ConejoLocop
Cabo
- 92
- 466
- 32
- Registrado
- 4 May 2025
- Registrado
- 4 May 2025
- Mensajes
- 92
- Puntos de reacción
- 466
- Puntos
- 32
1 Month of Service
Aprovechando que tengo un par de días libres, les contaré esta historia de amor y sexo.
Lo que voy a contar es una historia que ya está por cumplir 20 años, aunque con algunas largas intermitencias, aun continua vigente y sigue sucediendo. Comprenderán que en 20 años han sucedido muchísimas cosas, por lo que tranquilamente podría escribir un libro, por eso esta historia tendrá muchas partes, será larga y la seguiré publicando en la medida que vea interés en la cofradía. Si esperas historias rápidas, de mucho sexo desde el principio y te aburre leer, no sigas, esto no es para ti.
Todo lo que esta narrado aquí es verdad, sucedió tal como lo relato. Claro que después de tantos años, algunas cosas ya se perdieron en la nebulosa de los recuerdos, pero algunas, por lo intenso o importante, se quedaron grabados a fuego. Además, muchos de estos relatos los recordamos y rememoramos con mi sobrina -amante hasta ahora. Seguramente que los diálogos he tenido que completarlos para que la historia tenga coherencia, pues después de los años transcurridos, algunas palabras ya se olvidaron, pero la sustancia de lo que queríamos decir, está en este relato.
Nuestra historia comenzó a fines del 2005.
Me separé de mi exesposa a principios de ese año. En ese momento acordamos con ella que le dejaría en departamento que habíamos comprado y casi todas las cosas que había en él. Fue una separación y posterior divorcio que me dolió mucho. Yo sentía que la amaba, pero desde el segundo año de casados intentamos tener un hijo sin éxito. Buscamos ayuda médica y, tras muchos exámenes y gastos, iniciamos un tratamiento que no dio resultados en dos años. Las relaciones sexuales programadas por los médicos y la falta de espontaneidad nos enfriaron y nos frustraron. La distancia y las peleas aumentaron debido a la falta de resultados y al gasto continuo en tratamientos hormonales.
Yo estaba dispuesto a adoptar, pero mi esposa no quería y eso era más peleas, hasta que la situación fue insostenible y nos separamos. Yo estaba en el dilema de ver a donde me iría, me resistía a alquilar departamento, pues eso me parece tirar el dinero, prefiero ajustarme un poco mas y comprar algo, así que acepté la sugerencia de mi madre, de regresar a su casa de donde había salido 5 años antes, mientras juntaba un poco de billete para una inicial y comprarme un depa. Esa casa, era grande, cómoda y se encontraba en una zona tranquila de San Borja.
Desde unos meses antes, mi madre, una mujer Jubilada pero aún muy vital, vivía con una sobrina, hija de un primo de ella. La sobrina había venido a Lima a estudiar y trabajar casi una año antes de que yo llegara a esa casa. Por el momento solo trabajaba porque postularía el año siguiente. La llamaré Angie para mantener su anonimato y porque se convirtió en un Ángel en mi vida. Angie tenía 19 años, relativamente alta,1.68 aproximadamente, de piel blanca, buen cuerpo, lindo rostro, pero sobre todo muy dulce y cariñosa. Desde que me quede con ellas, Angie se mostró muy preocupada por mi estado de ánimo y por mi salud. Angie vendría a ser mi sobrina en tercer grado, pero por la diferencia de edad y la cercanía, nos tratábamos como primos. Ella a mí me decía Primix y yo usaba un diminutivo de su nombre que sonaba muy cariñoso, aquí usaré la palabra “Bella” Para reemplazar el verdadero diminutivo cariñoso que desde muchos años antes usaba para llamarla.
Yo regresé al que había sido mi dormitorio de soltero, la habitación más grande de la casa, que tenia baño propio y espacio suficiente para mi vieja cama de soltero, una cama de dos plazas que mi madre había conservado desde que me fui y coloqué un escritorio para mi computadora y las pocas cosas que traje de mi hogar marital. Angie tenía una habitación en el segundo piso. En ese segundo piso solo había tres habitaciones y un gran patio que ocupaba casi la mitad de la extensión de la casa.
Con Angie nos conocíamos desde niños, cuando yo iba a la tierra de mi madre o ella venia a Lima con sus padres, que casi siempre se quedaban en la casa de mis padres, pues siempre había habitaciones vacías, así que la adaptación fue inmediata. Pero a las pocas semanas de estar en mi nueva casa comencé a verla con otros ojos, en las mañanas cuando se iba a trabajar, bien arreglada y con tacos que hacía que me sobrepasara ligeramente en altura, pero sobre todo los fines de semana cuando la encontraba en la cocina, preparando el desayuno con mi madre o haciendo labores caseras, Angie usaba en casa polos viejos y holgados que le marcaban sus pechos paraditos y de vez en cuando, sobre todo en esos meses de invierno, se marcaban sus pezones. Ella no se daba cuenta de mis miradas o se hacia la que no se daba cuenta.
Pronto Angie comenzó a tocar la puerta de mi cuarto para que le preste mi computadora, o porque quería imprimir algo, luego para ver alguna peli en mi televisor (ella no tenía uno en su cuarto) o simplemente para ver cómo estaba, acompañarme y conversar. Bajaba con sus polos holgados y yo por supuesto me deleitaba con esa vista. Por supuesto todo con la puerta bien abierta, para evitar sospechas, porque el dormitorio de mi madre estaba a unos 5 u 6 metros del mío, en medio había una pequeña habitación vacía que usábamos para planchar y guardar ropa.
En ese momento solo me ganaba con esos pechos que no eran muy grandes, digamos medianos pero paraditos y redondeados, pero no pensaba en tirármela, pues ella finalmente era mi sobrina, aunque por la diferencia de edad, ella a punto de cumplir 20 y yo con 29, nos decíamos primos. Además, el divorcio realmente me había afectado y muchas ganas de sexo, no tenia. Ella en esos tiempos salía con un hijo de japoneses que trabajaba con ella, que a veces la recogía o dejaba en la casa, el ponja se veía súper respetuoso y cordial.
Así pasaron los meses, cada vez ella bajaba más seguido a conversar conmigo, preocupada en como estaba afrontando el divorcio, la verdad es que si me había afectado, a veces ni me provocaba comer y ella insistía en prepararme lo que me gustaba y hacerme comer algo, sobre todo los fines de semana que estábamos todos en casa o simplemente conversar de cosas suyas o cosas mías, a veces era en la sala, otras en mi habitación donde yo había colocado dos sillones, pero siempre con puerta abierta, a pesar que muchas veces estábamos solos, pues mi madre andaba mucho con sus amigas y hasta hacia viajes cortos con ese grupo, disfrutando de su jubilación.
Así llegó un sábado del caluroso noviembre de 2005. Lo que pasó esa tarde lo recuerdo como si fuera ayer, porque fueron momentos sublimes, un tanto inesperados, pero muy intensos, nuestra primera vez teniendo sexo.
Lo que voy a contar es una historia que ya está por cumplir 20 años, aunque con algunas largas intermitencias, aun continua vigente y sigue sucediendo. Comprenderán que en 20 años han sucedido muchísimas cosas, por lo que tranquilamente podría escribir un libro, por eso esta historia tendrá muchas partes, será larga y la seguiré publicando en la medida que vea interés en la cofradía. Si esperas historias rápidas, de mucho sexo desde el principio y te aburre leer, no sigas, esto no es para ti.
Todo lo que esta narrado aquí es verdad, sucedió tal como lo relato. Claro que después de tantos años, algunas cosas ya se perdieron en la nebulosa de los recuerdos, pero algunas, por lo intenso o importante, se quedaron grabados a fuego. Además, muchos de estos relatos los recordamos y rememoramos con mi sobrina -amante hasta ahora. Seguramente que los diálogos he tenido que completarlos para que la historia tenga coherencia, pues después de los años transcurridos, algunas palabras ya se olvidaron, pero la sustancia de lo que queríamos decir, está en este relato.
Nuestra historia comenzó a fines del 2005.
Me separé de mi exesposa a principios de ese año. En ese momento acordamos con ella que le dejaría en departamento que habíamos comprado y casi todas las cosas que había en él. Fue una separación y posterior divorcio que me dolió mucho. Yo sentía que la amaba, pero desde el segundo año de casados intentamos tener un hijo sin éxito. Buscamos ayuda médica y, tras muchos exámenes y gastos, iniciamos un tratamiento que no dio resultados en dos años. Las relaciones sexuales programadas por los médicos y la falta de espontaneidad nos enfriaron y nos frustraron. La distancia y las peleas aumentaron debido a la falta de resultados y al gasto continuo en tratamientos hormonales.
Yo estaba dispuesto a adoptar, pero mi esposa no quería y eso era más peleas, hasta que la situación fue insostenible y nos separamos. Yo estaba en el dilema de ver a donde me iría, me resistía a alquilar departamento, pues eso me parece tirar el dinero, prefiero ajustarme un poco mas y comprar algo, así que acepté la sugerencia de mi madre, de regresar a su casa de donde había salido 5 años antes, mientras juntaba un poco de billete para una inicial y comprarme un depa. Esa casa, era grande, cómoda y se encontraba en una zona tranquila de San Borja.
Desde unos meses antes, mi madre, una mujer Jubilada pero aún muy vital, vivía con una sobrina, hija de un primo de ella. La sobrina había venido a Lima a estudiar y trabajar casi una año antes de que yo llegara a esa casa. Por el momento solo trabajaba porque postularía el año siguiente. La llamaré Angie para mantener su anonimato y porque se convirtió en un Ángel en mi vida. Angie tenía 19 años, relativamente alta,1.68 aproximadamente, de piel blanca, buen cuerpo, lindo rostro, pero sobre todo muy dulce y cariñosa. Desde que me quede con ellas, Angie se mostró muy preocupada por mi estado de ánimo y por mi salud. Angie vendría a ser mi sobrina en tercer grado, pero por la diferencia de edad y la cercanía, nos tratábamos como primos. Ella a mí me decía Primix y yo usaba un diminutivo de su nombre que sonaba muy cariñoso, aquí usaré la palabra “Bella” Para reemplazar el verdadero diminutivo cariñoso que desde muchos años antes usaba para llamarla.
Yo regresé al que había sido mi dormitorio de soltero, la habitación más grande de la casa, que tenia baño propio y espacio suficiente para mi vieja cama de soltero, una cama de dos plazas que mi madre había conservado desde que me fui y coloqué un escritorio para mi computadora y las pocas cosas que traje de mi hogar marital. Angie tenía una habitación en el segundo piso. En ese segundo piso solo había tres habitaciones y un gran patio que ocupaba casi la mitad de la extensión de la casa.
Con Angie nos conocíamos desde niños, cuando yo iba a la tierra de mi madre o ella venia a Lima con sus padres, que casi siempre se quedaban en la casa de mis padres, pues siempre había habitaciones vacías, así que la adaptación fue inmediata. Pero a las pocas semanas de estar en mi nueva casa comencé a verla con otros ojos, en las mañanas cuando se iba a trabajar, bien arreglada y con tacos que hacía que me sobrepasara ligeramente en altura, pero sobre todo los fines de semana cuando la encontraba en la cocina, preparando el desayuno con mi madre o haciendo labores caseras, Angie usaba en casa polos viejos y holgados que le marcaban sus pechos paraditos y de vez en cuando, sobre todo en esos meses de invierno, se marcaban sus pezones. Ella no se daba cuenta de mis miradas o se hacia la que no se daba cuenta.
Pronto Angie comenzó a tocar la puerta de mi cuarto para que le preste mi computadora, o porque quería imprimir algo, luego para ver alguna peli en mi televisor (ella no tenía uno en su cuarto) o simplemente para ver cómo estaba, acompañarme y conversar. Bajaba con sus polos holgados y yo por supuesto me deleitaba con esa vista. Por supuesto todo con la puerta bien abierta, para evitar sospechas, porque el dormitorio de mi madre estaba a unos 5 u 6 metros del mío, en medio había una pequeña habitación vacía que usábamos para planchar y guardar ropa.
En ese momento solo me ganaba con esos pechos que no eran muy grandes, digamos medianos pero paraditos y redondeados, pero no pensaba en tirármela, pues ella finalmente era mi sobrina, aunque por la diferencia de edad, ella a punto de cumplir 20 y yo con 29, nos decíamos primos. Además, el divorcio realmente me había afectado y muchas ganas de sexo, no tenia. Ella en esos tiempos salía con un hijo de japoneses que trabajaba con ella, que a veces la recogía o dejaba en la casa, el ponja se veía súper respetuoso y cordial.
Así pasaron los meses, cada vez ella bajaba más seguido a conversar conmigo, preocupada en como estaba afrontando el divorcio, la verdad es que si me había afectado, a veces ni me provocaba comer y ella insistía en prepararme lo que me gustaba y hacerme comer algo, sobre todo los fines de semana que estábamos todos en casa o simplemente conversar de cosas suyas o cosas mías, a veces era en la sala, otras en mi habitación donde yo había colocado dos sillones, pero siempre con puerta abierta, a pesar que muchas veces estábamos solos, pues mi madre andaba mucho con sus amigas y hasta hacia viajes cortos con ese grupo, disfrutando de su jubilación.
Así llegó un sábado del caluroso noviembre de 2005. Lo que pasó esa tarde lo recuerdo como si fuera ayer, porque fueron momentos sublimes, un tanto inesperados, pero muy intensos, nuestra primera vez teniendo sexo.