la cama y apoyó lentamente sus brazos sobre el colchón, entregándome una visión, que aún hoy en día vienen no sólo en mis recuerdos, sino en varios sueños que hasta el día de hoy tengo con total claridad. “Vem cá”, me ordenó, me acerqué nuevamente a ella y me quedé un buen tiempo observando la forma de su culo en es posición, Larissa entonces me dijo: “Hoje você vai provar uma gata de verdadee, agora chupa safado, chupa cachorro, a sua boca é gostosa, delicia, tesão, chupa minha buceta, chupa meu cu, me faz gozar na sua boca”. Tal cual me lo ordenó, comencé a chuparle el culo y la concha, mientras ella gemía de placer y soltaba “palavrões”, qué solo me excitaban más y más. Sentía como llegaba al orgasmo, el sabor de sus fluidos cambiaba, ella se retorcía y temblaba, de cuando en cuando colocaba su mano debajo de su cuerpo y abría su concha para que yo pudiera ir más profundo dentro de ella.
No se cuanto tiempo estuve así, mi noción del espacio-tiempo estaba fuera de control. Acerqué mi pinga para poder penetrarla, ella a media voz sólo me preguntó: “vai me furar sem camisinha?”, “Sim”, le respondí, “Quero sentir você completamente”, ella se inclinó un poco más y empecé a penetrarla en esa posición, su concha botaba fluidos y cada penetrada mía sonaba como una melodía en mis oídos. Veía las manos de Larissa que apretujaban las sábanas, “Me fode assim, desgraça, com mais força. Faça o que você sempre quis, desde a primeira vez que me viu. Você esperou tanto tempo, me foda com mais força, seu cachorro, sem vergonha”. Larissa inclinaba más el culo, toda mi pinga entraba dentro de ella, en un momento, subí mis piernas también la cama y la penetraba con todas mis fuerzas, Larissa pasó de los gemidos arrechantes a dar gritos ahogados de placer. Mi pinga estaba dura y completamente adormecida, pero continuaba sin venirme, quizá los efectos de lo que habíamos consumido. Larissa se echó boca a bajo y yo seguí penetrándola. Cuando estaba punto de venirme Larissa se salió, como si tuviera un resorte y como adivinando lo que vendría, sin decir nada de un solo movimiento me engulló toda la pinga y empezó a mover la cabeza mientras sus manos me cogían el culo y se atragantaba con todo mi pinga hasta que me vine dentro de su boca, por primera vez sentía que eyaculaba, luego paraba unos segundo y volvía a correrme más, nunca había tenido esa experiencia eyaculé como si hubiera estado guardando una cantidad increíble de semen dentro mío y Larissa nunca se despegó de mi pinga, por el contrario, oía el sonido de como engullía cada chorro de semen.
Caímos rendidos en la cama, sudorosos y con aroma a sexo y lujuria pura. Larissa se levantó de la cama, regalándome nuevamente un vistazo de su espectacular anatomía y sacó de nuevo el origami para poder esnifar un poco más. Conversamos un poco más y nuevamente tenía la pinga dura, nuevamente cachamos en una nueva posición, sus piernas largas, larguísimas sobre mis hombros, rodeando mi cabeza, el 69, montada sobre mí, bebimos y esnifamos nuevamente, así borrachos y drogados nos quedamos dormidos cuando afuera ya se veía el amanecer.
Al día siguiente desayunamos algo rápido, abrimos un nuevo paquete de los origamis que había comprado, y nos volvimos a cachar y a deleitarnos con el sabor de nuestros cuerpos y nuestros fluidos. Cerca a la casa de Cassinho, había un riachuelo con una pequeña “cachoeira” (cascada), fuimos ahí a darnos un chapuzón, por suerte no había nadie, Larissa tenía un bikini negro, después de baño, cachamos nuevamente en el riachuelo como animales en celo. Ese sueño en ese lugar escondido era como un pequeño edén para mí. Estuvimos ahí seis o siete días, la rutina era la misma, comíamos, cachamos, bebíamos y nos drogábamos a más no poder, y luego volvíamos a cachar, como si era lo único que importaba, mi mente estaba en blanco completamente. Un día, en la mañana, Larissa me dijo que quería comer “Pão de queijo”, para el desayuno, cogí el jeep para ir al pueblo que estaba a unos 15 minutos en auto. En la panadería una rubiecita me hizo el habla, no llegaban muchos foráneos al lugar. Después de la pequeña conversa, me puse duro nuevamente mirándole las tetas y me fui a la casa para meterme otro polvo con Larissa, como todo cuento de hadas o de terror, todo termina. Larissa no estaba, había simplemente desaparecido, las pocas cosas que trajo no estaban, me preocupé por un rato, pero casi por reflejo fui a ver mis cosas. El dinero que llevaba en mi billetera había desaparecido, así como mi ipod y un par de cosas con cierto valor.
Sólo atiné a sentarme en la cama y cagarme de risa, un ataque de risa que nunca más paró. Me quedé nuevamente dormido con la esperanza cojuda que quizá vuelva y en mi mente sonaba una canción de Sabina: “Me desperté abrazando la ausencia de su cuerpo en mi colchón, lo malo no es que huyera, con mi cartera y con mi ordenador, peor es que se fuera robándome además el corazón”.
Ordené y limpié como pude el lugar y subí al auto para dirigirme nuevamente a devolverlo. Casi por suerte del destino, pude llegar con un mínimo de petróleo, Tenía un poco más de dinero en mi habitación y por suerte mi gran amigo Cassinho me dio un poco de dinero extra. Mi pata Moné, vino presuroso a mi encuentro, me contó que dos patas habían estado preguntando por mí, primero en la favela y luego llegaron al taller de Cassinho, mi patas les habían dicho que yo estaba en Rio de janeiro y luego me arrancaba Paraguay. Cassinho me preguntó que cuando me iba a regresar a Perú, “agora mesmo”, le respondí con la poca cordura que me quedaba. Mi mochila estaba lista, esa misma noche me despedí, como pude, de la Señora Fátima y de su hija Silvana, del resto de las hermanas no pude despedirme. Cassinho me llevó a la estación de buses junto con Moné. Ahí nos despedimos, le prometí a Cassinho que algún día le iba a contar que pasó exactamente. Mientras viajaba a Sao Paolo, la radio del bus pasaba una canción:
Minha vida é andar por esse país
Pra ver se um dia descanso feliz
Guardando as recordações das terras onde passei
Andando pelos sertões e dos amigos que lá deixei
Había pasado tantas experiencias y salí, casi huyendo, de ese lugar, que había olvidado que ese día tenía cumpleaños y cumplía veintidós años. Una risa cojuda me acompañaría durante los diez días que duró mi viaje a Lima. En el trayecto de retorno tuve un par de aventuras más, pero quizá en otra ocasión me permitan contar.
Larissa tenía un gran historial de una vida llena de desventuras. Incluso en una conversación con mi pata Moné, me había contado que siendo ella muy joven, mientras estudiaba en el colegio, había mantenido una relación con un policía de muchos años mayor que ella y que tenía esposa e hijos. Aunque no se conocían muchos detalles acerca de esta relación, la fofoca (chisme) decía que el policía había considerado dejar a su familia por Larissa. Sin embargo, un día, el cuerpo del policía fue descubierto flotando en una laguna cercana, víctima de un suicidio por disparo en la cabeza. Muchos afirmaban que Larissa había desencadenado estos terribles sucesos; incluso la familia del policía decidió mudarse de la zona después de lo ocurrido.
A pesar de haber oído diversas historias sobre ella, mi pasión y arrechura por Larissa crecía de manera irrefrenable cada vez que me encontraba cerca suyo, desde aquel primer instante en que la vi en la celebración navideña. Su presencia era imponente, con una estatura de 1.83 metros, unos senos grandes que parecían esculpidos con precisión para satisfacer al amante de turno, una cintura delicada sus caderas amplias y un culo hermoso y grande. Desde aquel primer encuentro, cuando la observé con un short ajustado y noté como su tanga blanca se delineaba al agacharse, mi mente se llenaba de planes para acercarme a ella; cuando no tenía una mujer cerca, me apuñalaba pajazos pensando en ella, en mis fantasías imaginaba su aroma y la forma de su anatomía. En más de una ocasión, mientras hacía el amor con Fabiana y luego con Ariane, mi mente la recreaba; sentía que mis emociones se intensificaban aún más y pinga se ponía aún más dura. Después de un año de imaginarla, finalmente la tenía a mi lado, mostrándome su conchita depilada mientras me miraba extasiada y se mordía el labio, dibujando en su rostro una expresión cómplice. Ambos estábamos bajo la influencia de lo que habíamos estado esnifando durante el trayecto, con el murmullo del motor del viejo jeep como música de fondo.
Durante el trayecto no hallaba la hora de llegar y saborear cada parte de su anatomía. Larissa sacó una botella de licor y empezamos a beber, en ese momento mis ideas estaban completamente enfocadas en todo el esplendor que el cuerpo de Larissa me ofrecía. Larissa sacó nuevamente el origami y volvimos a esnifar otro poco, entre risas, sacó un pirulito o chupetín y empezó a chuparlo de forma provocadora, para ese momento tenía la pinga dura y sentía que mi boxer estaba completamente húmedo, lo pasaba por sus labios y lo chupaba de forma arrechante, con esa visión y su mirada arrechante me estaba volviendo loco. Larissa riéndose por efecto de la droga y el alcohol ni se inmutó cuando tomó el pirulito y se lo metió a la conchita depilada, empezó a jugar con el pirulito dentro de su conchita y gemía poniendo la cabeza hacia atrás, en un momento de pura locura saco el dulce de su conchita y me lo ofreció, sin reparo alguno empecé a chuparlo y sentía la mezcla de sus fluidos y el dulce de la golosina.
Aceleré el auto a más no poder y llegamos a la casa de campo de Cassinho, apenas si bajamos del auto y Larissa me abrazó y me plantó un beso apasionado, su lengua entró sin impedimento a lo más profundo de mi boca y mis manos por fin acariciaban su hermoso culo. Pegados como perros en celos entramos como pudimos al lugar. Larissa emanaba sexo, pasión y arrechura por cada uno de sus poros. Imaginen, mis amigos, la emoción que sentí al ver como ella se iba desprendiendo, casi en cámara lenta, de su top, su brassier y su minifalda. Como lentamente cada una de sus prendas caía despacio al piso y me dejaba en estado de shock. Sus caderas habían sido creadas por los mismos ángeles o por algún genio malvado y experto en lujuria. Entre la raya que dividía su pierna izquierda y su pelvis tenía dibujado un tatuaje que invitaba al sexo y al desenfreno.
Mi capacidad de raciocinio estaba es un estado calamitoso. Solo podía pensar en Larissa, su hermoso cuerpo, en sexo, la sinapsis de mis neuronas había dejado de funcionar correctamente. Casi por instinto me arrodillé ante ella, en esa posición me acerqué como un niño tímido y me embriagué nuevamente con el aroma de su sexo, empecé a recorrer lentamente su sexo con mi lengua, era el más delicioso manjar que probaba, Larissa me jalaba los cabellos y gemía estrepitosamente como una perra en celo. “Chupa toda minha buceta seu safado”, me decía, con convicción como ordenándome hacerlo. Yo, como un esclavo, seguí escarbando con mi lengua su conchita, tal cual era su deseo. Larissa me tomó con ambas manos del rostro y repitió: “seu Safado, vc gosta de chupar essa mudinha não gosta?!!”, solo asentí como mi cabeza, su conchita estaba toda encharcada, no sentía ya mi lengua, mi mandíbula estaba dura después de tanto rato en esa posición. Ella me levantó de mi posición y me estampó nuevamente un beso apasionado, Larissa tenía que agacharse un poco para besarme, con una mano le acariciaba el culo y mi otra mano continuaba el trabajo que segundos antes había estado haciendo mi lengua en su conchita.
Larissa me quitó el polo que llevaba puesto y yo me quité de inmediato el resto de mi ropa, nos quedamos ambos desnudos de pie, ella se fue sin decir palabra a la cama, dándome la espalda, se arrodilló sobre la cama y apoyó lentamente sus brazos sobre el colchón, entregándome una visión, que aún hoy en día vienen no sólo en mis recuerdos, sino en varios sueños que hasta el día de hoy tengo con total claridad. “Vem cá”, me ordenó, me acerqué nuevamente a ella y me quedé un buen tiempo observando la forma de su culo en es posición, Larissa entonces me dijo: “Hoje você vai provar uma gata de verdadee, agora chupa safado, chupa cachorro, a sua boca é gostosa, delicia, tesão, chupa minha buceta, chupa meu cu, me faz gozar na sua boca”. Tal cual me lo ordenó, comencé a chuparle el culo y la concha, mientras ella gemía de placer y soltaba “palavrões”, qué solo me excitaban más y más. Sentía como llegaba al orgasmo, el sabor de sus fluidos cambiaba, ella se retorcía y temblaba, de cuando en cuando colocaba su mano debajo de su cuerpo y abría su concha para que yo pudiera ir más profundo dentro de ella.
No se cuanto tiempo estuve así, mi noción del espacio-tiempo estaba fuera de control. Acerqué mi pinga para poder penetrarla, ella a media voz sólo me preguntó: “vai me furar sem camisinha?”, “Sim”, le respondí, “Quero sentir você completamente”, ella se inclinó un poco más y empecé a penetrarla en esa posición, su concha botaba fluidos y cada penetrada mía sonaba como una melodía en mis oídos. Veía las manos de Larissa que apretujaban las sábanas, “Me fode assim, desgraça, com mais força. Faça o que você sempre quis, desde a primeira vez que me viu. Você esperou tanto tempo, me foda com mais força, seu cachorro, sem vergonha”. Larissa inclinaba más el culo, toda mi pinga entraba dentro de ella, en un momento, subí mis piernas también la cama y la penetraba con todas mis fuerzas, Larissa pasó de los gemidos arrechantes a dar gritos ahogados de placer. Mi pinga estaba dura y completamente adormecida, pero continuaba sin venirme, quizá los efectos de lo que habíamos consumido. Larissa se echó boca a bajo y yo seguí penetrándola. Cuando estaba punto de venirme Larissa se salió, como si tuviera un resorte y como adivinando lo que vendría, sin decir nada de un solo movimiento me engulló toda la pinga y empezó a mover la cabeza mientras sus manos me cogían el culo y se atragantaba con todo mi pinga hasta que me vine dentro de su boca, por primera vez sentía que eyaculaba, luego paraba unos segundo y volvía a correrme más, nunca había tenido esa experiencia eyaculé como si hubiera estado guardando una cantidad increíble de semen dentro mío y Larissa nunca se despegó de mi pinga, por el contrario, oía el sonido de como engullía cada chorro de semen.
Caímos rendidos en la cama, sudorosos y con aroma a sexo y lujuria pura. Larissa se levantó de la cama, regalándome nuevamente un vistazo de su espectacular anatomía y sacó de nuevo el origami para poder esnifar un poco más. Conversamos un poco más y nuevamente tenía la pinga dura, nuevamente cachamos en una nueva posición, sus piernas largas, larguísimas sobre mis hombros, rodeando mi cabeza, el 69, montada sobre mí, bebimos y esnifamos nuevamente, así borrachos y drogados nos quedamos dormidos cuando afuera ya se veía el amanecer.
Al día siguiente desayunamos algo rápido, abrimos un nuevo paquete de los origamis que había comprado, y nos volvimos a cachar y a deleitarnos con el sabor de nuestros cuerpos y nuestros fluidos. Cerca a la casa de Cassinho, había un riachuelo con una pequeña “cachoeira” (cascada), fuimos ahí a darnos un chapuzón, por suerte no había nadie, Larissa tenía un bikini negro, después de baño, cachamos nuevamente en el riachuelo como animales en celo. Ese sueño en ese lugar escondido era como un pequeño edén para mí. Estuvimos ahí seis o siete días, la rutina era la misma, comíamos, cachamos, bebíamos y nos drogábamos a más no poder, y luego volvíamos a cachar, como si era lo único que importaba, mi mente estaba en blanco completamente. Un día, en la mañana, Larissa me dijo que quería comer “Pão de queijo”, para el desayuno, cogí el jeep para ir al pueblo que estaba a unos 15 minutos en auto. En la panadería una rubiecita me hizo el habla, no llegaban muchos foráneos al lugar. Después de la pequeña conversa, me puse duro nuevamente mirándole las tetas y me fui a la casa para meterme otro polvo con Larissa, como todo cuento de hadas o de terror, todo termina. Larissa no estaba, había simplemente desaparecido, las pocas cosas que trajo no estaban, me preocupé por un rato, pero casi por reflejo fui a ver mis cosas. El dinero que llevaba en mi billetera había desaparecido, así como mi ipod y un par de cosas con cierto valor.
Sólo atiné a sentarme en la cama y cagarme de risa, un ataque de risa que nunca más paró. Me quedé nuevamente dormido con la esperanza cojuda que quizá vuelva y en mi mente sonaba una canción de Sabina: “Me desperté abrazando la ausencia de su cuerpo en mi colchón, lo malo no es que huyera, con mi cartera y con mi ordenador, peor es que se fuera robándome además el corazón”.
Ordené y limpié como pude el lugar y subí al auto para dirigirme nuevamente a devolverlo. Casi por suerte del destino, pude llegar con un mínimo de petróleo, Tenía un poco más de dinero en mi habitación y por suerte mi gran amigo Cassinho me dio un poco de dinero extra. Mi pata Moné, vino presuroso a mi encuentro, me contó que dos patas habían estado preguntando por mí, primero en la favela y luego llegaron al taller de Cassinho, mi patas les habían dicho que yo estaba en Rio de janeiro y luego me arrancaba Paraguay. Cassinho me preguntó que cuando me iba a regresar a Perú, “agora mesmo”, le respondí con la poca cordura que me quedaba. Mi mochila estaba lista, esa misma noche me despedí, como pude, de la Señora Fátima y de su hija Silvana, del resto de las hermanas no pude despedirme. Cassinho me llevó a la estación de buses junto con Moné. Ahí nos despedimos, le prometí a Cassinho que algún día le iba a contar que pasó exactamente. Mientras viajaba a Sao Paolo, la radio del bus pasaba una canción:
Minha vida é andar por esse país
Pra ver se um dia descanso feliz
Guardando as recordações das terras onde passei
Andando pelos sertões e dos amigos que lá deixei
Había pasado tantas experiencias y salí, casi huyendo, de ese lugar, que había olvidado que ese día tenía cumpleaños y cumplía veintidós años. Una risa cojuda me acompañaría durante los diez días que duró mi viaje a Lima. En el trayecto de retorno tuve un par de aventuras más, pero quizá en otra ocasión me permitan contar.